Tras el documento de acuerdo entre Junts pel sí y la CUP para iniciar el proceso de independencia de Cataluña hacia un estado independiente, se han sucedido declaraciones de ida y vuelta, algunas de retroalimentación. En el caso del PP, en la persona de Tancredo Rajoy, parecen instalados en un mantra: “Si es Cataluña, arrasamos en las generales”, quizás recordando (in)conscientemente a aquella frase atribuida a alguien del gabinete de crisis tras el 11M: “Si ha sido ETA, arrasamos”. Rajoy, en su piedra de inmovilidad.
Pero escuchando entrevistas, cortes de declaraciones y otras píldoras, me ha parecido escuchar a Antonio Baños, en “Más Vale Tarde”, de La Sexta, decir algo sorprendente, tras un tira y afloja dialéctico con la presentadora Mamen Mendizábal y Txema Montero, uno de los tertulianos, sobre si había mayoría independentista, en votos o en escaños: que el partido de Artur Mas3% y la CUP habían decidido iniciar el proceso parlamentario, donde cuentan con mayoría, porque la soberanía reside en… el parlamento.
En cualquier régimen democrático occidental, la soberanía reside en el pueblo, y el parlamento ejecuta los mandatos del pueblo, del que emanan, además, todos los poderes del estado. Esta cuestión, claramente definida en la Constitución española, como en otras muchas, parece que en la dialéctica independentista se pierde.
Cuando he escuchado a Antonio Baños esa afirmación, me ha sorprendido, por tratarse de un profesor universitario, en materia económica, parece que de formación científica marxista, y que un desliz como ese acredita un error de partida que, de ser, un pensamiento de fondo plantea dudas más que peligrosas.
Si para los impulsores del proceso independentista, ahora la soberanía reside en el parlamento catalán, están apropiándose, indebidamente, del valor superior de cualquier organización de un estado: se apropian de la soberanía por encima de su depositario, el pueblo catalán.
Que en su dialéctica pretendan llevar adelante su proceso político porque se sienten legitimados por un 48% de los votantes, forma parte de la hoja de ruta. Pero no pueden, en modo alguno, hurtar la soberanía nacional del pueblo catalán por encima de todos los catalanes. Forma parte de esa dialéctica.
Pero lo que hoy decía Baños supone, además, que durante el tiempo que se desarrolle ese proceso, al menos, la soberanía del pueblo catalán, incluidos sus votantes, estará secuestrada y los parlamentarios independentistas se arrogan algo que no les pertenece, sino de la que son servidores.
El sustraer la soberanía al pueblo catalán es un mal principio. Pero dado que ese pueblo no es independentista en una mayoría indubitable, no tienen más remedio que tergiversar los conceptos, en retorcer las fuentes del derecho en su beneficio.
Mientras que para conseguir unos fines políticos, desde partidos políticos, o desde creadores de opinión pública se violen conceptos básicos y claros, el proceso nace viciado y, en el caso más que improbable, de que prosperara, ¿quién será capaz de decirle a Antonio Baños y Artur Mas3% que la soberanía reside en el pueblo catalán, cuando son ellos los hacedores, los creadores?