Archivos para September 30, 2014

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En septiembre de 2012 publicaba en este mismo sitio en la red una entrada de la serie “Cáceres, cerrado por falta de uso”, dedicada al antiguo mercado de abastos de la Avenida de la Bondad, junto a la barriada de Las 300 (https://cercadelasretamas.com/2012/09/09/caceres-cerrado-por-falta-de-uso-v/)

Ahora, cuando el final de la legislatura llama a la puerta, las prisas, la improvisación y lo-que-sea-con-tal-de-parecer-que-se-gobierna hacen que el Partido Popular que tiene mayoría absoluta en el Ayuntamiento de Cáceres se agarre a una barbacoa ardiendo y pretenda hacer ver que, con su alcaldesa ausente por obligaciones de mayor enjundia en el Senado, la gestión política es un activo.

El mercado de la Avenida de la Bondad es un inmueble diseñado para ser lo que fue: mercado de abastos, con dos espacios diferenciados. El semisótano para almacenes y frigoríficos de los aposentadores, y la planta alta con las casillas de los puestos. La unión entre ambos niveles se hacía por una escalera de caracol central, y por una rampa por la que debían moverse los carros para llevar las mercancías perecederas de una planta a otra. Las casillas se disponen en círculo, alrededor de la escalera central y el pasillo, amplio, para los compradores, formando un anillo. Entre ambos nivles, una planta con locales comerciales con fachada a la calle Méjico. Un bar, una pescadería… frente a un aparcamiento donde colocaban sus puestos de frutas y hortalizas algunos vendedores.

El acceso de los compradores se hacía por rampas, a ambos laterales del inmueble.

Cuando la legislatura agoniza, sin que los 16 concejales del Partido Popular hayan sido capaces de darle uso a un inmueble de propiedad municipal, previsto en el planeamiento urbanístico como “servicios urbanos”, aparece un empresario y dice que quiere poner un garito de comida rápida. Al PP se le enciende la luz y dice: Bueno, un mirlo blanco que nos echa una mano. O un gavioto. Y de cabeza a enredar con algo que es muy del gusto de la derecha: una recalificación urbanística. Porque cambiar la finalidad del planeamiento para un inmueble de propiedad municipal (aunque fuera de propiedad privada, da igual) es una recalificación. Pero, claro. El mirlo blanco de las hamburguesas necesita poco espacio, muy poco. Hay que cambiar la calificación para que deje ser destinado a “servicios urbanos” y poder meter allí lo que sea.

¿No necesita la ciudad la prestación por el Ayuntamiento de Servicios Urbanos? ¿Están todas las necesidades de servicios urbanos de la ciudad cubiertas?

Además, el Partido Popular debería saber que una modificación del PGM como la que pretendería hacer necesita, entre otras cosas, un trámite administrativo que en ningún caso les permitiría llegar al mes de mayo, las elecciones, con el asunto cerrado. Y, además, debería justificar muy bien que la ciudad tiene cubiertos todos los servicios urbanos muy bien como para sustraer de esa finalidad a un inmueble de estas características.

Y como sabe esto, no tratará de que se haga realidad ese cambio urbanístico. Le da igual. Lo que quiere es que salga en los periódicos (en sus periódicos, que son todos los dos y casi todos los digitales) para que parezca que gobiernan.

Llevan toda la legislatura con el edificio cerrado, sin tener ni puñetera idea de qué hacer con él, como con otros, y ahora lo único que pretenden es hacer lo que han aprendido de su hermano mayor: prensa y propaganda.

Vale.

En nuestro país, las legislaturas duran cuatro años, los que transcurren entre las fechas electorales, salvo, por supuesto, casos en los que se adelantan. Pero partimos de un duración de cuatro años.

Cuatro años para poner en marcha y cumplir el programa electoral del partido ganador. Y, sin embargo, cuatro años no es nada. No da tiempo para nada. Los primeros seis meses se pasan entre tomar posesión, distribuir competencias entre los miembros del equipo de gobierno y enterarse, ligeramente, de cómo funcionan los servicios técnicos y administrativos del organismo que se va a gobernar. O lo que es lo mismo, los cuatro años se convierten, de entrada, en tres años y medio.

Y tres años y medio, no son nada.

En esos tres años y medio, el partido que gobierna tiene que aplicar su programa. Y para ello, lo primero es tener un presupuesto. El heredado, por ejemplo, junio, fue aprobado por el anterior gobierno (fuera o no del mismo partido), no le vale, porque las inversiones prometidas ya no son las mismas, las promesas electorales del programa son distintas. Por tanto, las promesas electorales se retrasan hasta al menos el marzo, abril, del año siguiente si las elecciones han sido en mayo. Casi el primer año se pierde en ordenar plazos, ordenar presupuestos, redefinir promesas, priorizar qué promesas electorales se van a cumplir, si se fuera a cumplir alguna.

Cuatro años no son nada.

Y menos si descontamos el primer año de poner orden. Nos quedan tres años realmente para gobernar. Bueno. Tres años, no, dos, porque el último año ya no sirve para gobernar, sino para cumplir aquello que en los USA se dice del último año del mandato del presidente: el pato cojo.

Pongamos el caso de Cáceres, que me cae más cerca.

El actual equipo de gobierno llegó al poder con las elecciones de mayo de 2011. Tomó posesión a mediados de junio. En julio estuvieron probando las puertas de los despachos, mirando algunos cajones y mirándose al espejo, encantados de haberse conocido. Agosto de 2011, cerrado por vacaciones. Septiembre y octubre, paralizados porque la alcaldesa resultó candida al Senado y había campaña electoral en noviembre. Diciembre se dedicó a festejar las fiestas y el éxito electoral del partido en las elecciones de noviembre.

Durante 2012 y 2013, a vueltas con la herencia, pobre herencia de crisis recibida. Y a tratar por todos los medios de que la mayor baza con la que jugaban, El Corte Inglés, dijera, definitivamente, que sí. Pero también resultó fallido. No quedaba nada de aquellos efluvios electorales de mayo y noviembre de 2011.

Con la crisis encima, con un gobierno de mayoría absoluta de su partido en el Ayuntamiento y en el Gobierno central, no consiguieron el placet del Ministerio de Montoro y, en la práctica, el ayuntamiento de Cáceres está intervenido, razón por la cual, antes del 1 de octubre de 2014 la alcaldesa ha debido informar al Ministerio de Hacienda de las líneas generales del presupuesto para 2015. Líneas generales que sus votantes, los ciudadanos de Cáceres no son dignos de conocer. Practica lo mismo que hace su gobierno de Madrid: a “la superioridad” da una información, a los votantes se la hurta.

Y en estas estamos ya en el último año de legislatura. Cuatro años no son nada.

Porque en la política municipal, la más cercana a los ciudadanos, los resultados se tienen que ver. Es el último año el que determina los éxitos o los fracasos. Es el año de las inauguraciones, de los cortes de cintas.

Hemos llegado a ese último año y todavía no encontramos la tijera para cortar la cinta de inauguración de nada. De nada. No podemos celebrar la primera piedra de El Corte Inglés, dudamos de la continuidad del Cefot, esperamos que la peatonalización de San Pedro de Alcántara no tenga contratiempos, que el dinero de la Junta de Extremadura permita inaugurar el Espación para la Creación Joven del Molino de la Ribera del Marco (que se encontraron terminado y tardaron tres años en conseguir unas migajas de euros de la Junta para los accesos…). Esperamos que el comienzo de las obras del parking de Primo de Rivera (si comienzan) no resulte traumático para el tráfico y tránsito porque el agujero junto al Múltiples podría convertirse en el pozo en que cayeran los votos y no en las urnas.

A menos de un año vista, el balance de la gestión del Partido Popular en Cáceres no puede estar más vacío.

Y en los meses que quedan ya no hay tiempo. Quizás la peatonalización de San Pedro de Alcántara le permita una alegría entre sus más allegados pero que sin duda la aleja de los más de los ciudadanos.

De ahí que el año que nos queda sea un año baldío.

Cuatro años no son nada. Y el último, además, es inhábil a efectos de arreglar lo que no se ha hecho.

Vale.

Pensaba titular este post “Fidelización del voto”, pero caminar con la lámpara de minero en la cabeza me ha iluminado un titular mejor. Viene a cuento por la reacción, que no para, que ha tenido José Antonio Monago ante la boutade de Sánchez Castejón (ya aclarada) de suprimir el Ministerio de Defensa.

Monago busca que sus feladores transmitan una imagen de hombre de Estado con su defensa del Ministerio de Defensa (las tautologías no son buenas consejeras). Bueno, Monago, no. Es su jefe, el titiritero que mueve los hilos de la Marioneta de Estado que esta cruzada está haciendo de él.

Básicamente, Iván Redondo piensa (él sí, Monago no sabe) que todos los militares y sus familias son votantes del PP. Probablemente no vaya desencaminado. O sí. Y lo que está haciendo es campaña para fidelizar ese voto. Y, como suele sucede cuando un lego se mete donde no sabe, pues eso, se hace un Castejón: la caga.

Estos muchachos del PP han presentado una propuesta en la Asamblea de Extremadura defendiendo al Ministerio de Defensa y, sobre todo, defendiendo a los 4.000 militares y sus familias que moran en Extremadura, que no a los “militares extremeños”. Pero, ¿hay 4.000 militares en Extremadura? Rotundamente, no. Hay más, muchos más. Porque en ese número, el que maneja los hilos de la marioneta de Estado olvida a los guardias civiles, que también son militares, y cuyas circunstancias personales (orgánicas, diríase) dependen del Ministerio de Defensa, aunque sus circunstancias funcionales estén adscritas al Ministerio del Interior. La primera, por tanto, en la frente. En Extremadura hay más, muchos más, de 4.000 militares.

Pero toca fidelizar el voto. Monago, digo Iván Redondo, le está diciendo a su partido que necesita esos 4.000 votos de militares y los de sus familias desesperadamente. Hay que arañar como sea, que las cosas no pintan bien. A Monago, digo a Ivancito, le da igual las “infraestructuras” que Defensa tenga en Extremadura, le interesan los 4.000 votos que cree que son suyos, que son de su patrimonio, que son votos fieles. De esos 4.000 votos, solamente menos de un 4%, una miseria, vamos, están en Cáceres, en el CEFOT 1. A Monago, digo a su titiritero, le dan igual, son muy pocos. Quieren la suma gorda.

Porque a Monago, a Iván Redondo y a todo el Partido Popular, los militares, ciudadanos de uniforme, les traen sin cuidado. Solamente los quieren para que les voten. Seguro que sí ahora mismo, a palo seco, se le pregunta a Monago, o mejor dicho, a su mentor, Iván, sobre la capitán juez Moncada, sobre la capitán Cantera, sobre el teniente Segura, no tienen ni puta idea de qué se habla.

Por si a Monago, a Iván o a cualquier dirigente del PP de Extremadura se le pregunta por ATME, por ASFASPRO, por AUME, por AUGC, no tienen ni puta idea. Y lo que es peor, ni les interesa.

Los militares, debería saberlo esta marioneta de Estado, son ciudadanos, de uniforme, pero ciudadanos, que cada día más creen que sus derechos no existen, a pesar de sentencias ya firmes incluso del TEDH. Los ciudadanos de uniforme son personas, como diría un tronista de MYHYV, son personas humanas.

¿Qué sabe Monago de lo que denuncia en su libro “Un paso al frente” el teniente Segura? ¿Qué sabe Monago de lo que le ha ocurrido a la capitán Cantera por denunciar a un coronel por acoso? ¿Qué sabe Monago de que a una juez, capitán por más señas, un coronel le impidiera el ejercicio de su función, sagrada, de juez?

¿Qué sabe Monago, ni Iván, de qué futuro le espera a muchos militares “extremeños” que en los próximos años irán cumpliendo los 45? ¿Sabe qué futuro les ofrece su partido, “su” Ministerio de Defensa?

¿Qué sabe Monago, qué sabe Ivancito, de la contestación que la Ley de la Guardia Civil está teniendo? ¿Por qué a Monago “se le olvida” que los guardias civiles son militares?

Buscar la fidelización del voto de quienes se creen que son votantes suyos por la gracia de Dios, puede tener efectos perversos.

Decirle a “su” Ministerio de Defensa que me dan igual los 150 militares “extremeños” del Cefot de Cáceres, que yo lo que quiero es que haya 4.000, me da igual dónde estén, es muy tranquilizador para ese Centro cacereño.

Buscar la fidelización del voto y convertirse en marioneta de Estado solamente le puede pasar a un indocumentado en manos de un titiritero que le mueve los hilos de feria en feria, de pueblo en pueblo, de portada en portada.

Vale.

¿Saben aquel que diu…? Algo de eso le pasó a Sánchez Castejón en la entrevista “desenfadada” que publicó El Mundo. Claro. Hay que estar en todos los medios, dicen los afiliados, también en los que aprovecharán cualquier descuido para apuñalarte. Y si todo lo fías a la imagen y a lo que te dice el gurú de turno, terminas diciendo que suprimirás el Ministerio de Defensa.

De inmediato, desde Extremadura, donde el Ministerio de Defensa tiene sin decidir si cierra el CEFOT de Cáceres (y mantiene abierto el de San Fernando), saltan otros indocumentados. La alcasenadora Nevado, que ha votado dos veces en el Senado, con motivo de los PGE 2013 y 2014, en contra de dos PNLs, que pedían que se mantuviera abierto, viene a decir “a los socialistas” que si se cierra el Cefot será culpa de… Castejón.

Sin embargo, lo fuerte, lo potente, ha sido la reacción de “hombre de estado” que ha tenido José Antonio Monago, ese señor que lleva siendo tres años mantenido en el gobierno de la Junta de Extremadura por tres comunistas de pro. Ese señor que, si uno ve el titular que ha puesto su periodista de corte, parece que dirige los designios de todo un país. Claro que…

En su afán por hacer méritos ante la dirección de su partido criticando, con el engolamiento propio de los inanes e ignaros, al jefe de la oposición, lo que ha hecho Monago es poner una piedra más en la losa del futuro del Cefot.

Vamos a hacer un ejercicio. Vamos a pensar que, por ejemplo, el jefe del Ejército, el que tiene que proponer al Ministro cuál de los dos CEFOTs existentes, les dice a los militares destinados en el de Cáceres que si se cierra, tienen muchas opciones de colocarse en Badajoz. Es un suponer.

Vamos a suponer que en el Estado Mayor del Ejército algún analista, algún sesudo analista, lee las declaraciones de Monago-Hombre-De-Estado y dice: a este Monago lo que le interesan son los 3.822 militares que hay en Extremadura. Como el escaso 4% de Cáceres podría colocarse en Badajoz, Monago seguiría teniendo sus 3.822 votos, digo, militares. Ergo, da igual, el Cefot de Cáceres se cierra y Monago mantiene su granero.

Que un indocumentado se meta donde no le llaman (llámese Castejón o llámese Monago) suele tener consecuencias. En el caso del Secretario General del PSOE ya ha habido rectificación. En el caso de Monago, ni la ha habido ni la habrá: su hoja parroquial de cabecera le ha dedicado una portada en la que parece alguien, y su escribano ha publicado un artículo que reproduce su discurso, adornado con chorradas y refritos.

Además, se da la circunstancia, en el caso del Cefot que Monago en su discurso (ver despacho de la agencia EFE del sábado 4 de octubre) miente: en Cáceres NUNCA ha habido manifestaciones por la continuidad del Cefot. Miente porque no sabe de lo que habla. Y porque se ha acostumbrado a hacerlo.

Además, se da la circunstancia, en el caso del Cefot que Monago NUNCA ha hecho nada, absolutamente nada, por garantizar su continuidad. Y si no, que lo desmienta, con datos y documentos, no con palabras.

Vale.

A Monago, el estadista, no le preocupa, en realidad, que pudiera desaparecer el Ministerio de Defensa, a Monago le preocupan los votos de los militares. Le preocupa no tanto que dejen de votar al PP, sino que no huyan hacia, por ejemplo el PSOE. De ahí que haga hincapié en que en Extremadura hay 3.822 familias que viven del Ministerio de Defensa. Y las desglosa, como lo hace el cortesano periodista. De esas 3.822 familias, unas 150 están en el Cefot de Cáceres. O lo que es lo mismo: el 4% están en el centro cacereño.