Malvas y Ortigas.
Como el editor de MALVAS Y ORTIGAS, en su número 21, de 15 de noviembre, me encuentro desvalido ante la falta de noticias (ojalá siga así, porque en la situación en la que estamos, esa falta es buena señal) en nuestra ciudad de Cáceres, y por ello hago mías unas columnas aparecidas en el número citado, firmadas por E.M. (Ripiosín).
Luchando, me hallaba como siempre, con la falta de asunto para escribir el fondo, por que en este bendito pueblo de la Diosa Ceres nada ocurre trascendental é importante digno de ser contado, cuando el cartero trajo á mis manos una carta impresa en la que, letra por letra, se decía.
Señor Director de MALVAS Y ORTIGAS.
Cáceres
“Muy señor mío: Con objeto de aumentar una colección de periódicos que estoy formando, y que consta ya de más de 2.500 ejemplares, me tomo la libertad de molestarle, suplicándole encarecidamente tenga la amabilidad de enviarme un ejemplar cualquiera de su ilustrada publicación anticipándole gracias muy expresivas.
Con este motivo… etc.
Ignacio Patac”
Mi primer impresión al terminar la lectura, fue de asombro, después éste trocóse en admiración por el firmante de la carta; cogí pluma y papel y me arranqué en romance con lo que sigue:
Hay quien colecciona sellos
De correo…, quien bastones
Con ó sin nudos, y he visto
Reunir, lector no te asombres,
Corbatas sucias y usadas,
Alfileres, pasadores,
Cintas, carretes, monedas,
Ya sean de plata ú cobre
Pues, por desgracia, hace tiempo
Que el oro no se conoce.
Hay quien, en las fototipias,
Cifrando sus ilusiones
Sin fumar, compra librillos
Y los regala a los pobres
Después de sacar la estampa
De la Cleo de Merode
(Pongo por Mademoiselle
O si queréis por cocotte).
Hay quien muere por la flora
Y vive buscando flores
Siendo á ratos un Linneo
Con las clasificaciones.
Otros hay en quien la fauna
Despierta tamaños goces
Que pasan toda la vida
Buscando bichos que formen
La colección más completa
Del globo, pues… ¡y esos hombres
A quienes llaman arqueólogos!
En peñascos y borrones
Cifran todos sus saberes
Y satisfechos se ponen
Si un día, tras mil estudios
Y mil esfuerzos atroces
Descifran el jeroglífico
De alguno de sus mojones.
“M… T… C… (por ejemplo
Dice la piedra) M… óse
S… T… ¡T… lo perdón…
P… Q… D… me … p… +… ones!
Y ellos dicen: “Marcos Tulio
Cicerón… murió. Llevóse
Sin talento; triste y solo
Perdón pide, quieran Dioses
Mejorar prepecario estado
De los suyos… no masones!”
Cuando sería más fácil
Decir así… “Mi tío Cosme
(Quien le puso el epitafio
Era un sobrino) murióse
Sin testar… ¡Te lo perdono
Para que Dios me perdone!”
Mas volviendo á nuestro asunto
Señor Patac… de los hombres
Que traté, no vi ninguno
Que pusiese sus amores
En coleccionar periódicos
Como usted, ¡bien se conoce
Su inclinación a las letras!
Permítame que me asombre
Y que envíe al modernista
Muchas felicitaciones…

Cabecera de MALVAS Y ORTIGAS
Y, ahora en prosa vil, más vil aún que el anterior romance de ciego, voy á permitirme hacerle varios ruegos en nombre de mi publicación modestísima.
Por lo que más quiera, mi distinguido coleccionista, ponga usted el presente número de MALVAS en el lugar menos visible de su colección que es el que en justicia le corresponde.
Procure usted también que esté colocado entre la buena prensa; no es necesario que ésta se la mística, me refiero á la prensa honrada, sana é independiente, pues… en cuanto á ideas, casi prefiero las rojas.
Trate usted de que cuantas personas ojeen su colección, pasen, como sobre ascuas, por mis dos hojas pues en verdad no merece ser leído mi diminuto trabajo. Mas si, así y todo, hubiera algún curioso que fijara su vista en las columnas de MALVAS, dígale usted en descargo mío:
“Este periodiquín lo escribía un cacereño que siendo hipocondriaco por naturaleza quiso engañarse haciendo chistes… Recemos un padrenuestro por su alga.”
Y sin detenerse más, vuelvan ustedes a la hoja: gracias anticipadas de su afectísimo
E.M. (Ripiosín).
Vale.
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