Cuando hace unos días colgué una entrada sobre el campo de concentración de Los Arenales, en Cáceres, estuve reflexionando sobre cómo puede estar la maldad tan intrínsecamente fusionada en el corazón de algunos seres. Y siguiendo esa reflexión recordé algunas cuestiones.
Recordé que ese campo de concentración se ha convertido, con el paso de los años en un hotel de 5*, algo impensable en la Alemania federal. Pero en nuestro país, es más que posible. Porque esa maldad humana es la misma que se opone a derruir la “cruz de los caídos”, levantada por acuerdo del ayuntamiento solamente para honrar a sus muertos y ser siempre cruz de sufrimiento para los que ellos consideraban y consideran traidores, cuando la traición la cometieron contra la democracia representada en la II República.
En el libro “Tragedia y represión en Navidad. Doscientos republicanos fusilados en Cáceres por el ejército franquista en 1937” Pag. 236. Julián Chaves Palacios. Ed. Institución Cultural El Brocense. Excma. Diputación Provincial de Cáceres, 2008) aparecen los siguientes párrafos:
«Ramona Navarro Bravo, cacereña de 33 años, tenía el mismo número de hijos que Ángela aunque con una matización: cuando el 28 de diciembre fue encarcelada en la prisión provincial se encontraba en un avanzado estado de gestación. Pese a ello pasó consejo de guerra con el resto de compañeros, y la sentencia inicial del tribunal le condenó, al igual que a los demás, a pena de muerte. Sin embargo, de forma provisional se le excluyó de ese fallo debido a encontrarse embarazada, con el siguiente argumento:
“Su ejecución tendrá lugar transcurridos 40 días desde el alumbramiento, continuando mientras tanto detenida en la Casa de Maternidad a la que será trasladada con las precauciones debidas. Se ordena al director del Hospital nº 1 donde está situada dicha Casa que avise tan pronto como el alumbramiento tenga lugar a los efectos de ejecución”.
¿Cabe mayor maldad que la de escribir, firmar y sellar, en una sentencia absolutamente ilegal, que la madre deberá morir porque así lo decidieron quienes arrogándose toda autoridad condenan a una madre a ser separada de su hijo y ser llevada al pelotón de fusilamiento? Esa gente es la misma que quieren perpetuar una maldita cruz.
Sin embargo, cuando sencillamente busqué alguna referencia sobre el campo de concentración de Los Arenales, me encontré una referencia citada por el autor del más completo estudio de los campos de concentración del franquismo, Carlos Hernández (@demiguelch) que abunda en mi apreciación de la maldad. Una maldad a las puertas de la ciudad de Cáceres. Carlos Hernández incluyó en un tuit la imagen de un escrito en el que se describe cómo un menor de 14 años, recluido en Los Arenales, en el hoy Hotel 5*, intentó fugarse en compañía de otro de su misma edad, en octubre de 1938, por lo que los centinelas abrieron fuego contra ellos, resultando heridos.
¿Menores de 14 años en un campo de concentración? Claro. El franquismo rezumaba y rezuma pura maldad.
Vale.