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El texto que se inserta a continuación fue publicado el 5 de noviembre de 1904 en el periódico EL NORTE DE EXTREMADURA, firmado por Manuel Sánchez del Pozo, autor de diversas publicaciones en prensa de la época, recogiendo noticias e informaciones que señalan aspectos pocos conocidos de la historia de la ciudad de Cáceres.

He aquí el nombre de una humilde sirvienta que tuvo el privilegio de hacerse célebre entre los vecinos de la muy noble y leal villa de Cáceres por un arranque de genio varonil en defensa de su ultrajado amor propio.

Corrían los últimos años del siglo XVIII cuando nuestra protagonista fue traída del pueblo de Arroyo del Puerco, de donde era natural, por sus padres Andrés Cacho y Ana Tejado, á fin de colocarla de sirvienta en casa de la muy ilustre dama Dª Cayetana de Ovando, viuda del teniente general marqués de Camarena la Real, razón por la cual era conocida en la villa con el epíteto de la Generala, y su casa aun hoy, convertida en colegio, es conocida por el mismo nombre.

Decíase que la María Cacho, al propio tiempo de venir satisfechísima á servir á casa tan ilustre, no dejaba de abrigar en su corazón temores fundados, por ser de público conocido el carácter un tanto violento de Dª Cayetana, con la agravante circunstancia de haber sido servida en el Perú y en la Florida por esclavos, cuyos virreinatos había desempeñado su marido D. Vicente Francisco de Ovando, marqués de Camarena la Real, algunos años.

Mucho agradó á Dª Cayetana el aspecto varonil de María, cuyo desarrollo muscula no era inconveniente a su natural belleza, que hacían más singular dos grandes ojos, cuyas cejas se unían sobre la nariz formando una sola obscura y poblada.

Casa de la Generala. Cáceres

La casa de la Generala era la más importante de la villa porque esta noble dama, á sus antecedentes linajudos unía una instrucción poco común, esmerado trato social y gran influencia en la corte de Carlos IV, circunstancia que unida a la de ser madre del entonces marqués de Camarena la Real. D. Vicente María de Ovando, y tener á su hija Dª Vicenta casada con el marqués de Torreorgaz, D. Manuel Aponte, hacían que su casa fuera el centro obligado de la aristocracia cacereña, y puede decirse que de la flamante Audiencia, pues lo mismo el regente que los oidores y alcaldes del crimen pasaban las noches en la tertulia de Dª Cayetana, que se complacía en obsequiar á sus contertulios con todo linaje de agasajos.

Servía de mayordomo y administrador de Dª Cayetana su antiguo paje, á la sazón procurador de los Tribunales, por influencia de la misma, D. José García Carrasco, á cuya gestión fue debida la entrada en la casa de la sirvienta María, que fue presentada por su ama á los contertulios, que ponderaron su simpática y arrogante figura y aun se decía que más de un oidor y alcalde del crimen solían pedir agua sin que les molestase la sed, por el sólo gusto de que se presentase en la sala María conduciendo en una rica salvilla de plata tallados vasos de cristal con el apetecido líquido.

Ya hemos dicho que Dª Cayetana tenía un carácter violento y que la María á  su vez, conocedora del propio suyo, abrigaba fundados temores de que llegara algún día en que no pudiera sujetarse y hubiera un enfrentamiento entre ambas; pero esto no obstante pasaron cerca de tres años sin que María demostrara su genio, á pesar de que en dos ocasiones, una porque María pegó á Bartolo, mono muy querido de la Generala, y otra por haber roto un jarrón de china, fue abofeteada por la señora, ultraje que recibió con cristiana resignación, y no se salió de la casa porque tanto D. José Carrasco como el marqués de Camarena la Real la disuadieron; y este último reprochó á su señora madre sus violencias son una sirvienta, de la que decía ella misma lo difícil que sería encontrar una criada semejante.

Siempre se ha dicho que la fortuna de un tonto es dar con otro, y al fin vino a suceder lo que María presagiaba. Una mañana peinaba á su señora, que usaba  para sujetarse el peinado una larga y gruesa alfiler de oro, y por un motivo baladí en el que la Generala disputaba tener razón y la María no se la daba, fundándose en que lo había visto ella, indignada Dª Cayetana , sin mirarla ni reparar dónde, le clavó el alfiler de oro en el pecho derecho, y tan intenso fué el dolor y tal coraje se apoderó de María, que cogiendo á su ama por el pelo la hizo caer para atrás arrastrándola por un buen espacio del suelo.

A los gritos de Dª Cayetana acudieron los demás criados, representando en sus semblantes el asombro al ver á María hecha una furia contra su ama sin cuidarse de la presencia de sus compañeros, hasta que á viva fuerza  éstos la desasieron del pelo de la Generala, que había perdido el sentido, y mientras la condujeron á la cama, María huyó de la casa, yendo á refugiarse á la ermita de El Amparo, desde la que fué conducida por la tarde á la cárcel de villa, donde por la noche fue atacada de una fuerte calentura, producida por la gran inflamación del pecho, que á los once días le tuvo que sajar el facultativo D. Francisco Cansado; y á esta circunstancia y á la de la haberse quedado en susto el síncope que sufrió Dª Cayetana, se debió el que en toda la villa se diera la razón á María, que sólo estuvo detenida cinco días, y que la propia doña Cayetana influyó en los jueces para que la causa no se siguiera.

De este modo se vio libre y pudo volver al Arroyo de donde no quiso salir más, á pesar de haberla solicitado muy buenas casas para servir.

Manuel Sánchez del Pozo