El gobierno de la Comunidad Valenciana, del Partido Popular, presidido por Alberto Fabra ha tomado la decisión de cerrar la Radio Televisión Valenciana, tras la anulación del ERE presentado, que obligaba, por sentencia judicial, a la readmisión de los trabajadores despedidos.
La reacción del Partido Popular (Alberto Fabra no toma por sí mismo la decisión de cerrar sin consultarla con el partido, con su presidente y del gobierno Mariano Rajoy) a la sentencia del juzgado de lo social no es una pataleta. Ante una sentencia judicial firme, la decisión es la del cierre patronal.
En múltiples ocasiones, con motivo de huelgas de trabajadores, nos bombardean con lo de huelgas salvajes, sobre todo cuando los dirigentes políticos concernidos se encuentran desbordados, especialmente por su incapacidad y su incompetencia para resolver problemas seguramente creados por ellos mismos. Las huelgas salvajes existen.
Pero también existen los cierres patronales salvajes. Y eso es lo que ha hecho Alberto Fabra: ante un problema creado por su partido, un problema que él es incapaz de resolver, un problema que afecta directamente a sus decisiones políticas, lo que ha hecho es ir al cierre patronal salvaje. Y salvaje es quien, como Alberto Fabra, hace salvajadas.
Cuando un padre deja de pagar la pensión de los hijos y la mujer, fijadas en sentencia judicial, puede ser condenado a penas de cárcel. Cuando Alberto Fabra incumple la sentencia del juzgado y ordena el cierre patronal salvaje ¿no está cometiendo un delito?
En el ordenamiento jurídico español no creo que exista, en materia laboral, la posibilidad de la sentencia de imposible cumplimiento, que sería el caso al que podrían acogerse quienes, sencillamente, como hace Alberto Fabra, pasarse la decisión judicial por el arco del triunfo.
Estos dirigentes del Partido Popular, instalados, de sobra y a base de sobres, en la impunidad más absoluta, conocedores que el sistema judicial es el mismo que heredaron del franquismo (es decir, que los jueces, en su mayoría, “son de los nuestros”, y los que no lo son, no forman parte de los núcleos de decisión judicial o son expulsados), no dudan en no cumplir una sentencia y, además, provocar más daño con el incumplimiento. Así, mientras el ERE devuelto a los corrales por ilegal planteaba el despido de 2/3 de la plantilla, la decisión del cierre patronal salvaje provoca el despido de la totalidad de la plantilla (los más afectos al régimen serán recolocados de modo inmediato) y la liquidación de la sociedad.
El quebranto laboral provocado por la decisión de ir al cierre patronal salvaje, también provocará graves perjuicios económicos a la Comunidad Valenciana, por cuanto, hasta que legalmente la sociedad sea liquidada, habrán de seguir abonándose los sueldos de todos los trabajadores, además de ir al abono de los finiquitos, en directo y en contante y sonante, de todos ellos. A ello, también, hay que añadir que los bienes muebles (maquinaria y equipos) e inmuebles adscritos a la RTVV (los que no puedan recuperarse para uso de las administraciones públicas) sufrirán un notable deterioro por la falta de uso, y una más notable depreciación de su valor.
A la deuda acumulada por la gestión nefasta, propia de dirigentes incompetentes en lo político y ladrones en lo personal, hay que añadir los costes laborales del despido de toda la plantilla y la depreciación de los activos de la sociedad. Y todo ello lo pagarán los valencianos.
Un presidente de comunidad autónoma desbordado por la gestión delictiva de sus predecesores, acusado de cerrar la sociedad de la Tv para ocultar y destruir pruebas de la trama Gürtel, toma la decisión de ir al cierre salvaje patronal, mostrando el camino, a cualquier empresario, de que incumplir las sentencias judiciales no tiene castigo.
Y a todo esto, la mayoría de los valencianos volverán a votar al Partido Popular. Lógico, si tenemos en cuenta que, en esta tesitura, se puede afirmar que la mayoría de los valencianos son corruptos en potencia, o encubridores de delincuentes, de políticos corruptos.
Vale.
En los años 80, tras la primera victoria del PSOE en 1982 con mayoría absoluta, la prensa de la derecha, la que no aceptaba una transición tan light como luego se ha demostrado, no cejó en su empeño de deslegitimar el ejercicio de gobierno de Felipe González. Algunos recordarán aquello del rodillo socialista.
Ese rodillo socialista sirvió, entre otras cosas, para pasar de un Estado que solamente creía en la beneficencia a un Estado que apostó por la solidaridad. Porque la beneficencia es el regalo que el poderoso hace a los débiles para tenerlos callados, y la solidaridad es el reparto de cargas entre todos para que los débiles puedan vivir de pie y no arrodillados.
Ahora, cuando una crisis económica provocada por los propietarios, directos o en la sombra, de los medios de comunicación (no hay que olvidar que la patronal de los medios de comunicación pertenece a la gran patronal, a la CEOE), acucia a un gobierno de incompetentes, de sicarios al servicio del IBEX 35, esos mismos medios, los de la derecha (todos, prácticamente) defienden y ensalzan el ejercicio dictatorial del poder.
Porque una mayoría absoluta no legitima todas las decisiones de un gobierno… salvo que ese gobierno sea “de los nuestros”, el que hemos puesto ahí para que vigile “nuestros” intereses económicos. Ese es el pensamiento, la línea editorial (la del balance de resultados, por supuesto) de todos esos medios.
¿Qué diferencia hay entre la ley habilitante de Maduro, en Venezuela, y la ley de seguridad ciudadana de Rajoy? Ninguna. Porque el gobierno de Rajoy sencillamente quiere tener carta blanca para amordazar a los ciudadanos, para que su policía pueda ejercer con iniquidad cualquier fuerza para reprimir los derechos y libertades.
Cuando leyes como la LOMCE son defendidas con el único argumento del número de los votos, como hizo una diputada, demuestra que los argumentos políticos no cuentan (los ideológicos del PP están detrás del índice de la bolsa, escondidos), que les basta y les sobra disponer de una mayoría absoluta en las cámaras para legislar al antojo de la gran patronal.
Y los medios callan. Porque no hay que morder la mano que les da de comer.
Con esa mayoría absoluta tan desvergonzadamente utilizada, aplaudida por Marhuendas y demás vendidos (o comprados), el Partido Popular no tiene empacho en incumplir las sentencias judiciales (si el ERE de la Televisión Valenciana es revocado por la justicia, aplican el cierre patronal, y a otra cosa), en modelar las leyes a su gusto, a su gusto de usted, señor accionista mayoritario.
Con esa mayoría absoluta y ese desparpajo fascista que anida en La Moncloa y demás centros de poder, legislativo, ejecutivo y judicial, no es extraño que cuando un gobierno extranjero, el argentino, expropia una parte de una empresa privada, Repsol, los ministros salgan en tromba, con las portadas aireando su “valor”, a defender a la pretrolera. Pero cuando esa misma empresa, Repsol, encarga unos buques gaseros a astilleros asiáticos, más baratos, obligando prácticamente al cierre a los astilleros españoles, el gobierno se esconde, cobarde, y los periódicos miran para otro lado.
Con esa mayoría absoluta no les hace falta dar golpes de estado. Porque los 11 millones y medio de votos son sus concertinas para que los ciudadanos sangremos con el austericidio.
Mientras el IBEX 35 y los medios de comunicación sigan alentando y alimentando las políticas fascistas de Mariano Rajoy, la mayoría absoluta será un concepto político de gran valor. No cuando esa mayoría absoluta era el rodillo socialista.
Pero no hay que olvidar que el poder corrompe. Y el poder absoluto corrompe absolutamente. Claro, que hay mas de 11 millones de corruptos en potencia: todos los votantes del PP.
Vale.