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Soberanía

cercadelasretamas —  octubre 27, 2015 — Deja un comentario

Tras el documento de acuerdo entre Junts pel sí y la CUP para iniciar el proceso de independencia de Cataluña hacia un estado independiente, se han sucedido declaraciones de ida y vuelta, algunas de retroalimentación. En el caso del PP, en la persona de Tancredo Rajoy, parecen instalados en un mantra: “Si es Cataluña, arrasamos en las generales”, quizás recordando (in)conscientemente a aquella frase atribuida a alguien del gabinete de crisis tras el 11M: “Si ha sido ETA, arrasamos”. Rajoy, en su piedra de inmovilidad.

Pero escuchando entrevistas, cortes de declaraciones y otras píldoras, me ha parecido escuchar a Antonio Baños, en “Más Vale Tarde”, de La Sexta, decir algo sorprendente, tras un tira y afloja dialéctico con la presentadora Mamen Mendizábal y Txema Montero, uno de los tertulianos, sobre si había mayoría independentista, en votos o en escaños: que el partido de Artur Mas3% y la CUP habían decidido iniciar el proceso parlamentario, donde cuentan con mayoría, porque la soberanía reside en… el parlamento.

En cualquier régimen democrático occidental, la soberanía reside en el pueblo, y el parlamento ejecuta los mandatos del pueblo, del que emanan, además, todos los poderes del estado. Esta cuestión, claramente definida en la Constitución española, como en otras muchas, parece que en la dialéctica independentista se pierde.

Cuando he escuchado a Antonio Baños esa afirmación, me ha sorprendido, por tratarse de un profesor universitario, en materia económica, parece que de formación científica marxista, y que un desliz como ese acredita un error de partida que, de ser, un pensamiento de fondo plantea dudas más que peligrosas.

Si para los impulsores del proceso independentista, ahora la soberanía reside en el parlamento catalán, están apropiándose, indebidamente, del valor superior de cualquier organización de un estado: se apropian de la soberanía por encima de su depositario, el pueblo catalán.

Que en su dialéctica pretendan llevar adelante su proceso político porque se sienten legitimados por un 48% de los votantes, forma parte de la hoja de ruta. Pero no pueden, en modo alguno, hurtar la soberanía nacional del pueblo catalán por encima de todos los catalanes. Forma parte de esa dialéctica.

Pero lo que hoy decía Baños supone, además, que durante el tiempo que se desarrolle ese proceso, al menos, la soberanía del pueblo catalán, incluidos sus votantes, estará secuestrada y los parlamentarios independentistas se arrogan algo que no les pertenece, sino de la que son servidores.

El sustraer la soberanía al pueblo catalán es un mal principio. Pero dado que ese pueblo no es independentista en una mayoría indubitable, no tienen más remedio que tergiversar los conceptos, en retorcer las fuentes del derecho en su beneficio.

Mientras que para conseguir unos fines políticos, desde partidos políticos, o desde creadores de opinión pública se violen conceptos básicos y claros, el proceso nace viciado y, en el caso más que improbable, de que prosperara, ¿quién será capaz de decirle a Antonio Baños y Artur Mas3% que la soberanía reside en el pueblo catalán, cuando son ellos los hacedores, los creadores?

Vale.

Hace años se cerró la línea Plasencia-Astorga, con leves protestas. O lo que es lo mismo, con la renuncia de los extremeños a ejercer derechos, a ejercer la ciudadanía. Resignación y a otra cosa. O la desaparición de las vías extremeñas del Lusitania, en beneficio de su paso por la provincia de Salamanca. Más resignación.

Desde que comenzó la actual legislatura, las inversiones o no inversiones del AVE desde Madrid a Badajoz son una muestra permanente del debate político. Y en la calle (en los bares, vamos) la orientación es la de resignarnos (“siempre lo mismo, gobierne quien gobierne”) y la de decir que nunca tendremos un tren decente en el que ir a Madrid. Y mientras esto sea así, quienes toman las decisiones o se oponen a ellas, tan contentos.

Hoy, 22 de octubre, la Asamblea de Extremadura ha aprobado una moción para reclamar al gobierno central una mejora del ferrocarril (en general) y unas medidas concretas sobre AVE, electrificación de vías, enlace de Brazatortas… todo, orientado a la relación con Madrid. Un síndrome de dependencia del Estado centralista que demuestra poca visión, a mi juicio.

En primer lugar, desde el poder político debería hacerse pedagogía y establecer en la dialéctica política que la necesidad de que Extremadura cuente con un tren de alta velocidad pero no porque por población (somos un escaso millón de habitantes, muy dispersos) pudiéramos darle un uso masivo, sino para conseguir atraer viajeros, turistas, y, con buenas políticas, negocios. Extremadura necesita recibir visitas, turistas. Esa es la auténtica razón por la que se necesita una buena conexión con Madrid y no para ir a comprar lotería a Doña Manolita.

Sin embargo, en la información publicada sobre la moción aprobada hoy por la Asamblea de Extremadura, vuelve a aparecer el fantasma de la línea Plasencia-Astorga porque no parece que existan trenes hacia el Sur… por ahora. Al paso que vamos, ni eso. Ni trenes a Huelva (el puerto de mar más próximo, salida de mercancías a una distancia más o menos igual que Lisboa) con los que dar salida a productos de la región. Y tampoco parece que nadie recuerde que hay, de momento, conexión (mala con ganas, pero conexión) con Sevilla.

Y sobre la necesidad de que la conexión con el Sur se mantenga, se aumente, y, sobre todo se mejore, no parece que la Asamblea se haya pronunciado. Quizás porque la geografía no sea el fuerte de sus señorías. Mantener la conexión, mejorarla sustancialmente, con Sevilla, tiene razones económicas de primer nivel. No hay que olvidar que la capital andaluza está a menor distancia de Mérida, Badajoz o Cáceres que Madrid. Y que la capital andaluza tiene una población de 700.000 habitantes (dos tercios de la total de nuestra región), y que su área metropolitana tiene 1.540.000 habitantes.

Por meras razones de economía, las relaciones entre Extremadura y Sevilla debieran ser un objetivo político, pero la dependencia “de Madrid” parece más un síndrome que una opción reflexiva.

Está claro que Madrid es el eje de la economía nacional y eje de la política nacional, pero fiar todo a una dependencia cuasi enfermiza, no dice mucho de una región que está condenada a la resignación cuando no es capaz, siquiera de mira hacia otro sitio que no sea la ubre del Estado.

Que la conexión ferroviaria entre Extremadura y Sevilla (cuya área metropolitana es 1,5 veces mayor en población que toda la región) sea tercermundista y que quienes tienen el mandato político de sacar a esta tierra de la cola económica y del ostracismo lo fíen todo a una carta es asumir la derrota de salida.

Volveremos a conocer la misma situación de la vía Plasencia-Astorga y nos quedaremos con una vía de mala calidad que llegue, como mucho, a Zafra. Y de ahí hacia el Sur, nada, porque nada hacen quienes tienen la obligación de actuar con contundencia. Claro, que esos mismos no utilizan esos trenes porque saben, ya, que ir de Badajoz a Madrid son más de 6 horas, o de Sevilla a Cáceres un mínimo de 5 horas, eso si hay suerte.

Vale.

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Modelo de Vagón de Primera Clase del AVE Madrid – Lisboa, próximo a entrar en servicio en el tramo Madrid-Cáceres

Días atrás, Mariano Rajoy inauguró la línea de AVE hasta León, desde Valladolid. Una línea de alta velocidad que ha nacido con algunas cuestiones dignas de tomarse en cuenta. La primera, que para asistir a la inauguración, Rajoy dejó plantado al Senado: prefirió ir a una inaguración antes que responder a las preguntas de los parlamentarios. Ese es su alto concepto de la democracia.

La segunda, que es una línea que cuenta con un solo tren. Es decir que las “conexiones” (los trayectos ida/vuelta) no pueden ser muchos. Y curiosos. ¿Cómo es posible que en la web de Renfe para ir de Madrid a León en alta velocidad haya que hacer transbordo? Bueno, sí, es un trayecto MD/AVE (un trozo en media distancia otro en AVE). O lo que es lo mismo, una chapuza.

La tercera, el episodio de Valladolid, donde su alcalde, el socialista Óscar Puente, se negó a participar en el viaje inaugural y se limitó a entregar a Rajoy una carta de los vecinos de La Pilarica, que han quedado aislados con las obras del AVE.

O lo que es lo mismo: Rajoy desprecia al Senado para hacerse un reportaje fotográfico, inaugura una chapuza y además, ignora el aislamiento de unos vecinos.

Algo así puede pasar en Cáceres. Digo lo del aislamiento.

Mientras hoy la alcaldesa Elena Nevado se muestra jubilosa por la aprobación de los proyectos básicos de conexiones Norte y Sur de la plataforma del AVE con Cáceres. Unos proyectos básicos que mantienen la decisión del Ministerio de Fomento de que la estación de Cáceres continúe siendo la actual.

Esto supone, sin más, condenar definitivamente a la Barriada de Aldea Moret al mayor de los aislamientos. El proyecto básico aprobado, por el Sur arranca desde la vía a la salida de la zona del Poblado Minero y tiene un primer punto de análisis técnico más relevante a resolver que es el paso bajo la EX-100. Un paso que se hará bajando, no mucho por cierto, la rasante de la plataforma y, pasado dicho punto, hasta la plataforma ya construida a pies del Cerro de los Romanos en dirección a Aldea del Cano, la vía prevista en ese tramo tendrá una considerable pendiente, que los autores del proyecto reconocen y que plantean medidas para reducir la inclinación.

Todo ello, por no plantear una mejor solución. Una solución que no sometiera a desprecio a todos los vecinos de Aldea Moret, que serán condenados a un solo acceso de enlace con la ciudad.

Una solución que podría ser un nuevo emplazamiento de la estación, al otro lado del Cerro de Cabezarrubia, por ejemplo, y que no harían necesaria tanta inclinación como la prevista en el enlace Sur. O, también, el soterramiento de la plataforma, tanto desde el acceso Norte, pasando la vía bajo la C.N.521, y mantener ese soterramiento en la propia estación, dejando las vías y los andenes de Alta Velocidad a una altura inferior de la actual plataforma. Ese soterramiento, que es cierto que más costoso. Pero supondría conseguir una alta permeabilidad urbana y romper, de modo definitivo el aislamiento de Aldea Moret.

Claro, que esto es algo que poco interesa a quienes apuestan todo a que llegue un tipo de tren que les permita salir en una foto, pero que desprecian a los vecinos, a los muchos vecinos de una poblada barriada, y que olvidan que el ferrocarril no es todo alta velocidad, que puede ser y debe ser también una red de buenas vías para permitir otros trayectos.

El actual ferrocarril convencional en Extremadura es un desastre. Un desastre con trayectos que para 270 km, como es el de Cáceres-Sevilla, o 300, Cáceres-Madrid, el tiempo de viaje supere con creces las 4 horas (eso sin contratiempos).

Al mismo tiempo que se reclama (muchos no saben para qué) un tren de alta velocidad, debería reclamarse una mejora sustancial del ferrocarril convencional, con dos puntos básicos: la mejora de la red de vías y el mejor mantenimiento del material rodante.

Pero mientras que se aplauda con las orejas un proyecto básico (ahora hay que redactar el de ejecución, que lleva su tiempo), en base al que se condena al aislamiento a todo un barrio, y se olvide (porque, teniendo coche oficial ¿para qué ir en tren?) el tren convencional, seguiremos dando muestras de tener, como los paisanos de Gila, la frente estrecha estrecha, que entran las ideas a rastras, cada año una, los años bisiestos dos.

A quienes desean mantener una situación de aislamiento a costa de hacer una política de vía estrecha, les vendría bien darse unos viajecitos en tren a Madrid desde Cáceres, a ver a Mariano Rajoy, o a Sevilla, a saludar a Moreno Bonilla, y volver. Seguro que cambiaban de opinión.

Vale.

P.D. Que alguien pregunte a la alcaldesa de Cáceres qué opina de las clotoides del acceso Sur.