Este artículo, entregado en mano en El Periódico Extremadura, dirigido a su director, no parece ser de interés para ser publicado. Y no creo que sea porque se trate de un texto ofensivo e inadecuado. Bueno, inadecuado, puede ser.
La Plataforma de Apoyo al CEFOT 1 ha acordado recientemente solicitar que por el Gobierno de Extremadura se conceda a dicha Unidad militar la máxima distinción de la Comunidad Autónoma, la Medalla de Extremadura.
El próximo año 2014 el Centro de Formación de Tropa nº 1, aposentado en el Campamento de Santa Ana de Cáceres, cumplirá 50 años. Una edad en la que ya se ha hecho acreedor a múltiples reconocimientos y en la que se anudan múltiples vicisitudes.
Cuando en 1964 el Ejército de Tierra estableció la necesidad de contar con instalaciones y unidades específicas para la formación de los contingentes de soldados de reemplazo que luego eran destinados a los distintos Regimientos, en Cáceres ya existía el Campamento de Santa Ana, una finca de 300 Has comprada en 1950 y que había servido para la instrucción del Regimiento Argel 27, heredero natural a su vez, del Segovia 75, para el que se había construido el Cuartel Infanta Isabel.
La historia, la Historia del actual Centro de Formación de Tropa nº 1, no arranca en 1964, aunque sí en su misión de formar nuevos soldados, sino en otros Regimientos y Batallones de los que ha ido recogiendo sus hitos principales. En el Palacio de Las Cigüeñas hay una Sala dedicada al Regimiento Argel 27, y los emblemas y enseres que guarda, se corresponden, también con el Segovia 75.
Constituido el Centro de Instrucción de Reclutas nº 3, de los más de 15 que llegaron a existir (Cerro Muriano, El Ferral, Colmenar, San Fernando, Rabasa…), los sucesivos y profundos cambios de modelo de organización territorial del Ejército (Plan Meta, Plan Norte, RD 416/2006) han ido cambiando la denominación, primero a Centro de Instrucción de Reclutas Centro, luego a Centro de Instrucción y Movilización nº 1, para llegar a la actual de CEFOT 1. Pero siempre ha sido, es y será, el Campamento de Santa Ana.
Con esos cambios de denominación, también fueron modificándose las funciones, la misión de la Unidad, ha ido pasando de formar reclutas de reemplazo durante más de 35 años, a formar soldados profesionales, hombres y mujeres.
A lo largo de estos 50 años, se calcula que han sido más de 400.000 los hombres (y ahora, también mujeres) que han pasado por sus instalaciones. Y ya sabemos, sobre todo de cuando existía el Servicio Militar Obligatorio, la mili, que los recuerdos que se cuentan y comparten son los buenos momentos pasados, e, incluso, algunos malos se transforman en lo vivido. En esos recuerdos, siempre, dos nombres, el Campamento Santa Ana y la ciudad de Cáceres.
A la edad ya de 50 años, va siendo el momento de que los reconocimientos públicos vayan siendo mayores. Y de tener la Medalla de la Ciudad de Cáceres, hay que pasar a que la Comunidad Autónoma haga un reconocimiento expreso, el de mayor honor que puede otorgar, y es que durante el año 2014 el CEFOT 1 pueda lucir, desde el primer día del año, la Medalla de Extremadura.
Ahora, en este año, es cuando el Gobierno de la Comunidad Autónoma debería conceder la más alta distinción regional al Centro cacereño por los múltiples méritos acumulados, otorgarla, como reclama la Plataforma CEFOT.
Ahora, en este año, es cuando la región, representada por su Gobierno, debería reconocer que la ciudad de Cáceres y Extremadura tienen una deuda de gratitud con el Campamento de Santa Ana, con el Centro de Formación de Tropa nº 1. Y conceder en 2013 la Medalla de Extremadura para poderla disfrutar plenamente en 2014.
Vale
El estallido de la burbuja inmobiliaria, asociada a la crisis financiera mundial, ha hecho reventar en mil pedazos el estado del bienestar en España. O lo que es lo mismo, la crisis creada por el capital que se ha movido, sin moverse, ha sido la excusa perfecta que la derecha más reaccionaria de Europa ha utilizado para desmontar un incipiente estado de bienestar.
La burbuja inmobiliaria, caracterizada por una sobreabundancia de oferta, una demanda irrefrenable y una alegría a la hora de conceder créditos por responsables bancarios (y cajarios), estalló cuando los créditos e hipotecas comenzaron a fallar y la demanda se frenó. Una explicación simple, pero que se entiende bien.
Esta sobreabundancia de oferta se está repitiendo en los últimos meses en España, aunque todavía no se ha trasladado a una demanda que pudiera crecer, y el crédito para favorecer la demanda no funciona.
De todas formas, el primer paso para crear la segunda burbuja inmobiliaria ya está siendo dado, sin reparar en las consecuencias. Esta vez no es una sobreabundancia de oferta de viviendas, de naves industriales, de centros comerciales… aunque ya hay un atisbo. Ahora, esa sobreabundancia es el furor que le ha entrado a todas las administraciones públicas de deshacerse de inmuebles, de todo tipo, con la finalidad de hacer caja para paliar el déficit público.
Esta sobreabundancia se observa, por ejemplo, en el Programa para la puesta en valor de los activos inmobiliarios del Estado. Se trata de un plan de venta de inmuebles de la Administración Central que incluye unos 15.000 activos, donde hay de todo. De todo.
También las comunidades autónomas han puesto el cartel de se vende a muchos activos inmobiliarios. Y ayuntamientos y diputaciones.
Lo mismo se vende un Cuartel de Intendencia que una caseta de caminero en una carretera nacional que ya no existe. Pero se quiere vender.
Hoy mismo, El Corte Inglés ha hecho pública que una sociedad de tasación ha valorado sus inmuebles en 18.000 millones de euros, tres veces más que su deuda de 5.000 millones que en estas fechas está tratando de “reestructurar” con los bancos. O lo que es lo mismo, los de El Corte Inglés que deslocalizan talleres textiles en países con bajos costes salariales y nulos derechos de los trabajadores, van a enseñarle a los bancos un papel que dice que sus inmuebles son suficientes para tapar el agujero. Pero ¿lo tapará realmente?
Esta puesta en el “mercado” de miles de activos inmobiliarios para buscar liquidez que hacen las administraciones públicas, sin perspectivas de venta, o la utilización financiera de esos activos por parte de grandes empresas para que los bancos sean compasivos y les permitan “reestructurar” la deuda, no harán si no inundar un mercado inmobiliario inane de unos productos que no sacian el hambre y que pueden actuar como la tenia en el organismo humano: comiéndose todo lo puede tragar.
Ante un mercado inmobiliario completamente plano, los lumbreras del Partido Popular no han tenido otra idea que la de dejar caer a plomo un enorme volumen de activos que terminarán por convertirlo en esa imagen de los dibujos animados cuando una apisonadora pasa por encima de un dibujo.
¿Si los bancos a los que el gobierno ha salvado, sigue salvando y salvará endeudando a todo el país con la única perspectiva de que esa salvación no la pagarán nunca los bancos, sino los ciudadanos, no dan un euro para financiar adquisiciones inmobiliarias, creen los Montoros inútiles que pueblan los despachos del poder que van a comprar cuarteles, cercados, poblados ferroviarios…?
La saturación del mercado no puede resolverse por añadirle colesterol inmobiliario. Colesterol del malo.
Al final, la sobresaturación que el Partido Popular pretende hacer (que ya la ha puesto en marcha) no hará sino atrofiar, de modo definitivo, cualquier intento de liberación de dineros para créditos hipotecarios con los que poder comprar. Y sin compra, sin demanda, la oferta pierde valor. Si esa pérdida de valor recae sobre el mercado, allá el mercado con el riesgo y ventura. Pero si la pérdida de valor recae sobre todos esos miles de activos inmobiliarios que son de todos, que son de titularidad pública, lo que están haciendo es empobreciéndonos a todos. O, directamente, nos están robando.
¿La finalidad? Que haya magníficos inmuebles, dentro de esos miles puestos en circulación, que vayan a parar, por cuatro perras, a los círculos liberales que pululan por los pasillos, acerados y calles que rodean La Pocilga, antes conocida por Génova 13
Vale.
Tras la deposición judicial ayer, 15 de julio, de Luis Bárcenas, ex Gerente, ex Tesorero y ex Ensobrador del Partido Popular, se han ido conociendo algunos detalles de lo dicho por quien repartía el dinero negro entre los negros buitres que anidan en La Pocilga, antes Génova 13. Muchos de esos detalles forman parte de un paisaje de putefracción que ni los tintes del inquilino de La Moncloa logran oscurecer, ni los perfumes que exhala la prensa claramente fascista contrarrestan.
Pero hoy se ha conocido un detalle que demuestra que esa putrefacción no es ni corrupción ni gaitas: es la metastasis en la que se encuentra la derecha española, la más reaccionaria del mundo. Que Federico Trillo utilizara dinero B (procedente de donaciones ilegales, en realidad, de sobornos) recaudado por Luis Bárcenas para pagar la defensa de los militares que fueron procesados por el accidente del YAK-42, es la muestra de que ese fulano que pasea por las calles de Londres diciendo que es embajador de Ejpaña! debería estar pudriéndose en la cárcel.
Porque la muerte de 62 militares españoles en Turquía, al estrellarse el Yakolev-42, se podía haber evitado si Federico Trillo hubiera cumplido con su obligación de ministro. Pero mientras hacía dejación de sus obligaciones y ante sus ojos pasaban contratos y subcontratas, comisiones, fotografías enviadas por algunos de los militares que luego murieron en el accidente, él prefería jugar con los periodistas a los michirones y a hacerse fotos procesionando santos muñecos en su Cartagena natal.
Trillo, que fue militar, del Cuerpo Jurídico, batalló contra la ley que el gobierno socialista de Felipe González sacó adelante para rehabilitar a los expulsados del Ejército por su pertenencia a la U.M.D. (los llamados “úmedos”), para luego, él, ser el primero en aprovecharse de dicha ley. Para quienes no lo sepan, se pretendía rehabilitar a los militares que se habían visto obligados a abandonar el Ejército por su militancia, más o menos expresa, política. Trillo, que había dejado la carrera militar con el empleo de Capitán, aprovechó la ley contra la que batalló todo lo indecible, y ascendió a Comandante.
Ese mismo que presumía siendo ministro de su “procedencia” militar, y que no tuvo reparo en ordenar el arresto de un corneta en la base áerea de León por interpretar mal algunos toques de órdenes, se escondió como lo que es, un auténtico cobarde, detrás de las medallas del Jefe del Estado Mayor del Ejército (Luis Alejandre, hoy cargo político en el PP de Baleares, aunque sigue firmando sus diatribas en La Razón sólo como militar, cuando ejerce activamente un cargo político), e hizo que sus subordinados se comieran el marrón del accidente del YAK-42.
Trillo, que ordenó que los restos de los 62 militares se trajeran a España de cualquier manera, le daba igual que estuvieran identificados o no, solamente quería echar, cuanto antes, tierra sobre el asunto y que a él, valiente… valiente militar cobarde no le salpicara ni una gota.
Ese mismo que desgraciadamente fue ministro, ministrillo, más bien, pero que no tenía la valentía para asumir sus responsabilidades, ahora aparece rapiñando dinero, según dice el exTesorero Bárcenas, procedente de sobornos, cohechos y comisiones recaudados por el putrefacto Partido Popular, para pagar la defensa de los militares a los que él hizo que asumieran unas responsabilidades que no le correspondían.
Que Trillo sea embajador de España, hoy, demuestra que el grado de podredumbre en el que la derecha se ha convertido, o que sepamos ahora en lo que se ha convertido.
Y, finalmente, esa podredumbre es total, porque siendo ministro del gobierno de José María Aznar, y pagando la defensa de los militares que fueron injustamente enjuiciados en su lugar, no puede creerse nadie que hiciera esos pagos sin conocimiento del presidente del gobierno, y que el presidente del Partido no supiera de qué caja sacaba el dinero.
Ahora, queda por saber si los abogados defensores conocían la procedencia del dinero, a quién cargaron sus minutas, cómo las liquidaron. Pero me temo que callarán.
Vale.