Archivos para November 30, 2023

Sostiene Javier Cercas en un celebrado artículo (dime quién y por qué lo celebra) que “tenemos una clase política cínica, irresponsable y envenenada por el poder, que no trabaja para unirnos sino para separarnos, que considera el engaño un instrumento legítimo, y pueril la mínima exigencia ética”.

Pues yo no celebro su artículo, al socaire de la amnistía, de la que dice, como la derecha furibunda que se opone a la misma, que lo que hace no es perdonar, sino borrar el delito.

Leyendo esa sarta de descolgamientos de los argumentos más liberales de los savateros, y leyéndola hoy, un 27 de diciembre en Cáceres, me gustaría saber si el señor Cercas considera si la amnistía es un engaño. Me refiero a la amnistía de 1978, si la considera un engaño. Porque el concepto jurídico es el mismo, pero los hechos que aquella amnistía borró, si los delitos que aquella amnistía borró lo fueron mediante un engaño.

Quiero recordar al señor Cercas que en las navidades de 1937 fueron pasados por las armas más de 300 cacereños y cacereñas, tras unos juicios sumarísimos, sin, por supuesto, garantías ningunas. Hoy la amnistía que se plantea cuenta con todas las garantías del estado derecho, ese que parece que no le gusta al protestante.

Porque sería muy ilustrativo conocer la opinión, el hartazgo del señor Cercas cuando se concedió la amnistía del 78, sería de mucho interés saber si cuando se aprobó la ley del 78 habíamos tocado fondo. Él, no creo.

Sí, a mí me gustaría conocer la opinión política, adornada de verbo florido, del señor Cercas para recordar cómo mi madre, Rosario, hablaba de su tía Dionisia, que con 23 años fue fusilada. Mi madre, cada vez que la recordaba, veía sus ojos bañados en lágrimas. El único “delito” que cometió mi tía abuela Dionisia fue venir a Cáceres desde un pueblo muy pequeño de Ávila, Junciana, para cuidar a los hijos de su hermano Casimiro y la mujer de este, Ramona.

Aquel delito fue borrado por la amnistía del 78 sin que los sobrinos y sobrinos nietos hayamos recibido ninguna mínima reparación.

Aquel delito del juicio sumarísimo que condenó a Dionisia fue premiado por el Ayuntamiento de Cáceres nombrando al carnicero que ejecutó las más abyectas tropelías hijo predilecto de la ciudad. Nombramiento que puede consultarse en las hemerotecas y que consta en los libros de actas. Aquel carnicero se llamaba Rada.

Aquel delito del juicio sumarísimo también alcanzó a mi abuela Ramona, a la cuñada de Dionisia, y los criminales que lo ejecutaron a las órdenes de Rada, y con el patrocinio de la burguesía golpista que allanó el Ayuntamiento, también fue condenada a muerte. El mismo día, a la misma hora que lo era la hermana de su marido, mi abuelo.

Tendría algo que decir el señor Cercas de la amnistía que ahora se plantea, sin un solo derramamiento de sangre, sin otro afán que el de recuperar la concordia, sabiendo que quedarán restos de maximalistas que serán fácilmente reconducidos.

El señor Cercas, al que tanto le gustan según que historias y las viste de verbos y oraciones subordinadas, probablemente nunca se haya topado con una condena a muerte como la impuesta a mi abuela Ramona.

El tribunal, remedo de tribunal, condenó a Ramona a muerte, pero suspendió su ejecución por hallarse embarazada. Esta circunstancia no fue óbice para que los asesinos sentenciadores escribieran: “Su ejecución tendrá lugar transcurridos 40 días desde el alumbramiento, continuando mientras tanto detenida en la Casa de Maternidad a la que será trasladada con las precauciones debidas. Se ordena al director del Hospital nº 1 donde está situada dicha Casa que avise tan pronto como el alumbramiento tenga lugar a los efectos de ejecución”.

Vale.

El diccionario de la R.A.E. define el periodismo como la “actividad profesional que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico”.

Bien es cierto que son muchos los escritores y/o periodistas que han sentenciado sobre el llamado, mal llamado, cuarto poder. Algunas como “Ser un empleado de un medio para contar la verdad del dueño en lugar de la tuya, es algo terrible”, que dijo Luis del Olmo, o la que pronunció un referente del periodismo, Kapucinsky, “Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante.”

A mí, particularmente, me gusta una frase atribuida a George Orwell: El periodismo publica lo que alguien no quiere impreso; todo lo demás son relaciones públicas. Y me gusta porque para llevar adelante esta máxima se crearon los gabinetes de prensa.

En la ciudad de Cáceres, desde hace unos años se viene dando una batalla desigual, que en los últimos meses ha incluso desnivelado los equilibrios entre partidarios y detractores de una mina de litio de grandes proporciones a colocar a poco más de un kilómetro de la ciudad.

En la práctica se está produciendo lo que en términos bélicos se denomina una guerra asimétrica, con un fuerte “ejército” de prensa favorable, muy favorable, a la instalación de la mina, y un cada vez más creciente número de cargos públicos, singularmente en la derecha del modelo social, ante el silencio de quienes en la izquierda deberían ser los más favorables a las protecciones social, medioambiental y cultural.

En este paisaje no pasan desapercibidas noticias como que ha sido elegido un nuevo presidente de los periodistas de Cáceres, en concreto un periodista que junto con otros dos, desalojados de gabinetes de prensa de la Junta de Extremadura, crearon una empresa dedicada a la “comunicación empresarial y política”. De los tres, en verano uno salió catapultado a la cuadra de redondo.

Ahora, la asociación de periodistas de Cáceres tiene en su directiva a dos de los creadores de ese gabinete, uno en la presidencia y otro como tesorero.

Además, la empresa australiana es cliente de ese “gabinete”, como lo es también el lobby de rasmusen global, que opera en Bruselas y al que la empresa australiana ha recurrido para apretar la pinza sobre el litio.

Ante un periodismo vendido al único postor, los ciudadanos de Cáceres se sienten indefensos, porque no tienen capacidad económica para ni siquiera equilibrar fuerzas, y solamente el tesón, y, sobre todo, la capacidad técnica y científica de profesores, profesionales y agentes libres (como en la NBA) plantan cara al dinero.

Pero como en todos los órdenes da la vida, y en el que rodea las decisiones políticas, engrasadas o no con papel moneda, terminará imponiéndose la razón ante la sinrazón de una aventura económica que puede llevar a la ruina a la ciudad, a los poco más de 96.000 habitantes, y a la riqueza a los dueños de la grasa, la mierda y el desperdicio.

Vale.

Las reflexiones que continúan podrían formar parte de una nueva entrada en la Cerca de las Retamas de la serie “Cáceres, cerrado por falta de uso”, pero de momento la dejaré aislada.

Hace unos días, el Ayuntamiento de la ciudad hizo pública la decisión de cambiar la sede del Consorcio Cáceres Ciudad Histórica al mismo edificio en el que se encuentra la concejalía de Turismo. Las razones, el mal estado del edificio de Torremochada, 1, que podría ser peligroso incluso para el personal que presta servicio en dicho Consorcio.

En casa del herrero…

Hasta ahora, la única referencia de que dispongo sobre el cambio de sede son las declaraciones de la concejala de Turismo y Patrimonio, que señaló que el edificio es propiedad de la Junta de Extremadura, a quien correspondería el mantenimiento en condiciones de uso adecuadas del edificio.

Los estatutos del Consorcio se refieren, en su artículo 5 al objeto y los fines a los que ha de atender, y, evidentemente, se orientan a potenciar de forma conjunta y coordinada las acciones y la gestión de servicios tendentes a la consecución de la difusión, dinamización, protección, conservación, defensa, revalorización y restauración del patrimonio histórico, monumental y cultural de la Ciudad de Cáceres y su entorno”. Y tener que cambiar la sede del organismo por falta de mantenimiento es aquello de en casa del herrero…

El edificio de Torremochada, nº 1, ha dejado de prestar servicios para el Consorcio, y habrá que saber qué previsiones de reforma, reparación y demás tareas de su buen mantenimiento y conservación, tienen los consorciados, singularmente, la entidad propietaria del inmueble, la Junta de Extremadura.

Sería interesante que por el propio Consorcio se hiciera público si en las diversas reuniones celebradas a lo largo del tiempo se trató el estado del inmueble, si es que se hizo, y en qué términos se adoptaron (o no) acuerdos para el mejor mantenimiento.

Que Cáceres dispone de múltiples inmuebles en mal estado de conservación, cerrados, prácticamente abandonados, casi todos de propiedad particular. Algunos de buen porte, pero que han ido cayendo en la desgracia del abandono.

Tengo la impresión, por las propias declaraciones de la concejala responsable del área, que irá para largo. El edificio de Torremochada, nº 1, será en poco tiempo, portada de la prensa local porque cuando un edificio, incluso recientemente rehabilitado como este, se abandona, las imágenes que ese abandono serán frecuentes. Y comenzarán las acusaciones cruzadas.

Vale.

De los creadores del socavonino de Valdeflores, llega ahora a nuestras pantallas “la cuevina de Maltravieso”, y ya tienen encargados los productores los siguientes títulos: “La murallina almohade”, “La placina Menor”, y para cerrar este grupo de entregas “La Riberina del Marco”. La que nos espera de los adeptos a “cariño, he encogido el pueblino”.

No han tenido bastante con denominar socavón a un agujero en un camino en medio del campo. No sé qué hubiera sido si delante de su casa, a poco más de cinco metros, hubieran tenido un soplao. O si hubieran conocido un soplao en la Charca del Espíritu Santo (mal llamada Charca Musia) que secó la charca y se llevó por delante al menos a dos vacas.

Pues nada, que estos muchachos del equipo de Rafaelín se han empeñado en hacernos las tardes de invierno que se avecinan de lo más entretenido.

En la anterior legislatura municipal, el entonces equipo de gobierno dejó publicada la convocatoria para construir una réplica de la Cueva de Maltravieso, un tesoro del arte rupestre en pleno casco urbano. Una neocueva.

Ahora, cuando ya se había anunciado que había varias empresas interesadas en concurrir al concurso para adjudicarse la obra, nos enteramos de que con la cantidad presupuestada, casi 1.800.000 €, no podrá ejecutarse poco más o menos del 60% de la réplica de la Cueva. Esto es, una cuevina.

Los muchachos del eqjuipo de Rafaelín culpan a la anterior corporación, of course, de la falta de presupuesto. Vamos, que los concejales del equipo de gobierno anterior no tenían ni idea de cómo realizar un presupuesto de una obra, como si no hubiera técnicos municipales encargados de ello.

Y en estas estamos ahora, con la Cueva de Maltravieso asociada a la lusa cueva de Escoural, pendientes de entrar a formar parte del selecto grupo del Patrimonio Mundial.

No realizar la réplica completa de la Cueva es una insensatez. Mejor no hacer nada. O también, si los muchachos de Rafaelín y Rafaelín mismo tuviera alguna idea, podrían llamar a la puerta del despacho de donde salían los 1.800.000 € para completar el presupuesto necesario.

Pero como parece que de esto, de gestionar, no saben mucho, la decisión será la de hacer una cuevina en Maltravieso.

Pero lo más chungo de todo es cómo se han enterado el alcalde y sus muchachos de que con 1.800.000 € no se puede ejecutar la neocueva. Creo, sinceramente, que cuando el anterior equipo de gobierno previó la neocueva en esa cantidad, lo hizo contando con el asesoramiento de los técnicos municipales. Y que se sepa, esos técnicos municipales siguen siendo los mismos.

Los mismos que en marzo emitieron un informe contrario, claramente contrario, a la implantación de la mina de litio, y que ahora, en octubre, han emitido otro informe diciendo que esa aberración, digo, esa mina, no es no incompatible con el PGM.

Es de suponer que los técnicos que señalaban los 1.800.000 € alguna idea tendrían de hacer presupuestos.

¿Pero cómo se han enterado Rafaelín y sus muchachos de que con esa cantidad solamente da para una cuevina? Pues muy sencillo: se lo han dicho los técnicos… pero no los del Ayuntamiento, se lo han dicho los técnicos de las empresas, que dicen que con ese dinero no da para una cueva.

Cuando los técnicos municipales hacen un informe sobre la mina, Rafaelín determina que “lo que digan los técnicos, que para eso están”. Cuando los técnicos municipales señalan deficiencias en el barullo de cosas que ha colocado para destrozar la vista, la mejor vista de la ciudad, Rafaelín habla de subjetividad.

Ahora, cuando los técnicos de las obras, interesadas monetariamente, en el proyecto de neocueva dicen que no hay suficiente cash, no le importa que la opinión de estos pase por encima de los técnicos municipales. Aunque fueran los que estaban en la anterior legislatura municipal.

Y en la presente.

Pero si no lo remedia alguien, no tendremos una réplica de la Cueva de Maltravieso, sino una cuevina con trozos parecidos a lo que guarda (y esperemos que no toquen nunca Rafaelín y los suyos) la cueva original.

Vale.

El pasado 1 de diciembre apareció en uno de los caminos del Valle de Valdelores un “socavón” de enormes dimensiones: 2 metros de largo, por 1,5 de anchura y 1,5 de profundidad. Con  esas medidas, el desfallecimiento del terreno no alcanzaría a la denominación de socavón, más bien de socavonino.

Claro es que el lugar en el que el terreno cedió tan dramáticamente, en el sitio en que unos especuladores australianos pretenden colocar una megamina de litio, con sus megatúneles de acceso, sus megachimeneas de aireación, megavertederos de millones de m3 de vertidos, requería, como sucedió, una rápida respuesta municipal.

Por supuesto, el Ayuntamiento de la ciudad, que acaba de dar curso a un megainforme técnico/jurídico diciendo que la megamina es “no incompatible” con las determinaciones del Plan General Municipal, ha actuado con la diligencia que le es propia.

Rápidamente se ha acudido con todos los medios técnicos y humanos para reducir el socavonino, que había alarmado a los vecinos de la zona (sí, donde quieren colocar la megamina hay vecinos) y aquellos ciudadanos a los que les gusta pasear por un entorno tan privilegiado como Valdeflores.

El Ayuntamiento ha actuado con la misma diligencia o más con la que destaca a brigadas de operarios a sustituir las baldosas manchabragas que jalonan muchos acerados y algunos tramos peatonales, cuando caen cuatro gotas, o como aquí decimos, llueve con desesperación.

La misma diligencia con la que mantiene perfectamente repintados los pasos de peatones, no vaya a ser que el brillo de la pintura blanca, satinada, desaparezca como por arte de magia.

Con esa misma diligencia con la que los funcionarios municipales suelen atender a los ciudadanos que preguntan por cualquier cuita que les atañe.

El socavón (más bien socavonino) ha sido resuelto y dejado expedito el camino para que nadie pueda resultar perjudicado. No vaya a ser que siente un precedente de las consecuencias que la minimina (según las autoridades electas y ejercientes) puede acarrear.

Solamente se les ha escapado un detalle, en el afán de ser transparentes con las causas profundas del socavonino: nada, que al parecer ha sucedido en un lugar por el que transcurre un regato subterráneo.

Y esa es la cuestión: ¿cuántos socavoninos o socavones se producirán cuando las máquinas de los australianos y su sicariato cacereño horaden el subsuelo de Valdeflores allá por los 40 metros y más de profundidad, con potentes máquinas y más potentes explosivos?

¿Resistirán los múltiples regatos, las múltiples venas de aguas subterráneas de Valdeflores, tributarias de arroyos de superficie como el de Valhondo, o de acuíferos como el del Calerizo?

Da igual, las explicaciones de las autoridades que aprueben tamañas fechorías recaerán en que es lo que decían los informes técnicos, para, al final, destruir un espacio vital para el equilibrio medioambiental de Cáceres, atacar con emanaciones químicas las piedras milenarias de la Ciudad Patrimonio Mundial.

Las autoridades, al final, dirán que es solo un socavón con categoría de socavonino.

Vale.