En anteriores entradas, tres en concreto, trasladé a esta web la publicación en El Diario de Cáceres del año 1903 las crónicas de las sesiones celebradas en la Audiencia Provincial que vio, con jurado popular, el llamado “Crimen de Casas del Castañar”. Dichas vistas terminaron con el veredicto del jurado popular que apreció culpabilidad en los dos acusados y con la sentencia final del tribunal de derecho condenándolos a la pena de muerte.
Un año después, cuando la ejecución de la sentencia se había determinado, y la horca esperaba a los condenados, se iniciaron los trámites para que por el Rey se les otorgara el derecho de gracia, y la pena de muerte les fuera conmutada, mediante decreto de indulto, por la cadena perpetua.
En El Noticiero, diario de Cáceres, de 5 de diciembre de 1904, encontramos las informaciones que sobre la petición de indulto se iban conociendo. Y ello, según el mismo periódico, por tratarse de un asunto en el que existía pleno consenso social. Así lo contaba El Noticiero.

Cabecera de El Noticiero. 5 de diciembre de 1904.
Siempre fué motivo de satisfacción para las almas nobles perdonar á los que ofendieron, pero hay momento en que la ofensa toca ciertos límites que hasta el alma más templada vacila, aunque de su perdón pudiera depender la suerte de sus semejantes.
Al pié del cadalso infamante hemos visto todos que están dos desgraciados, reos de un asesinato que la sociedad no podrá perdonar jamás. La más terrible pena impuso la Justicia humana á los autores y su ejecutor se dispone á cumplir la horrible sentencia.
Ante circunstancias en las que se ventilaba la vida de dos hombres, todos temblamos y sin darnos cuenta de ello un grito expontáneo se escapaba de los labios pronunciando la hermosa palabra ¡Perdón!
Todos en ello hemos estado de acuerdo; para pedir el indulto de esos desgraciados no ha habido banderías, partidos, ideas políticas, etc., nada de eso que separaría y separa del camino de progreso por donde debemos enderezar nuestros pasos, no ha habido más que corazones que han sentido uno de los más innatos sentimientos, el de la humanidad.
Ante el terrible drama que se avecinaba, en el que á sangre fría, una mano ni amiga ni enemiga de los malhechores, había por ministerio de la Ley de arrancarles la vida, todos nos pusimos en movimiento y en él continuamos por todos los medios que estén á nuestro alcance, que la regia prerrogativa se ejerza una vez más arrancando dos vidas al verdugo.
Esto es honroso, esto es grande, esto es también lo natural. Al fin y al cabo cumplimos con un deber perdonando en nombre de la sociedad á quienes personalmente no nos han ofendido, solicitando el indulto para aquellos que á nosotros no nos han causado ningún perjuicio positivo.
Pero hoy registramos un hecho más grande, más sublime y en el que realmente el comentario, la alabanza empañaría su grandeza, solo expresada con la elocuencia con la relación escrita del hecho.
Para todos es sabido que la acusación en la vista de la causa en que ambos reos figuraban como protagonistas, la sostuvo nuestro particular amigo el elocuente criminalista D. José Ibarrola.
Fundamentadas razones debió alegar el joven abogado, corroboradas por el sumario, cuando los tribunales apreciaron que los acusados eran merecedores de la terrible pena á que están condenados.
Pero tras el cumplimiento concienzudo del deber profesional, había de venir forzosamente el de hombre humanitario y caballero perfecto, y los hechos han venido á denunciarlo de una manera elocuente.
En la mañana de ayer, el Sr. Ibarrola mandó a doña Encarnación Guillén, viuda del pobre maestro D. Fernando Ramos, asesinado en Casas del Castañar, la siguiente carta.
Sra. Dª Encarnación Guillén Guerra
Muy señora mía: Como usted sabrá, están próximos a ser ejecutados los matadores de su difunto esposo D. Fernando Ramos (q.e.p.d.) Agustín de la Calle y Deogracias Martín Garrido. Creo realizará usted un acto hermoso de caridad cristiana pidiendo el indulto de esos infelices, que cometieron horrendo crimen, están ya arrepentidos de lo que hicieron, y sin necesidad de que los ahorquen, sufrirán en prisión perpetua el castigo de sus culpas.
Yo, que fui su abogado defensor [acusación particular], le ruego encarecidamente que lo haga, sirviéndose usted de ponerme cuatro letras á continuación para que en su nombre implore sin pérdida de momento su indulto y su perdón.
Contésteme con el dador y queda á sus órdenes su abogado y afectísimo servidor q.b.s.p.
JOSÉ IBARROLA MUÑOZ
Á tal misiva, la viuda del infortuna D. Fernando Ramos, contestó lo siguiente
Arroyo del Puerco 4 de Diciembre
Sr. D. José Ibarrola
Muy señor mío: Veo con gusto el gran interés que se tenía por los reos que dieron muerto á mi querido esposo (que en paz descanse).
Yo con el mismo gusto que Vd. deseo perdonarlos, alegrándome estemos en perfecto acuerdo sin haber tenido conversación ninguna respecto á este asunto. Por tanto hoy es un día feliz para mí, en perdonar la vida á esos dos hombre que tanto daño me hicieron.
Sin otro particular sabe me tiene á sus órdenes y es su segura servidora que b.s.m.
ENCARNACIÓN GUILLÉN GUERRA.
Vale.
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