El homicidio de la presidenta de la Diputación de León y su repercusión informativa, son la excusa perfecta que necesitaba el Partido Popular, el que gobierna (mejor dicho, manda) por la gracia de Dios para dar una vuelta de tuerca en el garrote vil de la represión.
El 11M de 2004, Arriola (el gurú de la prensa y propaganda de Aznar) dijo: “Si ha sido ETA, arrasamos en las elecciones”. No fue ETA, se empeñaron en que lo fueran y han quedado condenados al rincón de la mentira de la historia.
El pasado lunes, cuando se conoció la noticia de la muerte de la dirigente del PP leonés, las noticias corrían de un medio a otro, con la asepsia de desconocer cualquier móvil, cualquier atisbo de autoría. De ahí a que aparecieran PP (presuntos periodistas) asociando escraches, acosos políticos y similares con el homicidio, no se tardó nada. Pero…
Pero como en el 11M de Arriola, la realidad pudo más que los deseos: el homicidio lo había cometido alguien del PP, vinculado al PP. Cualquier otra teoría de instrumentalización política se venía abajo. Ni siquiera valían los escraches como legitimación de orige para acusaciones.
Circunscrito el asunto a una cuestión entre personas vinculadas al mismo partido político, la cuestión era, y es, cómo obtener rédito político para quienes quieren hacer del miedo y la represión el instrumento único de su gobierno (de su ordeno y mando).
Y, por supuesto, rápidamente encontraron la causa de todos los males, incluido en ese totum revolutum hasta el homicidio de la pasarela sobre el Bernesga: twitter.
El homicidio leonés ha sido y es la excusa que la derecha fascista, cada vez más envalentonada en la impunidad que les da saberse legítimos (por la gracia de Dios) detentadores del poder, para tratar de silenciar cualquier atisbo de crítica hacia sus ajustes de cuentas contra el estado del bienestar, contra los trabajadores. En el Partido Popular se ha desatado una carrera represora contra las redes sociales (básicamente, contra twitter y, en menor medida, contra facebook).
Encabeza esa carrera el Ministro del Anterior, opusdeísta, sectario y reaccionario a partes iguales, en una cruzada (cuánto le gustan a estas gentes las cruzadas) contra los comentarios en twitter. La excusa: comentarios sobre la presidenta de la Diputación de León y su muerte violenta. Pero es una excusa. A esa cruzada se han sumado políticos de alto nivel intelectual del PP, como los de Extremadura, que consideran, como Monago, que twitter es un pudridero de enfermos, pero que no dudan en crear (¿utilizando los ordenadores de la administración regional?) para tratar de ganar en esa red el debate de la moción de censura.
Ahora, perdida toda esperanza de ganar en la opinión el control de las redes sociales, quieren ganarlo en la represión. A este paso, su ideal del triunfo de la cruzada es poner concertinas en la red y crear campos de concentración de internautas.
A esa cruzada se han sumado con evidente alborozo los medios de comunicación convencionales. Porque… claro, la información (lo que ellos dicen que es información) es patrimonio suyo. Los periódicos, las radios y las televisiones, perdida la batalla de la verdad, escondidos en la basura de la manipulación, aplauden con las orejas los intentos fascistas del gobierno en acallar las redes.
Periodistas que tuitean con argumentos como “el que tengas una cámara de fotos y una cuenta de twitter no te convierte en periodista”, no dejan de traslucir la realidad. Esos periodistas están diciendo que para serlo es preciso tener un título, pero, sobre todo, tener un pesebre del que comer todos los días.
Ahora, cuando las redes sociales se han convertido en verdaderos transmisores de información, que los usuarios, los receptores, deben y saben discernir los que es verdadera información o noticia de lo que es basura, los medios de comunicación convencionales ven en peligro su oligopolio. No todo lo que sale en los periódicos, dicen las radios o sale en TV es verdad (de hecho, cada vez menos cosas son verdad), del mismo modo que no todo lo que sale en internet (de hecho, una mínima parte) la verdad.
Pero cuando el poder político basado en el miedo y la represión se alía con un poder de comunicación basado únicamente en la cuenta de resultados, la conclusión es clara: vamos camino de un fascismo que ríete tú de lo que está pasando en Turquía, sin ir más lejos.
Ah, y que partidos como el PSOE o, como he leído hoy, IU en Extremadura estén de acuerdo en censurar las redes sociales desde la Asamblea regional, tampoco es moco de pavo.
Con la excusa de que no se pueden consentir según que comentarios en twitter sobre la muerte de la dirigente leonesa del PP, hay que tapar mierdas como, por ejemplo, el mal ejemplo dado por los concejales de ese mismo partido en el Ayuntamiento de Toledo. La censura, política, del Partido Popular debería ir contra sus correligionarios que han tenido ese comportamiento políticamente delictivo, o contra las declaraciones machistas (¿no existe el delito de enaltecimiento del machismo? estamos tardando en regularlo) de su candidato a las europeas del 25 de mayo.
Pero no. La excusa del homicidio de León es tan buena como otra cualquiera para repartir represión y miedo a manos llenas.
Vale.
El día 15 de mayo, la Asamblea de Extremadura celebra un debate de una moción de censura presentada por el Partido Socialista de Extremadura contra el gobierno del Partido Popular, presidido por José Antonio Monago. En España, el derecho constitucional establece que las mociones de censura han de ser constructivas, es decir, tienen que incluir candidato y programa de gobierno que es examinado por el cuerpo legislativo. Es decir, que se examinan el candidato que propone la moción de censura y el programa de gobierno.
En Extremadura, donde gobiernan en coalición el Partido Popular y el Partido Comunista, el candidato va a ser examinado por el censurado, y lo va a ser sin testigos.
Además de lo extraño de que el censurado intervenga y cierre el debate, que ya utilizó en su día Rodríguez Ibarra, lo más extraño es la decisión de los socios de gobierno de la Junta de que no haya testigos.
El debate no será televisado, seguramente porque no tenga relevancia que los ciudadanos extremeños conozcamos si el candidato es capaz de desgranar y poner negro sobre blanco el auténtido derrame de mentiras, falacias y trampas que el Partido Popular con la cooperación necesaria del Partido Comunista.
El debate no será televisado, seguramente porque el Partido Comunista no quiera que sus enaguas de vergüenzas se vean en su connivencia con un partido de extrema derecha y su colaboracionismo con un gobierno que está recortando de modo salvaje los derechos de los trabajadores.
El debate no será televisado, seguramente porque ni Monago ni Escobar quieren testigos. Por eso han ordenado que no se televise. Los ciudadanos, para esta gente que nunca creyó en la democracia y que siguen pensando que el poder, y el ejercicio del poder, les pertenece por la gracia de Dios.
El debate no tendrá testigos y a los ciudadanos nos llegará la propaganda que los medios de comunicación (o algo parecido a eso) nos quieran vender.
El debate no tendrá testigos porque los autores del austericidio no los quieren, no quieren que sepamos cómo llevan a cabo sus ajustes (en el sentido del Chicago años 20) contra los trabajadores.
Ahora, cuando el BOPP y el HolaPP se dedica a hacer publirreportajes con el perfil agraciado de los comunistas que se jactan de violar cualquier principio ideológico en su coyunda con la extrema derecha, no quieren testigos.
Los crímenes ideológicos son los más difíciles de encubrir, pero si eliminamos a los testigos, eliminamos la culpabilidad. Los culpables seguirán paseándose por platós y páginas de periódicos (qué pena que haya que utilizar tan hermosa palabra para lo que no son más que libelos).
Ahora, algunos dicen que han censurado a Canal Extremadura para no emita el debate. No Canal Extremadura, su dirección, sus amos, son cómplices en la eliminación de testigos. Que los trabajadores (a saber cuántos) digan que los censuran no deja de ser un oximorón. Canal Extremadura está de acuerdo, es cómplice de la eliminación de testigos.
Vale.