Archivos para Pedro Sánchez

Pandemia

cercadelasretamas —  marzo 13, 2020 — Deja un comentario

El coronavirus o COVID19 se ha convertido en una pandemia, y su gestión, su contención y su superación ya no son solamente tareas de la sanidad. Nos concierne a todos, por supuesto que a cada uno en el grado de responsabilidad que tengamos en un conjunto de 47 millones de habitantes.

Pero concierne a los poderes públicos en primera línea. El Gobierno central está adoptando medidas en lo que parece una graduación “in crescendo” de manera que podría llegar, según las propias palabras de Pedro Sánchez, a la declaración del estado de alarma.

Mientras que la desleal y analfabeta oposición, con Pablo Casado retratándose como lo que es, un inepto, acusa al gobierno de parapetarse detrás de la ciencia, son cada vez más las voces que se refieren a la necesidad de tomar medidas más drásticas. Medidas que se pueden tomar sin llegar al estado de alarma o acompañar a esa declaración.

Me refiero al artículo 128 de la Constitución, esa que tanto quieren los fascistas y que desde hace mucho tiempo usan de papel higiénico. Léase:

Artículo 128

  1. Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general.

  2. Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general.

Ayer, 12 de marzo, la presidenta de la Comunidad de Madrid, la que no sabe qué hacer si es necesario confinar la comunidad autónoma que preside, habló de medicalizar hoteles. Se supone que sería convertir las habitaciones de hoteles en habitaciones sanitarias, y también que ya vería cómo podrían ayudar los centros sanitarios privados, pero sin tocarlos, solo si ellos quieren.

Creo que la IDA ha visto una oportunidad de negocio para la patronal hotelera eso de ofrecerles, en unas fechas en las que las habitaciones van a estar más que vacías a medida que siga creciendo la curva de la pandemia, unos euros por llevar a sus habitaciones a enfermos de coronavirus. No se me ocurre otra finalidad.

También ayer, a medida que varias comunidades autónomas, entre ellas las históricas País Vasco y Catalunya ejercían sus funciones y ordenaban el cierre escolar, tuvo que el gobierno central el que, en un Consejo de Ministros recomendara a todas las CCAA ese cierre. ¿Qué habrían dicho desde comunidades gobernadas por la derecha si Pedro Sánchez hubiera ordenado ese cierre cuando la competencia en materia de centros y horarios es autonómica? Bastó la recomendación para que todas lo asuman.

En aplicación del Artículo 128, que es muy claro, cristalino, basta con un Real Decreto Ley, que sea avalado por el Congreso, para poner a disposición de la Sanidad Pública todas las instalaciones médicas del país, y muy especialmente todos los servicios de urgencias privados, así como las camas sanitarias necesarias. Un RDL que, en cumplimiento de la propia CE, y tras ser refrendado por el Congreso, sería de aplicación inmediata, y podría y debería ser tramitado posteriormente como Ley para eventualidades futuras, no solamente sanitarias.

Es necesario que desde la izquierda, desde los sindicatos y desde todas las fuerzas sociales progresistas se inste al Gobierno Central y al PSOE a transitar el camino del artículo 128 de la Constitución. Así, entre otras cosas, se cerraría la bocaza a la derecha y se les podría decir, con fuerza, que el ejercicio del Gobierno en esta pandemia se hace siguiendo los criterios de los científicos, que son los que saben, y con la Constitución como ariete para prevenir la salud pública.

Vale.

Hace poco, Pablo Iglesias, Lord Iglesias para los allegados, declaró que le gustaría retirarse de la política después de haber sido ministro. Más o menos eso entendí cuando leí las declaraciones. ¿Y por qué no?

Ahora no puede ser. Con el gobierno en funciones, su presidente en funciones no puede nombrar nuevos ministros en funciones. Pero después del 10 de noviembre, cuando los partidos, en un par de días se pongan de acuerdo en cómo resolver el bloqueo, ¿qué impedirá que Pablo Iglesias sea ministro? ¿Por qué no atender el deseo de quien tanto ha hecho por este país desde su humilde puesto de vecino de Vallecas?

Creo que sería un gran reconocimiento que en cuanto se pudiera formar gobierno se le nombrara, por ejemplo, un miércoles por la tarde, tomara posesión ante el ciudadano Borbón, recogiera la cartera de cuero con el nombre el ministerio y el suyo grabados en oro, asistiera al consejo de ministros del viernes, se hiciera la foto de rigor en las escalinatas del Palacio de la Moncloa, y el sábado se publicara su cese en el Boletín Oficial del Estado.

Está por ver qué ministerio sería más del agrado de Pablo Iglesias, pero habría que ser generosos y dejar que el eligiera la cartera.

Así, cumplido su deseo, Pablo Iglesias dejaría la política de este, a la que tanto ha aportado, y podría volver a su cátedra en la Universidad. Ah, no, calla, que no tiene de eso. ¿Adónde volvería? A Galapagar.

Y ya puestos, ¿por qué no hacer lo mismo con Alberto Carlos Rivera? Nombrarlo Ministro por un día. Ministro de algo, por un día, si con ello se le puede alejar de programas de televisión, de radio, de entrevistas en los periódicos, de manifestaciones en Ondárroa o en el pueblo de Junqueras.

Y así, cumplido su deseo de ser ministro, Alberto Carlos Rivera podría volver al empleo que tenía en el banco antes de que saliera desnudo en los carteles, tapándose sus partes con una las dos manos… Espera, no, que con los eres, las fusiones, los cierres de oficinas, ya no tendría plaza a la que volver. ¿Adónde volvería? Al chalet de Malú.

Pensándolo bien, no sé si sería buena idea eso de nombrar ministros por un día a Lord Pablo y Croner Rivera. No lo sé. Sus huecos quedarían en manos de Irene Montero e Inés Arrimadas. O peor, en manos de Penique y Toni Cantó o Cantuvo. Ardua tarea esta de pensar en el bienestar de próceres que tanto han hecho y hacen por la convivencia en nuestro país.

A Pablo Casado, nada. No nombrarle nada, dejarlo como está. Después de que Cristina Cifuentes haya dejado caer, como quien no quiere un video de unas cremas del Eroski, que Pablo ya estaba en ese de Fundescam. Y Cristina parece que ha dicho que con Fundescam empezó todo.

A Pedro Sánchez no puede nombrársele ministro por un día, porque lleva desde junio de 2018 de presidente del gobierno, efectivo y en funciones, y ya nombrarlo sólo ministro por un día, no parece que sea muy llamativo. ¿Adónde volvería? A Dos Hermanas. Allí empezó todo.

Al que no le encuentro empleo es a Santi Abascal, y mira que el muchacho dice que vale para cualquier cosa, pero le he preguntado a un funcionario amigo de la Seguridad Social que me diga de qué ha trabajado, para conocer sus aficiones laborales, pero siempre que ha intentado buscar los datos se le ha vuelto en blanco la pantalla.

Vale.

La victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE es incuestionable. Los militantes han decidido. Pero que sea incuestionable no está exenta de análisis crítico.

Para empezar, las primarias han puesto en curso una nueva “forma de gobierno” del partido, con un claro matiz “presidencialista”. Si durante mucho tiempo se ha venido caricaturizando al PSOE eliminando la S de socialista y la O de obrero, ayer, 21 de mayo, el PSOE ha pasado a ser conocido como PS (Pedro Sánchez). Lo demás, sobra. La sobreactuación aduladora de seguidores, fieles, lacayos y vasallos, propios y advenedizos, han colocado al secretario general por encima del partido. Era de lo que se trataba.

A partir de ahora, le toca a PS gestionar la posición del partido en un amplio abanico de frentes abiertos. El primero, poco mediático, será la posición de Pedro Quevedo, diputado de Nueva Canarias en el Congreso sobre los PGE 2017. Quevedo concurrió a las elecciones generales del 26J bajo el paraguas del PSOE, en un convenio avalado y gestionado por el entonces Secretario General. Ahora, libre de ataduras, Quevedo negocia para “su” territorio dineros que el Partido Popular negará a otros territorios. ¿Avalará Pedro Sánchez la negociación de Quevedo? ¿Podrá impedir, en mor del acuerdo suscrito entre él mismo y Quevedo, que el voto de este apruebe unos PGE claramente antisociales? Personalmente, lo dudo. Aunque ahora Sánchez sea “el Partido”, no tendrá fuerza moral ante Quevedo. Y se producirá que un diputado de las listas del PSOE permitirá al PP la aprobación del PGE.

Durante los últimos días de campaña, Sánchez repetía, mitin tras mitin, que lo primero que haría como secretario general sería pedir la dimisión de Mariano Rajoy. La presentación de la moción de censura por Podemos, con la candidatura alternativa de Pablo Iglesias a la presidencia del Gobierno,  borra cualquier petición de dimisión: la mejor y más eficaz dimisión de Rajoy vendría por una moción de censura que lo desalojara de la Moncloa.

Hoy, un día después de que Sánchez haya resultado elegido secretario general de sí mismo, Pablo Echenique, Secretario de Organización de Podemos ha afirmado que están dispuestos a retirar su censura a Rajoy si el PS presenta la suya. Claro, que ya desde el “equipo” del PS se está diciendo que ahora no es el momento, que están ya con lo de su Congreso.

Las opciones que tiene Sánchez pasan por la moción de censura. Suya propia o la de Podemos. Porque pedir la dimisión de Rajoy cuando está en marcha, ya presentada una moción de censura, es de una inconsistencia supina. ¡Qué mejor modo de sacar a Rajoy de la Moncloa que sacando adelante la censura! Por pedir, que no quede.

Pedro Sánchez,  secretario general de sí mismo, está a merced de Pablo Iglesias: si no apoya la moción que ha presentado Podemos, le estará dejando todo el espacio de oposición. Cualquier moción de censura pasa por Podemos, pasa por quedar en manos de Pablo Iglesias.

La mayor victoria de las primarias no es el paripé o el mamoneo de ofrecer apoyos al nuevo secretario general. Cualquiera que conozca por dentro lo que era el PSOE, lo que ha sido en los últimos treinta y cinco años, sabe que las navajas están siempre, siempre, afiladas. Lo que ha sucedido ahora es que se han amplificado, se han visibilizado por su retransmisión por las redes sociales.

El lenguaje bélico, insultante, que vemos en las redes no son nada comparadas con la realidad. Convocar una asamblea para aprobar una lista para un congreso o para un ayuntamiento, aprobar la lista con un buen porcentaje de votos favorables (un 70%, por ejemplo), terminar la asamblea a las 11 de la noche y que a la mañana siguiente gente que no es del partido te diga: “pues anda, que anoche, a las tantas, estaban fulanito y menganito rajando bien de la lista que habiáis aprobado”.

Esto pasaba y esto pasa, retransmitido. Con una variable: el lenguaje bélico, soez, despreciativo.

En el PSOE han ido aumentando los militantes con carnet y han ido desapareciendo los socialistas. Y no se olvide, los militantes con carnet (los que buscan trabajo, aunque sea de Secretario General) no lo son, no son socialistas: son conversos. Y en tiempos de la Inquisición, los peores eran los conversos.

Vale.

Tras el debate entre los tres candidatos a la Secretaría General del PSOE (debate que no pude ver, obviamente, por razones de trabajo), y tras hacerme una composición de lugar atendiendo a lo que dicen los medios convencionales y los no tanto y las redes sociales, creo que parece claro que cada uno de los candidatos representó un modelo de partido distinto. Y lo siguen representando.

Un modelo claramente ortodoxo, unificador y unitario, representado por Patxi López. Un modelo de claro corte electoral (el partido como maquinaria electoral), representado por Susana Díaz y un modelo pudiéramos decir (para entendernos) “presidencialista”, el de Pedro Sánchez.

Así, mientras Patxi López se esfuerza en hacer entender que la primera tarea, ahora mismo, es la de recomponer las estructuras y los modos de gobernar el partido. Más adelante, como segunda prioridad, hacer del partido un instrumento para ganar al PP las elecciones. Pero, como plantea el propio López, la primera tarea es ardua, puede ser larga y no permite entrever cuándo podría decirse que el PSOE estaría en condiciones de disputar, de nuevo, el poder a la derecha.

Para Susana Díaz, las primarias supondrán, en caso de su triunfo, el punto de partida electoral, sin mayor necesidad de recomposición interna, ya que el mero hecho de celebrarse las primarias serán como el bálsamo de Fierabrás, que todo lo cura. Para la candidatura de Susana Díaz, ganar las primarias supondrá poner al partido ya, sin más, en la pista de salida electoral, como si nada hubiera ocurrido a lo largo de 2016 y 2017, especialmente entre el 1 de octubre de 2016 y el 21 de mayo de 2017.

El tercer modelo de partido lo representa Pedro Sánchez, que compareció el 1 de octubre para dimitir como Secretario General tras ser derrotado democráticamente, al perder la votación que planteó. Esta es la realidad del 1 de octubre. Pedro Sánchez, con la inestimable ayuda de varios dirigentes de segundo nivel (orgánico e ideológico), y con algunos medios especialmente interesados, consiguió convertirse primero en mártir y luego en Dios. Mártir, porque como él mismo ha reconocido en el debate, perder la votación del Comité Federal de 1 de octubre lo dejó en el paro, y, ahora, convertido en el dios de los suyos, pretende ganar la Secretaría General para dejar la cola del INEM.

Se está dando el caso de que los proyectos de Patxi López y Susana Díaz tienen en común el elemento de lo colectivo (el partido o el partido maquinaria electoral), el de Pedro Sánchez es la presentación de un modelo personalista, basado en sí mismo, en el carisma del “líder”, copiando modelos, estrategias (incluidas las hordas de seguidores o vasallos en las redes sociales) y marketing no de Podemos, sino de Pablo Iglesias. Las “apariciones” públicas de Sánchez copian, plano a plano, las de Iglesias. Pedro Sánchez es Pablo Iglesias sin coleta. Lo demás son lo mismo.

Los modelos políticos expresados por Patxi López y Susana Díaz responden a la ortodoxia del partido. El modelo presentado por Pedro Sánchez, redactado por Manu Escudero y José Félix Tezanos, a partir de recortes y desechos del Programa 2000 (un tremendo fracaso político e ideológico del partido), para hacerlos pasar por “nueva socialdemocracia”.

El líder único, Dios Sánchez, seguramente tendrá dificultades para debatir fundamentos ideológicos más allá de cuatro eslóganes, porque todavía está por saber cuál es el poso ideológico de Sánchez. El poso ideológico de Patxi López y Susana Diaz (sin muchas formulaciones teóricas) está marcado por sus experiencias de gobierno, de manera que los hechos llevados a los boletines oficiales son sus cartas de presentación.

El mayor fundamento ideológico que puede presentar Pedro Sánchez es el reconocimiento de que aprobar la reforma, con nocturnidad y alevosía, del artículo 135 de la Constitución fue un error. Claro que reconocerlo ahora demuestra que cuando tuvo ocasión de apretar el botón en el escaño no tenía algo tan importante en un referente ideológico y político: capacidad crítica.

Vale.

En 1932, Enrique Jardiel Poncela daba a publicar “La tournée de Dios”, un libro que podría pasar por antirreligioso, por antiderechas… pero un libro de fino humor. Ahora, 85 años después, otro salvador, que antes fue mártir, comienza su tournée. ¿Es una tournée o un viaje a casi ninguna parte?

Dice un experto que en tiempos de crisis el mayor error es buscar un salvador que nos solucione los problemas (Jorge Mario Bergoglio, argentino). Sin embargo, algunos se empeñan en seguir buscando un salvador.

En aguas de un estanque artificial, en el pueblo nazareno de Dos Hermanas, se obró el milagro. Los fieles seguidores del mártir Pedro Sánchez llegaron para erigirlo en santo salvador de militantes socialistas al margen de la iglesia oficial. Una heterodoxia.

El bautismo milagrero del parque tecnológico nazareno, justo al lado, pared con pared, con la Universidad Privada de Loyola, ha desencadenado una especie de euforia mística entre seguidores, discípulos, apóstoles de un supuesto evangelio socialista. La iglesia socialista oficial, encarnada en la papisa Susana y los sumos sacerdotes de los templos de la periferia, anda consternada y, a veces, despistada ante la herejía.

 jardiel-poncela

Dios Sánchez, con sus fieles seguidores nazarenos de twitter y Facebook camina entre adulaciones y navajeos, si bien muchas veces no se sabe qué son más peligrosos, si los exagerados panegíricos hacia su persona, o las endebles hojas de navajas mochas que se le aproximan. Por cierto, que se cuide de tantos seguidores, que en twitter tiene una tercera parte de fakes. Que son muchos fakes y mucho fakes.

Erigido a las alturas, conferida la pátina de salvador, ahora Dios Sánchez trata de llevar su buena nueva por todos los rincones de la vieja piel de toro (por tópicos, que no quede).

No se sabe quién paga esta gira rockera, como si el Boss y su banda ofrecieran conciertos a sus seguidores a cambio de aplausos y más aplausos, sin saber si lo que suena es un potente directo o un play back descarado.

Escribía Jardiel Poncela:

En Religión, aquellas juventudes pasadas hicieron de Dios un personaje imprescindible.

Las juventudes actuales no se acuerdan de Dios para nada.

Los fieles de Pedro Sánchez han creado un Dios a partir de un mártir por necesitan un personaje imprescindible. Sin Dios no son nada. Sin Pedro Sánchez, no son nada. Él es el principio y el fin de todas las cosas. Han estado sin acordarse de un dios para nada durante muchos años. Algunos, ya ajados por la edad, son incapaces de recordar en el tiempo que también tuvieron un dios.

Hoy, cuando Dios Sánchez hace su tournée sin que nadie sepa quien la paga, la iglesia socialista oficial, perpleja, no sabe de qué hornacina le han birlado la imagen. El inventario no recuerda ningún dios desde hace muchos años, demasiados años.

Claro, que, con los pies en la tierra, el Salvador no gana elecciones. Si acaso, consigue el voto de las monjitas.

Otro día hablaremos de la iglesia socialista oficial, que se las trae.

Vale.

Dice el diccionario de la Real Academia Española en su acepción segunda para el vocablo mártir:

  1. m. y f. Persona que muere o sufre grandes padecimientos en defensa de sus creencias o convicciones.

El enfrentamiento entre un denominado grupo de “barones” y otros miembros de la Ejecutiva Federal del PSOE y el propio Secretario General y otra parte de cargos públicos y orgánicos del partido culminó con la salida de Pedro Sánchez de la Secretaría General, la disolución de la Ejecutiva y el nombramiento de una Comisión Gestora.

Como todos los sucesos, en los que se produce una acción (el enfrentamiento), tiene lugar una reacción. Y en este caso presenta singulares características. La primera, es la resistencia de un grupo de militantes (incuantificable hasta tanto no se produzcan primarias) que se han posicionado al lado del dimisionario SG. La segunda, la conformación de un grupo de militantes en torno a la Comisión Gestora, también incuantificable.

Sin embargo, es muy interesante desde el punto de vista de la sociología política, desde el punto de vista del conocimiento de la militancia política, cómo se ha producido un curioso fenómeno, inesperado cuando se considera que la militancia política, y más en partidos de izquierdas, debiera tener unas connotaciones más de razonamiento crítico que de posicionamiento de fidelidad, más cercano a la creencia.

Las formas y todos los elementos que rodearon a la salida de Pedro Sánchez de la Secretaría General del PSOE, singularmente las informaciones publicadas, los apoyos en que se sustentaron quienes decidieron desalojarlo de su cargo, y, por qué no, las connotaciones de cierto nivel de conspiración, han convertido a Sánchez en un mártir político. Incluso se ha llegado a escribir que su desalojo ha constituido una “operación de Estado” para evitar su pretensión de formar gobierno apoyado en Podemos y los partidos nacionalistas.

Ahora, cuando ya parece que la Comisión Gestora, con demasiada parsimonia y, a mi juicio, falta de estrategia ante la estrategia que parece seguir Mariano Rajoy (las alusiones permanentes a que es necesario apoyar los PGE si no…), convoca el Congreso del partido y las primarias, han acentuado los actos de fe. Que no otra cosa.

Pedro Sánchez fue el primer SG del PSOE elegido directamente por los militantes, y su desalojo ha constituido para sus seguidores (quizás mejor decir fieles seguidores) un acto de traición. Es probable.

La carrera hacia el próximo congreso socialista la ha iniciado Patxi López, anunciando su candidatura de modo inmediato a que la gestora anunció un calendario. De momento, López es el único candidato.

Pedro Sánchez, cuya cabeza política fue públicamente expuesta por la Gestora y aplaudida a rabiar por los “medios de comunicación” (los convencionales), es ahora el mártir al que siguen fieles que esperan su anuncio de candidatura. Esos fieles, que no tienen otro horizonte que apoyar la candidatura de su guía espiritual, esperan sin otra opción posible esa candidatura. No contemplan, en modo alguno, que su faro pudiera no optar por presentarse.

La conversión de Pedro Sánchez en mártir a los ojos de sus fieles me inquieta. Y me inquieta por una razón: no se conocen, al menos, yo no conozco, profundas reflexiones políticas e ideológicas de Sánchez. No encuentro, por más que busco, definiciones políticas, referencias ideológicas más allá de los mensajes simplistas que se transmiten por las redes sociales: #NoesNo, #MilitantesenPie. Mensajes que más tienen que ver con tácticas coyunturales, inmediatas, que reflexiones y proyectos a largo plazo.

Que Pedro Sánchez sea un mártir político que suscita fieles adhesiones es mérito de quienes lo desalojaron, y que sus fieles pretendan que un mártir político les represente, reduce al mínimo el debate político.

Ahora mismo, salvo alguna reflexión que refulge como fuera de contexto, la única filosofía que anima a los seguidores de Sánchez es que se presente. Lo que pueda pensar su guía, su faro, no importa. Primero, la situación: que se presente a primarias. Luego ya, si eso, el discurso, que será “a la contra” de lo que pueda decir (que tampoco ha formulado grandes ideas o conceptos políticos) Patxi López, o, si finalmente, se presenta, Susana Díaz.

Los discursos de los tres candidatos (Patxi ya anunciado) que se barajan en los medios se construirán sobre la base de la situación, en ningún modo sobre la esperanza de futuro, sobre la construcción de una formulación ideológica que plantee un verdadero proyecto.

Los ladrillos que utilizarán los candidatos son los mismos. Ninguno de los tres da para más allá de discursos retóricos ya leídos. Y de los tres, solamente Pedro Sánchez presenta las heridas del martirio.

Vale.

Si tras la defenestración de Pedro Sánchez y la elección de una Comisión Gestora en el PSOE se pudiera haber pensado que la pacificación entre los distintos sectores era posible, la realidad parece señalar todo lo contrario.

No haré remembranzas de épocas históricas del partido en las que las divisiones y los enfrentamientos produjeron resultados duros, asentando a lo largo del tiempo una soterrada corriente cainita que fluye con facilidad. Las intrigas palaciegas en la confección de listas o en la elección de miembros de comités locales, provinciales, regionales o federales han estado a la orden del día.

Ahora estamos en un duro enfrentamiento de momento cainita (entre dos, Caín y Abel, sin saber quién es uno y quien es otro), esperando la entrada de algún miembro más de la familia a la pelea. Pelea de gallos, que no ya de hermanos. Hace mucho que las distintas familias socialistas dejaron de tener relaciones entre sí.

De este enfrentamiento cainita (de momento con las figuras visibles de Patxi López y Pedro Sánchez), de las intrigas y trampas nada soterradas que se tienden parientes políticos de uno u otro, solamente nace el desamparo.

Vergüenza debería darles a todos los dirigentes del PSOE, desde los de las más recónditas agrupaciones locales hasta el comité federal, cargos orgánicos o cargos públicos, posicionarse en bandos, banderías, parapetados con la munición suficiente para atacar o para defenderse atacando.

Vergüenza les debería dar a todos, a los que insultan y a los que repelen con insultos a los insultos que les profieren. A los que, revestidos de una pátina invisible de aparente superioridad (como el traje del emperador), dejan que sean sus segundones o sus fieles seguidores (fieles a unos, desleales al partido) los que profieran insultos, acusaciones, diatribas contra “los otros”.

Vergüenza debería darle a TODO el PSOE el desamparo con el que están dejando a sus votantes, varios millones de personas que asisten atónitas a peleas de patio de colegio que solamente tienen la finalidad de saber quién es el dueño de la pelota.

El desamparo de los votantes del PSOE que ahora se vislumbra no desaparecerá si salta al ruego algún candidato más a dirigir las ruinas del partido. No desaparecerá el desamparo porque la división, profunda, se ha instalado y terminará con un desmembramiento. Sin duda. Y ello porque a fuer de formar cuadros del partido (gentes de una sola trayectoria, la del carnet y la fontanería), han desaparecido los líderes.

No desaparecerá el desamparo porque la tradición de intrigas, de cainismo en el PSOE, ha aflorado como un tsunami y ahora es el manto, espeso, que cubre los escombros de lo que fue el edificio socialista. Aplíquense a hacer partido, a formar partido y abandonen la incuria y la inquina personal, que son la demostración palpable de agotamiento de cualquier proyecto político y, mucho más, ideológico.

El desamparo de votantes y simpatizantes tendrá la consecuencia de la desaparición de un referente en la izquierda (aunque fuera tibia izquierda) y tendrá consecuencias salvajes sobre los derechos, cada vez más escasos, de los trabajadores y de las clases (¡sí, de las clases! ¿o es que os habéis olvidado?) más desfavorecidas.

Si quedaran cenizas, no tendrán la fuerza suficiente para reconstruirlo.

Abandonen dirigentes (todos) y militantes (todos) las navajas, enfunden los puñales, que hay varios millones de españoles que necesitan un partido que pueda intentar ser contrapeso contra la derecha, encantada, exultante, de ver como cuatro paniaguados socialistas se pegan por unas migajas.

Vale.

 

En la tesitura en la que nos encontramos, con unas perspectivas que nos acercan a unas terceras elecciones o a algún pacto que ahora no se vislumbra, conviene repasar qué informaciones se publican de cada uno de los partidos, de los cuatro con mayor número de diputados, y qué percepción tenemos los ciudadanos.

Comencemos con el PSOE, que está en todos los cruces de caminos, en los de pactos inverosímiles o comiéndose todas las culpas si hubiera terceras elecciones.

Visto desde fuera, se aprecia un liderazgo del Secretario General, Pedro Sánchez, con apoyos amplios entre las bases del partido, y con los llamados barones regionales que defienden mayoritariamente, simplificando, dejar gobernar a Rajoy.

El PSOE transmite una imagen de división clara, y eso supone una fuerte debilidad. Es probable que los análisis que se hacen, especialmente por quienes no quieren ver ni en pintura un pacto de izquierda PSOE-Podemos más partidos nacionalistas, ERC incluida, no tengan en cuenta cuáles serían, en ese hipotético pacto, las fortalezas de un partido socialista fuerte y unido. O lo que es lo mismo, los que temen un pacto de izquierdas (que podría salir por los pelos en cuanto al número de diputados) son los mismos que saben que el partido está debilitado.

Los partidos políticos, sus estructuras de dirección, en todos los niveles, saben que lo que más daño les hace en las elecciones es transmitir división interna. Y ahora mismo el PSOE la está pregonando con potentes amplificadores.

También es necesario considerar que quienes, desde las baronías regionales defienden no ir a terceras elecciones y no pactar por la izquierda más nacionalistas, lo hacen en claves propias regionales.

Necesitan los barones regionales hacer muchos equilibrios para conseguir apoyos, a ambos lados del espectro ideológico, para comenzar a preparar los presupuestos para el año 2017. Presupuestos que, por otra parte, el mayor beneficiario de una “retirada a un lado” de Pedro Sánchez, el PP, ya no tendría margen para presentar ante la Unión Europea y cualquier salida presupuestaria posterior será catastrófica para los trabajadores.

Tampoco parece claro qué clase de presupuestos regionales pueden hacer los barones regionales del PSOE que gobiernan sin unos presupuestos estatales y sin unas líneas (techo de gasto, por ejemplo) que no se conocen.

Los partidos que van a cualquier negociación con la imagen pública de división, están condenados a perder más que ganar, a ceder más que conseguir. La debilidad del PSOE está no solo en un debate ideológico, sino, sobre todo, en un debate pragmático.

¿Qué es mejor, conseguir un gobierno de izquierdas con un PSOE nacional fuerte y unido o arriesgarse a ello y que en cada baronía se produzcan mociones de censura que las hagan peligrar?

Porque o hay un pacto de izquierdas más los nacionalistas o el PSOE, dividido y debilitado, arrostrará la culpa (ya se llevan encargando mucho tiempo el gobierno y los medios de comunicación sicarios de que así sea) de unas terceras elecciones. Y ello, porque un hipotético acuerdo PSOE-Podemos-Ciudadanos es inviable, no tanto por los vetos cruzados entre los partidos ¿emergentes?, sino porque Ciudadanos es la cuña en la que se sustenta el PP (y la derecha política, mediática y económica) para pervivir.

La encrucijada del PSOE es complicada. Los deseos personales, debilitan su proyección social. Y la debilidad viene, además, marcada por el miedo al futuro.

Sea cual sea la decisión final, incluida la abstención a favor de Rajoy, el PSOE ha entrado en una espiral de debilidad que tiene mala pinta en un futuro próximo. Abstenerse en favor de Rajoy, por ejemplo, llevará al PSOE a perder la hegemonía de la oposición.

Vale.

En estos días en los que la presión política de cara a la investidura de nuevo presidente del gobierno recae no sobre el encargado de conseguirla sino sobre el segundo partido más votado, conviene recordar algunos conceptos.

Uno de ellos parece que es la necesidad de que el PSOE se mantenga neutral en la investidura, esto es, que se abstenga en el procedimiento del artículo 99 de la Constitución para no entorpecer la investidura de Mariano Rajoy. Esta cuestión de neutralidad es la que subyace en todas las presiones mediáticas y políticas. La abstención que se exige al líder del PSOE no es una cuestión política. No es eso lo que quieren los que la demandan.

Exigen que el segundo partido más votado renuncie a su derecho de votar en la sesión de investidura en contra de un candidato propuesto por el jefe del Estado. Exigen, en el valor supremo de la gobernabilidad, que el PSOE se abstenga. Pero en un concepto que no es político, que no es el del ejercicio de una opción política, sino que tiene más que ver con el concepto de neutralidad en un conflicto armado.

Al término de ir leyendo editoriales que parecen todos cortados por el mismo patrón (o patrona), lo que exige al PSOE es que se aparte, que deje que los demás (en este caso, los demás es solo uno, Mariano Rajoy) pueda ser investido presidente del gobierno. Quienes exigen esta opción hablan de abstención o abstención técnica (la ausencia, imprevista, de un determinado número de diputados socialistas en el momento de la votación de la investidura).

Es evidente, o así debería serlo, que un partido político que ha concurrido a las elecciones, no puede ser neutral. La abstención, en las votaciones políticas, nunca es neutral, siempre favorece al poder. En cambio, la neutralidad (mirar para otro lado) no solamente favorece al poder sino que lo refuerza.

Si el PSOE, como exigen los editoriales cargados de metralla, se convierte en neutral, no solo favorece a Rajoy, sino que invalida a los socialistas para hacer oposición. La abstención, que es el no voto en la sesión de investidura, es una opción que tiene un punto de escape (abstención crítica, por ejemplo). Pero no es el caso.

La abstención que Rajoy necesita (dada su incapacidad genética para conseguir apoyos) es una rendición sin condiciones que en la magnanimidad de los editoriales de El País (y en las traicioneras propuestas de Felipe González et al.) sería bien vista, sabiendo que esa rendición llevaría aparejada, primero, la exclusión de los socialistas de los ámbitos de decisión, y, segundo, una perpetuación del Partido Popular en el poder.

Abstenerse (en el sentido de neutralidad que necesita El Incapaz) es rendirse. Y de momento, es la opción que no contempla el PSOE, aunque algunos, abducidos por el síndrome “partido de gobierno”, enredan para torcer la voluntad de su secretario general, algo que no habrían consentido cuando ellos lo fueron.

En estos tiempos tan complicados, no vale ser neutrales.

Parafraseando a Gabriel Celaya, “maldigo la política concebida como un lujo trivial por la derecha”. Alguien decía, respecto de las elecciones, que la abstención siempre favorece a la derecha. La neutralidad (el silencio) es el arma que la derecha utiliza contra los trabajadores.

Vale.

 

La aceptación por Mariano Rajoy del encargo del Jefe del Estado para formar gobierno, conforme a lo previsto en el artículo 99 de la CE ha abierto dos líneas de información muy interesantes. La primera, de momento en sordina, es la de saber si finalmente Rajoy acudirá a la investidura o se aculará en tablas, contraviniendo el mandato constitucional de aceptar la formación de gobierno, que solamente podría no conseguir si va a la investidura y pierde la votación. Rehusar solamente les está permitido a los caballos en los concursos hípicos.

La segunda línea, en la que estamos inmersos, es la obtención de apoyos para la investidura y para formar gobierno. Que no son lo mismo.

Para formar gobierno tiene dos opciones: o gobernar con los 134 miembros del Grupo Popular en el Congreso o gobernar en coalición con Ciudadanos sumando los 32 diputados de la formación de Albert Rivera.

Para la investidura es más complejo, necesita más apoyos. Por ejemplo, necesita sumar los mismos apoyos que consiguió para elegir a Ana Pastor como Presidenta del Congreso. Esto es, necesita sumar los votos de los independentistas catalanes de Artur Mas.

O por ejemplo, necesita la abstención de entre 10 y 15 diputados (lo que se denomina una abstención técnica: “nos abstenemos para posibilitar la investidura, nada más”). Todos los disparos (en su más violenta acepción verbal) están dirigidos a Pedro Sánchez, que de momento aguanta el fusilamiento.

Un fusilamiento que no solamente nace del Partido que está en fase de ser procesado por destrucción de pruebas en un proceso penal, sino al que se han sumado todos, todos los demás partidos y, de modo sospechosamente entusiasta medios de comunicación que en su día fueron respetables, como El País.

El bombardeo a que se somete al Secretario General del PSOE me parece inhumano, y más cuando mariscales socialistas olvidan que Pedro Sánchez está legitimado por la militancia y traicionan, sí, traicionan a su propio partido.

Desvergüenzas como las de Corcuera, Bono, Felipe González, Leguina… no deberían tolerarse y deberían ser expulsados, sin honores, de la organización. No pueden haber traidores. Y no puede haber la tibieza de la que hacen gala «los barones».

Conste, además, que no es esta opinión interesada, sino que es una toma de posición a favor de quien está siendo crucificado. La resistencia, hasta ahora, de Pedro Sánchez debería ser digna de tomar en cuenta. No sé si aguantará hasta el final o si se rendirá, cautivo, desarmado y traicionado.

Pero es que, además, se da la paradoja de que si Rajoy está en disposición de formar gobierno ahora, tras una segunda convocatoria electoral, es gracias, única y exclusivamente, al partido de Pablo Iglesias, gracias a Podemos. En la breve legislatura anterior, los votos negativos a la investidura de Pedro Sánchez emitidos por Iglesias y los suyos, dieron a Rajoy la oportunidad de, en unas segundas elecciones, mejorar sus resultados.

Podemos, unas veces izquierdas, otras peronistas, otras socialdemócratas, otras ni se sabe, hizo el trabajo sucio a la derecha. Y no pareció un accidente, pareció lo que era y lo que es: ejecutar un encargo de la derecha.

Ahora, Podemos, está en el momento de culminar su trabajo y pasar por caja (en su acepción más pesetera) absteniéndose en la votación de investidura y facilitando a Rajoy que pueda gobernar.

Dijo una vez Pablo Iglesias que le gusta, como a Hannibal Smith, que los planes salgan bien. Ahora, absteniéndose, su plan saldrá bien: su plan de que si él no puede gobernar, que gobierne la derecha, lo tiene a huevo. ¡Abstente, Pablo!.

Vale.