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Tras el resultado electoral del 2 de diciembre en Andalucía, han comenzado a surgir iniciativas para frenar a la ultraderecha, para parar a Vox. Esas iniciativas comenzaron en la propia Andalucía al día siguiente de las elecciones con manifestaciones masivas “en contra” de los resultados.
Es meridianamente cierto que la ultraderecha nunca se había ido, que estaba agazapada en la derecha (en el Partido Popular) y aún recuerdo, hace años, cómo se “elogiaba” que fuera el partido creado por exministros de Franco el que servía de dique, el que conseguía que ni Fuerza Nueva ni otros grupos ultramontanos llegaran a los parlamentos.
Eso ha cambiado, y lo mismo que los llamados populismos de izquierdas (Podemos y otros grupos) han fragmentado y en gran medida desmovilizado el voto más progresista, la llegada de Vox al Parlamento andaluz ha fragmentado el voto de la derecha (pero no lo ha desmovilizado), y el reto que se plantea no es convocar manifestaciones contra la llegada de la ultraderecha (más bien, su retorno), sino cómo conseguir, de modo efectivo, que ese retorno no siga aumentando.
Está claro, muy claro, que Pablo Casado, Alberto Rivera y Santiago Abascal han mamado de la misma teta franquista, y los tres tiran de la misma mama para que lo que antes se llamaba “franquismo sociológico” llene sus expectativas de voto.
Es preciso que, cuanto antes, los partidos de izquierda se tomen en serio su papel democrático, constitucional e ideológico: los partidos son los instrumentos que tenemos los ciudadanos para transformar la sociedad. A diferencia del Partido Popular, Ciudadanos, y ahora Vox, que para ellos sus partidos son sus instrumentos de perpetuación en el inconsciente colectivo.
Con el PSOE en el gobierno, Podemos y sus confluencias atornillando las ruedas al asfalto, IU deglutida, la mayor prioridad debería ser la movilización de los ciudadanos progresistas, para que, electoralmente, eso se traduzca en gobiernos de izquierdas en las próximas elecciones municipales y autonómicas.
Estamos asistiendo a un ataque frontal de la derecha utilizando la Constitución como arma (en el sentido bélico del término), la misma a la que Alianza Popular y todos los padres fundadores del Partido Popular, negaron su voto afirmativo, particularmente por el Título VIII, el estado de las autonomías, lo mismo que abandera ahora Santiago Abascal, su deseo de acabar con ellas.
Utilizan la Constitución contra el PSOE y el gobierno de Pedro Sánchez lanzando cada día ataques de pureza de sangre constitucional en el asunto de Cataluña. Y es aquí donde hay que pensar que Quim Torra y el PdeCat son derecha pura y dura y no olvidar que Artur Mas aplicó en Cataluña unos recortes más salvajes que los del propio Rajoy. Quim Torra, y Puigdemont, son supremacistas, y se sirven de una ERC que ha perdido cualquier seña política social, cegados por un imposible deseo de independencia.
A la derecha (y ultraderecha) española le viene muy bien que la derecha (y la ultraderecha supremacista) catalana le sirva de coartada (en el sentido policial del término) para repartir carnets de constitucionalismo cuando esa misma derecha no ha creído en ella.
No es una respuesta inteligente convocar manifestaciones antifascistas que lo que consiguen es la reafirmación de quienes son señalados. O, al menos, no es ni mucho menos el mejor método para parar a la derecha (y a la ultraderecha).
El mejor método es una mayor presencia política, una auténtica movilización política, la consecución de que los ciudadanos que no quieren involución (¿alguien se acuerda de esta palabra?) se incorporen a los partidos de izquierda, y que esos partidos (PSOE, Podemos y sus confluencias, IU…) se pongan de acuerdo en que solamente desde la ciudadanía, militante o simpatizante, pero activa, se conseguirá poner ese freno.
Conseguir que la abstención sea la menor posible, porque no hay que olvidar que la abstención siempre favorece a la derecha.
Vale.
Asistiendo al espectáculo de enseñar quién es más nacionalista, si los independentistas catalanes o los españolistas de cualquier parte, no me queda ninguna duda: las víctimas, los trabajadores. Ni siquiera los ciudadanos.
Cuando la supremacía se lanza a las banderas, los ciudadanos desaparecemos, y nos convertimos en súbditos. Ahora, en este triste espectáculo de intentar ser más nacionalista que nadie (ya sea en Catalunya, en Zaragoza, en Málaga…o en Botija, por un poner), los individuos hemos desaparecido. No se cuentan personas, ni ciudadanos, se cuentan banderas.
¿A quién beneficia este crimen sociopático? Como decía Séneca, aunque sea escrito con cierto estilo de latín macarrónico: “cui prodest scelus, is fecit», (Aquél a quien aprovecha el crimen es quien lo ha cometido).
Porque la situación, la ubicación del “sentimiento” nacionalista ha cambiado de bando. Ahora, las pantallas de las televisiones adormecen a la población con una exhibición nunca conocida de banderas nacionales, mientras que las esteladas van arrinconándose a la ventanita de abajo a la derecha de la pantalla hasta que desaparezcan.
Pero la realidad política es otra. La realidad política es que dos partidos de derechas (el Partido Popular, lleno de mierda hasta las cejas de Rajoy, y la vieja Convergencia y Unió, ahora PDCat, enfangada en la ambición monetaria de sus jefes) se han enfrentado exhibiendo las banderas que no les pertenecen. El que alrededor de uno y otro partidos hayan aparecido satélites haciendo de gorrillas (Ciudadanos, la CUP o ERC) no es más que un adorno que será descosido cuando les haga falta.
La realidad es que el enfrentamiento de dos partidos de derechas, iguales en corrupción, no es más que un enfrentamiento entre familias mafiosas. Y, cuando las banderas se arrumben porque ya nos les hagan falta, veremos cómo quienes hemos desaparecidos somos los ciudadanos, en realidad, los trabajadores.
Si Ciudadanos (ese partido impulsado desde esferas empresariales catalanas, con el presidente de Banco de Sabadell a la cabeza) aspira a que el gobierno de Tancredo Rajoy aplique el art. 155 CE solo (y solo es solamente) para convocar elecciones en Catalunya, en el PSOE el liderazgo de Pedro Sánchez no ofrece ninguna garantía de solidez, y en Podemos, su ambigüedad mal calculada (por ignorancia, ingenuidad o infantilismo) les está llevando a dar unos bandazos que no presagian ningún futuro favorable políticamente.
Y en este panorama, ¿a quién beneficia el crimen político que se está cometiendo en Catalunya? Sin duda, a sus autores: el Partido Popular y el PDCat.
Si, como parece, todo lleva a la aplicación del art. 155 CE en Catalunya, y si el PSOE duda en un apoyo ciego a los deseos de Rajoy, el Partido Popular intentará matar dos pájaros de un tiro: convocará elecciones en Catalunya y anticipará las elecciones generales. El chantaje sobre el PSOE de Sánchez será el mismo que el que aplicó sobre el PSOE de la Gestora hace un año. Y ahora Sánchez no podrá decir No es No.
Cuando se blanden las banderas como armas contra el enemigo (catalán ahora), debajo de esas banderas desaparecen las capacidades de las personas para discernir si esas banderas llevan fuego amigo o son puñales que se clavan en los adversarios políticos.
Esta “crisis de Catalunya” beneficia al Partido Popular, el partido compuesto por ladrones que se diluyen entre los colores de las banderas que los ilusos ciudadanos, fanáticos de los colores, blanden para convertirse, unos conscientemente, otros no, en cómplices de los ladrones que les gobiernan.
Y en estas circunstancias, con un previsible adelanto electoral, en Catalunya vía art. 155 CE y en el ámbito estatal vía la ambición política de los ladrones del PP, estoy convencido de que en la sede central de la mafia genovesa cuentan las banderas nacionales como votos, multiplicados por los que les hagan falta para conseguir la mayoría absoluta.
Vale.
La victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE es incuestionable. Los militantes han decidido. Pero que sea incuestionable no está exenta de análisis crítico.
Para empezar, las primarias han puesto en curso una nueva “forma de gobierno” del partido, con un claro matiz “presidencialista”. Si durante mucho tiempo se ha venido caricaturizando al PSOE eliminando la S de socialista y la O de obrero, ayer, 21 de mayo, el PSOE ha pasado a ser conocido como PS (Pedro Sánchez). Lo demás, sobra. La sobreactuación aduladora de seguidores, fieles, lacayos y vasallos, propios y advenedizos, han colocado al secretario general por encima del partido. Era de lo que se trataba.
A partir de ahora, le toca a PS gestionar la posición del partido en un amplio abanico de frentes abiertos. El primero, poco mediático, será la posición de Pedro Quevedo, diputado de Nueva Canarias en el Congreso sobre los PGE 2017. Quevedo concurrió a las elecciones generales del 26J bajo el paraguas del PSOE, en un convenio avalado y gestionado por el entonces Secretario General. Ahora, libre de ataduras, Quevedo negocia para “su” territorio dineros que el Partido Popular negará a otros territorios. ¿Avalará Pedro Sánchez la negociación de Quevedo? ¿Podrá impedir, en mor del acuerdo suscrito entre él mismo y Quevedo, que el voto de este apruebe unos PGE claramente antisociales? Personalmente, lo dudo. Aunque ahora Sánchez sea “el Partido”, no tendrá fuerza moral ante Quevedo. Y se producirá que un diputado de las listas del PSOE permitirá al PP la aprobación del PGE.
Durante los últimos días de campaña, Sánchez repetía, mitin tras mitin, que lo primero que haría como secretario general sería pedir la dimisión de Mariano Rajoy. La presentación de la moción de censura por Podemos, con la candidatura alternativa de Pablo Iglesias a la presidencia del Gobierno, borra cualquier petición de dimisión: la mejor y más eficaz dimisión de Rajoy vendría por una moción de censura que lo desalojara de la Moncloa.
Hoy, un día después de que Sánchez haya resultado elegido secretario general de sí mismo, Pablo Echenique, Secretario de Organización de Podemos ha afirmado que están dispuestos a retirar su censura a Rajoy si el PS presenta la suya. Claro, que ya desde el “equipo” del PS se está diciendo que ahora no es el momento, que están ya con lo de su Congreso.
Las opciones que tiene Sánchez pasan por la moción de censura. Suya propia o la de Podemos. Porque pedir la dimisión de Rajoy cuando está en marcha, ya presentada una moción de censura, es de una inconsistencia supina. ¡Qué mejor modo de sacar a Rajoy de la Moncloa que sacando adelante la censura! Por pedir, que no quede.
Pedro Sánchez, secretario general de sí mismo, está a merced de Pablo Iglesias: si no apoya la moción que ha presentado Podemos, le estará dejando todo el espacio de oposición. Cualquier moción de censura pasa por Podemos, pasa por quedar en manos de Pablo Iglesias.
La mayor victoria de las primarias no es el paripé o el mamoneo de ofrecer apoyos al nuevo secretario general. Cualquiera que conozca por dentro lo que era el PSOE, lo que ha sido en los últimos treinta y cinco años, sabe que las navajas están siempre, siempre, afiladas. Lo que ha sucedido ahora es que se han amplificado, se han visibilizado por su retransmisión por las redes sociales.
El lenguaje bélico, insultante, que vemos en las redes no son nada comparadas con la realidad. Convocar una asamblea para aprobar una lista para un congreso o para un ayuntamiento, aprobar la lista con un buen porcentaje de votos favorables (un 70%, por ejemplo), terminar la asamblea a las 11 de la noche y que a la mañana siguiente gente que no es del partido te diga: “pues anda, que anoche, a las tantas, estaban fulanito y menganito rajando bien de la lista que habiáis aprobado”.
Esto pasaba y esto pasa, retransmitido. Con una variable: el lenguaje bélico, soez, despreciativo.
En el PSOE han ido aumentando los militantes con carnet y han ido desapareciendo los socialistas. Y no se olvide, los militantes con carnet (los que buscan trabajo, aunque sea de Secretario General) no lo son, no son socialistas: son conversos. Y en tiempos de la Inquisición, los peores eran los conversos.
Vale.
En diversas entradas de esta web he incluido diversas entradas referidas a inmuebles de titularidad pública que se encuentran sin uso y sobre los que ha habido, en algún caso, pronunciamientos públicos que al final, coo en el soneto con estrambote de Cervantes al túmulo de Felipe II… “fuese y no hubo nada”.
En estos días, el Ministerio del Interior, a través de la GIESE (Gerencia de Infraestructuras y Equipamientos de la Seguridad del Estado) ha intentado vender la antigua casa cuartel de la Guardia Civil en la calle Margallo. Ha intentado de nuevo sin éxito, y eso que la diferencia de precio con el del primer intento de venta era considerable. En el primero de los intentos, el precio de salida era superior a 2.700.000 €, mientras que ahora se ofertaba por poco más de 300.000 €.
Es curioso que sobre dos inmuebles de mucho mayor valor (y precio) el Ayuntamiento, gobernado por el Partido Popular con el inestimable apoyo de Ciudadanos, sí haya hecho amago (brindis al sol) de reclamarlos.
Sobre la antigua cárcel, que figura en el Catálogo de Bienes Protegidos del Plan General Municipal hubo hasta grandilocuentes declaraciones de reclamarlo con la modalidad de cesión gratuita, eso sí, sin tener la más mínima idea de para qué lo reclamaban. Creo recordar que hasta hubo pronunciamiento en pleno en ese sentido. Pero no ha vuelto a tenerse noticia alguna.
Sobre la que era sede de la Demarcación de Carreteras del Estado, el Ministerio de Hacienda se lo ofreció al Ayuntamiento (qué raro, ofrecimiento, así por las buenas) que llegó incluso a plantear destinarlo para viviendas, en una propuesta estéril. Y no ha vuelto a saberse nada.
En estos dos casos, lo malo no es que el equipo de gobierno utilice estas cuestiones de señuelo para hacernos creer que gestiona algo, mientras que con la ayuda de los gorrillas de Ciudadanos declara media ciudad zona azul y sube el precio del autobús urbano, un servicio que cada vez pierde más usuarios (seguramente porque los ciudadanos no quieren utilizar un servicio cada vez peor). Lo malo es la inacción de la oposición, que ni pregunta ni, seguramente, sabe qué preguntar para poner negro sobre blanco la incapacidad de gestión del PP.
Ficha urbanística de la antigua casa cuartel de la Guardia Civil en Cáceres
En el caso de la antigua casa cuartel de la Guardia Civil, ante la imposibilidad de su venta por el Ministerio del Interior, y dada la pérdida de valor que ha sufrido, sería el momento en el que el Ayuntamiento pidiera la cesión gratuita. Eso sí, para ello el Ayuntamiento debería saber en qué utilizarla, cosa que, con los precedentes que existen, se me antoja prácticamente imposible. También estaría bien que, por una vez, los partidos de la oposición (PSOE y Podemos) se quebraran un poquito la cabeza y pensaran para qué podría utilizarse, evaluando los costes de adecuación y haciendo una propuesta razonable y, como se dice ahora, sostenible.
Vale.
Las elecciones del 26 de junio no trajeron, a la hora de conocerse los datos de escrutinio facilitados por el Ministerio del Interior, los resultados que vaticinaban las encuestas previas, tanto las publicadas hasta el lunes anterior como las del mercado de frutas de Andorra. Sobre todo, no trajeron los resultados deseados y prácticamente asumidos por una determinada fuerza política, Unidos Podemos. Ayer lunes, el Secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, se preguntaba que qué había podido fallar para que los resultados no fueran los anticipados por las encuestas. Incluso, por la noche, algún medio señalaba que Podemos había encargado una encuesta para saber por qué habían fallado las encuestas.
Al mismo tiempo, de finales de la noche del domingo, desde muchas cuentas en las redes sociales de militantes de Unidos Podemos se ha comenzado a lanzar la especie de que se ha producido un pucherazo, y solicitan auditar las elecciones. No se sabe qué ha podido fallar, si el deseo de que las encuestas fueran el escrutinio anticipado o si las elecciones que llevaron a Ada Colau a la alcaldía de Barcelona estaban amañadas.
Ayer mismo, a través de mi cuenta de twitter lancé tres preguntas muy sencillas, dos para respuesta SÍ/NO y una para, como mucho, una frase, a Pablo Echenique. Ni que decir tiene que no espero respuesta.
La primera era si el Secretario de Organización de Podemos, y responsable de la campaña de Unidos Podemos promueve o avala la petición de militantes de auditar la jornada electoral.SÍ? ¿NO?
La segunda, es si el Secretario de Organización de Podemos y responsable de la campaña de Unidos Podemos dispone de copia de todas las actas de todas las mesas electorales. ¿SÍ? ¿NO?
La tercera era consecuencia de la anterior: si no dispone de copia de todas las actas de todas las mesas electorales, cuál es la razón.
Con las respuestas a estas tres preguntas seguramente quedaría aclarado el “sartenazo” electoral.
Porque… vamos a ver. Cada mesa electoral cuenta con un número fijo de tres personas, elegidas por sorteo por los plenos de los ayuntamientos respectivos. ¿Cuestiona Podemos la honorabilidad de esas personas y las cree capaces de manipular las actas de escrutinio de las mesas? Si así fuera, ¿cree Podemos que habrían de concertarse para manipular todas las actas unas 172.500 personas elegidas al azar por los ayuntamientos?
Además, forman parte de las mesas electorales los interventores designados por los partidos concurrentes en cada circunscripción. Cada partido puede nombrar interventores para las mesas o apoderados para velar por sus intereses en una o varias mesas.
La Administración nombra en cada proceso electoral a una serie de representantes, funcionarios, que toman datos de participación y que asisten al escrutinio para, cuando la mesa ha terminado el recuento de votos, comunicarlo para su contabilización. ¿Cree Podemos que todos los representantes de la Administración en las mesas electorales están concertados para transmitir datos manipulados o que esos representantes reciben instrucciones al respecto?
Cabe pensar que, con los antecedentes políticos y conspiratorios del Ministro del Interior, la dirección de Podemos pueda haber transmitido a sus militantes que conviene sembrar dudas sobre el escrutinio. Claro que esas dudas tienen una solución fácil: Podemos debería tener copia de todas las actas de todas las mesas electorales si hubiera tenido interventores y apoderados en ellas. Y coger una calculadora y sumar, o una hoja de cálculo, o una base de datos.
La realidad parece ser que en estas elecciones los deseos no se han cumplido y, como niños malcriados que son, patalean. Lo de niños y otras niñerías lo ha dicho Juan Carlos Monedero de la campaña de su propio partido, eso sí, hablando como si su propio partido fuera otro.
Porque el sistema de votación, el sistema de constitución de las mesas electorales, el derecho de cada partido a fiscalizar con interventores y apoderados el desarrollo de la jornada y el recuento, incluso firmando su conformidad en las actas, el derecho de cada partido a recibir copias de las actas firmadas por todos los miembros de la mesa, tanto los designados por sorteo como los representantes de otros partidos.
Un partido cuya dirección la forman niñatos malcriados, que se comportan como tales, que cambian de ideología según sopla el viento, que buscan llamar la atención constantemente y cuyo Amado Líder hace gala de un narcisismo rayano en el exhibicionismo, no está en condiciones de reclamar auditoría de un proceso electoral exactamente igual como el que llevó a Kichi a la alcaldía de Cádiz, a Carmena a la de Madrid, a Ribó a la de Valencia, a Ada Colau a la de Barcelona… Puestos a cuestionar, a partir de ahora, con los mismos “criterios” con los que hablan alegremente de pucherazo, todos estamos legitimados para cuestionar a esos alcaldes del cambio, que pasarán a llamarse alcaldes del sartenazo.
Porque el pucherazo que dicen que se ha producido, en realidad es un sartenazo en la cresta de quienes ponen en duda la jornada electoral, comenzando por el Secretario de Organización de Podemos y responsable de la campaña de Unidos Podemos, Pablo Echenique.
Vale
Ante las elecciones del 26 de Junio, y dado que parece, viendo titulares de prensa y declaraciones políticas, que lo nuevo viene del lado de eso que ha organizado en torno a sí Pablo Iglesias, conviene leer. Por ejemplo, el catálogo de promesas, sí, catálogo, que se ofrecen para conseguir el voto. Luego ya si eso.
Y desde Extremadura resulta muy, muy interesante comprobar qué es lo que importa a Podemos esta tierra. En el catálogo se incluyen muchos productos en venta electoral, y a esta tierra le ha tocado el número 367. Solamente llevamos una papeleta de un total de 52 que reparten para las CCAA. Menos del 2%. No está mal.
La papeleta que nos ha tocado y con la que pretenden comprar, como han hecho con las ruinas de Izquierda Unida, el voto de los extremeños, dice así:
Cooperación transfronteriza
Implementaremos un plan de actuación e inversión junto con Portugal, para fomentar así las comunicaciones e inversiones conjuntas.
Extremadura y el Alentejo portugués comparten una frontera, pero también poseen características socioeconómicas similares, como la baja densidad de población, la carencia en comunicaciones y transportes, y la dependencia de los sectores agrícola y ganadero. Por ello, favoreceremos el cambio de modelo productivo para ambas regiones, porque compartir servicios e infraestructuras es un objetivo común que requiere, más que cooperaciones puntuales, el diseño conjunto de proyectos y un firme compromiso en inversiones.
Y se acabó Extremadura para Podemos. Galicia comparte frontera con Portugal, Castilla y León comparte frontera con Portugal, Andalucía comparte frontera con Portugal. Pero no, la única que debe supeditar su futuro a lo que haga otro país soberano es Extremadura. O lo que es lo mismo, nada.
El delegado de Podemos en Extremadura, Álvaro Jaén firmó con los demás partidos de la Asamblea de Extremadura el pacto por el ferrocarril, pero parece que ha ocurrido una de estas dos cosas: que el delegado ni pincha ni corta en Podemos o que ni siquiera ha tenido agallas de levantar, un poquito, solamente un poquito la voz.
Si Podemos todo lo que puede ofrecer a Extremadura es que lo que diga Portugal, no sé qué pintan presentándose a las elecciones. ¿Para qué quieren ser diputados si la gente que les puede votar les importa un carajo? ¿Para qué quieren ser diputados si todo lo que pueden ofrecer es lo que diga el vecino?
Sería de gran interés que se conociera qué ofrecen en Castilla y León, por ejemplo, comunidad rayana con Portugal y compararlo con la miseria que, por poner algo, han puesto en el catálogo, una vaguedad tras otra, un tópico tras otro.
En Castilla y León consideran prioritario recuperar el ferrocarril Vía de la Plata (algo que han firmado en Extremadura), y una cosa ferroviaria romántica, pero imposible: el ferrocarril de la Cereza, una línea que uniría Madrid con Plasencia por tierras castellanas, abulenses concretamente. Puestos a recuperar cosas, ¿por qué Álvaro Jaén no ha pedido recuperar el ferrocarril Talavera de la Reina-Villanueva de la Serena, que es una línea con similares connotaciones con el tren de la Cereza?
El catálogo de muebles que es el presunto programa de Podemos, no deja a Extremadura ni siquiera una silla.
Como mucho, una banqueta de madera, de aquellas que se usaban para sentarse a la puerta de casa a ver pasar el futuro.
El agente comercial de Podemos en Extremadura, Álvaro Jaén, debería explicar cuál es el compromiso, real, de lo que él firmó y si tenía capacidad y autonomía para firmar en relación con el ferrocarril en Extremadura.
Vale.
Con la polémica originada por la Delegada del Gobierno en Madrid a causa de su intento de prohibir el acceso al Estadio Calderón con esteladas, se han sucedido declaraciones a favor y en contra, como es habitual. Pero ha habido una declaración que me ha llamado la atención y que puede verse en este link: http://www.lasexta.com/programas/al-rojo-vivo/entrevistas/pablo-iglesias-en-los-estadios-debe-haber-libertad-de-expresion-prohibir-las-esteladas-es-ridiculo_20160519573db2e26584a8ecd2c47bdc.html
He rastreado la posibilidad de que algún periodista hubiera encontrado la forma de desenmascarar lo que es una falacia o una utilización inadecuada de los conceptos y no la he visto. Por supuesto que García Ferreras, el dúctil director de Al Rojo Vivo, y que a veces parece incisivo de rápido reflejo, no cayó en la cuenta cuando su líder predilecto (en lo político) utilizaba conceptos que se pegan de hostias. Y tan tranquilo.
Con ese lenguaje entre frailuno y cornero degollado que pone Pablo Iglesias cuando quiere que se le dé la razón por su capacidad de liderazgo, el líder de Izquierda Unida, digo, de Podemos, criticaba la infumable prohibición de la Delegada del Gobierno, y se refería a que en los estadios no puede haber símbolos racistas, homófobos y otros del mismo rango, dejó caer una perla que alguien que se dice con una gran formación en Ciencia Política no debería proferir.
Se refería Iglesias a que si alguien quería ir con esteladas al Estadio Calderón podía ir, lo mismo que si se muestran banderas andaluzas. Pues no, Pablo, no es lo mismo. Las banderas andaluzas que se exhiben en los estadios se corresponden con la verde y blanca, bandera oficial de la Comunidad Autónoma Andaluza. Y no se la puede comparar con la estelada, una bandera diseñada para su uso por una parte de ciudadanos catalanes.
El señor Iglesias compara una bandera oficial con una que no lo es. Y eso es un error de concepto que demuestra una vez más que cuando el teórico de la Ciencia Política desciende al terreno de la realidad normalmente no acierta.
La única comparación posible, en pie de igualdad con la bandera oficial de Andalucía es la senyera, la bandera oficial de Catalunya.
Que el sabio Ferreras no tuviera reflejos para apreciar este pequeño matiz, puede ser por deslumbramiento. Porque no es un matiz pequeño. No se pueden mezclar ni churras con merinas, ni peras con manzanas ni banderas oficiales con otras que no lo son.
Los conceptos, en política, son muy importante, porque en base a ellos se forman las ideas. Y cuando uno no tiene claro los conceptos, suele equivocarse en las ideas y cagarla cuando aterriza en la realidad.
No es lo mismo una estelada que una bandera andaluza. Las comparaciones han de hacerse entre conceptos iguales, entre objetos iguales. Sobre todo cuando uno engola la voz y el gesto para parecer lo que no es.
Vale.
Con la firma del decreto de disolución de las cámaras y convocatoria electoral para el 26 de junio se ejemplifican dos hitos de interés: por un lado, la incapacidad de los actuales dirigentes de los partidos para dar una respuesta a la ciudadanía, y, por otro, la apertura de un escenario desconocido hasta la fecha con la necesidad de convocar elecciones por la falta de acuerdo entre los partidos.
En un futuro, todo parece indicar que los procesos electorales seguirán arrojando similares resultados, con una sustitución del bipartidismo por una bipolarización política que a algunos les permite hablar de ruptura del bipartidismo, pero que no es más que lo mismo, con distintos números.
Sin embargo, sí resulta de interés, y mucho, cómo algunos partidos afrontan las elecciones del 26 de Junio: como una segunda vuelta. Digo algunos, como Podemos, que lo dicen abiertamente, y otros que no lo dicen (todos los demás) pero que de hecho así lo reconocen.
No es una segunda vuelta en sí misma, aunque los partidos se han empeñado en repetir las listas (salvo salidas o abandonos puntuales), sino un proceso electoral nuevo y así deberían escenificarlo los partidos. Solamente desde la pedagogía de atribuir a las elecciones del 26 de junio un valor en sí mismo, el de una convocatoria electoral distinta, diferente, podría intentarse que el fantasma de la segunda vuelta obligue a un proceso de pactos con similares resultados.
Es probable, además, que el único partido al que le interesa hablar, en términos “europeos”, de segunda vuelta, Podemos, sea, como dicen algunos medios de comunicación, el que más modificaciones presente en sus listas si finalmente termina absorbiendo los restos de Izquierda Unida. Unas modificaciones, además, que permitirán a su líder superior, finiquitar de una vez la oposición interna que le supone Íñigo Errejón, cuya influencia quedaría muy mermada.
En la concepción de una segunda vuelta, al modo francés, los partidos minoritarios deberían decir a quién dan su apoyo entre los dos más votados en la primera. Pero no es el caso.
Ahora, de cara al 26 de junio 26J, solamente la permanencia en las cabeceras de cartel de los mismos candidatos se asemeja a lo que es una segunda vuelta. Todo lo demás debería, que no va a ocurrir, parece ser, arrojar un resultado distinto.
Los electores, que según las encuestas en modo barra (barra de bar, por supuesto), están cansados de cuatro meses estériles, puede que, por comodidad o por no dar al contrincante político ni un punto de ventaja, terminen votando lo mismo. O no votando (ya se sabe, la abstención siempre favorece a la derecha).
No se trata de una segunda vuelta. Se trata de que los ciudadanos, los electores, tomen el poder con el voto y decidan. ¿Que deciden un cambio importante en la correlación de fuerzas? Bien decidido estará. ¿Que deciden dar una nueva oportunidad a los mismos que durante cuatro meses no han conseguido llegar a acuerdos? Bien decidido estará.
Ya se sabe que el pueblo, cuando vota, no se equivoca nunca. Y el 20 de diciembre tampoco hubo equivocación. Se equivocan quienes, ahítos de poder, buscan mantenerlo para utilizarlo de barricada contra la realidad, una realidad que rodea de corrupción a todo el partido actualmente en el gobierno.
Se equivocan quienes, ensimismados en su ombligo, permiten espectáculos lamentables como las baronías más propias de tiempos medievales que de mundos cada vez más globalizados.
Se equivocan quienes, transportados de fórums en fórums, se creen que han alcanzado cotas de influencia cuando no son más que títeres de quienes los manejan.
Se equivocan quienes creen que el hiperliderazgo de un ayatolá carismático (a modo de la “iglesia carismática”) es suficiente para alcanzar el poder sin saber que tener el poder no es un fin en sí mismo salvo en las dictaduras.
El 26 de junio hay nuevas elecciones con los mismos actores que no han resuelto nada con el resultado del 20 de diciembre.
Vale.