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Aunque ya haya sentencia sobre el procès y en Catalunya la burguesía y los indigentes intelectuales que le hacen el juego pretendan ser el ombligo del mundo, hemos de tener la vista puesta en el 10 de noviembre, y saber que en esas elecciones están en juego cosas mucho más importantes que la moldura de las gafas de Quim Torra o el flequillo de Puigdemont.

Una cosa que tienen los programas electorales, los tienen todos, son esas propuestas indefinidas trufadas de conceptos y referencias que las convierten en fuegos artificiales sin pólvora. Una de ellas, además, muy curiosa viniendo de un partido cuyo máximo dirigente se vanagloria de sus títulos en ciencias políticas, es lo del 15% para ir a un proceso revocatorio del presidente del gobierno.

Este es el párrafo:

  • Además, cuando el 15 % del censo electoral entienda que el Gobierno le ha dado la espalda, podrá iniciar un proceso revocatorio que terminará con un referéndum en que se decida de manera vinculante si quien ocupa la presidencia del Gobierno debe dimitir y convocar nuevas elecciones generales.

Está claro, no. “Cuando el 15% del censo electoral”… ¿Cómo se mide ese 15%? ¿Se convoca un referéndum para conocer si el gobierno ha dado la espalda al censo electoral? Aquí, se cuida mucho de decir “ha dado la espalda a la gente”. Si el resultado es un apoyo mayor del 15%, no hay cuestión. Si es menor, se convoca un proceso revocatorio que termine en otro referéndum… Y así ad infinitum

¿Le bastaría al politólogo Pablo Iglesias que hubiera encuestas de opinión sobre la popularidad del presidente del gobierno, y si esta fuera menor del 15% iniciar el proceso revocatorio…?

¿Cada cuántos días habría que realizar esas encuestas de popularidad? ¿Quién las realizaría, el CIS? No, el CIS, no, porque sea cual sea el signo del gobierno, el CIS está en la estructura del ejecutivo. Y claro, no va a hacer una encuesta contra el jefe. Tal como está el panorama mediático (las encuestas forman parte de ese panorama), sin duda Pablo Iglesias encargaría al programa televisivo de Monedero o directamente al boletín oficial de la casa real de galapagar, es decir, Público.

Pero más allá de la inconsistencia de la propuesta, si sería interesante tomarle la palabra a Pablo Iglesias y aplicar, en su propio partido, ese nivel del 15%.

¿Está el Amado Líder dispuesto a abandonar la dirección de su partido si en las elecciones de noviembre, del 10N, el respaldo de los votantes a su formación es menor de ese 15%?

Seguramente, a algún periodista se le ocurrirá hacer la pregunta. Pero no dirigida a quien propone topes que no sabe cómo se miden, cómo se cuantifican. La manera que el sistema democrático tiene de medir los apoyos electorales es la encuesta del día de las elecciones. Y ese día, si Podemos no alcanza el 15%, sus inscritos (ya que es un partido sin militantes) deberían iniciar el proceso revocatorio su hiperliderazgo.

Ya sé que eso no va a suceder. Los votantes de Podemos, al menos a través de las redes sociales y de soflamas en sus medios, no tienen capacidad crítica respecto de su líder, no cuestionan sus decisiones, las amparan, las refuerzan, y, con el tiempo, veremos cómo la mansión de Galapagar se convierte en lugar de peregrinación.

Si la coherencia fuera un valor que pudieran defender en Podemos, el 10N debería ser el inicio del proceso revocatorio que terminará con un referéndum en que se decida de manera vinculante si quien ocupa la secretaría general de la organización debe dimitir y convocar nuevo proceso de elección de la estructura orgánica.

Vale.

Hace poco, Pablo Iglesias, Lord Iglesias para los allegados, declaró que le gustaría retirarse de la política después de haber sido ministro. Más o menos eso entendí cuando leí las declaraciones. ¿Y por qué no?

Ahora no puede ser. Con el gobierno en funciones, su presidente en funciones no puede nombrar nuevos ministros en funciones. Pero después del 10 de noviembre, cuando los partidos, en un par de días se pongan de acuerdo en cómo resolver el bloqueo, ¿qué impedirá que Pablo Iglesias sea ministro? ¿Por qué no atender el deseo de quien tanto ha hecho por este país desde su humilde puesto de vecino de Vallecas?

Creo que sería un gran reconocimiento que en cuanto se pudiera formar gobierno se le nombrara, por ejemplo, un miércoles por la tarde, tomara posesión ante el ciudadano Borbón, recogiera la cartera de cuero con el nombre el ministerio y el suyo grabados en oro, asistiera al consejo de ministros del viernes, se hiciera la foto de rigor en las escalinatas del Palacio de la Moncloa, y el sábado se publicara su cese en el Boletín Oficial del Estado.

Está por ver qué ministerio sería más del agrado de Pablo Iglesias, pero habría que ser generosos y dejar que el eligiera la cartera.

Así, cumplido su deseo, Pablo Iglesias dejaría la política de este, a la que tanto ha aportado, y podría volver a su cátedra en la Universidad. Ah, no, calla, que no tiene de eso. ¿Adónde volvería? A Galapagar.

Y ya puestos, ¿por qué no hacer lo mismo con Alberto Carlos Rivera? Nombrarlo Ministro por un día. Ministro de algo, por un día, si con ello se le puede alejar de programas de televisión, de radio, de entrevistas en los periódicos, de manifestaciones en Ondárroa o en el pueblo de Junqueras.

Y así, cumplido su deseo de ser ministro, Alberto Carlos Rivera podría volver al empleo que tenía en el banco antes de que saliera desnudo en los carteles, tapándose sus partes con una las dos manos… Espera, no, que con los eres, las fusiones, los cierres de oficinas, ya no tendría plaza a la que volver. ¿Adónde volvería? Al chalet de Malú.

Pensándolo bien, no sé si sería buena idea eso de nombrar ministros por un día a Lord Pablo y Croner Rivera. No lo sé. Sus huecos quedarían en manos de Irene Montero e Inés Arrimadas. O peor, en manos de Penique y Toni Cantó o Cantuvo. Ardua tarea esta de pensar en el bienestar de próceres que tanto han hecho y hacen por la convivencia en nuestro país.

A Pablo Casado, nada. No nombrarle nada, dejarlo como está. Después de que Cristina Cifuentes haya dejado caer, como quien no quiere un video de unas cremas del Eroski, que Pablo ya estaba en ese de Fundescam. Y Cristina parece que ha dicho que con Fundescam empezó todo.

A Pedro Sánchez no puede nombrársele ministro por un día, porque lleva desde junio de 2018 de presidente del gobierno, efectivo y en funciones, y ya nombrarlo sólo ministro por un día, no parece que sea muy llamativo. ¿Adónde volvería? A Dos Hermanas. Allí empezó todo.

Al que no le encuentro empleo es a Santi Abascal, y mira que el muchacho dice que vale para cualquier cosa, pero le he preguntado a un funcionario amigo de la Seguridad Social que me diga de qué ha trabajado, para conocer sus aficiones laborales, pero siempre que ha intentado buscar los datos se le ha vuelto en blanco la pantalla.

Vale.

Cuando a comienzos de 2016, después de las elecciones del 20D de 2015, Pablo Iglesias, tras la ronda de contactos iniciada por Pedro Sánchez, al haberse producido la espantá de Rajoy en la primera ronda con el jefe del Estado, salió diciendo que quería una vicepresidencia, varios ministerios y el control del CNI y RTVE para apoyar a Sánchez, quedó meridianamente clara su estrategia: o yo gobierno o seguirá la derecha. Y efectivamente, el fracaso para encontrar gobierno nos llevó a las elecciones de 2016, a la defenestración de Sánchez en el PSOE, a cuenta del NoEsNo, y, finalmente, al gobierno de Rajoy con la abstención socialista.

Ahora, en 2019, el PSOE ha ganado las elecciones, el PP ha sufrido el mayor batacazo al perder la mitad de sus escaños, Ciudadanos ha ganado un buen número de ellos y Vox ha entrado en el Parlamento. Ah, y Podemos y su líder Pablo Iglesias han sufrido un importante descalabro.

Y ahora, otra vez, nos encontramos al amado líder encamado con la ilusión de ser vicepresidente del gobierno y reclamando ministerios sociales si el PSOE quiere gobernar en coalición, si el PSOE quiere sus escaños.

Nada de permitir un gobierno a la portuguesa, con los socialistas en solitario, y buscando los apoyos necesarios (incluidos los de Podemos) para la investidura. Pablo Iglesias, otra vez, despejando las piedras del camino para facilitar una vuelta rápida de la derecha al gobierno.

Sostiene Iglesias que su presencia en el gobierno es la garantía de políticas de izquierdas, de políticas sociales, sin tener en cuenta que para que esas políticas sociales puedan ser llevadas al BOE (quien lo controla tiene el control del gobierno) necesitarán en muchas ocasiones más de los 165 votos que suman PSOE y Podemos. No hay que olvidar que en 2016, cuando Rajoy volvió al gobierno, PSOE+Podemos sumaban 156, y en 2015, cuando Iglesias se invistió como director del CNI, la suma era 157.

La garantía de las políticas de izquierdas pasa por conformar un gobierno estable, un gobierno que permita políticas para la mayoría social (¿o cree el líder amado que todos los trabajadores beneficiados por la subida del SMI les han votado a ellos o al PSOE?), un gobierno que necesita estabilidad para afrontar la necesaria y urgente reforma de la financiación autonómica, o que acometa, de una vez por todas la reforma del Senado por la vía de la reforma constitucional del Título VIII, avanzando hacia el Estado federal. Cuestiones estas que, claramente, siguiendo la teoría política del ideólogo mundial referente en las izquierdas, podrían acometerse mediante un Real Decreto, o un RDL que fuera convalidado por el Congreso.

Las reformas necesarias de temas como la financiación de las CCAA, o de la propia Constitución, necesitan acuerdos amplios, más allá de una mayoría simple parlamentaria, y esos acuerdos no pueden alcanzarse cavando trincheras entre gobierno y oposición, entre gobierno central y gobiernos autonómicos.

Ya ha dicho Pedro Sánchez que la mejor opción para revertir la reforma laboral de Rajoy pasa por la formulación de un nuevo Estatuto de los Trabajadores, una ley básica, que requerirá una mayoría reforzada que la suma de las izquierdas (siendo benévolos, incluyendo a ERC en ellas) no da y que por tanto requerirá de pactos, de acuerdos que lleven a los grupos más moderados de la derecha (si los hubiera, ya que ahora mismo, las tres derechas son una ideológicamente hablando) a sumarse a ellos.

Gobernar cuando no hay mayorías claras, requiere de capacidad de acuerdo por todos los grupos, empezando por el que forme el gobierno, o los que formen el gobierno.

Aspirar a tener una vicepresidencia que “controle” los ministerios sociales, es abrir una grieta desde el mismo momento en que un gobierno se formara con ese criterio, por cuanto las competencias de los ministerios suelen ser transversales, y para eso está la figura del presidente del gobierno, para actuar de manera que se coordinen TODAS las competencias. Tenemos visto muchas veces que declaraciones de unos ministros chocan con las de otro, y señalamos enseguida que eso supone que hay fisuras en el gobierno. Si desde el mismo momento de la toma de posesión de un gobierno trazamos una línea social/no social (según criterio de Iglesias), estamos abocados a un gobierno inestable y, por ello, poco eficaz.

Vale.

Cuando ya se ha producido la Declaración Unilateral de Independencia de Cataluña, por los representantes del 48,7 de los catalanes, y cuando el Senado ha aprobado la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española, Pablo Iglesias, desde su universo, sigue hablando de referéndum pactado, de diálogo y de no sé cuántas vacuidades más.

Y los propios de Pablo en Cataluña siguen defendiendo que Cataluña ya es una República Independiente, sin que el amado líder los desautorice. Y no lo hace porque no puede, porque está atrapado en su misma mismidad.

Lo que nunca ha dicho Pablo es qué clase de referéndum pactado ni cuáles serían los componentes del pacto. Ni para qué.

Porque, para poder plantear su propuesta, debería explicar el objeto del referéndum. Si ese objeto es que pueda votarse la independencia de Cataluña, es decir, la segregación de un territorio del Estado, está claro que debería ser un referéndum en el que toda la población española mayor de edad pudiera votar.

Si lo que plantea es un referéndum que solamente pueda votarse en Cataluña, como mucho, y eso estaría por ver, no podría ser un referéndum, sino una consulta y no tendría carácter vinculante.

También puede plantear, como objeto de ese hipotético referéndum pactado, una modificación previa del artículo 2 de la Constitución, el que habla de la indisolubilidad del territorio nacional. Es decir, que la esencia territorial española que se establece en la CE fuera dinamitada. Y antes de convocar el “referéndum pactado” habría que convocar el de modificación de la Constitución.

Además, no solamente habría que cambiar el art. 2 de la CE. También habría que cambiar el art. 8, que, si se modifica el 2 en el sentido del “referéndum pactado”, quedaría totalmente fuera de lugar, ya que el papel esencia de las Fuerzas Armadas como garantes de la unidad territorial que se consagra en el art. 2, quedaría sin valor.

Otra pata de la que cojea, ostensible y hasta ostentóreamente, la boutade de Pablo Iglesias es por el concepto de pacto. ¿Qué pacto, entre qué actores?

No puede haber un pacto entre el Gobierno de la Nación (en esencia, el poder ejecutivo) y el Gobierno de una Comunidad Autónoma. Puede haber acuerdos, pero no pactos. Los pactos se suscriben entre iguales, y jurídicamente, en la doctrina constitucional, ambos gobiernos no son iguales.

Cuando se estudia el derecho administrativo, se estudia la jerarquía de las leyes, y la Constitución Española lo establece perfectamente. La única Ley Orgánica propia de una Comunidad Autónoma es su Estatuto de Autonomía. No pueden las CCAA (ni las del 151 CE ni las del 143 CE) promulgar leyes orgánicas ni leyes que afecten a la legislación básica del Estado. Ni sus gobiernos ponerlas en práctica.

Lo que sucede con la producción legislativa (Leyes Orgánicas y legislación básica, que radican en el Estado) sucede con el ejercicio del poder ejecutivo. Y no son iguales, por tanto, jurídicamente, el gobierno de una C.A. y el gobierno central.

Si cuando Pablo Iglesias se refiere a referéndum pactado el que pudieran suscribir los distintos partidos políticos en el ámbito del Congreso de los Diputados, sí podríamos hablar de pacto, porque todos los partidos son iguales entre sí, con independencia del peso de sus respectivos resultados electorales. Pero ese pacto entre partidos nos devuelve a lo dicho para el artículo 2, y nos lleva a un callejón sin salida, porque no todos estarían dispuestos a modificarlo, y a modificar el artículo 8 y los demás que están concatenados, sin saber que pactar políticamente una reforma de la constitución que satisficiera los deseos de una sola parte del territorio sería profundamente insolidario e injusto. El artículo 2 habría que modificarlo para que todos los territorios pudieran hacer uso de la capacidad de segregación, de “autodeterminación”.

Probablemente, Pablo Iglesias se haya inoculado el virus de la teoría política, pero no tiene acceso a la vacuna de la realidad. Pactar un referéndum para la autodeterminación de un territorio (aunque luego el resultado saliera en contra) no es justo. Si se pacta, se pacta para todos los territorios. Pero, claro, a Pablo Iglesias eso le supera.

Y mientras el amado líder elucubra sobre su bálsamo de Fierabrás, sus seguidores con cargos en Cataluña siguen empeñados en que la República Catalana es un hecho, sin que él tenga autoridad política y moral para desautorizarlos. Vamos, que el amado líder no lo es tanto cuando no tiene un micrófono de Roures delante.

Vale.

La victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE es incuestionable. Los militantes han decidido. Pero que sea incuestionable no está exenta de análisis crítico.

Para empezar, las primarias han puesto en curso una nueva “forma de gobierno” del partido, con un claro matiz “presidencialista”. Si durante mucho tiempo se ha venido caricaturizando al PSOE eliminando la S de socialista y la O de obrero, ayer, 21 de mayo, el PSOE ha pasado a ser conocido como PS (Pedro Sánchez). Lo demás, sobra. La sobreactuación aduladora de seguidores, fieles, lacayos y vasallos, propios y advenedizos, han colocado al secretario general por encima del partido. Era de lo que se trataba.

A partir de ahora, le toca a PS gestionar la posición del partido en un amplio abanico de frentes abiertos. El primero, poco mediático, será la posición de Pedro Quevedo, diputado de Nueva Canarias en el Congreso sobre los PGE 2017. Quevedo concurrió a las elecciones generales del 26J bajo el paraguas del PSOE, en un convenio avalado y gestionado por el entonces Secretario General. Ahora, libre de ataduras, Quevedo negocia para “su” territorio dineros que el Partido Popular negará a otros territorios. ¿Avalará Pedro Sánchez la negociación de Quevedo? ¿Podrá impedir, en mor del acuerdo suscrito entre él mismo y Quevedo, que el voto de este apruebe unos PGE claramente antisociales? Personalmente, lo dudo. Aunque ahora Sánchez sea “el Partido”, no tendrá fuerza moral ante Quevedo. Y se producirá que un diputado de las listas del PSOE permitirá al PP la aprobación del PGE.

Durante los últimos días de campaña, Sánchez repetía, mitin tras mitin, que lo primero que haría como secretario general sería pedir la dimisión de Mariano Rajoy. La presentación de la moción de censura por Podemos, con la candidatura alternativa de Pablo Iglesias a la presidencia del Gobierno,  borra cualquier petición de dimisión: la mejor y más eficaz dimisión de Rajoy vendría por una moción de censura que lo desalojara de la Moncloa.

Hoy, un día después de que Sánchez haya resultado elegido secretario general de sí mismo, Pablo Echenique, Secretario de Organización de Podemos ha afirmado que están dispuestos a retirar su censura a Rajoy si el PS presenta la suya. Claro, que ya desde el “equipo” del PS se está diciendo que ahora no es el momento, que están ya con lo de su Congreso.

Las opciones que tiene Sánchez pasan por la moción de censura. Suya propia o la de Podemos. Porque pedir la dimisión de Rajoy cuando está en marcha, ya presentada una moción de censura, es de una inconsistencia supina. ¡Qué mejor modo de sacar a Rajoy de la Moncloa que sacando adelante la censura! Por pedir, que no quede.

Pedro Sánchez,  secretario general de sí mismo, está a merced de Pablo Iglesias: si no apoya la moción que ha presentado Podemos, le estará dejando todo el espacio de oposición. Cualquier moción de censura pasa por Podemos, pasa por quedar en manos de Pablo Iglesias.

La mayor victoria de las primarias no es el paripé o el mamoneo de ofrecer apoyos al nuevo secretario general. Cualquiera que conozca por dentro lo que era el PSOE, lo que ha sido en los últimos treinta y cinco años, sabe que las navajas están siempre, siempre, afiladas. Lo que ha sucedido ahora es que se han amplificado, se han visibilizado por su retransmisión por las redes sociales.

El lenguaje bélico, insultante, que vemos en las redes no son nada comparadas con la realidad. Convocar una asamblea para aprobar una lista para un congreso o para un ayuntamiento, aprobar la lista con un buen porcentaje de votos favorables (un 70%, por ejemplo), terminar la asamblea a las 11 de la noche y que a la mañana siguiente gente que no es del partido te diga: “pues anda, que anoche, a las tantas, estaban fulanito y menganito rajando bien de la lista que habiáis aprobado”.

Esto pasaba y esto pasa, retransmitido. Con una variable: el lenguaje bélico, soez, despreciativo.

En el PSOE han ido aumentando los militantes con carnet y han ido desapareciendo los socialistas. Y no se olvide, los militantes con carnet (los que buscan trabajo, aunque sea de Secretario General) no lo son, no son socialistas: son conversos. Y en tiempos de la Inquisición, los peores eran los conversos.

Vale.

La aceptación por Mariano Rajoy del encargo del Jefe del Estado para formar gobierno, conforme a lo previsto en el artículo 99 de la CE ha abierto dos líneas de información muy interesantes. La primera, de momento en sordina, es la de saber si finalmente Rajoy acudirá a la investidura o se aculará en tablas, contraviniendo el mandato constitucional de aceptar la formación de gobierno, que solamente podría no conseguir si va a la investidura y pierde la votación. Rehusar solamente les está permitido a los caballos en los concursos hípicos.

La segunda línea, en la que estamos inmersos, es la obtención de apoyos para la investidura y para formar gobierno. Que no son lo mismo.

Para formar gobierno tiene dos opciones: o gobernar con los 134 miembros del Grupo Popular en el Congreso o gobernar en coalición con Ciudadanos sumando los 32 diputados de la formación de Albert Rivera.

Para la investidura es más complejo, necesita más apoyos. Por ejemplo, necesita sumar los mismos apoyos que consiguió para elegir a Ana Pastor como Presidenta del Congreso. Esto es, necesita sumar los votos de los independentistas catalanes de Artur Mas.

O por ejemplo, necesita la abstención de entre 10 y 15 diputados (lo que se denomina una abstención técnica: “nos abstenemos para posibilitar la investidura, nada más”). Todos los disparos (en su más violenta acepción verbal) están dirigidos a Pedro Sánchez, que de momento aguanta el fusilamiento.

Un fusilamiento que no solamente nace del Partido que está en fase de ser procesado por destrucción de pruebas en un proceso penal, sino al que se han sumado todos, todos los demás partidos y, de modo sospechosamente entusiasta medios de comunicación que en su día fueron respetables, como El País.

El bombardeo a que se somete al Secretario General del PSOE me parece inhumano, y más cuando mariscales socialistas olvidan que Pedro Sánchez está legitimado por la militancia y traicionan, sí, traicionan a su propio partido.

Desvergüenzas como las de Corcuera, Bono, Felipe González, Leguina… no deberían tolerarse y deberían ser expulsados, sin honores, de la organización. No pueden haber traidores. Y no puede haber la tibieza de la que hacen gala «los barones».

Conste, además, que no es esta opinión interesada, sino que es una toma de posición a favor de quien está siendo crucificado. La resistencia, hasta ahora, de Pedro Sánchez debería ser digna de tomar en cuenta. No sé si aguantará hasta el final o si se rendirá, cautivo, desarmado y traicionado.

Pero es que, además, se da la paradoja de que si Rajoy está en disposición de formar gobierno ahora, tras una segunda convocatoria electoral, es gracias, única y exclusivamente, al partido de Pablo Iglesias, gracias a Podemos. En la breve legislatura anterior, los votos negativos a la investidura de Pedro Sánchez emitidos por Iglesias y los suyos, dieron a Rajoy la oportunidad de, en unas segundas elecciones, mejorar sus resultados.

Podemos, unas veces izquierdas, otras peronistas, otras socialdemócratas, otras ni se sabe, hizo el trabajo sucio a la derecha. Y no pareció un accidente, pareció lo que era y lo que es: ejecutar un encargo de la derecha.

Ahora, Podemos, está en el momento de culminar su trabajo y pasar por caja (en su acepción más pesetera) absteniéndose en la votación de investidura y facilitando a Rajoy que pueda gobernar.

Dijo una vez Pablo Iglesias que le gusta, como a Hannibal Smith, que los planes salgan bien. Ahora, absteniéndose, su plan saldrá bien: su plan de que si él no puede gobernar, que gobierne la derecha, lo tiene a huevo. ¡Abstente, Pablo!.

Vale.

 

Con motivo de la visita fugaz de Mr. Obama a nuestro país, cuando escribo este post he conocido que ha recibido tres regalos. Seguramente alguno más, pero desconozco cuáles y de quién.

Uno, del jefe del estado, consistente en una edición inglesa bien cuidada de El Quijote. No está mal: algo propio, exportable, de calidad. Otro, un jamón, con su correspondiente jamonero y cuchillo, que le ha regalado Rajoy. Un poco cateto, pero que también es algo propio, exportable y de calidad (siempre que haya sido un Denominación de Origen de Extremadura, por supuesto). El tercero, un libro sobre la Brigada Lincoln, con una dedicatoria un pelín pedante, de manos de Pablo Iglesias. Ahí ya no podemos decir lo mismo, Podemos.

Tanto la jefatura del estado como la presidencia del gobierno han sabido acertar en manifestar en sus regalos que somos un país capaz de producir maravillas como El Quijote o manjares como el jamón. Pablo Iglesias ha errado.

No entiendo cómo habiendo ascendido a Julio Rodríguez a la categoría de coach personal en asuntos de Defensa, no haya sabido en encontrar un presente que hiciera saber a Mr. Obama, a la sazón emperador del universo, que nosotros, que nuestro país tiene capacidad de exportar calidad, también en materia de defensa.

La Brigada Lincoln es un ejemplo para todos de la lucha antifascista, eso no lo duda nadie, pero no aportaron a nuestro país, en su lucha contra el franquismo, más (y es importante, sí) que un ejemplo de dignidad. Pero la dignidad cuando no hay libertad solamente nos convierte en esclavos. O en los súbditos que fuimos durante el franquismo.

Puestos a seguir con aquello de que el emperador Mr. Obama tuviera claro que desde España también se exporta libertad, no hubiera estado mal que Julio Rodríguez hubiera aconsejado a Pablo Iglesias la elección de alguna buena biografía de Bernardo de Gálvez, un español al que los Estados Unidos de Norteamérica le deben una parte, importante, de algo muy valioso: la independencia y la libertad.

Pero estamos en lo de siempre, en el postureo. Pablo Iglesias no le ha hecho un regalo a Mr. Obama para que pudiera serle de interés, lo ha hecho para epatar, que le gusta mucho al muchacho. Otra cosa es el desconocimiento de la historia de EEUU y de cómo desde España se contribuyó decisivamente a que obtuvieran su independencia del imperio británico.

Recientemente, “EEUU salda su deuda con el héroe español de la Independencia 230 años después” publicó www.eldiario.es, colocando un cuadro de Bernardo de Gálvez en el Capitolio, símbolo del poder norteamericano:

http://www.eldiario.es/andalucia/Bernardo-Galvez-colgara-paredes-Capitolio_0_332817061.html .

Entre el regalo institucional de Felipe VI, el regalo pudiéramos decir folklórico de Rajoy, hubiera estado mejor un regalo de identidad propia de nuestro país, y el regalo pedante e histriónico de Iglesias, sin duda los dos primeros.

O el coach Julio no tiene influencia ninguna en Pablo o ambos demuestran que lo que pasó, pasa y pasará en nuestro país les trae al pairo si no es para hacerse una foto y conseguir que los fanáticos seguidores caigan en la misma pedantería.

Vale.

“Cada vez que había una reivindicación de los trabajadores, les apoyábamos” (Pablo Iglesias, en “Dos días y una noche”, Antena 3).

Si realmente hay un “signo de los tiempos” en le cultura (entendida como un modo completo y compacto de relacionarnos con nuestro entorno) española, es la constante y creciente pérdida de los valores semánticos del idioma. La linealidad de las frases, la simplicidad de los mensajes, tiene mucho que ver con una pérdida de conceptos y un alejamiento de la realidad.

En el lenguaje político también sucede: frente a los conceptos formados en torno a una determinada ideología, aparecen los eslóganes, que se pretende que transmitan todo un pensamiento y en la práctica terminan siendo frases huecas y sin contenido alguno. Eslóganes publicitarios que se convierten, a su vez, en hastags sobre los que adeptos y contrarios construyen filias y fobias.

pablino

Así, el lenguaje de los políticos transmite una pobreza creciente, pero, sobre todo, dejan al aire cuáles son sus auténticos valores.

En la noche del martes, en un programa de Antena3, Pablo Iglesias, convertido ahora en comunista de conveniencia tras la compra en el mercado de la quebrada Izquierda Unida, soltó una frase que, sin duda, marca cuál es su pensamiento y, sobre todo, cuál es su posición social (su clase social).

Refiriéndose a su familia (socialistas, según él), afirma: “Cada vez que había una reivindicación de los trabajadores, les apoyábamos”.

¡Qué lejos queda en nuestra cultura el uso acertado de los campos semánticos! ¡Qué lejos queda aquello del conceptismo y el culteranismo con el que nos enseñaban a Quevedo y a Góngora!

La frase de Iglesias podía haber sido: “Cada vez que había una reivindicación de los toreros, les apoyábamos”. O “Cada vez que había una reivindicación de los seminaristas, les apoyábamos”. Fuera cual fuera el colectivo, la frase sirve (en el sentido joseantoniano del término). Claro, que también cabe deducir de su tono el concepto real, el criterio real de la misma: “Cada vez que había una reivindicación de los /pobres/desharrapados/ trabajadores, les apoyábamos”.

La posición social (de clase) de Pablo Iglesias es clara: él, su familia “socialista”, en un grado social más elevado, distante, que los trabjadores. Condescendientes, “les apoyábamos”.

El discurso de la casta y la gente, los de arriba y los de abajo, queda retratado con esa frase, que es una declaración de parte: “los trabajadores, los de abajo, recibían nuestro apoyo, aunque pertenecían a una clase social inferior”.

Ahora, Pablo Iglesias, atrapado en su propio discurso, no hace sino manifestar abiertamente su posición: 2los de abajo, la gente, solamente se salvarán si nosotros, los de arriba en la clase social de la inteligencia, los guiamos por el camino que queremos para conseguir el poder.”

Mientras que en las dictaduras el paternalismo es una manera de establecer las diferencias de clase social, ahora Pablo Iglesias se muestra, desde su soberbia intelectual, superior en clase social, y desde esa superioridad ofrece, magnánimo, su apoyo y su guía luminosa para sacar a los pobres trabjadores de la indigencia.

Pablo Iglesias, ahora comunista de conveniencia, nos guía y nos recuerda, a quienes nunca lo hemos olvidado, que hay clases. Claro que las hay, nunca ha dejado de haberlas. Pero él pertenece a la clase alta, desde la que apoya (pero no se compromete ni se implica) a las clases bajas, que son mayoría de votos, los votos que busca, como Susan, desesperadamente para ver realizado su sueño mesiánico (en el sentido vaticanista del término, no en el evangélico).

Vale.

Con la polémica originada por la Delegada del Gobierno en Madrid a causa de su intento de prohibir el acceso al Estadio Calderón con esteladas, se han sucedido declaraciones a favor y en contra, como es habitual. Pero ha habido una declaración que me ha llamado la atención y que puede verse en este link: http://www.lasexta.com/programas/al-rojo-vivo/entrevistas/pablo-iglesias-en-los-estadios-debe-haber-libertad-de-expresion-prohibir-las-esteladas-es-ridiculo_20160519573db2e26584a8ecd2c47bdc.html

He rastreado la posibilidad de que algún periodista hubiera encontrado la forma de desenmascarar lo que es una falacia o una utilización inadecuada de los conceptos y no la he visto. Por supuesto que García Ferreras, el dúctil director de Al Rojo Vivo, y que a veces parece incisivo de rápido reflejo, no cayó en la cuenta cuando su líder predilecto (en lo político) utilizaba conceptos que se pegan de hostias. Y tan tranquilo.

Con ese lenguaje entre frailuno y cornero degollado que pone Pablo Iglesias cuando quiere que se le dé la razón por su capacidad de liderazgo, el líder de Izquierda Unida, digo, de Podemos, criticaba la infumable prohibición de la Delegada del Gobierno, y se refería a que en los estadios no puede haber símbolos racistas, homófobos y otros del mismo rango, dejó caer una perla que alguien que se dice con una gran formación en Ciencia Política no debería proferir.

Se refería Iglesias a que si alguien quería ir con esteladas al Estadio Calderón podía ir, lo mismo que si se muestran banderas andaluzas. Pues no, Pablo, no es lo mismo. Las banderas andaluzas que se exhiben en los estadios se corresponden con la verde y blanca, bandera oficial de la Comunidad Autónoma Andaluza. Y no se la puede comparar con la estelada, una bandera diseñada para su uso por una parte de ciudadanos catalanes.

El señor Iglesias compara una bandera oficial con una que no lo es. Y eso es un error de concepto que demuestra una vez más que cuando el teórico de la Ciencia Política desciende al terreno de la realidad normalmente no acierta.

La única comparación posible, en pie de igualdad con la bandera oficial de Andalucía es la senyera, la bandera oficial de Catalunya.

Que el sabio Ferreras no tuviera reflejos para apreciar este pequeño matiz, puede ser por deslumbramiento. Porque no es un matiz pequeño. No se pueden mezclar ni churras con merinas, ni peras con manzanas ni banderas oficiales con otras que no lo son.

Los conceptos, en política, son muy importante, porque en base a ellos se forman las ideas. Y cuando uno no tiene claro los conceptos, suele equivocarse en las ideas y cagarla cuando aterriza en la realidad.

No es lo mismo una estelada que una bandera andaluza. Las comparaciones han  de hacerse entre conceptos iguales, entre objetos iguales. Sobre todo cuando uno engola la voz y el gesto para parecer lo que no es.

Vale.

En estos días, de modo confuso (ahora sí, ahora no, ahora un territorio, ahora otro distinto…) se habla y escribe mucho sobre una alianza entre Podemos y los restos del naufragio, digo de IU. ¿A santo de qué?

En las investigaciones de delitos la ortodoxia francesa de la prefectura siempre avanzaba la duda: cherchez la femme. En este caso, no hay que buscar mucho, porque la femme ya había hecho de caballo de Troya con la federación más potente de Izquierda Unida. Curiosamente, ahora, la femme buscada podría volver a una lista con IU, lo que como dice Tito Wyo, no es más que una rotonda.

En la ortodoxia jurídica, las investigaciones de asuntos con turbios intereses, la pregunta que se busca responder es: qui prodest? ¿A quién beneficia?

Y no, no parece que la respuesta sea sumar los 900.000 votos de IU el 20D a las candidaturas de Podemos el 26J, aunque pueda parecer la explicación más simple (de simple, de sin jugo) y la que están esparciendo desde los satélites de Podemos.

La realidad subyacente es doble. Y tiene mucho que ver con la personalidad y con la ideología de Pablo Iglesias. Con las dos cuestiones.

De la ideología porque Pablo Iglesias se hace pasar por un izquierdista radical, cuando si al populismo le apagamos la luz sobre las alharacas, le quitamos los caireles, se queda en un discurso elaborado en un despacho, desconectado totalmente de la realidad. Y en los dos grandes procesos electorales que habido en 2015, el desgaste de los mensajes de Podemos ha sido brutal. Y lo ha sido precisamente porque el marketing, si por algo se caracteriza, es porque si no tiene un producto coherente y fuerte detrás, desaparece. Podemos ha demostrado ser el yeroooopa! o el ziritione de 2015.

Por eso, Pablo Iglesias necesita el discurso ideológico bien estructurado que Alberto Garzón transmite (con sus contradicciones, pero eso es normal), y no el viejo discurso de Cayo Lara (cómplice de, por ejemplo, el pacto de IU Extremadura con El Viajero). Pablo necesita tener a su lado a Garzón para vestir su marketing con algún discurso coherente. Y de izquierdas.

Por otro lado, Pablo necesita “ensalzar” el discurso coherente de Garzón, tenerlo a su lado… para intentar ocultar que entre ambos, gana políticamente la personalidad tranquila, segura, de Garzón. Y eso es lo que no soporta el Amado Líder.

Iglesias sabe perfectamente que Alberto Garzón suscita más credibilidad, mucha más credibilidad que él, y que, en política, es un valor que él no tiene, y que no tendrá nunca mientras no venza a la que es su mayor virtud: la soberbia intelectual.

En Podemos ya respondieron a la cuestión de cherchez la femme, con la traición de Tania Sánchez a IU. Ahora, con la fagotización de lo que queda de IU, pretenden vestir de ideología de izquierdas unos mensajes huecos y vacíos, llenos de agujeros y contradicciones que pierden por todos los agujeros del mundo, y pretende, y sobre todo es esto, pretende Pablo Iglesias anular y neutralizar a Alberto Garzón, un dirigente político más coherente, mucho más capacitado y, sobre todo, que no es un soberbio intelectual.

Qui prodest? No busca beneficiar a Podemos, busca, única y exclusivamente, beneficiar al Amado Líder.

Vale.