Archivos para marzo 2020
Cáceres, 1846.
El Diccionario Geográfico de Pascual Madoz, una ingente obra siempre presente en nuestra historia, recoge en su Volumen V, el vocablo Cáceres. Se refiere a la Audiencia Territorial, a la Capital, a su término municipal y a la provincia. Hace un repaso por todas las áreas posibles entonces. Y también se detiene en detalles muy importantes. Así, en la página 85 del Tomo V, puede leerse, respecto a la villa de Cáceres.
No faltan tampoco en esta capital aquellos establecimientos de recreo y ornato, tan propios de una población de su importancia: su bonito teatro, capas y bien distribuido, fue ventajosamente reformado en 1842, adornando sus dos órdenes de palcos, sus lunetas y proscenio, de una manera conveniente y se preparan en el mismo nuevas obras, que le darán comodidad y desahogo; hay 2 cafés, botillerías, casas de villa y por último, la plaza de toros, modernamente construida, y que sin duda es la mejor de España; situada al NO de la villa y casi tocando á las casas, forma su recinto exterior una gruesa muralla compuesta de arcos de piedra labrada, rellenos después con fuerte argamasa de piedra y cal; algunos de estos arcos constituyen las puertas de comunicación al interior, que se compone en primer lugar, de una ancha galería circular para recibir sobre sus fuertes bóvedas de ladrillo y arcos de cantería labrada, el peso enorme de los tendidos, gradas y palcos, que son todos de piedra berroqueña, y cuya solidez desafía á la duración de los siglos; de esta galería se sale al circo por 3 puertas, y desde la misma se sube á las gradas y palcos por anchas escaleras de piedra; la grada cubierta está formada por 91 columnas de piedra berroqueña, de grano muy fino, y de una sola pieza; los arquitrabes están enlazados entre sí con fuertes barras de hierro, y sujetos á la muralla del recinto esterior con otros barrones de la misma materia; sobre esta galería se hallan los palcos, divididos por igual número de columnas de la misma construcción y condiciones, y tanto estas como las gradas, tienen sus antepechos de hierro, y su interior está pintado de un color ocre bajo, con algunos adornos y cielos rasos; el tejado forma dos vertientes iguales al interior y al esterior; esta escelente obra se empezó por empresa de varios capitalistas de aquella villa, en noviembre de 1844, trabajándose en ella 90 semanas, sin que haya habido que lamentar ninguna desgracia, cosa no muy frecuente en esta clase de construcciones; su coste asciende a 676.000 rs [reales]. Fue dirigida primeramente por el ingeniero D. Secundino Pelilla, y aunque despues han intervenido más ó menos directamente otros sugetos, lo principal de sus obras, y el progreso y buen órden en los trabajos hasta llevarlos á feliz término, se debe al alarife Tejeda, vecino de la misma villa, que en esta ocasión ha acreditado su conocida pericia.
Vale.
Pisar la calle
Confinado, como todos, en casa, sin pisar la calle, viendo y atendiendo a lo que pasa más allá de tus muros por la pantalla del ordenador o del smartphone, tienes que salir, no te queda más remedio que salir a hacer algo de compra o a la farmacia y es cuando te das cuenta del encierro.
Sales, y antes de poner el pie en la acera, miras a derecha e izquierda a ver si viene alguien. No es miedo, es un día claro, es una curiosidad atemorizada, eso sí. Porque tú miras, te percatas si viene alguien, y sabes que, seguramente, varios portales más allá es posible que haya alguien haciendo lo mismo.
La calle en la que vivo es estrecha, formada por casas de dos o tres plantas, con pocos vecinos, algo que sabes, pero así y todo, miras.
No se oye ningún coche acercarse, no se ve a nadie por la calle. Es hora de tomar el camino de la farmacia o del supermercado. Cruzas la calle, giras a derecha o izquierda, en una esquina e instintivamente vuelves a mirar a derecha e izquierda. ¿Alguien? De momento no.
De repente, en estas callejuelas antiguas, en una esquina comienza a verse un perro, pequeño, llevado por su dueño de paseo. ¿Su dueño o un vecino que lo ha alquilado?. El hombre y el perro cruzan la calle. No se cruzarán contigo.
Sigues caminando. Vacío. A lo lejos, no más de cincuenta metros, por la calle en la que están el supermercado y la farmacia ves pasar un hombre. Solo. Y te fijas: va abstraído, pensativo. Quizás, piensa en si va a cruzarse con alguien. Mira en mi dirección y continúa su camino, no sé si avivando el paso.
En la calle se ve a una mujer saliendo del supermercado. La farmacia, vacía, es el primer lugar en el que entras. Te atienden, das la tarjeta electrónica y te “cantan” los medicamentos que salen. Estos días han colocado una mampara de cristal, pero los dos dependientes, jóvenes, un chico y una chica, no llevan mascarilla, aunque sí guantes. Pagas la caja de pastillas, el tanto por ciento que te toca, y te das la vuelta para salir. Y otra vez, como cuando saliste de casa, antes miras a derecha e izquierda, para ver si viene alguien. Otra vez un perro marcando el paso a su dueño. Te fijas. El dueño va con mascarilla, el perro, pequeño, sin ella.
A treinta metros de la farmacia está el supermercado. Sé qué cosas necesito comprar cuando voy entrando y saludo a la cajera y a un reponedor, que además es familiar mío. Los dos con guantes y pantalla protectora como una visera que se ha caído hacia adelante.
Cuando salgo, después de pagar, sé qué cosas necesitaba comprar. Y qué cosas que no creía que necesitaba he comprado.
La puerta del supermercado es ancha, lo suficiente para ver, antes de salir si alguien se acerca. Una mujer camina con cierta prisa.
Y en la dirección contraria a la que marcho cargado para mi casa, otra vez el hombre al que había visto, que me había mirado como yo a él y que ahora, al cruzarnos con una buena distancia entre los dos, veo que acelera el paso, que camina deprisa. Seguramente, pienso, ha salido de casa para sentir un punto de libertad y se ha dado cuenta que la libertad, estos días, la ganas estando dentro de casa, confinado.
Al llegar a casa, instintivamente, vuelvo a mirar a izquierda y derecha, para ver si viene alguien, si pasa alguien. Nadie. Nada.
Saco las cosas que he comprado, unas al frigorífico, otras no.
Y al cabo del tiempo, me acuerdo de que algo que necesitaba, no lo he comprado: la sacarina. Lo más pequeño, lo de menos valor. Cuento los sobres que me quedan del último paquete y tengo para unos pocos días. Alivio.
Vale.
Arquitectos
En estos días de confinamiento para conseguir entre todos vencer la pandemia del coronavirus, he ido buscando, tampoco con demasiado empeño o manejando archivos históricos o documentales, sino a través de búsquedas en internet, referencias a Cáceres que nos ayuden al menos a conocer algunos hitos de interés que no aparecen normalmente en nuestra historia reciente o en nuestras hemerotecas.
Voy a hacer referencia a tres de estos hitos, a cómo se ha representado en Cáceres, en este caso, la arquitectura y la ingeniería recientes.
Es cierto que en Cáceres hay obras de arquitectura reciente dignas de ser conocidas, pero me voy a referir a esas otras cuyos edificios vemos, pero que no sabemos bien catalogar o conocer quién lo realizó.
Es poco conocido el nombre del arquitecto que diseño el Hospital Provincial de Cáceres. En los años en los que la Diputación planteó su construcción, la institución provincial no disponía de arquitecto en plantilla, por lo que recurrió a uno con domicilio en Madrid: Wenceslao Gaviña Baquero. En el boletín de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, años 2017-2018, se refiere al proyecto, del que no constan planos, aunque sí la memoria y desarrollo del programa constructivo. El arquitecto Gaviña es el autor de varias obras para la alta nobleza como las Viviendas para el infante D. Francisco de Paula (1852), el Palacio del Duque de Baena (1860), el Palacio del Marqués de Escalona y de Bornos (1860), el Palacio de los Duques de Montpensier (1861), así como viviendas para Juan Nepucemo Peñalosa (1864). Además fue un exitoso hombre de negocios y durante algunos años concejal y teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid.
Ya me referí en una entrada anterior a otro arquitecto de renombre que dejó su marca en Cáceres, en los años 40, diseñando el edificio sito en la calle de Pintores, nº 12. Se trata de Luis Gutiérrez Soto, autor del edificio del Ministerio del Aire, en la zona de Moncloa, en Madrid, el edificio Fábregas, en Barcelona, el Mercado de Mayoristas de Málaga, actualmente Centro de Arte Contemporáneo, entre otras.
En los años 60, la infame demolición del llamado Cuartel Viejo, es decir, el Seminario construido por el obispo Galarza en el siglo XVII, dio paso a la construcción, en realidad, efímera, de un nuevo mercado de abastos, cuyo proyecto fue ganado por los Arquitectos Josep Anglada y Daniel Gelabert. Entre otros edificios, en Barcelona, son autores de algunos muy significativos en la trama urbana de Barcelona., como la Torre de Colón Se da la particularidad de que en el concurso para construir el Mercado de Abastos de Cáceres, se alzó con el segundo premio el arquitecto Rafael Moneo. La construcción de este mercado estuvo en pie poco más de 25 años.
Existió, hacia 1935 un proyecto para construir un Teatro en Cáceres, que acababa de inaugurar en 1929 el Gran Teatro. Al tratarse de un proyecto, y solamente de eso, proyecto, no resultaría de interés conocer. Sin embargo, el autor del proyecto sí que resulta reconocible: Eduardo Torroja Miret. Es una lástima que la ciudad no pueda contar entre sus edificios con uno diseñado por el ingeniero y constructor Torroja. En el CEDEX del Ministerio de Fomento (hoy de Transportes y Movilidad) se encuentran los planos diseñados para el nunca construido teatro de Cáceres, realizados por el autor, entre otros edificios muy reconocidos, el Hipódromo de la Zarzuela.
Creo tener una somera referencia sobre la ubicación y los promotores de este proyecto de Torroja, pero necesito contrastarlos con algún dato, con alguna pista que me dé las claves de por qué se promovió y por qué no pudo llevarse a cabo.
Desde luego hay más arquitectos moderno con obra en Cáceres, como los arquitectos municipales Ángel Pérez o Francisco Calvo, el recientemente fallecido Tomás Civantos, o Justo García, autor este del edificio del SEPE (antes INEM), el centro de salud de Nuevo Cáceres o la Estación de Autobuses de Casar de Cáceres.
Vale.
Disparate.
Narración de José María Gabriel y Galán. Periódico El Adarve. Cáceres. 22 de enero de 1903.
La vaca, que estaba echada, dio un inmeso resoplido quejumbroso, y el chotillo nació sobre la escarcha del valle.
Eran las cinco de la mañana de Enero, crudo, una mañana cruel para los hombres, par los brutos, para los árboles…Todo mudo, todo helado, todo blanco. Se condensaba el aliento: el ambiente hería la piel.
La vaca se levantó de repente y olfateó con avidez el informe saquillo membranoso que yacía inmóvil sobre la sábana de hielo. Lamió, lamió con codicia, con prisa, con ahínco, con ansia de calentura. Se extremecía y no de frío; y , con los ojos muy abiertos, relucientes, codiciosos, seguía lamiendo, lamiendo; prestando con el cálido aliento que salía como dos columnas de humo por las narices húmedas y dilatadas, calor suave, calor de madre, calor de fiebre creadora, calor de vida……
Y delante de la tibia lengua áspera, cual si ésta fuera cincel de artista sublime, fué surgiendo, fue surgiendo poco á poco la bellísima cabeza de un becerrillo tembloroso, húmedo y bello, no de bronce, no de mármol, como obra fría de Arte, sino de carne palpitante, de sangre caliente, un pedazo de naturaleza viva para moverse en el mundo y alegrarlo…
Y surgió el animalillo enteramente á la vida, limpio, precioso, echado sobre la helada como estatuilla de oro sobre mármol, despertando en mi memoria vagas remembranzas bíblicas de los tiempos de las locas idolatrías…
Me acerqué, sugestionado. Vióme la vaca, y ante el supuesto peligro, se encampanó, embravecida. Tembló, gimió sordamente, clavó los ojos de acero en su ídolo, después en mí, luego otra vez en el choto. Inició la acometida y se detuvo, mirándolo nuevamente. Me hizo, sin palabras, la más acabada historia del rencor en la impotencia. Yo era su ódio, que la llamaba provocativo; el hijuelo era su amor, que la estaba deteniendo. No podía dejar al hijo; por eso no me mataba. Y me enseñaba la muerte en las puntas agudísimas de sus astas de marfil con vetas negras de bruñido azabache reluciente. Pero yo estaba tranquilo. Por entonces, ya sabía que el amor siempre es más fuerte que ódio.
Me acerqué más á la bestia enamorada y ví en sus ojos la calentura magnífica de la triunfante maternidad. El becerrillo se incorporó trabajosamente. Quería calor, quería vida, quería mamar leche tibia. Anduvo dos ó tres pasos, vacilante, como un ébrio, y cayó al cabo. Tornó á levantarse, volvió á caer y otra vez se levantó. La madre, á cada caída, se precipitaba sobre él, lo alentaba, lo lamía, me miraba… Y al cabo, el recién nacido, temblando, haciendo equilibrios de borracho, se sostuvo apoyándose en el vientre de la madre. Y alzando la preciosa cabecita, buscó la ubre con el húmedo hociquillo charolado. No podía dar con ella: la buscaba entre las manos de la madre; y apoyando siempre en ésta, siguió andando alrededor y dió por fín con la no aprendida fuente. La vaca, abriendo los pies traseros, se la entregaba toda entera, blanca y rosada, inmensa, pletórica. Y colgado de un pezón el becerrillo, dio tres golpes con el testuz á la ubre y se quedó luego inmóvil, como dormido, recibiendo con deleite el oculto chorro lácteo, caliente y rico, que poco a poco iba haciendo dilatarse los ijares antes hundidos del glotoncillo inconsciente.
Sentí ruido hacia el camino. Pasaban dos mujeres arrebujadas en mantas viejas y montadas en dos borricos que iban pisando tímidamente el sendero empanderado por la helada. Las conocí: eran de la aldea. Una de ellas llevaba algo escondido bajo la manta.
-
¿Dónde váis á estas horas y con este frío que hace?- las pregunté, sin acercarme al camino.
-
A lleval esti contrabando á la ciudá, señol- dijeron; es lo de esa perdía de la Luteria, que ha espachao esta misma noche y mos lo han da opa llevalo ondi ya tiene quizás otros dos. Y cuidiaíto si con este frío que jaci no casca antes de llegal allí el infeliz.
Y sonó un llanto muy débil, que parecía lejano, de sonsonete uniforme, ronquito, con acentos de faiga.
Me quedé como atontado.
-
Pero, ¿y la… madre? – dije á voces á las tiucas que se alejaban.
-
Tan campanti, señol, tan campanti que se ha queao sin el engorro de esti enfeliz- me gritaron ya desde lejos.
No supe dónde poner los ojos y los volví de repente hacia la vaca. No estaba ya donde antes. Iba ya lejos internándose de prisa en la espesura del monte y mirando a su hijo, que trotaba junto á ella contento, triscador, con el estómago lleno ¡y sin frío! ¡sin pizca de frío!…
Y entonces fue cuando yo puse en boca del niño que iba llorando este magnífico disparate:
¡Ay, ay! ¡Quién fuera choto… quién fuera choto!.
Vale
La gripe “española” de 1918
Se llamó así porque España no era contendiente en la I Guerra Mundial, y, por tanto no existía censura de prensa y se publicaban más noticias sobre la pandemia que en otros países. No obstante, en una pequeña capital de provincia, Cáceres, he logrado encontrar la primera información más o menos completa, en un periódico liberal, en octubre de 1918. Y las fuentes de la información eran de un farmacéutico, Fidel Mateos Blázquez, que tenía botica en Arroyo del Puerco y había inventado un medicamento que se llamaba Sanatorina. Casualmente, aquel pueblo cambió su nombre por el de Arroyo de la Luz, principal foco de la actual pandemia de coronavirus en Extremadura.
Esta es la información que se publicaba.
Prevenciones médicas
Ante la epidemia reinante
La epidemia reinante es originada por llamado bacilo de Peiffer, que se cree proviene del enterramiento somero de los cadáveres.
Trátase de un bacilo que, examinado con el microscopio, adopta una forma de una especie de media luna con un ganchito en uno de sus extremos y, que al propagarse, se presenta en forma de virus purulento.
Este bacilo se propaga rapidísimamente y, en especial, durante el sueño, haciendo su labor en dos horas.
Ataca indistintamente las partes más débiles del organismo. De ahí que se tome por el cólera cuando por atacar a los intestinos se presenta en forma de diarrea; por el tifus exantemático cuando se generaliza en las vías digestivas; y pro pulmonía fulminante, cuando aparece formando pus en los pulmones.
El 60 por 100 de los atacados fallecen entre las veinticuatro y la cuarenta y ocho horas de declararse la infección.
La humedad es un gran agente conductor de este microbio.
Hay, en cambio, la ventaja de que se destruye fácilmente con los más sencillos medios de desinfección, y es eficaz para combatirlo hasta el agua sin hervir.
Se aconseja como medio preventivo relativamente infalible lavarse todas la noches, al acostarse, las manos, la nariz y la boca, interiormente por supuesto, empleando, á ser posible, agua hervida con una pequeña solución de de perborato de sosa.
El alcohol y la nicotina tienen sobre este bacilo una extraordinaria potencia destructora, señalándose como muy significativo el hecho de haber un gran coeficiente de víctimas entre los individuos refractarios al tabaco y a las bebidas alcohólicas.
El principio de la infección se caracteriza por un leve estado febril, con cierto malestar general y especialmente en las partes orgánicas donde ha hecho presa el bacilo.
Cuando se sientan estos síntomas, se impone meterse en el lecho, procurando sudar, usando al efecto fenscanita [sic], aspirina ó salicilato de sosa y teniendo el cuerpo en completo reposo y á una temperatura lo más elevada posible, pues parece estar demostrado que el bacilo en cuestión no resiste ni 32 grados de calor.
Se aconseja la mayor higiene posible en las viviendas y en las personas, barriendo las habitaciones después de fregarlas con agua limpia, y mejor con una disolución de zotal ó de otro desinfectante análogo, que en mayor dosis debe emplearse diariamente en los retretes.
Se recomienda tener muy expeditas las vías digestivas y tan pronto como se note algo de estreñimiento se debe tomar un laxante al terminar la cena.
Estas notas nos las ha facilitado el inventor de la Sanatorina D. Fidel Mateos Blázquez, el cual ha llegado recientemente de Madrid y ha presenciado los experimentos científicos, realizado en el Laboratorio que dirige el Sr. Chicote, por los eminentes doctores D. Obdulio Fernández y D. José Rodríguez.
Nosotros las publicamos complacidos de poder brindar a nuestros lectores estas precauciones higiénicas.
EL BLOQUE. Periódico liberal. Cáceres, 21 de octubre de 1918.
El mismo periódico liberal, El Bloque, publicaba posteriormente, el 4 de enero de 1919, este suelo bajo el título “El tratamiento de la gripe”.
Según el inspector provincial de Sanidad, el tratamiento que se está empleando para combatir la gripe en le provincia, y que ha venido propagando personalmente él, acompañado de su inventor, el doctor Valero, ha dado y continúa dando excelentes resultados en Aranjuez, Manzanares el Real, Robledo de Chavela, Torrejón de Velasco, La Acebeda y otros puntos.
Conviene, por lo tanto, divulgar cómo se practica.
Es de positivo éxito, sobre todo en las formas pulmonares de la gripe, y se practica provocando una revolsión en el pecho ó parte interna del muslo del enfermo por medio de un vejigatorio líquido, desinfectando perfectamente la piel del sitio de aplicación.
Obtenida la ampolla de serosidad, se pinta con tintura de iodo un pedacito de la piel de la misma, y por este punto se practica una punción con la aguja de una jeringuilla, cuidadosamente aseptizada.
Se extrae una cantidad del contenido líquido de la ampolla (de tres á doce centímetros cúbicos), según la gravedad é indicaciones de cada caso, y se practica con él una inyección hipodérmica en cualquier región del cuerpo.
Puede hacerse una nueva revolsión é inyectar de nuevo al enfermo á a las veinticuatro horas, y aun repetir la operación, según las condiciones del enfermo.
Vale
Carne de caballo
El diario Extremadura de 9 de abril de 1959 publicaba la siguiente información y entrevista con su protagonista. Transcribo el texto completo.
En breve se expenderá carne de caballo en la capital.
Entrevista con el dueño del nuevo establecimiento y ganadero, don Juan Moreno Garrido.
Es inminente la apertura en nuestra capital de una carnicería de equinos, iniciativa esperada por las modestas economías caseras como solución a los habituales problemas de las amas de casa al efectuar sus compras. La noticia ha despertado el lógico interés de la población, pues es bien conocido el auge alcanzado por esta industria en el extranjero, donde constituye uno de los artículos de mayor consumo. En España, de unos años a esta parte se han venido abriendo establecimientos de este tipo en Barcelona, Madrid, Sevilla, Bilbao, Valencia, Santander, La Coruña… y sin ir tan lejos en Badajoz y Plasencia.
Por creerlo de interés hemos concertado una entrevista con el industrial don Juan Moreno Garrido, muy conocido en los medios ganaderos, a quien se debe la iniciativa de la venta de carne de caballo en Cáceres, empresa que será realidad uno de estos días. El señor moreno se presta amable al diálogo.
— ¿Quiere decirme cómo concibió la idea de esta realización?
— Por mi profesión estoy relacionado con los mataderos de numerosas provincias españolas, lo que me hizo pensar seriamente en la conveniencia de extender esta industria a nuestra capital. Hace cosa de un par de años decidí visitar los medios oficiales y técnicos competentes solicitando autorización y ahora, tras un reciente viaje a Madrid he visto logrado mi objetivo: servir a Cáceres carne de excelente calidad a bajo precio.
— ¿Estima que tendrá aceptación su iniciativa?
— Sinceramente, sí. Ahí está la experiencia del resto de España. En Badajoz y Plasencia me consta que el consumo supera las normales existencias, y que desde aquí se hacen numerosos pedidos a esta última población. Esto es así de evidente.
— ¿Qué ventajas ofrece su artículo?
— La más importante de todas, su precio, casi un 50% más barato que las demás carnes. La carne de caballo tiene calidad probada y es recomendada por los médicos para niños y enfermos. Diga como muestra que la de mejor calidad se venderá a 32 peseta el kilo.
— ¿No teme ciertos prejuicios de paladar?
— Pues no. Supongo que en los sitios citados habría unos primeros reparos, pero su aceptación hoy día es excelente como lo prueban el que se despache en “colas”. Aquí no va a ser distinto y ya se han dado casos de personas que iban dispuestas a comprar antes de abrir el establecimiento.
La seguridad del señor Moreno en sus respuestas nos contagia de optimismo. Uno piensa en los viajes hechos a Madrid y encuentra la solución de unos hermosos filetes que no estaban de acuerdo con la cuenta presentada por el “maitre” y que en su día nos dieron que pensar. Nuestro recuerdo va a Marruecos, unimos el paladar con unas latitas de carne de Mérida “que estaba buena” y que asociamos al caballo allí donde se consumía –por cierto, con bastante aceptación- la de ballena. El caballo es un animal muy limpio, tanto como sus piensos, por qué no aceptarlo.
— Para terminar señor Moreno ¿cuántas cabezas será sacrificadas de ordinario?
— Eso el público lo dirá con su consumo. Yo espero que sean muchas.
Tras el diálogo, nuestro comunicante nos invita a visitar el nuevo establecimiento y allá que vamos. Está situado en la calle dedicada al gran escrito extremeño Antonio Reyes Huertas, en la popular barrada que hoy constituyen las Viviendas Protegidas y los bloques del INP.
El local rebosa limpieza y orden. Una amplia cámara frigorífica funciona con monótono sonido en espera de “conservar” en sus entrañas los primeros cuadrúpedos que pronto serán expendidos. Todo está a punto para empezar y nosotros iniciamos la retirada para entregar estas cuartillas. En la despedida deseamos a nuestro interlocutor un éxito presentido de antemano y él sabe agradecerlo. Ahora son las amas de casa las que tienen la palabra y ellas entienden de esto mucho.
Vale
Construcciones Acha
En las entradas que vengo realizando los textos y referencias son sacados de prensa histórica, del portal que el Ministerio de Cultura tiene para medios de comunicación digitalizados.
En la 7ª, mis recuerdos sobre la Pérgola de Cánovas tenían apoyo gráfico en los planos que guarda el Archivo Histórico Municipal y digitaliza el Servicio de Información Geográfica del Ayuntamiento de Cáceres (www.sig-caceres.es) .
En esta entrada me referiré a tres edificios construidos en los años 40 y cuyas fachadas siguen prácticamente siendo las mismas. Son, por tanto, edificios reconocibles. Y los tres, construidos por la misma empresa: Construcciones Acha, S.L.
El primero de ellos es el edificio situado en el número 12 de la Calle de Pintores, propiedad actualmente de la Diputación de Cáceres. Es el más singular de todos en cuanto al prestigio de su arquitecto, Luis Gutiérrez Soto, diseñado por encargo de la Banca Sánchez, entidad financiera referente, que suelo pasó a ser Banco de Extremadura y finalmente… Luis Gutiérrez Soto fue un arquitecto prolífico en obras, entre las que destacan edificios tan emblemáticos como los Cines Callao y Barceló, ambos en Madrid, el Teatro Góngora, de Córdoba, el actual FNAC, de Madrid, etc. Contar en Cáceres con un edificio diseñado por tan importante figura de la arquitectura es muy importante.
Personalmente, para mí tiene un recuerdo aún mayor, pues según me contaba mi padre, fue en ese edificio donde él empezó a trabajar, de lo que se llamaba pinche de la construcción. Y contaba un detalle constructivo que no sé si estará recogido en la memoria del proyecto: las cornisas a calle de Pintores, realizadas con piedras de granito de notables proporciones, están unidas al muro de fachada mediante perforaciones en cada una de ellas y, una vez colocadas sobre el muro, también perforado, se vertía plomo candente para realizar la fábrica.
En la Plaza de América, con un proyecto diseñado por el arquitecto Francisco Calvo Traspaderne, con numerosas obras en la ciudad, se levantó el edificio conocido como de Los Sobrinos, por haber estado durante muchos años en su planta baja la tienda de Sobrinos de Gabino Diez, que contaba, además, con un almacén. En ese edificio, por señalar dos referencias que pueden resultar conocidas, estuvieron durante un tiempo las notarías de la ciudad, y también, en una de sus plantas estuvo la Jefatura de Intendencia, tras desalojar el Cuartel Viejo.
En él trabajó mi padre, ya con la categoría de peón, en la misma empresa, construcciones Acha, S.L. y fue cuando conoció a mi madre. Mi padre vivía entonces en la calle Villalobos y mi madre en la calle de la Pulmonía, desde donde iba a llevar el desayuno o la comida a mi abuelo Casimiro, que trabajaba en los Blázquez.
El tercer edificio es el que actualmente tiene en su planta baja las oficinas de la Banca Pueyo, y también construido por Acha, S.L. En él también trabajó mi padre, en la confluencia de la acera de los pares de la Av. de España con la calle de la Pulmonía. El edificio estaba separado por la actual calle Motril del Chalet de Correa, una de las imágenes más conocidas del Cáceres casi reciente. Creo recordar que en la planta baja de este edificio vivió uno de los Guardias Municipales más queridos por los cacereños, el cabo Galiche.

Fachadas principal, posterior y lateral. Plano con la firma del Arquitecto José María López Montenegro.