Archivos para mayo 2016
Con la polémica originada por la Delegada del Gobierno en Madrid a causa de su intento de prohibir el acceso al Estadio Calderón con esteladas, se han sucedido declaraciones a favor y en contra, como es habitual. Pero ha habido una declaración que me ha llamado la atención y que puede verse en este link: http://www.lasexta.com/programas/al-rojo-vivo/entrevistas/pablo-iglesias-en-los-estadios-debe-haber-libertad-de-expresion-prohibir-las-esteladas-es-ridiculo_20160519573db2e26584a8ecd2c47bdc.html
He rastreado la posibilidad de que algún periodista hubiera encontrado la forma de desenmascarar lo que es una falacia o una utilización inadecuada de los conceptos y no la he visto. Por supuesto que García Ferreras, el dúctil director de Al Rojo Vivo, y que a veces parece incisivo de rápido reflejo, no cayó en la cuenta cuando su líder predilecto (en lo político) utilizaba conceptos que se pegan de hostias. Y tan tranquilo.
Con ese lenguaje entre frailuno y cornero degollado que pone Pablo Iglesias cuando quiere que se le dé la razón por su capacidad de liderazgo, el líder de Izquierda Unida, digo, de Podemos, criticaba la infumable prohibición de la Delegada del Gobierno, y se refería a que en los estadios no puede haber símbolos racistas, homófobos y otros del mismo rango, dejó caer una perla que alguien que se dice con una gran formación en Ciencia Política no debería proferir.
Se refería Iglesias a que si alguien quería ir con esteladas al Estadio Calderón podía ir, lo mismo que si se muestran banderas andaluzas. Pues no, Pablo, no es lo mismo. Las banderas andaluzas que se exhiben en los estadios se corresponden con la verde y blanca, bandera oficial de la Comunidad Autónoma Andaluza. Y no se la puede comparar con la estelada, una bandera diseñada para su uso por una parte de ciudadanos catalanes.
El señor Iglesias compara una bandera oficial con una que no lo es. Y eso es un error de concepto que demuestra una vez más que cuando el teórico de la Ciencia Política desciende al terreno de la realidad normalmente no acierta.
La única comparación posible, en pie de igualdad con la bandera oficial de Andalucía es la senyera, la bandera oficial de Catalunya.
Que el sabio Ferreras no tuviera reflejos para apreciar este pequeño matiz, puede ser por deslumbramiento. Porque no es un matiz pequeño. No se pueden mezclar ni churras con merinas, ni peras con manzanas ni banderas oficiales con otras que no lo son.
Los conceptos, en política, son muy importante, porque en base a ellos se forman las ideas. Y cuando uno no tiene claro los conceptos, suele equivocarse en las ideas y cagarla cuando aterriza en la realidad.
No es lo mismo una estelada que una bandera andaluza. Las comparaciones han de hacerse entre conceptos iguales, entre objetos iguales. Sobre todo cuando uno engola la voz y el gesto para parecer lo que no es.
Vale.
Se cumplieron el 22 de abril los cuatrocientos años de la muerte de Miguel de Cervantes… y pocas cosas han cambiado desde entonces en lo que respecta a los comportamientos humanos. La vigencia de El Quijote y la obra cervantina en general la vemos en que parece que se han puesto de moda frases quijotescas o sanchopancistas. Frases nacidas en la obra del escritor.
En la biografía de Cervantes hay un episodio, que abarca unos cinco años que van desde que fue apresado por una embarcación de piratas a su regreso a España junto a su hermano Rodrigo, hasta su liberación del cautiverio de Argel. En esos cinco años, tras ser capturado, fue vendido por los piratas a unos musulmanes que negociaban con la vida de aquellos de los que podían obtener buenos rescates.
En un primer intento, la familia de Cervantes se hipotecó de todos sus bienes para rescatar a sus hijos, pero como los dineros no daban más que para uno, Miguel optó porque fuera su hermano Rodrigo el liberado. Varios intentos de fuga posteriores fueron baldíos, hasta que unos monjes trinitarios consiguieron reunir el dinero suficiente para pagar su rescate.
Nada nuevo bajo el sol: guerra, piratas, secuestros… Seguimos igual que hace cuatrocientos años. Mientras que hay occidentales que pretendan realizar su trabajo en espacios de guerra entre facciones de la misma religión, seguirán siendo objetivo económico. Mientras que hubo guerras en el Mediterráneo entre ejércitos de religiones distintas, hubo quienes hicieron de la piratería y el secuestro un objetivo económico.
Nada nuevo bajo el sol. Los piratas de los siglos XVI y XVII se han transmutado en los grupos terroristas del siglo XXI. Aquellos usaban sus artimañas y sus armas para la obtención de beneficios económicos, estos usan sus capacidades para extender sus objetivos de terror a los países enemigos y para obtener beneficios económicos.
La liberación de tres periodistas españoles (Antonio Pampliega, Ángel Sastre y José Luis López) tras diez meses de secuestro/cautiverio, es una buena noticia, como lo fue la liberación de Miguel de Cervantes.
Nada nuevo bajo el sol. En el siglo XVI, en el siglo XVII, las órdenes religiosas eran las encargadas de negociar con los traficantes de seres humanos sometidos a cautiverio su liberación, pagando los precios que se pedían y buscando, como podían, poder reunir el dinero. En el siglo XXI, los servicios secretos de los estados occidentales son los que negocian, se diga o se niegue, la liberación de sus ciudadanos.
Negar que la liberación de rehenes occidentales capturados por grupos terroristas en las guerras de Irak, Afganistán, Siria, o en el África subsahariana, se consigue tras negociaciones muy difíciles, en las que se busca, sobre todo, preservar la vida de los cautivos, es negar la evidencia.
La grandilocuencia con la que muchos dirigentes occidentales afirman que nunca negociarán con terroristas es una manera de engaño. Y cuanto más grandilocuente es la negación de negociaciones, más débil es el dirigente que lo afirma. Los excesos son, muchas veces, una afirmación clamorosa.
La vida y la libertad de los ciudadanos de un país es un bien en sí mismo, que nunca debe estar sometido a precio: ni a pérdida de libertad ni a exposición a la muerte. Los estados son garantes de la vida y la libertad y deben poner, como hacen, esos derechos por delante de cualesquiera otros.
Nada nuevo bajo el sol. Los piratas de la época de Miguel de Cervantes son hoy los grupos terroristas, a los que se combate con inteligencia y capacidad.
Vale.
Con la firma del decreto de disolución de las cámaras y convocatoria electoral para el 26 de junio se ejemplifican dos hitos de interés: por un lado, la incapacidad de los actuales dirigentes de los partidos para dar una respuesta a la ciudadanía, y, por otro, la apertura de un escenario desconocido hasta la fecha con la necesidad de convocar elecciones por la falta de acuerdo entre los partidos.
En un futuro, todo parece indicar que los procesos electorales seguirán arrojando similares resultados, con una sustitución del bipartidismo por una bipolarización política que a algunos les permite hablar de ruptura del bipartidismo, pero que no es más que lo mismo, con distintos números.
Sin embargo, sí resulta de interés, y mucho, cómo algunos partidos afrontan las elecciones del 26 de Junio: como una segunda vuelta. Digo algunos, como Podemos, que lo dicen abiertamente, y otros que no lo dicen (todos los demás) pero que de hecho así lo reconocen.
No es una segunda vuelta en sí misma, aunque los partidos se han empeñado en repetir las listas (salvo salidas o abandonos puntuales), sino un proceso electoral nuevo y así deberían escenificarlo los partidos. Solamente desde la pedagogía de atribuir a las elecciones del 26 de junio un valor en sí mismo, el de una convocatoria electoral distinta, diferente, podría intentarse que el fantasma de la segunda vuelta obligue a un proceso de pactos con similares resultados.
Es probable, además, que el único partido al que le interesa hablar, en términos “europeos”, de segunda vuelta, Podemos, sea, como dicen algunos medios de comunicación, el que más modificaciones presente en sus listas si finalmente termina absorbiendo los restos de Izquierda Unida. Unas modificaciones, además, que permitirán a su líder superior, finiquitar de una vez la oposición interna que le supone Íñigo Errejón, cuya influencia quedaría muy mermada.
En la concepción de una segunda vuelta, al modo francés, los partidos minoritarios deberían decir a quién dan su apoyo entre los dos más votados en la primera. Pero no es el caso.
Ahora, de cara al 26 de junio 26J, solamente la permanencia en las cabeceras de cartel de los mismos candidatos se asemeja a lo que es una segunda vuelta. Todo lo demás debería, que no va a ocurrir, parece ser, arrojar un resultado distinto.
Los electores, que según las encuestas en modo barra (barra de bar, por supuesto), están cansados de cuatro meses estériles, puede que, por comodidad o por no dar al contrincante político ni un punto de ventaja, terminen votando lo mismo. O no votando (ya se sabe, la abstención siempre favorece a la derecha).
No se trata de una segunda vuelta. Se trata de que los ciudadanos, los electores, tomen el poder con el voto y decidan. ¿Que deciden un cambio importante en la correlación de fuerzas? Bien decidido estará. ¿Que deciden dar una nueva oportunidad a los mismos que durante cuatro meses no han conseguido llegar a acuerdos? Bien decidido estará.
Ya se sabe que el pueblo, cuando vota, no se equivoca nunca. Y el 20 de diciembre tampoco hubo equivocación. Se equivocan quienes, ahítos de poder, buscan mantenerlo para utilizarlo de barricada contra la realidad, una realidad que rodea de corrupción a todo el partido actualmente en el gobierno.
Se equivocan quienes, ensimismados en su ombligo, permiten espectáculos lamentables como las baronías más propias de tiempos medievales que de mundos cada vez más globalizados.
Se equivocan quienes, transportados de fórums en fórums, se creen que han alcanzado cotas de influencia cuando no son más que títeres de quienes los manejan.
Se equivocan quienes creen que el hiperliderazgo de un ayatolá carismático (a modo de la “iglesia carismática”) es suficiente para alcanzar el poder sin saber que tener el poder no es un fin en sí mismo salvo en las dictaduras.
El 26 de junio hay nuevas elecciones con los mismos actores que no han resuelto nada con el resultado del 20 de diciembre.
Vale.