Archivos para grafitis

Ha ocurrido en Cataluña. La Consejería de Cultura de la Comunidad Autónoma ha declarado como Bien de Interés Cultural un mural de 123 x 271 cm, pintado por Keith Haring en 1989, en la calle Atenes, nº 27.

Acid, Keit Hering. Atenes, 27. Barcelona, 1989.

El artista norteamericano Keith Hering llegó a Barcelona, procedente de Madrid, donde se hallaba visitando ARCO, y a propuesta de Montserrat, accedió a pintar un mural con la condición de que el lugar lo eligiría él. Y eligió la plaza Salvador Seguí, en pleno barrio chino, en el Raval.

Pero esa pintura no es la que ha sido señalada como B.I.C., seguramente porque dejaría de estar en la pared al poco tiempo. La elegida ha sido una denominada Acid, en el Ars Estudio, que se conserva y que al ser catalogada impedirá su destrucción si la propiedad del inmueble hiciera modificaciones en el mismo.

La importancia de esta inclusión en el catálogo de Bienes de Interés Cultural catalán radica en que, en realidad, la obra es un grafiti de un ya reconocido artista como Keith Hering, que murió un año después de su estancia en la capital catalana, víctima del sida.

El street art que practicó Hering es una modalidad artística que, con múltiples variantes, sigue en la actualidad existiendo. Incluso en la ciudad de Cáceres.

No puede decirse que en Cáceres tengamos muchas muestras de street art, y mucho menos que las mejores muestras de grafitis puedan encuadrarse en el arte callejero. Más bien al contrario. Lo que pudiera ser arte callejero está cerrado en edificios arruinados, en almacenes perdidas de la vista ciudadana.

El reciente incendio en lo que fueron las instalaciones de CAMPS hasta mediados los años 80 del siglo pasado, sin duda han terminado de arruinar lo que quedaba de las naves que encerraban muestras de grafitis de gran calidad. Que ahora en Cataluña se premie dándole el mayor nivel de bien cultural a un grafiti, no hace sino señalar que este tipo de práctica artística está bien implantada y forma parte de las enseñanzas y prácticas artísticas. Bien es cierto que el autor del mismo es un artista de reconocido prestigio, pero que cimentó ese prestigio a base de practicas en las calles neoyorquinas.

En nuestra ciudad, el exterior del cerramiento del IES García Tellez es, puramente, street art, por cuanto dota de buenas obras al tramo de la calle La Roche sur Yon. Pero es la excepción.

Contamos con espacios, si visión al exterior, y mucho menos al interior donde se acumulan pinturas que, a medida que “la piqueta” avanza, desaparecen y cada vez los espacios que los artistas callejeros encuentran uno, suele ser más pequeño. Las sucesivas convocatorias de los llamados “muros críticos” por parte de la Diputación provincial vienen dotando a los pueblos cacereños de murales que, por su propia definición institucional dejan de ser espontáneos para convertirse en muros acríticos, institucionales, perdiendo así el valor de ese punto de transgresión que el arte callejero conlleva.

La primera imagen de este post se corresponde con la obra de Hering que ha sido incorporada al catálogo de bienes culturales de Cataluña, y el resto, a uno de esos espacios que existen en Cáceres, en cuyo interior se guardan obras de interés, en paredes sucias, casi derruidas.

Vale.

Ayer, 28 de mayo, se produjo un incendio en el entorno de Aldea Moret, que afectó a las antiguas instalaciones de Campsa en Cáceres. Más allá de la noticia en sí, de la localización del incendio y de algunos, afortunadamente, escasos, daños personales, no hubo que lamentar más estropicio. ¿O sí?

No sé en qué grado se vieron afectadas las paredes de las naves que fueron de la compañía Campsa, ya en ruinas. En unos días, trataré de ver qué quedan de las viejas paredes. Pero me temo que los bomberos pudieran haber tenido que derribar alguna de las paredes de las naves más grandes.

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Bien es sabido que en las viejas fábricas, en las abandonadas instalaciones fabriles suele darse un arte que resulta vigente por el tiempo que lo abandonado, lo viejo, permanece en pie de modo muy precario. Cuando la ciudad va engullendo (o destruyendo) esas viejas paredes, el grafiti desaparece, y, como la pared que lo sustenta, muere.

De un tiempo a esta parte, desde algunas administraciones (Ayuntamiento, Diputación) se pretende utilizar la técnica grafitera, o, simplemente, la pintura mural para dotar a los pueblos de elementos artísticos que no sean los cerrados espacios de un museo (inalcanzables para la inmensa mayoría de las localidades) y, al mismo tiempo, favorecer las actividades pictóricas de jóvenes que muestran su valor artístico en acciones bajo el eslogan del “muro crítico”, que enlaza la pintura mural institucionalizada con la definición que la http://www.rae.es da a “grafiti”: Del it. graffiti, pl. de graffito. 1.- Firma, texto o composición pictórica realizados generalmente sin autorización en lugares públicos, sobre una pared u otra superficie resistente.

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Las paredes de las naves principales de la antigua Campsa constituían por sí mismas un auténtico museo del grafiti en nuestra ciudad, junto con unas instalaciones de una antigua vaquería en la Charca Musia, ya en gran parte desaparecida, y las paredes de la vieja nave de El Romeral, junto al Molino de El Marco. Algunos recintos más escasos, o más pequeños continúan mostrando grafitis de gran valor artístico, como la pared del IES García Téllez a la calle La Roche sur Yon, o el Parque Bosnia.

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En la vieja nave de Campsa, el valor artístico de los grafitis que se habían ido incorporando sucesivamente a lo largo de los años es indudable. Desconozco quienes son los autores de la inmensa mayoría de las pinturas que los componen, pero no tengo dudas sobre su calidad y sobre la necesidad, en algunos casos, de preservarlos, siquiera sea mediante una adecuada catalogación, identificando autores, fechas, etc. así como fotografías de conjunto y detalle que puedan ser conocidos por la mayoría de cacereños, que no frecuentan, obviamente, espacios que, incluso, pueden ser peligrosos por su deterioro.

No se trataría, ni mucho menos, de hacer un listado y localización exhaustivos de todos ellos, sino de los que realmente reúnan valores de autenticidad y calidad artísticas, y tampoco de cerrar un catálogo, sino que estuviera abierto a nuevas incorporaciones o a aquellas que provengan de otros espacios actualmente desconocidos para quien suscribe.

He añadido a este texto solamente grafitis provenientes de la antigua Campsa, cuyo incendio motiva esta entrada en el blog.

Vale.

Ninguna línea trazada en el plano es inocente, ni ninguna ciudad es inmutable. Ni siquiera sus más fosilizados barrios. Y Cáceres tampoco lo es. Aunque muchas veces parezca una ciudad casi muerta, reaparece en otros espacios físicos casi viva.

Los barrios que en los años 50 y 60 acogieron población joven, provenientes en muchos casos de inmigración interior, son ahora barrios llenos de personas mayores: sus hijos han buscado otros aires, al norte o al sur de la ciudad. Y sus casas, envejecidas, solamente toman un soplo de aire fresco cuando en la primavera, algunos años, se encalan sus fachadas.

Pero no solamente son las casas las que envejecen, se deterioran y modifican sus fachadas con carteles de se vende. Sus espacios abiertos, donde jugaban los entonces niños al guá, al pañuelo, al hilo negro, son ahora espacios inertes, en contraste con el neolenguaje de las áreas de juego infantiles, tan contadas y constreñidas que solamente permiten el juego que puede hacerse en mobiliario de pvc endurecido, de bordes romos, coloreados.

Existe en Cáceres un espacio que a lo largo del tiempo ha sufrido alguna escasa modificación y que ahora ha quedado arrinconado a ser lugar de reuniones cada vez menos numerosas de adolescentes y jóvenes. Los más mayores de los edificios colindantes, los que vieron como sus nuevos pisos de los años 50 y 60 rodeaban un erial en pendiente muy pronunciada, en el que sus hijos jugaban y corrían, haciendo resbaladeras por las que, a modo de tobogán, se lanzaban sobre la tierra mojada con los orines de todos. Y ojo con perder el equilibrio, que llenabas las calzonas de barro.

Aquel erial en pendiente pronunciaba fue sometido a cirugía mayor, y su pendiente convertida en bancales, como si de terrenos frutales de una sierra se tratara. Y entre los bancales, pasos de escaleras por los que los vecinos más antiguos ya no pueden adentrarse. Las dificultades de movilidad han reducido esos bancales a uso muy restringido.

Entre las calles Médico Sorapán y Reyes Huertas, con una pendiente muy pronunciada, ahora denominada Cuesta del Palancar, y cerrado por una promoción de las llamadas Viviendas protegidas y otra conocida como las 104, se encuentra el Parque Bosnia, denominado así, no oficialmente, sino porque su mayor esplendor coincidió con su conversión en bancales y porque en él se reunían, a veces casi clandestinamente, adolescentes y jóvenes grafiteros, cuando “la guerra de Bosnia”.

De aquel Parque Bosnia aún quedan vestigios de grafitis, con alguno relativamente nuevo, pero sin la fuerza con la que quienes trazaron los primeros a golpe de spray, expresaron en las paredes sus anhelos, sus inquietudes, su creatividad.

Hoy, muchos de esos grafitis son paredes desteñidas, pinturas erosionadas junto con los morteros de cemento en los que se pintaron. Pero sigue siendo el Parque Bosnia, por cuyas escaleras los vecinos de las protegidas y las 104 no pueden moverse y que, desde las ventanas de sus casas asisten a un deterioro progresivo.

Los grafiteros de hace unos años ya no han vuelto por allí, y solamente alguno se atreve a sustituir los originales dañados por otros nuevos.

Vale.