Tras las últimas elecciones volvemos a tener la cantinela de aquello de “que gobierne la lista más votada”. Ahora, eso sí, con la variante de una creciente demanda, propiciada por las movilizaciones nucleadas en torno al 15M (me niego a utilizar la palabra movimiento, de nefasta memoria), de modificar la Ley Electoral buscando una más justa valoración del voto.
Como en cada territorio el asunto puede ser de interés en su confrontación con lo que los partidos defienden en otros (¿admitirá el Partido Popular que gobierne Bildu donde ha sido la lista más votada?), me interesa resaltar algún detalle, seguramente sin importancia, al hilo de lo que sucede en las elecciones autónomas en Extremadura.
Los resultados del 22 de mayo determinan que el Partido Gurtelar (mientras Camps siga ahí, no dejará de ser gurtelar) ha sido la lista más votada. Y, rápidamente, se ha generado una corriente de opinión, amplificada por los dos periódicos que se publican (lo de que se vendan ya es más discutible) en la región: que gobierne la lista más votada.
Está claro que, seguramente, los directores de los dos periódicos conocen con claridad algo que se llama “sistema político”, que, consecuente con la Constituión, es parlamentario. O lo que es lo mismo: al presidente del gobierno de la Comunidad Autónoma, de la Junta de Extremadura, lo eligen los parlamentarios. O lo que es lo mismo: no es automático, ni siquiera con mayorías absolutas, que el presidente de la Junta de Extremadura sea el candidato de la lista más votada. Necesita ser elegido, conforme a las leyes, conforme al Estatuto de Autonomía y conforme al Reglamento de la Asamblea legislativa.
Los parlamentarios, elegidos por los ciudadanos, reciben un primer mandato: elegir, a su vez, al presidente del gobierno de la Comunidad. Este olvido, interesado, surge siempre que la lista más votada es la de la derecha. Porque es a la derecha a la que le interesa y porque los medios de comunicación, empresas, no se olvide, les interesa (en sentido económico, por supuesto) que sea la derecha la que gobierne, y por ello se arrojan en tropel a defender aquello de la “lista más votada”.
Se necesita hacer mucha pedagogía para trasladar a los ciudadanos que el sistema político español es parlamentario, no presidencialista. Pero en una sociedad dominada por los egoísmos individuales y por los intereses económicos que se acumulan en torno a mitos y leyendas con pies de barro, el presidencialismo es lo que vende. Es más importante ser Belén Esteban que la acampada de Sol. Porque Belén Esteban vende espacios publicitarios y los de acampada sol no consumen porquerías.
La realidad es que los ciudadanos, en su mayoría, desconocen la diferencia entre un sistema parlamentario y un sistema presidencialista, y a muchos políticos, especialmente de la derecha, les interesa que siga la ignorancia, sobre todo cuando sus intereses están en juego.
Vale.
Archivos para mayo 2011
El hasta o etiqueta que da nombre a esta entrada se verá seguramente, y se ha visto ya, también con seguridad, en twitter y otras redes sociales. Porque, pasadas las elecciones del 22 de mayo, y pasada una semana de análisis más o menos sesudos, más o menos acertados, se comienza a vislumbrar cómo será la nueva legislatura en CCAA y Ayuntamientos. Baste el ejemplo de Sevilla, donde se sustituirá el sectario nombre de Pilar Bardem en una de las calles de la capital andaluza para adjudicárselo al nada sectario Antonio Burgos.
Sobre los resultados electorales, una afirmación y una sensación. La afirmación: el pueblo, cuando vota, no se equivoca nunca. Una sensación: cada vez está más claro que el voto es una acumulación de frustraciones de los votantes, que reclaman, a cada paso, que su voto se utilice para lo que se prometió.
Hecha la afirmación y apuntada la sensación vayamos a la realidad. Y la realidad es que ahora, para los ganadores, comienza el calvario de responder cada vez que un ciudadano, un colectivo, una empresa, una entidad, un medio de comunicación le reclame aquello de ¿qué hay de lo mío?
Porque no hay que olvidar que el voto es individual y responde a la decisión de cada ciudadano, pero que cada ciudadano vive y ejerce sus actividades profesionales, lúdicas o familiares en entornos de afinidades que también influyen.
El ejemplo de los taxistas en Cáceres es el paradigma de ¿qué hay de lo mío? Fueron los últimos en aparecer en la escena pública con la candidata de la derecha, que les prometió que podrían pasar por la Plaza Mayor, concebida en proyecto y en ejecución para ser exclusivamente peatonal. Está claro que a dos días de las elecciones, si la candidata promete que podrán pasar por la Plaza Mayor, como los taxistas reclaman, no puede ser si no a cambio de que el colectivo la apoye, le dé su voto.
Hoy, ganadora de las elecciones, ya afirma que pagará la factura. Y que los taxistas podrán pasar por la Plaza Mayor. Lo que en proyecto y en esencia ha sido concebido para uso exclusivamente peatonal, dejará de serlo. Porque está claro que detrás de los taxistas irán las empresas de reparto de paquetería urgente, las empresas de distribución, el obispado con las iglesias dentro del casco viejo, los feligreses para llevar a sus familiares a directos de la BBC y similares… Y la Plaza Mayor, diseñada para ser peatonal, ejecutada para ser peatonal, dejará de serlo porque los apoyos hay que pagarlos.
Veremos, con el tiempo, maravillas a consecuencia del legítimo ¿qué hay de lo mío? Porque nadie dejará de pasar el platillo para recoger lo que sin duda ha sembrado. Ya los taxistas abren la brecha. Y abierta la espita, los gases inundarán la ciudad.
¿Qué hay de lo mío?
Vale.
Las protestas que eclosionaron el pasado 15 de mayo, y que han continuado con múltiples acampadas en diversas ciudades, están teniendo la virtud de movilizar conciencias políticas, aunque todavía débilmente, ya que estamos en la última semana de una campaña electoral en la que, según las encuestas, el avance de la derecha parece fijarse.
Por ello, y como los partidos (salvo minoritarios sin capacidad de respuesta eficaz que canalice las demandas que se plantean en las acampadas) no están en la línea de atender las peticiones de los indignados, nos veremos abocados a una jornada electoral atípica, y cuyos resultados, seguramente, también podrán leerse en clave de #indignados o #acampadasol.
Sí pueden entreverse, a mi juicio, dos efectos que ya se están apreciando: un aumento de la abstención (que podría denominarse abstención crítica) y un aumento de la dispersión del voto de la izquierda como consecuencia del #nolesvotes. Por otra parte, en el escenario electoral, no se observará ninguna incidencia en la abstención “por la derecha” ni afectará a la derecha ningún tipo de dispersión electoral.
En cualquier proceso electoral en España siempre se ha determinado que el aumento de la abstención ha perjudicado los intereses electorales de la izquierda, ya que sociológicamente los apoyos son de más débil enlace. Nunca la derecha en España ha sufrido consecuencias del desencanto, que es un concepto acuñado exclusivamente para la izquierda. Ahora, el desencanto, la indignación de los jóvenes (mayoritariamente son jóvenes los que engrosan las acampadas) se traducirá en un incremento de la abstención. Los resultados de las elecciones del domingo probablemente lo atestiguarán.
En cuando a la llamada #nolesvotes, dirigida contra los partidos mayoritarios que apoyaron la Ley de Sostenibilidad (incluyendo la llamada Ley Sinde), se traducirá, sin duda, en una dispersión del voto de la izquierda. Al igual que con la abstención, hasta que los resultados electorales no estén terminados, no sabremos en qué cuantía se traducirá esa dispersión.
Conseguirán, por tanto, sus objetivos: incrementar la abstención sobre un modelo político que consideran que les ha abandonado y dispersar el voto. Pero lo conseguirán en una sola dirección.
Cuando amanezca el 23M, si continúan las acampadas, esos indignados, cientos, miles, tendrán un trabajo que hacer, un trabajo que hasta ahora no se han planteado. ¿Y ahora, qué? Si sus objetivos se concentran en daño electoral a la izquierda, esto es, al PSOE, y si la derecha vota fiel y unida como hace siempre ¿cómo van a canalizar, y cómo, sus reivindicaciones? ¿Qué referentes o contrapartes tendrán o conseguirán en quienes han sido los perjudicados por sus acciones?
Es de esperar de gentes que parece que tienen gran capacidad de juicio y de acción que planteen alternativas reales. Y que planteen cómo conseguirlas, sabiendo, además, que consecuencias tendrán en el futuro. Baste un ejemplo. Pretenden que se modifique la Ley Orgánica de Régimen Electoral porque, dicen, perjudica a los minoritarios. Eso mismo, cuando les interesa, dicen los medios de la ultraderecha poniendo el ejemplo de Izquierda Unida, que, con mayor número de votos en todo el Estado, tiene menos representación que partidos nacionalistas. Se olvidan del artículo 68 de nuestra Constitución, que consagra el régimen proporcional en el recuento de votos, y que determina que la circunscripción electoral es la provincia. O lo que es lo mismo, esos acampados e indignados, para conseguir la reivindicación de cambiar el sistema electoral, la LOREG, han de conseguir que se modifique la Constitución. Desde el 23M hasta que se convoquen las próximas generales pueden pasar 10 meses, plazo insuficiente para ello y plazo más que suficiente para que, en su empeño, consigan que la derecha, si gana el próximo domingo, se asiente en el poder.
Cambiar el modelo electoral eliminando la ley D’Hondt por un sistema de proporcionalidad pura es una opción. Por supuesto,
También plantean, según sean los portavoces que intervienen en los medios, que vayamos a un sistema de listas abiertas. Lo plantean como el instrumento más perfecto de elegir a nuestros representantes. Pero se olvidan de que es el más injusto. Las listas abiertas requieren que los concurrentes a las elecciones prácticamente tengan que costearse sus propias campañas electorales. O lo que es lo mismo, podrán concurrir a las elecciones quienes tengan más capacidad económica. Seguramente no se lo han planteado, pero de entre los acampados los habrá que sí puedan, pero la inmensa mayoría, con un sistema de listas abiertas, nunca podrían ser elegibles. Y si se lanzaran a una campaña electoral perderían por ausencia de medios. Como utopía, está bien. Como realidad en un país como el nuestro, donde cada ciudadano ha demostrado en los últimos 10-15 años que lleva un especulador (económico) dentro, me parece que no tiene mucho recorrido.
He intentando analizar a quién benefician estas acampadas legítimas, necesarias. Y no encuentro más respuesta que benefician, claramente, a la derecha, que ahora no viene, que ahora, con la situación en la que estamos, viene para quedarse mucho tiempo. José Miguel Monzón terminaba su columna el pasado domingo en Público con una frase: “luego será tarde”. Para la mayoría de los indignados la derecha será la mano que les estará meciendo la cuna muchos años.
Vale.
Ayer, 15 de mayo, miles de ciudadanos, en su mayoría jóvenes, se manifestaron exigiendo un basta ya en la dictadura de los mercados sobre la política, reclamando que no quieren ser los paganos de la crisis, los excluidos. Por ello, muchos están en torno a un movimiento en principio intangible al grito de ¡indignaos!
En realidad, los manifestantes respondían a diversas líneas de llamamientos, entre ellos un sintomático #nolesvotes, auspiciado en las redes sociales por gentes (Enrique Dans, por ejemplo) más interesados en conseguir lo que parece que ayer tuvo algún resultado.
De los miles de jóvenes que ayer se manifestaban, la inmensa mayoría son votantes de izquierdas, de cualquiera de las izquierdas. Seguramente.
Qui prodest? ¿A quién benefician acciones movilizadoras como la de ayer? En un período electoral como en el que estamos, beneficia a la derecha, que asiste, complacida, al espectáculo de la promoción de la abstención. Porque los jóvenes votantes de la derecha no se manifestaron, porque la derecha tiene el voto bien condensado.
Ayer, más que nunca, se vio que el voto es necesario. Que votar es necesario. Para quienes siendo ya mayores de edad no teníamos derecho a voto porque la dictadura (los padres de la derecha actual, de los derechistas actuales) lo prohibía, el espectáculo de llamar a la abstención… solamente a la izquierda supone una derrota.
La derecha, la dueña de los mercados, está muy contenta con que sea la izquierda la que esté haciendo los recortes, para recoger luego el poder limpio de polvo y paja, y ayer brindaban porque los jóvenes que votarían mayoritariamente a las izquierdas se decanten por la abstención.
La abstención siempre favorece a la derecha. Y por eso la propician, la jalean. Que se queden en casa, que ellos, después de misa, votarán todos juntos.
Al comienzo de la democracia, se hacían, por la izquierda, llamamientos al “voto útil”, para construir una mayoría que, con el PSOE al frente, es la que ha desarrollado en España el estado del bienestar, que la crisis quiere arrasar y sobre cuyo futuro solamente el partido en el gobierno está tratando de sostener el larguero. Hacer que la derecha llegue al poder, será dejar caer el larguero. Y no caerá sobre los niñatos de NNGG, no, caerá sobre los miles de jóvenes que ayer se manifestaban.
Por eso, hoy no es el llamamiento al voto útil lo que hay que realizar. Es el llamamiento al voto necesario. Solamente con una masiva afluencia a las urnas se podrá seguir sosteniendo el larguero que sujeta, mal que bien, el estado de bienestar.
En este blog ya he hecho referencia a la corresponsabilidad de los votantes con las políticas que desarrollan sus electos, y la responsabilidad que asume quien se abstiene.
Por eso, porque el voto es necesario, abstenerse ahora tendrá consecuencias incalculables mañana. Y quienes ya pasamos por la tristeza de ausencia de libertad estamos en condiciones de exigir a los jóvenes su complicidad en la liquidación del estado de bienestar si renuncian a ejercer su derecho a votar. Renuncias, nunca.
Y el día 23 de mayo, entonces, les recomiendo afiliaciones masivas a los partidos de izquierdas, a cualquiera de ellos, para cambiar estructuras, para cambiar la política.
Renunciar al ejercicio de la política es renunciar a la libertad. Y sin estado de bienestar, la libertad desaparece.
Vale.
La decisión del concejal Joaquín Rumbo de apoyar el desbloqueo de la contrata del agua, con su voto en favor de la aceptación del informe de la Junta de Extremadura sobre el pleno que aprobó el desestimiento, y de la adjudicación provisional del servicio, a la empresa Acciona, parece haber cogido de sorpresa a la candidata del Partido al Ayuntamiento.
La fotografía de la portada de El Periódico Extremadura del sábado, 14 de mayo, es demoledora, porque demuestra la incapacidad de la candidata de gobernar a los suyos, un reducido grupo de 12 persona, incluida ella, y que aspira a gobernar una ciudad cercana a los 100.000 habitantes.
Hasta ahora, hemos asistido a una decisión tajante, atribuible expresamente, según las informciones publicadas, a la candidata, y que fue la exclusión del concurso del Canal de Isabel II. Decisión que fue revocada por la Justicia, en un auto tan rápido y contundente que pareció señalar que la candidata pudiera ir por vías distintas a la estricta legalidad. A partir de ese momento, sus comparecencias públicas excluían cualquier referencia al asunto del agua, que quedé delegado en el concejal V.P. (las iniciales se corresponden con una entrada en el muro de facebook de la propia candidata).
La posición del grupo popular, desde entonces, ha sido la negarse a admitir que procedía la obligación de resolver el concurso, que llevaría a la adjudicación provisional y que permitiría a las empresas no adjudicatarias la presentación, si lo consideran conveniente, de los recursos que sus servicios jurídicos estimen. Es decir, la normalidad.
Sin embargo, en todo este tiempo, se ha mantenido por dicho grupo que el concurso estaba viciado de ilegalidad, algo que tuvo su culmen en el pleno que aprobó, con una vergonzante moción de urgencia, el desestimiento del concurso (es decir, que todo lo actuado, incluida la aprobación del Pliego por el propio grupo popular, quedaba anulado). Vergonzante, porque se acusó de manera inmisericorde a un funcionario de haber manipulado las valoraciones.
El asunto preocupó tanto, que la propia Federación Empresarial Cacereña exigió explicaciones. O lo que es lo mismo, que se informara de las causas reales por las que se llegó al desestimiento. Esas explicaciones se le dieron a los empresarios en una reunión (a los ciudadanos, todavía, no). En la citada reunión los argumentos de peso jurídico eran los siguientes:
a) “Porque el comienzo del mismo [el concurso] se ha realizado con un año de retraso y dos prórrogas”
b) Porque “el concurso se ha gestionado mal desde el principio hasta el fin, por parte del equipo de gobierno”
c) Porque «hay tres empresas de las cuatro que se han presentado, que han estado en primer lugar para la adjudicación de la concesión del Agua”.
Argumentos, todos ellos, fundados en ¿qué artículos de qué ley o leyes?
En la reunión con los empresarios, además de la candidata, estuvieron Valentín Pacheco, Domingo Nevado… y Joaquín Rumbo.
No es creíble que si el concurso está totalmente viciado y pudiera dar lugar a cualquier tipo de responsabilidades, como ha dicho, sin argumentos (práctica habitual en ese partido, práctica que se llama hipocresía: acusar sin pruebas), el concejal Rumbo se haya querido pegar un tiro en el pie incurriendo en ellas.
La realidad, al día de hoy, es que la candidata del Partido Popular al Ayuntamiento de Cáceres ha demostrado su incapacidad para gobernar a su reducido grupo de concejales y la incompetencia de asumir la dirección de un procedimiento de tanta importancia social y económica como es el asunto del agua. No sirve aquello de saber delegar. Claro que hay que delegar, pero cuando las cuestiones son de primer orden, hay que asumirlas en primera persona, hay que tener capacidad y competencia para ello.
Es muy triste pensar que quien ha demostrado carecer de competencia para asumir los grandes asuntos aparezca como favorita en la próxima contienda electoral. Se dice que el pueblo, cuando vota, no se equivoca nunca. Pero hay que recordar que cuando se ejerce el derecho al voto se está delegando en los candidatos, delegando, porque la responsabilidad de lo que los electos hagan con la confianza que reciban, será de quienes les hayan votado.
Vale.
Vale.
Ayer se celebraba el día de la Libertad de prensa, con el fotógrafo Manu Brabo detenido por Gadhafi, el amigo de Aznar. El domingo, el director de un medio regional extremeño publicaba un artículo en el que elevaba de nivel una anécdota, según la cual, los jóvenes no saben que los periódicos se publican todos los días. Claro, para concluir que nuestros jóvenes están todos echados a perder. Una cosa es cierta: los jóvenes no compran periódicos hechos por viejos y para viejos.
Hoy, qué cosas, hoy, en el mismo periódico se puede ver un ejercicio habitual de manipulación. Sutil, pero muy eficaz para los intereses a los que sirve. Y de los que se sirve. Muchas veces no es necesario un gran titular para que una noticia o lo que sea eso quede claramente manipulado. Basta con recurrir a una media verdad, que, cuando se conoce es una mentira completa. En este caso, la media verdad sirve para ayudar al amo.
En la edición en papel, el medio regional suele componer sus noticias de cuatro elementos: una frase que precede al titular de la información, en mayúsculas, pero letra no muy grande, un titular, con letras gordas, y una o dos entradillas, con letras claramente grandes. Luego viene la noticia con la letra pequeña. O lo que es lo mismo: lo que interesa es que se vea el titular, que se vean las letras gordas y la foto. Vaya, sin querer me ha salido un resumen de lo que es, en estos días, un periódico.
Porque el texto de la noticia, como que no, como que no sirve para nada. Y sobre todo, que no puede servir para desmentir las letras gordas.
Junto a una foto de la plana mayor del Partido Gurtelar, se ve un titular y, sobre todo, una entradilla que es una media verdad. Y cuando un periodista está escribiendo una media verdad sobre que está cometiendo un ejercicio de prevaricación, de violación a sabiendas de la libertad de prensa, que, básicamente consiste en contar la verdad.
Dice la entradilla: “Monago promete que si gana los parados no pagarán tasas públicas y que acabará con todos los coches oficiales”. Eso, la demagogia al servicio de la demagogia. Porque la entradilla, qué cosas, sencillamente es una media verdad que el propio texto desmiente: “… además de eliminar los vehículos oficiales en la Administración regional, que serán sustituidos por un parque móvil”.
Vaya con el matiz. Pero el director del periódico, el que afirma categóricamente el pasado domingo que los jóvenes no saben que los periódicos se publican todos los días, se dedica al fácil ejercicio, seguramente bien agradecido por quien tiene que hacerlo, de mentir. Porque es lo que hace con la entradilla.
Ayer se celebraba la libertad de prensa. Hoy, qué cosas, hoy, como todos los días, nos encontramos con que los periódicos, los medios de comunicación la pervierten, la contaminan. ¿Quién les va a creer? Ya no existen medios de comunicación independientes, ya la libertad de prensa es una reliquia del pasado. Hoy, qué cosas, hoy, los medios de comunicación son negocios o partes de un negocio mayor, y los periodistas, salvo algún que otro romántico, están al servicio de quien les paga.
Mejor sería reconocer de dónde vienen sus salarios (y no vienen de las empresas editoriales, que son meras intermediarias), vienen de los intereses bastardos a los que se han plegado, algunos, la mayoría, los currantes, por la necesidad, y los menos, los directores, los jefes, porque les gusta. Para quienes hacen del periodismo profesión y no tienen más remedio que aceptar lo que les manda, un respeto. Para los que se sirven de los trabajadores para engordar sus egos, para ellos, el desprecio.
Hoy, qué cosas, hoy, un día después de la celebración de la Libertad de Prensa, vuelve a constatarse que quien paga, manda.
Por cierto, no digo el medio de comunicación regional de Extremadura porque no me apetece. Y porque no quiero que el Open Office se me vuelva a estropear por escribirlo.
Vale.
P.S. Hética periodística. Está bien escrito, es así como se escribe.
Vale.
Históricamente, en las democracias occidentales, se afirma que “la abstención siempre favorece a la derecha”. Y es cierto. Esto es así porque el voto universal (“un hombre, un voto”) es una conquista de las clases trabajadoras. Como lo fue la conquista del voto femenino por las mujeres. O lo que es lo mismo, frente al voto censitario (solamente podían votar los propietarios), está el voto universal. Los propietarios, los que estaban en el censo de propietarios, creen que la abstención les favorece. No solamente lo creen, sino que la promueven. Porque los no propietarios son, somos más. Y favorecer la abstención elimina contrincantes.
Campañas de desprestigio de la política como las que practican los medios neoconservadores o parafascistas en España, no tienen más destino que el de la desmovilización de la mayoría del electorado. Porque los propietarios (propietarios de la democracia, obviamente) sí acuden a votar, para salvaguardar sus derechos, su pertenencia al censo.
O campañas como la denominada #nolesvotes en las redes sociales, con claros instigadores, tienen como finalidad no la desmovilización general de los votantes, sino la desmovilización exclusivamente de las clases más desfavorecidas y, por su ámbito de desarrollo, de los jóvenes.
Creen los instigadores de la desmovilización que conseguir la abstención de grandes bolsas de población joven les favorece a corto plazo, pero su objetivo es a más largo plazo. El desprestigio de la política, del sistema democrático solamente favorece a los propietarios, de ahí que todos estén agrupados en torno a un partido político que se mueve más en términos de una sociedad mercantil que en términos del desarrollo social y democrático.
A los propietarios, a los que el derecho al voto les viene de herencia, de estar incluidos en el censo de propietarios, conseguir que quienes les arrebataron la capacidad de decidir renuncien, les motiva. Y en estos tiempos de crisis (que a ellos no les afecta) están tratando de alcanzar la renuncia total de las clases trabajadoras a intervenir en política.
Que el sistema de partidos no es perfecto, vale. Que la democracia, como decía Churchill, es el menos malo de los sistemas también. Pero renunciar a ejercer el derecho a decidir es una claudicación que los trabajadores, las clases medias no se pueden permitir. Y los jóvenes, menos.
Los jóvenes, los que más están sufriendo el azote de la crisis, tienen muchas opciones: echarse en brazos de la derecha censitaria y firmar su aniquilación política, renunciar a ejercer derechos democráticos y alcanzar la esclavitud económica, movilizarse en torno a colectivos reivindicativos o participar activamente en partidos democráticos de izquierdas para con su fuerza cambiarlos y llevarlos a que las conquistas sociales no pueden ser derrotadas.
No sirven el abandono, la renuncia o la claudicación, que es lo que buscan quienes se pregonan neoliberales y en realidad están tejiendo un sistema político y económico de perpetuación del voto censitario y la exclusión del voto de los asalariados, de los parados.
En España, la derecha económica, política y mediática no busca la ganancia en las urnas solamente, sino que está haciendo prisioneros a los colectivos más débiles, parados y jóvenes, para explotarlos en los nuevos campos de algodón.
Vale.
Cuando aún faltan días para el comienzo de la campaña electoral de las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo de 2011, es tiempo de plantearse alguna reflexión. La primera y principal es que los ciudadanos, cuando ejercen su derecho al voto, nunca se equivocan. Votamos libremente, y votamos según nuestros intereses, afinidades y afectos. Y el resultado de las urnas es inapelable.
La segunda reflexión es que, al socaire del auge de las nuevas tecnologías, del uso cada vez más extendido de internet y de la importancia que tienen las redes sociales, junto con otras variables, la participación que reclaman los ciudadanos va más allá del día en que se celebran las elecciones. Los ciudadanos van modulando sus ganas de participar, incrementándose de unas elecciones a otras (con independencia de que, luego, el día de depositar el voto, se acuda o no al colegio electoral).
La tercera es algo que siempre se olvida: los ciudadanos no nos equivocamos nunca, pero somos responsables de que el ejercicio del gobierno (local, autonómico, estatal o europeo) lo ejerza uno u otro partidos. Porque ha sido, porque es nuestra decisión.
Los ciudadanos, cuando votamos, decidimos. Y no nos equivocamos. O eso creemos. Porque la responsabilidad que depositamos en quienes son objeto de nuestras preferencias no termina en la introducción de la papeleta en la urna. Esa responsabilidad continúa durante toda la legislatura.
Los ciudadanos, en definitiva, somos responsables, o corresponsables, de los actos de gobierno que se realizan en nuestro nombre y con el aval de nuestro voto.
La exigencia a los cargos públicos del recto ejercicio de los cargos para los que los elegimos también tiene una contrapartida: cuando durante una legislatura un gobierno (local, autonómico y local) adopta decisiones en contra de los intereses de los ciudadanos, no debe extrañarnos que quienes no votaron a ese gobierno reclame a los que sí lo votaron su parte de responsabilidad.
Ahora que se acercan unas elecciones, por tanto, debemos reflexionar si nuestro voto se mantiene fiel o se cambia. Debemos reflexionar sobre qué destino queremos darle a nuestro voto y cuáles son los valores que debemos tomar en consideración. Porque esa es otra: votamos según nuestros intereses, nuestras afinidades, nuestros afectos. Pero nunca debemos olvidar que con el voto depositamos una parte de nuestros valores, o que nuestros valores ciudadanos forman parte de la papeleta que introducimos en la urna.
En muchas ocasiones, y las encuestas demoscópicas se encargan de resaltarlo (para garantizarse un adecuado mercado empresarial, no por otra cosa), votamos a la contra. O lo que es lo mismo, se nos incita más a votar en contra de un determinado gobierno sin que sepamos bien si ese voto no se volverá contra nosotros.
Por eso, cuando se conozcan los resultados de las elecciones del 22M, habrá que felicitar a los partidos ganadores (que no son todos, aunque las noches electorales lo parezcan), a los votantes que han decidido ese resultado. Y al día siguiente de que se formen los gobiernos que resulten, éstos estarán sometidos a la crítica (más o menos acentuada en un período inicial de cortesía). Y los votantes, los ciudadanos que con su voto hayan contribuido a que se formen tal o cual gobierno deberán aprender que serán responsables, corresponsables, de las decisiones que esos gobiernos tomen.
No vaya a ser que, como sucede muchas veces, si a alguien se le dice, tras escucharle una crítica a un determinado cargo público, que tanta responsabilidad tiene ese cargo como el ciudadano que lo ha votado, nadie asuma esa responsabilidad. De ahí que votar a la contra, que votar en contra, acarree luego penalidades y vergüenzas que se podrían haber evitado.
Vale.