Archivos para May 31, 2022

Que dice el CEO de la fantasmal mina de litio, ahora dizque subterránea, no consumirá agua ni contaminará el Calerizo, porque cogerán el agua de la depuradora de residuales de Cáceres, para albergarla en un circuito cerrado.

Lo primero que se me ocurre con eso de que no tocarán el Calerizo es aquel chiste de “no le toqué ni un pelo”, pero lo derribó de un derechazo. ¿Y cómo podría ser ese circuito cerrado”.

Pues sería que desde la salida de aguas residuales tratadas en la depuradora, con una corta tubería de casi tres kilómetros, más o menos, el agua ascendería hasta Valdeflores, depurada, limpia, para su uso en la mina subterránea. De esa manera, evitarían tomar el agua del Calerizo, justo debajo de la mina, y, así, nuestro mar subterráneo no perdería ninguno de sus aliviaderos, como ocurrió con la mina de fosfatos de Aldea Moret, que anuló para siempre el de loa Caños de Santa Ana, que ya no se recuerda, siquiera, su ubicación.

¿Cómo subir el agua desde la depuradora a la mina? Podrían plantearse dos opciones: una, que crearía muchísimos puestos de trabajo con parados trasportándola en cubos; la otra, mediante una tubería de un diámetro adecuado, con una potente bomba de impulsión hasta Valdeflores. Esta segunda opción debería discurrir básicamente por terrenos privados, a cuyos propietarios debería la mina abonar su coste, y en el caso más desfavorable para estos, mediante la expropiación si la mina obtiene la declaración de utilidad pública.

Una vez el agua depurada (a costa del presupuesto de la ciudad de Cáceres, esto es, de los cacereños) y colocada en Valdeflores, se utilizaría para las labores propias de su se… función extractiva. Todo en un circuito cerrado. Pero ¿cerrado por dónde?

La puerta de entrada del agua para el uso extractivo del litio entraría en el circuito desde la salida del agua depurada, a una distancia prudente para evitar retornos por volumen de la misma. Una vez el agua haya alcanzado la mina, en Valdeflores, se utilizará conforme las necesidades de los trabajos subterráneos de la mina la vayan demandando. Es evidente que en el proyecto que se presente (que está por ver) para la variedad subterránea, la empresa acotará unos consumos y unos sobrantes en función de los cálculos que mejor el convengan porque su control será muy complicado, y cuyos costes de control público originarían unos gastos considerables. Es decir, no se puede establecer cuál será el volumen de agua depurada captada para el circuito cerrado y, por tanto, no será posible determinar, de modo constante (cada un número de días o de horas efectivamente trabajadas en la extracción) el volumen de agua.

Y, del mismo modo, si el proyecto (fantasma) de mina subterránea estableciera o estableciese un % de uso de agua para una finalidad, siempre de la actividad de la empresa, u otro % para otra, para otros usos.

Y esto es muy importante, porque del agua sobrante, una vez descontados los usos “más limpios”, tendríamos el agua utilizada en la extracción que volvería al circuito cerrado.

Si antes decíamos que la puerta de entrada del agua depurada al circuito cerrado estaría en la salida de la depuradora, más o menos, ahora veríamos qué volumen de agua regresa a ese circuito cerrado. Pero el circuito cerrado no tiene otra puerta de salida que no sea su vertido a la red de aguas residuales para su depuración posterior.

¿Cuánta agua del circuito cerrado volverá para ser depurada? ¿Está preparada la depuradora para recibir agua seguramente, y sin seguramente, contaminada por residuos de litio y otros materiales procedentes de la mina? ¿Cuánto costaría la adaptación de la EDAR de Cáceres para la limpieza de residuales recibidos directamente de la mina? ¿Si hay un vertido (veáse, por ejemplo, Aznalcóllar) quién es responsable?

Sobre estas últimas preguntas seguramente el CEO no dará respuesta alguna.

Vale.

Nos volvemos a despachar un día más con “información” sobre la pretendida mina de litio sobre el cielo de Cáceres, y esta vez con unas declaraciones a la agencia EFE del CEO de la empresa / grupo de presión en la que incide sobre algo que ya ha repetido varias veces, sin duda para llegar a aquello de una mentira mil veces repetida termina convirtiéndose en verdad, siempre que haya mil incautos que se la crean.

Vuelve el CEO a señalar que el proyecto de la mina a cielo abierto está descartado y enterrado y que el que será, dice él, una mina de explotación subterránea, ya tiene redactado su correspondiente proyecto.

Y por supuesto, consiguiendo titulares para solaz de quienes, mediante algunas triquiñuelas de asociaciones o similares de empresarios, ya han decidido buscar acomodo en las listas de los que se creen que recogerán pingües beneficios cuando el proyecto de su idolatrado CEO salga adelante.

Me parece muy bien que haya empresarios del tres al cuarto que ya hayan vendido a sus clientes para que sean aspirantes a sufrir todos los males (contaminación, ruido y otros males), creyendo que cuando haya mina, pero sus propios clientes vayan perdiendo la salud, tendrán el maná de ganancias prometidas. Perderán a sus clientes y no les llegará el maná, que serán todas para el CEO.

Ya sabemos que quien se asigna el calificativo de CEO es el mayor responsable del proyecto y el mayor beneficiario, el absoluto receptor de los beneficios. Ese sujeto que un día, cuando comenzó la actual ofensiva propagandística, que el proyecto de mina a cielo abierto estaba enterrado, dejó entrever que la empresa retiraría el recurso judicial entablado en los tribunales de Cáceres para que no fuera obstáculo en la aprobación de la mina subterránea, ahora se destapa, como buen tramposo, con el cambio de baraja.

El CEO ahora ha sacado una segunda baraja para jugar las cartas, unas por debajo, otras por encima, de manera que sabe que no puede retirar el contencioso hasta que el proyecto de mina subterránea lo tenga aprobado, siempre que lo tengan redactado. Simplemente, está haciendo trampas mostrando sus barajas a la vista. Pero no a la vista de quienes ya sabíamos que no lo retirará, sino a la de quienes, pardillos, han metido sus fichas jugando al descubierto. Porque el CEO sabe que en modo alguno puede quedar descubierto.

Es más, y lo dice claramente en las “informaciones” que aparecen hoy: si la Justicia da la razón a su empresa en el contencioso, el proyecto de mina a cielo abierto resucitará, reaparecerá como por ensalmo. Por eso relata las bondades del proyecto de mina subterránea, porque es un señuelo para conseguir adhesiones inquebrantables, de las que quien las exprese sean la tela de araña que los paralice, porque ninguno querrá ser señalado como pardillo a la espera del maná de litio.

Con su litio se lo coman.

Vale.

Ha ocurrido en Cataluña. La Consejería de Cultura de la Comunidad Autónoma ha declarado como Bien de Interés Cultural un mural de 123 x 271 cm, pintado por Keith Haring en 1989, en la calle Atenes, nº 27.

Acid, Keit Hering. Atenes, 27. Barcelona, 1989.

El artista norteamericano Keith Hering llegó a Barcelona, procedente de Madrid, donde se hallaba visitando ARCO, y a propuesta de Montserrat, accedió a pintar un mural con la condición de que el lugar lo eligiría él. Y eligió la plaza Salvador Seguí, en pleno barrio chino, en el Raval.

Pero esa pintura no es la que ha sido señalada como B.I.C., seguramente porque dejaría de estar en la pared al poco tiempo. La elegida ha sido una denominada Acid, en el Ars Estudio, que se conserva y que al ser catalogada impedirá su destrucción si la propiedad del inmueble hiciera modificaciones en el mismo.

La importancia de esta inclusión en el catálogo de Bienes de Interés Cultural catalán radica en que, en realidad, la obra es un grafiti de un ya reconocido artista como Keith Hering, que murió un año después de su estancia en la capital catalana, víctima del sida.

El street art que practicó Hering es una modalidad artística que, con múltiples variantes, sigue en la actualidad existiendo. Incluso en la ciudad de Cáceres.

No puede decirse que en Cáceres tengamos muchas muestras de street art, y mucho menos que las mejores muestras de grafitis puedan encuadrarse en el arte callejero. Más bien al contrario. Lo que pudiera ser arte callejero está cerrado en edificios arruinados, en almacenes perdidas de la vista ciudadana.

El reciente incendio en lo que fueron las instalaciones de CAMPS hasta mediados los años 80 del siglo pasado, sin duda han terminado de arruinar lo que quedaba de las naves que encerraban muestras de grafitis de gran calidad. Que ahora en Cataluña se premie dándole el mayor nivel de bien cultural a un grafiti, no hace sino señalar que este tipo de práctica artística está bien implantada y forma parte de las enseñanzas y prácticas artísticas. Bien es cierto que el autor del mismo es un artista de reconocido prestigio, pero que cimentó ese prestigio a base de practicas en las calles neoyorquinas.

En nuestra ciudad, el exterior del cerramiento del IES García Tellez es, puramente, street art, por cuanto dota de buenas obras al tramo de la calle La Roche sur Yon. Pero es la excepción.

Contamos con espacios, si visión al exterior, y mucho menos al interior donde se acumulan pinturas que, a medida que “la piqueta” avanza, desaparecen y cada vez los espacios que los artistas callejeros encuentran uno, suele ser más pequeño. Las sucesivas convocatorias de los llamados “muros críticos” por parte de la Diputación provincial vienen dotando a los pueblos cacereños de murales que, por su propia definición institucional dejan de ser espontáneos para convertirse en muros acríticos, institucionales, perdiendo así el valor de ese punto de transgresión que el arte callejero conlleva.

La primera imagen de este post se corresponde con la obra de Hering que ha sido incorporada al catálogo de bienes culturales de Cataluña, y el resto, a uno de esos espacios que existen en Cáceres, en cuyo interior se guardan obras de interés, en paredes sucias, casi derruidas.

Vale.

Ahora que la empresa como se llame quiere colarnos la mina haciéndola, dicen, subterránea, porque han comprendido que la que de verdad les pone, la de cielo abierto, no la sacarían adelante ni de coña por más CEOs rebotados de empresas de verdad contraten, conviene recordar que en Cáceres ya tuvimos una mina subterránea.

Una mina que dejó como recuerdos varios pozos, muy peligrosos, cuyo cuidado para evitar accidentes tuvo que asumir el Ayuntamiento.

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Una mina que dejó muchos trabajadores enfermos por algo que se llama silicosis.

Una mina que dejó un modesto barrio de viviendas, que ahora, para no olvidar nuestro pasado, le tocará al Ayuntamiento mantener para el recuerdo.

Una mina que hizo más millonario a su dueño, Segismundo Moret, de lo que era cuando llegó a nuestra ciudad.

Una mina que dejó entre los recuerdos conocidos, junto a las modestas viviendas de los trabajadores, los restos de las oficinas, algún laboratorio, etc. Ah, y el club y sus instalaciones, para uso del personal de la empresa. Del personal de altos empleos, por supuesto.

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Pero, además, aquella mina subterránea puede volver a recordarnos algo si la Mina-como-se-llame-ahora, algo que entonces fue grave, pero que ahora puede llegar a ser catastrófico.

Dice el CEO que, como esos ejecutivos de Hollywood que los contratan para sacar adelante a empresas como sea, la mina subterránea no requerirá grandes aportes de agua, que, tal como está planteada, solamente podría ser de El Calerizo. Más o menos fue lo que le vendió Moret al Ayuntamiento, y que sacaría el agua de un solo pozo, dejando los demás libres.

Bien, los puestos de trabajo que Moret se convirtieron en enfermos por silicosis, y el agua que hizo falta para la mina acabó con uno de los aliviaderos de El Calerizo, uno de los aliviaderos que nunca han vuelto a regenerarse, porque el volumen extraído, sin control real, fue muy importante.

De aquel destrozo, de aquel expolio de agua para la mina subterránea, los aliviaderos del Calerizo pasaron de cuatro a tres: El Marco, El Sapillo y El Arropez o la Lebosilla. Del aliviadero de Los Caños de Santa Ana, nunca más se supo.

Vale.

La frase que da título a este post, apareció por primera publicada en “España”, de Salvador de Madariaga, en el contexto de una anécdota (real o inventada) en la que un cacique daba un dinero a un campesino a cambio de que este le votara.

“En mi hambre mando yo”

Esta fue la respuesta que el campesino pobre espetó al cacique rico.

Ahora, en la ciudad de Cáceres puede ocurrir algo parecido, pero que en vez de un pobre sea toda una ciudad la que conteste a los dirigentes políticos, con la ministra de industria a la cabeza y el presidente autonómico de acompañamiento.

La ciudad ha expresado en múltiples ocasiones su negativa a que en el entorno de la misma, a una distancia no mayor de 2.000 metros, se estableciera una mina a cielo abierto para la extracción de litio. Sin duda, la negativa de la ciudad a esa aberración contraria a lo que debe ser una ciudad saludable, hizo que la misma empresa venga ahora hablando de puede una mina subterránea, que plantea (o puede plantear) menor agresividad ambiental (menor cantidad aparente de expulsión de gases y polvos nocivos a la atmósfera), pero que sigue siendo una opción que perjudicará la calidad ambiental del aire, con los efectos negativos para la población de casi 100.000 personas de Cáceres.

Además, la opción de mina subterránea aumenta exponencialmente los daños que, sin duda, produciría la actividad minera sobre El Calerizo, el mar subterráneo cuyas aguas superficiales da lugar a la Ribera del Marco, único hilo de agua es el origen de Cáceres, ciudad Patrimonio de la Humanidad, y no solo la reconocida ciudad monumental que da credibilidad al reconocimiento de la UNESCO si no a todo un conjunto de pruebas de población desde hace cientos de miles de años con el subsuelo originado por el Calerizo (Cuevas de Maltravieso, de Santa Ana, del Conejar). Siquiera por esos reconocimientos y por el valor del subsuelo que sería puesto en riesgo por la actividad minera, es desaconsejable la mina, que, sin duda llevará a los cacereños a decir aquello de en mi hambre mando yo.

En una entrevista que recoge hoy El Periódico Extremadura, la Ministra de Industria Reyes Maroto cree que con el anuncio de una gigafactoría en Navalmoral de la Mata se acabarán las reticencias sobre la mina de litio que amenaza el futuro de Cáceres y, lo que es más grave, la salud de la población. Habla la ministra de la cadena de valor del litio, cuando en Extremadura ya tuvimos cadenas de valor, como la de la Mesta, un sistema de cañadas reales, cordeles, caminos y veredas cuyo valor solamente iba a parar a las manos de señores y caciques y cuya supervivencia hasta entrado el siglo XIX supuso el abandono y la explotación de estas tierras, cuya única salida fue siempre la emigración, hasta el mayor ejercicio de genocidio económico que arrancó con el Plan de Estabilización del franquismo, que se llevó de Extremadura no solamente la mano de obra productora, sino la fuerza reproductora, cuyos efectos seguimos pagando con creces.

Vale.