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Archivos/- November 30, 1999
Archivos para November 30, 1999
Las recientes elecciones municipales han deparado unos resultados que afloran nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, cuyo programa máximo es la regeneración, aunque con fundamentos ideológico (o faltos de ideología) y estrategias bien distintas.
La irrupción de Ciudadanos, considerado por muchos como un partido “marca blanca” del Partido Popular, ha supuesto que en los pactos, la formación de Albert Rivera se haya convertido mayoritariamente en el paracaídas del PP. Y Cáceres no iba a ser menos.
Escuchamos y leemos a los dirigentes de Ciudadanos manifestar su deseo de regenerar la política, de acabar con las anomalías, con los vicios adquiridos. Y aquí nos topamos con algo parecido a aquello de “vicios privados, virtudes públicas”. O lo que es lo mismo, mezclar los intereses públicos con negocios privados.
En estas fechas comienzan a avanzar los trabajos de un proyecto de parking en la Avenida Primo de Rivera, en Cáceres, promovido en solitario (legislatura anterior) por el Partido Popular. Y hoy mismo, los constructores del parking, junto con concejales del equipo de gobierno municipal (PP) presentarán las medidas de tráfico que se implantarán durante al menos 8 meses, mientras duran los trabajos de vaciado de la Avenida y construcción del parking.
Y hoy, también, es el momento de que Ciudadanos, llegados de nuevas al Ayuntamiento, tenga ocasión de pronunciarse (PSOE ya lo hizo en la legislatura anterior, oponiéndose, al igual que Izquierda Unida). Todo parece indicar que la opinión “técnica” de Ciudadanos será favorable al proyecto. Para eso han pedido la documentación… algo que no les hacía falta.
El número 2 de la candidatura de Ciudadanos Cáceres es un técnico cualificado en el sector y podrá dar su opinión. Seguramente favorable, porque ya el 30 de abril, en la empresa ARC Arquitectura, a través de su página en Facebook insertaba este anuncio:

Posteriormente, el anuncio fue modificado, quedando así:

Se supone que un buen vendedor debe conocer el producto que ofrece, y que una empresa del sector de la Arquitectura, cuando vende plazas de garaje de un aparcamiento construido por otra empresa, dispone de todos los datos técnicos suficientes: accesos, salidas, accesos peatonales, colocación de los ascensores para accesos peatonales…
Por eso, que Ciudadanos haya hecho el paripé de pedir la documentación del parking para luego, con seguridad, apoyar el proyecto por interés “de la ciudad”, porque “juntos damos vida al corazón de Cáceres” no deja de ser una muestra clara y palpable del interés y el ímpetu en la regeneración política.
Vale.
Una vez terminadas las elecciones de mayo de 2015, comenzó el tiempo de los pactos y las negociaciones, porque el “arco parlamentario” ha quedado fragmentado en todas partes y en todos los ámbitos, municipales y autonómicos. Extremadura, por supuesto, no ha quedado fuera de esa fragmentación.
En estos días venimos asistiendo a una puesta en escena en modo streaming de las negociaciones entre el Partido Socialista, con su candidato Guillermo Fernández Vara al frente, con Podemos, liderada (¡qué mal llevo esto de llamar líder a cualquiera!) por Álvaro Jaén. Y a medida que ¿han ido avanzando? esas negociaciones hemos podido comprobar cómo desde Podemos (la nueva verdadera izquierda) están calcando los pasos dados por la vieja verdadera izquierda, la de Pedro Escobar, digo, la de Alejandro Nogales.
Hemos llegado al punto, como hizo Alejandro Nogales y el tal Pedro repicó, en el que quienes “lideran” se quedan paralizados y no se atreven a tomar decisiones y recurren al tópico de “las bases”. Y que no vengan con la monserga de los círculos, las asambleas… que no, que simplemente tienen miedo a decidir.
En estas, como en aquellas cosas de 2011 que hicieron Nogales y sus lacayos, hemos llegado a las bases. Y en Podemos dicen que se va a consultar a sus 6.000 inscritos. O 600.000, quién sabe.
Este número, 6.000 inscritos en Podemos en Extremadura me llama la atención. En Andalucía la capacidad de movilización del Partido de San Pablo Iglesias (el culto al líder de la nueva verdadera izquierda está alcanzando ya cotas divinas) quedó patente cuando para las elecciones de marzo no consiguieron ni siquiera llegar al 50% de las mesas electorales con interventores. Claro. Se dan de alta en la página, le dan al clic, y ya son podemitas por la gracia de San Íñigo.
En las elecciones municipales y autonómicas de 24 de mayo en Extremadura, eran 1.366. Desconozco, y he buscado el dato, de cuántas mesas cubrió Podemos con interventores. Pero no creo que fueran muchas, porque el Secretario de Organización, Sergio Pascual, se refirió a los 10.000 interventores y apoderados en las municipales, para más de 28.000 mesas en todo el Estado.
La capacidad de movilización (la movilización es la muestra práctica del compromiso) de esta organización hace aguas cuando no basta con ir a una manifestación lúdica o clicar en una página web. Cuando de verdad hay que comprometerse, no son muchos los que hacen eso tan duro como “dar la cara”.
Es muy fácil sentarse delante del ordenador, o tumbarse con la tablet o el smartphone y pinchar en un puntito de la pantalla. ¡Y ya está!
Ahora, cuando el lider de Podemos en Extremadura siente el vértigo de la toma de decisiones, recurre a las bases. A unas bases sólidas. Una bases asentadas en el ocio y en las cañas.
Ahora, calcando la estrategia de Izquierda Unida en 2011, Podemos, la gauche divine rediviva, consulta a las bases, consulta a los 6.000 hijos de San Pablo. Pocos me parecen, seguro que son más, muchos más. Y, como en 2011, decidirán no apoyar al PSOE, porque la gauche divina es lo que tiene y ha tenido siempre: agallas para comprometerse, para implicarse, y cuando tenía la oportunidad, y la obligación de hacerlo, se ha escudado en lo mismo. En que el PSOE los ha ninguneado (Alejando Nogales, 2011) y en que el PSOE está incapacitado para regenerar la política (Álvaro Jaén, 2015).
Y los niños de San Pablo harán lo que sus padres les dicen: “no os fiéis de vuestros propios ojos, fiaros de mis sermones, que me los escribe Íñigo Errejón, que sabéis que dice que la hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales. Afirmación – apertura. ¡Hala! Y ahora a clicar en la web, hijos míos.
Vale.
La Constitución Española dice en su artículo 14:
Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia de índole personal o social.
A la vista de algunas declaraciones de personas de relevancia política (por sus cargos) pero de escasa relevancia intelectual, debiera modificarse dicho artículo e introducir el concepto de edad, que nadie pueda ser discriminado por su edad.
Dice Dolores Cospedal, citando en diferido a autores de la Grecia preclásica, que cuando los dioses quieren castigar a los pueblos, les mandan reyes jóvenes. O lo que es lo mismo, traducido a los tiempos actuales, en directo, que ser joven incapacita, por sí mismo, para el ejercicio de la actividad política. Es evidente que Cospedal habla con conocimiento de causa. Ella, cuando fue joven, no servía más que para ser miss feria de Albacete.
La afirmación de la Secretaria General del Partido Popular, que coincidió un tiempo en su cargo con Luis Bárcenas de tesorero y pactó con él, o conoció el pacto con él, ha causado estupor entre los estudiosos de la Grecia clásica, más si se recuerda por los libros del bachillerato que el rey griego más importante y conocido, Alejandro Magno, murió a la provecta edad de 33 años.
Pero no solamente es Dolores Cospedal quien piensa así, quien piensa que ser joven incapacita. En Cáceres, sin ir más lejos, asistimos en estas fechas al conocimiento de las listas con las que los partidos concurrirán a las elecciones municipales de mayo. Y en esas listas hay algún número joven. Muy joven. Insultantemente joven.
Ser joven no es ningún delito ni incapacita. Sí produce, sin duda, que aflore uno de los pecados capitales que más arraigo tiene en la sociedad española (y en las sociedades provincianas se incrementa), fruto de la moral judeo cristiana que diría Sigmund Floïd (escrito Freud): la envidia.
Porque el único delito de ser joven es la envidia que produce a quienes tienen ya los codos con pellejos como los culos de los pollos.
Y cuanto más cercano se siente uno al joven al que envidia, mayor es esta. Viene sucediendo, por ejemplo, con el candidato del PSOE a la alcaldía de Cáceres. Las mayores críticas y descalificaciones que recibe, escuchando algunos comentarios como la lista de la lotería “al oído”, provienen de compañeros de partido. O de gentes que en alguna ocasión fueron militantes o simpatizantes y que auguran grandes fracasos al partido por el único hecho de la edad de su candidato.
Podrá ser criticado por sus capacidades o falta de ellas, por su preparación o falta de ella. Pero no. Lo es por su edad en primer término. Luego ya le añaden lo de que, por ser tan joven no está capacitado. ¿Cuántos dirigentes políticos de mayor edad cuando accedieron a un cargo público demostraron que no estaban capacitados para ello, aunque fueran cincuentones?
Ser joven no es ningún delito, solamente produce envidia.
Vale.
En el día de hoy, perdido y desnortado el núcleo de dirección del Partido Socialista Obrero Español, su último Secretario General, Pedro Sánchez Castejón, ha firmado con toda solemnidad su rendición ante la derecha.
Adios, PSOE, adiós.
Cuando un gobierno autoritario por mediocre, hasta las trancas de corrupción, que ha financiado ilegalmente sus campañas electorales, pide socorro, allá que ha ido un Secretario General del PSOE a hacerle el boca a boca, pasándose por el forro sus principios, y dejando a los militantes vendidos, literalmente.
Adiós, PSOE, adiós.
Cuando un gobierno incapaz de hacer otra cosa que propaganda al más puro estilo goebbeliano, comprando todos los medios de comunicación que están ahítos de cualquier moneda que les llegue, no puede ser que el PSOE acuda en su auxilio.
Adiós, PSOE, adiós.
Hoy, el último Secretario General del PSOE ha liquidado lo poco que quedaba de un partido, al que decisiones como la tomada, ha ido expulsando a militantes, cansados de dirigentes cobardes, incapaces, medrosos.
Adiós, PSOE, adiós.
Vale.
A media que se aproximan las citas electorales del año que viene, con las autonómicas y municipales en mayo y generales en noviembre (a salvo de adelanto electoral de las segundas, según evolucionen las pendencias judiciales del PP), las encuestas que las empresas de mercadotecnia y prospectiva vayan realizando, irán arrojando resultados, unas veces similares entre sí y otras distantes en los resultados.
Ahora estamos en un período en el que, tocada la línea de flotación de Izquierda Unidad y alojada en una horquilla muy asumible (siempre desde la perspectiva de los verdaderos dueños de los medios de comunicación que encargan las encuestas), toca ahora que los sondeos fijen el techo presumible de Podemos y así poder actuar como con Izquierda Unida: mantener al partido liderado por Pablo Iglesias en una horquilla que permita, ante todo, su integración. En gran medida, esto recuerda aquel ensayo breve de Agustín García Calvo, “De los modos de integración del pronunciamiento estudiantil”. O lo que es lo mismo, cómo el stablishement consigue en la práctica que la contestación termine siendo disuelta en los resortes del sistema. Las encuestas son un sistema claro de cómo hacer ver al disidente su papel de parte orgánica del corpus social.
No me refiero a que esa sea la deriva de Podemos y otros movimientos surgidos a su rebufo, sino que es la deriva que se pretende marcar.
A lo largo de 2014, con la eclosión de Podemos en las elecciones europeas, la cuña con la que se presiona es la de la rotura del bipartidismo PP-PSOE, como si ello fuera un fin en sí mismo o como si ello fuera el fin de un régimen. Lo raro es que esa es una aspiración claramente definida por los propios dirigentes de Podemos. Consideran que su irrupción y poderío (en las encuestas, de momento), por sí mismos, ya suponen esa rotura del bipartidismo y que solamente con ello ya se resuelven los problemas, acuciantes, de los españoles.
Pero, como en todo, no todo son, precisamente luces ni todo sombras. Mientras Podemos copa portadas y titulares en los medios de comunicación al servicio del poder establecido, y mientras copan titulares, editoriales y ensalzamientos en la prensa más off, vamos conociendo, por ejemplo, cómo son las estructuras nacionales (la dirección nacional del partido) y cómo van siendo y quiénes van ocupando las estructuras territoriales, pero desconocemos cuáles son sus medidas programáticas de realización inmediata que mejoren la vida de los ciudadanos. En materia económica, por ejemplo, han presentado un documento esencialmente teórico de dos magníficos economistas. Pero eso, teóricos.
Porque las medidas inmediatas a presentar no son solamente económicas y porque las orientadas a un modelo nuevo de relaciones (proceso constituyente) requieren un período de tiempo que para muchos ciudadanos se puede convertir en eterno, porque las medidas que permitan un nuevo modelo de relaciones económicas (cómo organizar jurídica y económicamente los distintos sectores productivos y de servivios) son de complicada gestión en el tiempo, y las necesidades de, por ejemplo, los parados de larga duración, no soportan aplazamientos… Todo ello necesita un tiempo, que sería más largo o corto en función de la potencia con la que Podemos consiguiera romper el bipartidismo.
Pero, además, en esta situación en la que las encuestas, a lo largo de 2014 han ido dando solvencia demoscópica a Podemos, la exposición pública de esta formación ha ido mostrando algunas lagunas de interés. Por ejemplo, no se conocen, al menos quien esto escribe, cuáles son las propuestas reales para los sectores primarios de la economía (agricultura, ganadería, pesca, minería…), ni propuestas para sectores concretos como el turismo, la construcción, los servicios. Ni propuestas sobre el dimensionamiento de las administraciones, ni si en el modelo de proyecto constituyente se mantendría el título VIII de la Constitución, con algún retoque, o iríamos a un modelo de Estado centralizado o, por el contrario, el modelo sería el Federal.
Quizás las carencias más clamorosas, a mi juicio, son las que se refieren a los sectores primarios y a cuestiones como el turismo o la construcción, los dos grandes contenedores de puestos de trabajo, junto con las Administraciones Públicas.
Estas cuestiones clamorosas vienen, a su vez, reflejadas en las personas que tanto a nivel nacional (¿central, estatal?) como a niveles ¿descentralizados, federales, autonómicos? vienen siendo los que asumen las distintas direcciones: me llama poderosamente la atención la ausencia de trabajadores manuales (agricultores, ganaderos, marineros, albañiles, mecánicos…) y de determinados niveles de las Administraciones. Esta carencia, además de llamativa, puede explicar por sí misma la característica fundamental de Podemos como concepto (ideológicamente indefinido a conciencia). Y el concepto es que se trata de un proyecto de laboratorio ideado para su expansión concéntrica que en cada nuevo anillo debe repetir la esencia del original. Un obrero, en el sentido marxista del término, no tiene cabida en esa formación.
Las encuestas se están diseñando y dirigiendo a presentar a Podemos como una estructura de élite del mismo modo que se pregunta por los demás partidos. Desde del punto de vista demoscópico, Podemos es una parte de la casta del sistema. Y aunque sus dirigentes lo nieguen, se comportan, social y, sobre todo, sociológicamente, como la élite creada para desplazar a las élites (convertidas en casta) que han gobernado desde 1978 y cuyas desviaciones se han convertido en su propia e imperiosa necesidad de regenerarse o perecer.
Las encuestas preguntan a los ciudadanos sobre productos (partidos políticos) en un mercado (el político) azotado por una crisis de calidad (la corrupción), entre los que los nuevos que llegan a las estanterías (las propias encuestas) brillan más a los ojos de los compradores (votantes).
Los votantes son, también, sometidos a una tiranía: la de consumidores. Y Podemos, demoscópicamente, es un producto de consumo.
Vale.
Ahora que el PSOE celebrar su Congreso Extraordinario para ratificar en la Secretaría General a Pedro Sánchez Castejón, que ganó las primarias, y que debe marcar de este Congreso una línea de actuación política de futuro, desde la distancia que da ser socialista y no ser militante socialista, me parece interesante hacer alguna reflexión.
En primer lugar, viendo cómo se desarrollaron las primarias y cuál fue el resultado, la primera es que las ganó el que más gustaba a la derecha. Y ello es así no sólo por el recibimiento cordial que Sánchez Castejón ha tenido en las manifestaciones de miembros del gobierno y del Partido Popular, sino, especialmente, entre los medios de comunicación.
Y en los medios de comunicación, un inciso: cada vez que me refiero a ellos englobo a todos los llamados convencionales, que en España son los grupos Prisa, Vocento, Planeta, Unión Editorial, Mediaset, Zeta… Todos.
En segundo lugar, en relación los medios de comunicación y el PSOE, hay una malsana dependencia de los dirigentes nacionales, autonómicos y locales hacia ellos. Viven y se manifiestan esperando el qué dirán de ellos esos medios, cuando la realidad informativa y de comunicación no tiene nada que ver con ellos. Y no se atreven a señalarlos.
Ahora que el PSOE dice que empieza un nuevo camino, sería bueno si ese camino, en relación con la derecha (económica, política y mediática) que manda, va a ser de colaboración, de cooperación o de oposición.
No creo en los prejuicios, pero sí creo en aquellas cosas que se han demostrado reales al cabo del tiempo: piensa mal y acertarás.
Los gestos, en su inmensa mayoría de cara a la galería mediática, de Sánchez Castejón no auguran nada bueno. Es más, cuando uno zapea por los distintos canales de televisión o ve las imágenes que sacan en los periódicos, no ve gestos políticos, ve poses solamente dirigidas a ver qué tal “dan” fotogénicamente.
Corresponde al PSOE, y, singularmente a su nuevo Secretario General definir cómo va a actuar en el futuro. Le corresponde definir si ese futuro va a ser de colaboración con el Partido Popular, si va a ser de cooperación con el Partido Popular o si va a ejercer la oposición.
Colaborar con el PP sería hacer seguidismo de un partido que ha demostrado estar dirigido por sociópatas y desalmados. Cooperar con el PP sería ser coartada de la derecha para seguir haciendo lo que la patronal manda, que para eso financia.
Ahora se espera del PSOE, esperamos los que somos socialistas, es que haga oposición. Oposición contra una derecha ladrona, corrupta, desalmada.
Ahora se espera del PSOE, esperamos, que rompa su dependencia enfermiza de los medios de comunicación y señale con claridad no que la derecha los haya comprado, sino que se han vendido por un plato de lentejas.
Ahora se espera del PSOE, esperamos, que Sánchez Castejón defienda, si tiene agallas, a los trabajadores, a las clases trabajadoras, que el PSOE recupere la lucha de clases como objetivo político y no nos venga con monsergas de que es un “partido de gobierno”.
Ahora se espera del PSOE, esperamos, que su nuevo Secretario General sea, sencillamente, socialista.
Pero, desgraciadamente, la realidad, los gestos, las poses, la dependencia que se constata del “qué dirán”, del “cómo me sacarán”, no hacen albergar ninguna esperanza.
Solo desearía estar equivocado.
Vale.
Casta.
(Der. Del gót. Kastan; cf. ingl.cast).
1.f. Ascendencia o linaje. Se usa también referido a los irracionales.
2. f.En la India, grupo social de una unidad étnica mayor que se diferencia por su rango, que impone la endogamia y donde la pertenencia es un derecho de nacimiento.
3. f. En otras sociedades, grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc.
4. f. Especie o calidad de algo.
5. f.Zool. En una sociedad animal, conjunto de individuos especializados por su estructura o función. Se usa en especial referido a los insectos sociales, como la obrera en una colmena.
Élite o elite.
(Del fr. élite).
1.f. Minoría selecta o rectora.
Las definiciones que preceden son las literales de la www.rae.es para dos conceptos, uno visible, permanente, sobre todo desde la última campaña electoral, donde Podemos y su máximo referente, Pablo Iglesias, han fijado el concepto de casta como elemento único del objetivo político.
Cuando escucho a Pablo Iglesias o a cualquiera de su círculo más próximo (Iñaki Errejón, Juan Carlos Monedero, especialmente), el concepto de casta es contrapuesto a “la gente”. La gente (no he transcrito el artículo de la RAE para este vocablo por su extensión) es el espectro demográfico al que Pablo y sus ¿discípulos? ¿correligionarios? ¿colegas? ¿compañeros? se dirigen. Los analistas que están publicando artículos sobre el “fenómeno Podemos” han ido decantándose (los contrarios, es evidente) por la descalificación global, la mayor parte de las veces con arquetipos repetitivos: bolivarianos, financiados por el régimen venezolano, y, con más finura, han acuñado un concepto que parece que ha calado (una vez que lo ha utilizado la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría): Pablo Iglesias y Podemos dicen a la gente lo que la gente quiere oír.
Sin embargo, en el discurso político de Pablo Iglesias, además de muy interesantes propuestas políticas, lo que me llama la atención es la construcción literaria.
Porque los dos conceptos sobre los que se asienta el lenguaje de Podemos, la casta y la gente pueden analizarse según su utilización. Así, cuando tratan asuntos políticos, la casta son las direcciones del PSOE y PP. Si los asuntos son económicos, la casta son las direcciones de los bancos o la patronal. Pero, por ejemplo, en asuntos culturales no he escuchado (al menos yo) que se refieran a la casta, porque para Podemos, los mayores representantes culturales forman parte de “la gente”. Claro, porque hablar de casta cultural incluyendo a Arturo Chatín Fernández, Purificación Martín Aguilera o Norberto Juan Ortiz Osborne parecería demasiado fuerte.
La casta es un concepto que puede servir para definir cualquier estructura de poder establecida, ya sea política, militar, eclesiástica, económica… que se oponga a los intereses de “la gente”.
En este discurso de Podemos, la utilización de “la gente” es simétrica a otro que, con la misma finalidad, la de fijar territorio demográfico, utiliza la derecha: “la mayoría silenciosa”. Así, mientras “la gente” ha de confrontarse con la casta, “la mayoría silenciosa” es el soporte de esa casta.
Ess curioso que mientras la izquierda, más o menos escorada, ha encontrado un referente demográfico simple (“la gente”), la derecha en el gobierno utiliza un concepto puramente franquista (y que tiene sus raíces en el III Reich), el de “la mayoría silenciosa”.
Sin embargo, en este discurso conformado por Pablo Iglesias, docente en Ciencias Políticas, no se olvide, existe una asimetría: la confrontación entre casta y “la gente” está cuantitativamente desequilibrada. La casta son unos pocos, mientras que la gente es la mayoría que no está de acuerdo con el proceder y comportamiento de aquella.
¿Cómo resolver esta asimetría? Pues incrustando en esa asimetría una bisagra para que, en nombre de “la gente”, sea la que se enfrente a la casta. Y ahí es donde aparece la élite. La élite formada por los Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Iñaki Errejón… y en cada uno de los círculos los que vayan surgiendo para construir “equipos” con los que tratar de ganar las elecciones.
Las élites dirigentes de Podemos van entrando cada vez más en los círculos mediáticos (al servicio de la casta, no se olvide, de la casta económica y política) y son siendo cada vez más conocidos. Esas élites deberán demostrar dos capacidades: la capacidad de resistir ideológicamente la presión mediática y, sobre todo, la capacidad de resistir psicológicamente esa presión. Ya se sabe que la fama es mala enemiga del equilibrio emocional.
Claro, que ni a Pablo Iglesias ni a sus ¿discípulos? ¿correligionarios? ¿colegas? ¿compañeros? se les ha planteado su papel de élite. Históricamente, y eso en Ciencias Políticas es un capítulo importante, son las élites, han sido las élites intelectuales las que han dirigido las revoluciones, los cambios, a “la gente” para la consecución de metas políticas. Y también ha habido élites en otros ámbitos, pero la situación planteada por la irrupción de Podemos nos lleva directamente al concepto de élites políticas, en este caso, trufadas de una sólida formación intelectual.
Así, mientras que se confrontan “la casta” con “la gente”, mientras “la casta” en el poder se defiende en el escudo de la “mayoría silenciosa”, aparece un territorio de nadie en el que ha quedado el PSOE, y un campo de trabajo sin roturar en el que las élites de Podemos van marcando surcos.
Vale.
Siguiendo el hilo de la intervención de Alfredo Pérez Rubalcaba, dimisionario de la Secretaría Genral del PSOE, parece que la Ley Orgánica para aceptar la abdicación de Juan Carlos I, parecía que se trataba de votar sí o sí para que la abdicación sea efectiva. Pero eso no es así. El PSOE es, o debería ser, libre para votar lo que crea conveniente. Y no se trata de que con el voto sí o no se esté votando monarquía o república. No. Porque el voto sí es dar continuidad ordinaria a una de las previsiones constitucionales. En concreto, el artículo 57.5, que determina que las abdicaciones y renuncias se regularán por Ley Orgánica.
¿Qué habría pasado si, como se ha dicho, hace unos meses Rajoy y Juan Carlos I comunicaron a Rubalcaba la abdicación, este hubiera dicho que no garantizaba el voto favorable del grupo socialista, necesario por tratarse de materia regulable por Ley Orgánica?
¿Qué habría pasado si hoy el Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso hubiera votado mayoritariamente en contra y no hubiera resultado aprobada la Ley Orgánica porque el PP no se hubiera atrevido a continuar en solitario la tramitación?
El primer efecto, en ninguno de los dos caso, no habría sido pasar de modo automático a una nueva forma de Estado. El primer efecto, en la respuesta a la primera pregunta, es que la abdicación no se habría planteado. En el segundo caso, el Congreso habría obligado a Juan Carlos I a continuar su reinado. Estos, únicamente, serían los efectos de una votación formal tal y como se ha planteado por el gobierno del Partido Popular y el PSOE.
Pero, en la práctica, si el PSOE se hubiera negado a aceptar la abdicación, los efectos políticos habrían sido otros. Indeterminados, sin duda. Pero, del mismo modo que hoy el Partido Popular, en uno de los mayores monumentos a la hipocresía, ha alabado la actitud de Rubalcaba, por votar que sí, debería hacer lo mismo si el voto hubiera sido contrario: el derecho ejercer el voto en el sentido que políticamente cada grupo, cada diputado, estime conveniente es igual de respetable. Pero claro, para un partido que no cree en la democracia (para el PP, el poder les pertenece por la gracia de Dios), llevarles la contraria es de irresponsables.
Si hoy el PSOE hubiera votado no a la ley orgánica de abdicación, el primer efecto, formal, puramente formal, sería que Juan Carlos I debería continuar su reinado. O renunciar. Y no es, ni formal, ni jurídicamente, lo mismo la renuncia a los derechos que la abdicación. Porque el rey abdica en su sucesor. Si embargo, la renuncia lo es a los derechos dinásticos, y el debate jurídico sería inmediato: si Juan Carlos I renuncia ¿puede transmitir sus derechos dinásticos?
La votación formal, tal como se ha planteado, no lo es, por tanto, tan simple como han hecho creer. Porque, en realidad, y es algo que siempre se dice: en democracia, las formas son tan importantes como el fondo. Por ejemplo: el Partido Popular alardea de colaborar (formalmente) con la justicia en la investigación de su tesorería, pero en el fondo tienen comportamientos mafiosos para eludir sus responsabilidades penales.
Hoy, el PSOE no necesitaba, en ningún caso, plantear siquiera un supuesto de monarquía vs república, sino algo mucho más sencillo. Una ley formal, puramente formal, que con un voto contrario habría hecho que la forma de Estado se hubiera ahogado su propio jugo, habría, necesariamente, haber arrancado, por sí misma la puesta en marcha de los procedimientos constitucionales previsto de reforma.
Hoy, el PSOE no necesitaba decir incongruencias, mostrar contradicciones que lo encaminan a convertirse en un nuevo PASOK, hoy solamente necesitaba ejercer su voto en el sentir mayoritario de sus militantes y no de gatos de siete vidas aburridas. Lo demás se habría dado de modo natural y sin forzar, en ningún caso, la Constitución, sin desatar ningún caos.
Vale.
La abdicación de Juan Carlos de Borbón ha resultado un detonante para que muchos miles de españoles, en las calles, exijan un referéndum sobre la forma de estado. Otros muchos reclaman un proceso constituyente.
Mientras tanto, mañana, 3 de junio, el Consejo de Ministros, en realidad, consejo de tramposos, aprobará el Proyecto de Ley Orgánica que contenga el procedimiento de abdicación y asunción de la jefatura del Estado por el heredero a la Corona, conforme a la vigente Constitución de 1978l.
Este proceso iniciado hoy con las declaraciones institucionales del Presidente del Gobierno y del propio Juan Carlos, y que mañana impulsará el Consejo de Ministros requerirá, por tratarse de Ley Orgánica, una mayoría cualificada. O lo que es lo mismo, requerirá que el PSOE apoye al PP para sacarla adelante. Y, desgraciadamente, eso va a suceder.
En este contexto, la convocatoria de un referéndum sobre la forma de Estado debería llevarse a cabo con carácter previo a la aprobación en las Cortes de la Ley Orgánica que prevé aprobarse mañana en Moncloa. O lo que es lo mismo, el referéndum debería convocarse ya, mañana mismo, y llevarse a cabo en el mes de julio. Si quieren, incluso, que sometan a referéndum la Ley Orgánica que pergeñan.
Como esto no va a suceder y las peticiones de referéndum van a continuar y pueden enquistare, con consecuencias difíciles de prever, con un gobierno acorralado por la corrupción, sometido a decisiones que se adoptan en Bruselas o Berlín y dirigido por un Mariano Rajoy, declarado incompetente, cuyas reacciones son imprevisibles. Baste tener en cuenta los intentos de Ley Mordaza o la infantil, por ignorante, criminalización de las redes sociales.
En todo caso, y en el mejor de los supuestos, someter la forma de Estado a referéndum, y que gane la república, nos llevaría a un necesario cambio constitucional. Esto es, a que la actual constitución se someta unos cambios, cuyo control escaparía al auténtico control de los ciudadanos.
En mi opinión, un simple referéndum sobre la forma de Estado (simple pero complejo) no resolvería más problema que ese, que la forma de Estado, monarquía o república. Y sería la puerta que abriría modificaciones de calado, del tipo que la llevada a cabo con el artículo 135 de la vigente Constitución.
Por ello, es necesario, sería necesario un proceso constituyente que incluyera la forma de Estado. Porque la forma de Estado no es, ni con mucho, el mayor problema que tenemos. Porque el paro, la crisis económica, la corrupción política, el desprecio de los políticos y grandes empresarios hacia ciudadanos y trabajadores, no dependen de monarquía o república.
Desde luego, para los ciudadanos, que quienes ostenten la jefatura del Estado sean merecedores de esa magistratura por genética o lo sean por eleccin democrática, es un bien a conseguir. Porque significa un símbolo en el que se refleje que la soberanía reside en el pueblo.
Cambiar sólo la forma de Estado puede suponer dar carta blanca a unos políticos, los actuales del PP, la derecha de siempre, que han demostrado de modo suficiente su incapacidad para tomar decisiones que mejoren la vida de los ciudadanos, pero sí la de los grandes empresarios y el gran capital, y una oposición mayoritaria, la del PSOE, que no se ha enterado en toda la legislatura de las tropelías del PP y se ha limitado a los juegos de manos de Rubalcaba en las ruedas de prensa.
Por ello, frente a la idea de un referéndum exclusivamente sobre la forma de Estado, mucho más eficaz, quizá más largo, pero más seguro, un proceso constituyente que termine en una nueva Constitución que, sí, se someta a referéndum y que permita elegir la forma de Estado.
Vale.
La no convocatoria de Izquierda Unida al debate postelectoral de La Sexta, siendo la tercera fuerza política, aún con la excusa (siempre una excusa) de que, posteriormente, en el mismo programa se iba a entrevistar a Alberto Garzón, demuestra algo que viene siendo una realidad en los medios de comunicación convencionales de nuestro país: que sus propietarios (es decir, las empresas de comunicación entrampadas hasta las cejas con los bancos) manejan un aspecto esencial de la democracia: la política y su comunicación con los ciudadanos.
Para esos propietarios de los medios, Izquierda Unida, tercera fuerza a nivel nacional, ha alcanzado su techo. Pero no no porque puedan ser capaces de ganar más cuota electoral, no. Ha alcanzado el techo que a los propietarios de las empresas de comunicación les interesa. Con el nivel actual, se ha convertido en el contrapeso fundamental, en la cuña de la misma madera que necesitaban para terminar de domesticar, aún más, al PSOE como partido de gobierno. Ahora, esos propietarios saben que si los socialistas quieren volver a gobernar, necesitarán, irremediablemente, a Izquierda Unidad, y ya se encargarán ellos de entorpecer cualquier acuerdo.
En la noche del sábado, mientras en La Sexta se silenciaba a IU en el debate, se hacía un incensario, bruñido de improperios dignos del Callejón de los Gatos, a Podemos y a su líder carismático, Pablo Iglesias Turrión.
Esto es así porque interesa a las empresas de comunicación dos cosas: la primera, que Podemos se convierta en una nueva cuña en la izquierda política que dificulte, aún más, cualquier tipo de acuerdo que pudiera poner en peligro lo que consideran muchas legislaturas necesarias de gobierno del Partido Popular para conseguir un marco jurídico y fiscal que convenga a sus insaciables ansias de beneficios. La segunda, porque saben que el ensalzamiento abrumador, el triunfo mediático explosivo que generan las pantallas de televisión terminan generando rechazo.
Con Pablo Iglesias estamos asistiendo a su conversión en figura de masas, en una figura que a todas horas, con cualquier motivo, con cualquier excusa, aparezca… hasta convertirla en aborrecible. Lo poco agrada, lo mucho cansa.
Es de pensar que el líder de Podemos tenga un suficiente cuajo de personalidad que le permita, por un lado, no sucumbir al “precio de la fama”, y, por otro, a soportar esa fama.
A las empresas de comunicación les viene muy bien Podemos, les interesa que se convierta en la fuerza política que cuestione el puesto que ahora ocupa Izquierda Unidad. Cuanto más cerca estén unos de otros, más difícil será el acuerdo, como más difícil será el acuerdo con el PSOE, sobre todo si este partido no cierra bien su crisis organizativa y de liderazgo.
Que el voto mayoritario en las últimas elecciones europeas haya sido a las izquierdas, no puede repetirse en las próximas elecciones municipales y autonómicas, ni mucho menos en las generales de 2015. Es necesario hacer crecer, como sea, a Podemos, controlar a IU y mecer al PSOE en su crisis. Con ello, con el susto de un crecimiento “demasiado izquierdista”, se garantizará una movilización del voto de la derecha. Y una fragmentación mayor de la izquierda.
Quien paga en los medios de comunicación, manda. Y en estos tiempos, además, quien paga, manda y el gobierno del Partido Popular hace el resto. Por eso es necesario domesticar a la izquierda, a los grupos emergentes como Podemos, bailándoles del agua, y mandando el mensaje a IU de que saldrán en los medios cuando a sus dueños les venga bien.
Mucho me temo que si, como decía antes, Pablo Iglesias flaquea en su cuajo político, y, sobre todo, personal, se vea llevado a convertirse, por su abusiva presencia en cualquier programa, con cualquier excusa, en la Belén Esteban de la izquierda.
Vale.