Archivos para marzo 2023

Cuando hace unos días colgué una entrada sobre el campo de concentración de Los Arenales, en Cáceres, estuve reflexionando sobre cómo puede estar la maldad tan intrínsecamente fusionada en el corazón de algunos seres. Y siguiendo esa reflexión recordé algunas cuestiones.

Recordé que ese campo de concentración se ha convertido, con el paso de los años en un hotel de 5*, algo impensable en la Alemania federal. Pero en nuestro país, es más que posible. Porque esa maldad humana es la misma que se opone a derruir la “cruz de los caídos”, levantada por acuerdo del ayuntamiento solamente para honrar a sus muertos y ser siempre cruz de sufrimiento para los que ellos consideraban y consideran traidores, cuando la traición la cometieron contra la democracia representada en la II República.

En el libro Tragedia y represión en Navidad. Doscientos republicanos fusilados en Cáceres por el ejército franquista en 1937” Pag. 236. Julián Chaves Palacios. Ed. Institución Cultural El Brocense. Excma. Diputación Provincial de Cáceres, 2008) aparecen los siguientes párrafos:

«Ramona Navarro Bravo, cacereña de 33 años, tenía el mismo número de hijos que Ángela aunque con una matización: cuando el 28 de diciembre fue encarcelada en la prisión provincial se encontraba en un avanzado estado de gestación. Pese a ello pasó consejo de guerra con el resto de compañeros, y la sentencia inicial del tribunal le condenó, al igual que a los demás, a pena de muerte. Sin embargo, de forma provisional se le excluyó de ese fallo debido a encontrarse embarazada, con el siguiente argumento:

Su ejecución tendrá lugar transcurridos 40 días desde el alumbramiento, continuando mientras tanto detenida en la Casa de Maternidad a la que será trasladada con las precauciones debidas. Se ordena al director del Hospital nº 1 donde está situada dicha Casa que avise tan pronto como el alumbramiento tenga lugar a los efectos de ejecución”.

¿Cabe mayor maldad que la de escribir, firmar y sellar, en una sentencia absolutamente ilegal, que la madre deberá morir porque así lo decidieron quienes arrogándose toda autoridad condenan a una madre a ser separada de su hijo y ser llevada al pelotón de fusilamiento? Esa gente es la misma que quieren perpetuar una maldita cruz.

Sin embargo, cuando sencillamente busqué alguna referencia sobre el campo de concentración de Los Arenales, me encontré una referencia citada por el autor del más completo estudio de los campos de concentración del franquismo, Carlos Hernández (@demiguelch) que abunda en mi apreciación de la maldad. Una maldad a las puertas de la ciudad de Cáceres. Carlos Hernández incluyó en un tuit la imagen de un escrito en el que se describe cómo un menor de 14 años, recluido en Los Arenales, en el hoy Hotel 5*, intentó fugarse en compañía de otro de su misma edad, en octubre de 1938, por lo que los centinelas abrieron fuego contra ellos, resultando heridos.

¿Menores de 14 años en un campo de concentración? Claro. El franquismo rezumaba y rezuma pura maldad.

Vale.

Cuanto más pasa el tiempo, la memoria de quienes sufrieron persecución, injusticias y hasta la muerte durante el franquismo y el postfranquismo, más difusa se va haciendo la Memoria. Esa memoria que solamente es lo que nos queda de lo que fuimos o de lo que pudimos ser.

Cuanto más pasa el tiempo, más se alargan las ganas de Justicia, más ciega va siendo la venda que le cubre la cara, y más injusta se va tornando la imposibilidad de encontrarla.

Cuanto más pasa el tiempo, menos tiempo queda para alcanzar una justa Reparación de los daños causados a los más desfavorecidos, a los perdedores de una infausta guerra producida por un golpe de estado traidor al poder democrático.

Esto sucede cuando ya hace algunos años en los que un campo de prisioneros, de perdedores de la guerra incivil que trajo el fascismo, fue arrasado por los mismos que propiciaron el golpe de estado, y por el mismo motivo, la opresión económica.

A unos 8 kilómetros de Cáceres se encuentra un hotel de 5*, edificado sobre el Cortijo de los Arenales, por un cortijo que se convirtió en campo de prisioneros, en el que las vejaciones, la esclavitud, la cárcel eran su objetivo en sí mismo. Un campo de prisioneros que nunca ha tenido en la ciudad de Cáceres esa reseña fascista de una guerra bucólica, como los asentamientos de soldados alemanes, de soldados nazis cuyo paso militar, con las botas de suelas aceradas, sembraban el miedo entrando por la calle de la Pulmonía.

El campo de prisioneros de Los Arenales, como todos esos campos en los que los fascistas vencedores ensayaban todas sus peores mañas para ensañarse con los heridos, con los presos, con los desfavorecidos. O que, cuando se encontraban ya en sus últimos estertores, a algunos se les ofrecía su libertada, camino de la ciudad, para que murieran en los bordes de la vieja carretera, sobre un hilillo de agua que corría vergonzoso.

Hoy, en ese hotel de 5* no aparece siquiera un azulejo desvaído que recuerde a todos aquellos españoles melheridos, muertos, a manos de otros españoles, los que lucían orgullosos sus divisas de soldados servidores del fascio.

Hoy, en todo lo que ocupa ese hotel de 5*, no se hace Memoria de quienes murieron en él, murieron sin poder alcanzar la libertad por la que lucharon, por restituir el orden democrático que sus guardas, sus captores habían subvertido por el simple hecho de no aceptar la democracia.

Hoy, en esa dehesa de Los Arenales no aparece ningún atisbo que los recuerde, que se dijera que pudiera cimentarse algún anhelo de Justicia para ellos.

Hoy, en esa dehesa de ricos, donde los ricos del 36 siguen siendo los ricos de nuestros días, no cabe para ellos ni Memoria, ni Justicia ni Reparación para los que murieron a manos de sus guardias, o de su abandono, o de su olvido.

Vale.