Archivos para septiembre 2016

La Junta de Extremadura está estudiando implantar, en el Currículo de la ESO, en los cursos tercero y cuatro, una asignatura teórico práctica denominada, en principio, Cortador de Jamón. Dicen en la Consejería de Educación que es una apuesta por la formación integral de los alumnos, que además producirá beneficios indudables en la salud de los alumnos y en la economía familiar y comunitaria.

La asignatura se impartirá en tercer curso con dos horas lectivas a la semana, y se impartirán el mismo día, en dos horas consecutivas, la primera eminentemente teórica, con la explicación y didáctica sobre el producto a cortar, el jamón, sus distintas variedades: jamón serrano, jamón ibérico de cebo, de recebo, de bellota, y con las características de valores alimentarios, de sabor, visuales, así como los distintos modos de su consumo. Así, el programa de la asignatura incluirá las herramientas necesarias para el corte, como el jamonero, los cuchillos, y su utilización según la pieza sea de jamón o paleta.

Importante también será conocer la teoría de cómo comenzar el corte, si el corte es para consumo en plato o para su utilización como ingrediente de recetas, la conservación de la pieza un vez iniciada, para mantener texturas y sabores.

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Desde la Consejería se señala que es inaudito que hasta ahora no se le haya dado importancia a algo tan importante en Extremadura como es el corte del jamón, producto estrella de nuestra gastronomía, y que, por no saber realizarlo de una manera adecuada, produce importantes quebrantos. Baste un ejemplo: de una pieza de jamón de unos siete kilos y medio, un cortador profesional puede obtener unos tres kilos y medio, mientras que cortándolo «de aquella manera» en casa, en la práctica no se llega a obtener más de dos kilos o dos kilos y medio, destinándose gran parte de la pieza a su uso para cocinar.

En cuanto a la hora lectiva práctica semanal, los alumnos, utilizarán los cortes que vayan haciendo en las piezas que se dispongan en clase para su consumo. Así, consumirán y aprenderán a distinguir por la vista, el olor y el sabor las distintas clases de jamón, al mismo tiempo que ese consumo les permitirá, al menos un día a la semana, comer jamón, y estará a criterio del profesor, en función de las cantidades de corte obtenidas, que los alumnos puedan llevarse a su casa algunas lonchas, para que sus familiares puedan conocer sus avances en la asignatura de sus hijos.

Vale.

Las elecciones las ganan los partidos que se presentan fuertes ante los electores. Fuertes en cuanto al mensaje que transmiten y en cuanto a la imagen que tiene el cuerpo electoral. Por eso, cuando al día siguiente de una jornada electoral los analistas aciertan en saber por qué se han producido los resultados, siempre encontramos una referencia a que la unión interna, la cohesión interna de los partidos juega un papel importante.

En la anterior entrada de esta serie me refería a la división que se aprecia en el PSOE. Ahora, en lo que se refiere al Partido Popular nos encontramos en un caso diferente. Diferente en cuanto a la apariencia social que se desprende de las informaciones que se publican en los medios, incluida la generalidad de los llamados convencionales (prensa escrita, radio y TV), y que es la de una organización traspasada por casos de corrupción. Algo que hasta esos medios convencionales proclives a la bonanza de sus informaciones sobre el Partido Popular señalan.

Frente a la división que se aprecia en el PSOE, la cohesión interna, la unión, en el Partido Popular parece evidente. Claro, que habría que analizar cuál es el lubricante que engrasa esa cohesión.

Siempre se ha dicho que lo que más une a las organizaciones políticas es el poder. Y eso es así en el PP. El ostentar el poder elimina tentativas de cambiar el funcionamiento de la organización si fuera anómalo. Mejor dicho, si lo percibieran anómalo. Eso no sucede en el genuino partido de derechas español. Sus dirigentes consideran a su partido modélico en organización y funcionamiento, y los generalizados casos de corrupción que salpican las informaciones son considerados, sistemáticamente, “casos aislados”.

Sin embargo, es cada vez más evidente que la corrupción es sistémica en el Partido Popular, forma parte indisoluble de su funcionamiento interno, de tal manera que sus dirigentes (y sus votantes) no aprecian que, por ejemplo, el pitufeo detectado en la Comunidad Valenciana, sea una anomalía, sino una forma ordinaria de financiar sus campañas electorales. Es decir, lo que para los ciudadanos y para el Código Penal son delitos, los dirigentes y votantes del PP son inapreciables. Por eso, a cada escándalo brillante en las noticias le sucede otro cuando las luces del primero van apagándose. Y, como termina el estrambote del soneto de Cervantes al Túmulo de Felipe II, “fuese y no hubo nada”.

La cohesión interna en el Partido Popular no tiene connotaciones ideológicas, no se asienta en firmes convicciones políticas. La cohesión en el PP está trufada por el lubricante de la corrupción y la indecencia políticas, que engrasa la organización en todas sus estructuras. Y en la cúspide de esas estructuras, Mariano Rajoy, presidente del partido desde 2003 designado por Aznar.

Que el tesorero del partido está procesado por diversos delitos cometidos en el ejercicio de su cargo… el presidente del partido que lo nombró se lava las manos y no quiere saber nada de él.

Que se hacen obras por un importe considerable en la sede central del partido y se pagan con dinero negro, casi con seguridad, de procedencia ilícita… el presidente del partido no sabe nada.

Estos dos ejemplos dan una idea cabal de cómo la corrupción y la indecencia son el engranaje que hace funcionar al PP. Que su presidente y representante legal (artículo 45 de los estatutos del PP) desconozca que su tesorero comete delitos en el ejercicio de sus funciones, o que desconozca cómo se pagan las obras de su propio despacho, demuestra que Mariano Rajoy Brey estaría incapacitado, cuando no en una situación procesal adecuada, en cualquier país de nuestro entorno. Lo estaría por desconocer a qué se dedica su partido (organización procesada por destrucción de pruebas en un proceso penal), o, peor, por conocer, autorizar y aprobar la comisión de delitos: si no sabe cómo funciona la organización que preside, está incapacitado para gobernar un país.

O si conoce ese funcionamiento ilícito, ilegal, de su organización, también lo está.

Que el Partido Popular es una organización en cuyo funcionamiento está perfectamente incardinada la corrupción parece evidente. Que haya casi 8 millones de electores que le den su confianza demuestra la poca confianza que los españoles, en general, tenemos en nuestros valores democráticos.

Porque no es peligroso para la salud democrática que haya 8 millones de votantes que confíen en un partido corroído, lo peligroso es que los demás votantes no seamos capaces de hacer que todos los partidos democráticos (el PP no lo es, es corrupto) aúnen fuerzas para desalojar la podredumbre del poder.

Ah, y otra cosa: el Partido Popular es corrupto porque hay corruptores. Si no hubiera empresas de todo tipo que pagan comisiones ilegales, cohechos y similares, no habría corrupción. Si no hubiera clientes, no habría prostitución. Si no hubiera pecadores, no habría curas para perdonarlos.

Vale.

En la tesitura en la que nos encontramos, con unas perspectivas que nos acercan a unas terceras elecciones o a algún pacto que ahora no se vislumbra, conviene repasar qué informaciones se publican de cada uno de los partidos, de los cuatro con mayor número de diputados, y qué percepción tenemos los ciudadanos.

Comencemos con el PSOE, que está en todos los cruces de caminos, en los de pactos inverosímiles o comiéndose todas las culpas si hubiera terceras elecciones.

Visto desde fuera, se aprecia un liderazgo del Secretario General, Pedro Sánchez, con apoyos amplios entre las bases del partido, y con los llamados barones regionales que defienden mayoritariamente, simplificando, dejar gobernar a Rajoy.

El PSOE transmite una imagen de división clara, y eso supone una fuerte debilidad. Es probable que los análisis que se hacen, especialmente por quienes no quieren ver ni en pintura un pacto de izquierda PSOE-Podemos más partidos nacionalistas, ERC incluida, no tengan en cuenta cuáles serían, en ese hipotético pacto, las fortalezas de un partido socialista fuerte y unido. O lo que es lo mismo, los que temen un pacto de izquierdas (que podría salir por los pelos en cuanto al número de diputados) son los mismos que saben que el partido está debilitado.

Los partidos políticos, sus estructuras de dirección, en todos los niveles, saben que lo que más daño les hace en las elecciones es transmitir división interna. Y ahora mismo el PSOE la está pregonando con potentes amplificadores.

También es necesario considerar que quienes, desde las baronías regionales defienden no ir a terceras elecciones y no pactar por la izquierda más nacionalistas, lo hacen en claves propias regionales.

Necesitan los barones regionales hacer muchos equilibrios para conseguir apoyos, a ambos lados del espectro ideológico, para comenzar a preparar los presupuestos para el año 2017. Presupuestos que, por otra parte, el mayor beneficiario de una “retirada a un lado” de Pedro Sánchez, el PP, ya no tendría margen para presentar ante la Unión Europea y cualquier salida presupuestaria posterior será catastrófica para los trabajadores.

Tampoco parece claro qué clase de presupuestos regionales pueden hacer los barones regionales del PSOE que gobiernan sin unos presupuestos estatales y sin unas líneas (techo de gasto, por ejemplo) que no se conocen.

Los partidos que van a cualquier negociación con la imagen pública de división, están condenados a perder más que ganar, a ceder más que conseguir. La debilidad del PSOE está no solo en un debate ideológico, sino, sobre todo, en un debate pragmático.

¿Qué es mejor, conseguir un gobierno de izquierdas con un PSOE nacional fuerte y unido o arriesgarse a ello y que en cada baronía se produzcan mociones de censura que las hagan peligrar?

Porque o hay un pacto de izquierdas más los nacionalistas o el PSOE, dividido y debilitado, arrostrará la culpa (ya se llevan encargando mucho tiempo el gobierno y los medios de comunicación sicarios de que así sea) de unas terceras elecciones. Y ello, porque un hipotético acuerdo PSOE-Podemos-Ciudadanos es inviable, no tanto por los vetos cruzados entre los partidos ¿emergentes?, sino porque Ciudadanos es la cuña en la que se sustenta el PP (y la derecha política, mediática y económica) para pervivir.

La encrucijada del PSOE es complicada. Los deseos personales, debilitan su proyección social. Y la debilidad viene, además, marcada por el miedo al futuro.

Sea cual sea la decisión final, incluida la abstención a favor de Rajoy, el PSOE ha entrado en una espiral de debilidad que tiene mala pinta en un futuro próximo. Abstenerse en favor de Rajoy, por ejemplo, llevará al PSOE a perder la hegemonía de la oposición.

Vale.