Archivos para casta

Durante la jornada electoral de ayer, 22 de marzo, en Andalucía, el seguimiento a través de las redes sociales, además de los mensajes de apoyo a candidaturas, o peticiones directas de voto y similares, propios de la confrontación democrática (por ejemplo, en twitter ganó de largo el hastag #Podemos22M), hubo un momento en el que un tuit me llamó la atención.

A las 14:19, el número 2 del partido lanzó el siguiente:


errerjon en tuiter

Que el número 2 de un partido que ha hecho un alarde de movilización, con las marchas convocadas, por ejemplo a finales de enero en Madrid, diga que es un éxito que consiguieran reunir a 4.000 voluntarios para ejercer de interventores y apoderados, no deja de ser llamativo.

A este tuit triunfalista de Íñigo Errejón hay que añadir una amplia difusión de tuits en los que votantes/militantes de Podemos se quejaban de en muchas mesas electorales, las papeletas del partido eran “escondidas”, tapadas o perdidas, acusando a los partidos de “la casta” de, más o menos, boicotear las elecciones o dar pucherazo.

Sin embargo, la realidad, tozuda, demuestra que el dato de los 4.000 voluntarios/militantes que ejercieron de interventores, con parecer elevado no lo es tanto. Ese mismo dato fue utilizado por el responsable de organización de Podemos, Sergio Pascual, para agradecerles su trabajo.

El número 2 y el secretario de organización presumen de un dato que se da de bruces con su propio discurso.

Si durante meses hemos asistido a una sobreactuación de los dirigentes de Podemos sobre su capacidad de movilización, la realidad, esa cosa tozuda que a muchos políticos, de casta o descastados, les suele estallar en la cara.

Mientras que en la ficción (precampaña o campaña electorales) la constante presencia de Podemos en los medios, y la campaña del “miedo a Podemos” que los medios de comunicación convencionales más o más menos proclives al status quo, parecía que la avalancha o tsunami desde el nuevo partido sería potente en las urnas.

La realidad, la tozuda realidad debió hacer bajar la euforia a los dirigentes de Podemos desde el mismo momento en que constataron que su capacidad de movilización no era tal, cuando constataron que no conseguirían cubrir ni la mitad de las 9.873 mesas electorales.

La impotencia para esa cobertura se veía reflejada, por la noche, por ejemplo en el rostro de Errejón en el programa El Objetivo, de La Sexta. El hecho de que no fueran capaces de movilizar a 9.873 militantes y/o voluntarios que pudieran garantizar su presencia en las mesas. Esto es algo que los “partidos de la casta” se esfuerzan en conseguir, porque es una garantía de capacidad de organización, de movilización cuando de verdad el compromiso ha de materializarse. Podemos, un partido bisoño, necesita un recorrido temporal mayor.

Vale.

Podemos™

cercadelasretamas —  enero 31, 2015 — Deja un comentario

La procedencia académica de la dirección de Podemos™ y su característica definitoria de proyecto de laboratorio, va perdiendo la capacidad de sorpresa y va formando parte del paisaje, diluyéndose en un lenguaje reconocible y, a la vez, trufado de trampas que se tejen en los manuales de comunicación política.

A medida que los dirigentes (perdón, el dirigente, Pablo Iglesias) van siendo pasto de la difusión masiva de sus mensajes y, por tanto, de la pérdida de efectividad de sus conceptos (las palabras, a fuer de usadas, diluyen su significado y se convierten en fin en sí mismas), requieren su renovación, su reinvención y su mezcla con otras para que el mensaje final pueda seguir siendo el mismo.

La comunicación política requiere que un mensaje quede fijado y cale en «el público» (los clientes). Para Podemos™ el mensaje es transmitir que la sociedad está fragmentada, de modo radical, entre «la casta» y «la gente», entre «los de arriba» y «los de abajo». Una división tan radical que permita visualizarla como un muro impenetrable, como un concepto tan sólido, que impida a los receptores del mensaje una simple pregunta: si hay una división tan radical entre «ellos» y «nosotros», ¿en qué lugar colocamos a los dirigentes (perdón, a Pablo Iglesias)?.

El lenguaje no es inocente. Puede ser más o menos educado, elegante, proligo, florido, seco… pero no es inocente. Escuchar los discursos, las buenaventuranzas del Profeta Iglesias, va permitiendo saber un poco más de cómo es la personalidad del aspirante, y de cómo su utilización del lenguaje deja ver, con claridad su posición.

Desde el comienzo, desde el primer mensaje de casta vs gente, hasta su sustitución actual, o su uso combinado, siempre deja clara una cosa: Pablo Iglesias (y su cohorte de discípulos, que manejan la misma semántica) está “con la gente”, está “con los de abajo”. La furibunda reacción a las palabras (más o menos acertadas) de Susana Diaz diciendo que ella era de la casta de los fontaneros, les descolocó. La presidenta andaluza había dado con una frase que unía los mundos separados. Pero no explica la cuestión.

Para Pablo Iglesias, no es cuestión ni objetivo unir esos mundos separados (casta vs gente, arriba vs abajo, política vs ciudadanos), porque la política, para el proyecto de laboratorio Podemos™, no es un instrumento de transformación de la sociedad, es un fin en sí misma, con el que imponer su proyecto. Sin más.

En todo esta sobreexposición, saturación a la que la corte de discípulos del profeta se dedica (en la práctica, son ya un producto de consumo, todavía con la cierta sorpresa de lo nuevo, pero con un desgaste comercial imparable), nunca se ha apreciado lo que da valor a las ideas: su conversión práctica.

Mientras que Pablo Iglesias y sus discípulos sigan hablando de casta y gente, los de arriba y los de abajo… pero sigan diciendo que ellos están con la gente, con los de abajo, están cavando la misma trinchera que dicen denunciar.

Pablo Iglesias está, dice, con la gente, con los de abajo. Porque él se sabe, se cree, un individuo por encima de esa gente. Porque él no es de los de abajo, porque quien se cree élite jamás podrá ser de, jamás podrá pertenecer a…

Vale.

Casta.

(Der. Del gót. Kastan; cf. ingl.cast).

1.f. Ascendencia o linaje. Se usa también referido a los irracionales.

2. f.En la India, grupo social de una unidad étnica mayor que se diferencia por su rango, que impone la endogamia y donde la pertenencia es un derecho de nacimiento.

3. f. En otras sociedades, grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc.

4. f. Especie o calidad de algo.

5. f.Zool. En una sociedad animal, conjunto de individuos especializados por su estructura o función. Se usa en especial referido a los insectos sociales, como la obrera en una colmena.


Élite o elite.

(Del fr. élite).

1.f. Minoría selecta o rectora.

Las definiciones que preceden son las literales de la www.rae.es para dos conceptos, uno visible, permanente, sobre todo desde la última campaña electoral, donde Podemos y su máximo referente, Pablo Iglesias, han fijado el concepto de casta como elemento único del objetivo político.

Cuando escucho a Pablo Iglesias o a cualquiera de su círculo más próximo (Iñaki Errejón, Juan Carlos Monedero, especialmente), el concepto de casta es contrapuesto a “la gente”. La gente (no he transcrito el artículo de la RAE para este vocablo por su extensión) es el espectro demográfico al que Pablo y sus ¿discípulos? ¿correligionarios? ¿colegas? ¿compañeros? se dirigen. Los analistas que están publicando artículos sobre el “fenómeno Podemos” han ido decantándose (los contrarios, es evidente) por la descalificación global, la mayor parte de las veces con arquetipos repetitivos: bolivarianos, financiados por el régimen venezolano, y, con más finura, han acuñado un concepto que parece que ha calado (una vez que lo ha utilizado la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría): Pablo Iglesias y Podemos dicen a la gente lo que la gente quiere oír.

Sin embargo, en el discurso político de Pablo Iglesias, además de muy interesantes propuestas políticas, lo que me llama la atención es la construcción literaria.

Porque los dos conceptos sobre los que se asienta el lenguaje de Podemos, la casta y la gente pueden analizarse según su utilización. Así, cuando tratan asuntos políticos, la casta son las direcciones del PSOE y PP. Si los asuntos son económicos, la casta son las direcciones de los bancos o la patronal. Pero, por ejemplo, en asuntos culturales no he escuchado (al menos yo) que se refieran a la casta, porque para Podemos, los mayores representantes culturales forman parte de “la gente”. Claro, porque hablar de casta cultural incluyendo a Arturo Chatín Fernández, Purificación Martín Aguilera o Norberto Juan Ortiz Osborne parecería demasiado fuerte.

La casta es un concepto que puede servir para definir cualquier estructura de poder establecida, ya sea política, militar, eclesiástica, económica… que se oponga a los intereses de “la gente”.

En este discurso de Podemos, la utilización de “la gente” es simétrica a otro que, con la misma finalidad, la de fijar territorio demográfico, utiliza la derecha: “la mayoría silenciosa”. Así, mientras “la gente” ha de confrontarse con la casta, “la mayoría silenciosa” es el soporte de esa casta.

Ess curioso que mientras la izquierda, más o menos escorada, ha encontrado un referente demográfico simple (“la gente”), la derecha en el gobierno utiliza un concepto puramente franquista (y que tiene sus raíces en el III Reich), el de “la mayoría silenciosa”.

Sin embargo, en este discurso conformado por Pablo Iglesias, docente en Ciencias Políticas, no se olvide, existe una asimetría: la confrontación entre casta y “la gente” está cuantitativamente desequilibrada. La casta son unos pocos, mientras que la gente es la mayoría que no está de acuerdo con el proceder y comportamiento de aquella.

¿Cómo resolver esta asimetría? Pues incrustando en esa asimetría una bisagra para que, en nombre de “la gente”, sea la que se enfrente a la casta. Y ahí es donde aparece la élite. La élite formada por los Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Iñaki Errejón… y en cada uno de los círculos los que vayan surgiendo para construir “equipos” con los que tratar de ganar las elecciones.

Las élites dirigentes de Podemos van entrando cada vez más en los círculos mediáticos (al servicio de la casta, no se olvide, de la casta económica y política) y son siendo cada vez más conocidos. Esas élites deberán demostrar dos capacidades: la capacidad de resistir ideológicamente la presión mediática y, sobre todo, la capacidad de resistir psicológicamente esa presión. Ya se sabe que la fama es mala enemiga del equilibrio emocional.

Claro, que ni a Pablo Iglesias ni a sus ¿discípulos? ¿correligionarios? ¿colegas? ¿compañeros? se les ha planteado su papel de élite. Históricamente, y eso en Ciencias Políticas es un capítulo importante, son las élites, han sido las élites intelectuales las que han dirigido las revoluciones, los cambios, a “la gente” para la consecución de metas políticas. Y también ha habido élites en otros ámbitos, pero la situación planteada por la irrupción de Podemos nos lleva directamente al concepto de élites políticas, en este caso, trufadas de una sólida formación intelectual.

Así, mientras que se confrontan “la casta” con “la gente”, mientras “la casta” en el poder se defiende en el escudo de la “mayoría silenciosa”, aparece un territorio de nadie en el que ha quedado el PSOE, y un campo de trabajo sin roturar en el que las élites de Podemos van marcando surcos.

Vale.