Archivos para November 30, 1999

Utilizando términos técnicos, en muchas ocasiones hacemos, en nuestros diálogos, en nuestros análisis, diacronía y sincronía.

Diacronía: Evolución de un hecho, un fenómeno o una circunstancia a través del tiempo. Ej. «la diacronía de los acontecimientos políticos»

Sincronía: Coincidencia en el tiempo de dos o más hechos, fenómenos o circunstancias, especialmente cuando el ritmo de uno es adecuado al de otro.

En términos más coloquiales, decimos que las cosas no son como empiezan, sino como terminan. O si tiramos de un símil taurino, hasta el rabo todo es toro.

Pues así estamos, en el eterno dilema de la sincronía y la diacronía.

En estos tiempos de la información instantánea y de la noticia caliente, su difusión puede llevarnos a pensar que esa noticia, esa información instantánea ya es inmutable, a hacernos creer que la sincronía con la que la percibimos permanecerá inmutable en el futuro, sin ser sometida a una evolución (evaluación) futura.

A mi juicio, el enorme flujo de información que recibimos, la cantidad ingente de impactos que soportamos, nos produce una ensoñación de estar viviendo un momento único, que en función de nuestros intereses o de los intereses de la fuente de la información, nos hará sentirnos felices o desasosegados.

La pérdida constante (por bombardeo) de la capacidad crítica, de discernimiento entre lo que es información, lo que es noticia, de lo que son propaganda y relaciones públicas forma parte de nuestro paisaje.

Vamos perdiendo capacidad crítica a la hora de evaluar noticias, al mismo tiempo que las fuentes de las noticias (generalmente, medios de comunicación) nos venden productos adulterados y pierden rigor y credibilidad.

Baste el ejemplo de la situación política española tras el 20D. Y tomemos en ese ejemplo el pasado viernes, día 22 de enero. Ese día, correspondía que fueran recibidos por el Jefe del Estado los líderes de los tres partidos que más escaños habían obtenido el 20D. Se produjeron tres hitos informativos, correlativos en el tiempo pero que forman un todo único, en un solo día, superpuestos entre sí.

En primer lugar, Pablo Iglesias planteó directamente al Jefe del Estado su propuesta de un pacto político con el PSOE, y con, incluso, una distribución de “carteras ministeriales” para lo que no había consultado nada con el otro partido afectado.

En segundo lugar, mientras Iglesias daba una estaliniana rueda de prensa, rodeado de su politburó, el Jefe del Estado informaba a Pedro Sánchez de su pacto con Podemos, se supone con el secretario general socialista poniendo cara de haba.

En tercer lugar, tras la rueda de prensa de Iglesias, la posterior de Sánchez, en la que dejaba correr el tiempo, sin rechazar el farol de Podemos, Mariano Rajoy tomaba la decisión que a la tarde trasladaría a Felipe VI: pasar su turno en la investidura hasta mejor ocasión (fracaso de la de Pedro Sánchez confiando en que no llegaría a buen puerto un acuerdo PSOE-Podemos).

El fuego de artificio provocado por Pablo Iglesias ha producido aturdimiento en unos, ceguera en otros y ha dejado en muchos casos la sensación de que ya está todo hecho y que será lo que Iglesias quiere, sin más (sincronía).

Pero aquí es donde entra el concepto de diacronía. O cómo evolucionará el asunto en el futuro. El adanismo con el que se mueve Podemos en las procelosas aguas de reglamentos, negociaciones, acuerdos… se vio reflejado en el esperpento vergonzoso de la formación de los grupos parlamentarios, que en cualquier partido político europeo (excepto en los españoles) habría provocado dimisiones en su cúpula. Pero en ese delirante vodevil, la dirección de Podemos demostró que ya es “casta” y se comporta como tal: nadie asume ninguna responsabilidad por el espectáculo.

Ahora toca negociación entre unos recién llegados, cargados de petardos de colores, con un partido asentado en su historia y sus estructuras, cubierto de contradicciones de las que suele surgir habitualmente una respuesta concreta. Ahora veremos en qué queda el órdago de Pablo Iglesias y su consistencia. Eso sí, un detalle: si el farol se apaga y queda como una tenue velita, las llamadas “bases de Podemos” deberían, si consiguen despertar del deslumbramiento, pedir explicaciones. No lo harán, porque el politburó no lo querrá.

gobierno machista

Fotomontaje de Al Rojo Vivo, La Sexta, con el «gobierno» propuesto por Pablo Iglesias. ¿El deseo de García Ferreras?

En todo ese farol y puesta en escena de Pablo Iglesias dando los nombres de ministros y reservándose la Vicepresidencia, un par de detalles. En la fotografía del “gobierno” que resultara de la propuesta de Iglesias, solamente una mujer, ese es el valor que da Iglesias a las mujeres que forman Podemos. «Fotografía/fotomontaje» hecho por el equipo de García Ferreras en tiempo récord, dijo, seguramente ocultando que tenía la información previa. Y otro detalle, el ministro de Defensa. Iglesias habló (¡asombroso!) de la gran preparación personal del Jefe del Estado y de su conocimiento de los datos de la realidad (¿síndrome de La Zarzuela, Pablo?). Seguramente desconoce que dentro del papel del Rey en la Constitución está el del mando supremo de las Fuerzas Armadas, y que algo tendrá que decir de quién vaya a ser ministro de Defensa. Y, por supuesto, así y todo se producen nombramientos tan desafortunados como el de Pedro Morenés.

Este último, un detalle sin importancia. Como el del desconocimiento del Reglamento del Congreso.

Vale.

 

Política

cercadelasretamas —  enero 18, 2016 — 1 Comentario

En la www.rae.es, el vocablo “política” tiene diversas acepciones. Por ejemplo, estas:

  1. f. Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados.

  2. f. Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos.

  3. f. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.

Pues eso, política es… hacer política. Y claro, ese hacer depende de quién lo haga, cómo, cómo se perciba…O no hacerla, no “meterse” en política, que es lo que recomendaba Franco a los afines para que pudieran medrar. O lo que quienes desde el ejercicio de un cargo político recomiendan a quienes les critican con aquello de que “lo politizan” todo.

No es lo mismo hacer política antes de una cita electoral (entonces se llama campaña) que hacer política cuando los ciudadanos ya han decidido con su voto (acepción 9 de la RAE).

Las elecciones del 20D arrojaron un resultado fragmentado, que señaló que ningún partido estaba, está, en disposición de formar gobierno sino es con el apoyo por activa (pacto de legislatura o acuerdo de gobierno) o por pasiva (acuerdo político por la abstención de uno o varios partidos para permitir un gobierno en minoría). En realidad, una vez constituidas las Cortes Generales, no cabe hablar en materia de pactos estrictamente de partidos, sino de grupos parlamentarios.

Ahora, con un resultado fragmentario, es cuando los líderes (en mi opinión, eso de líder es algo que se aplica a cualquiera, aunque no tenga capacidad de liderazgo alguna) han de “hacer política”, cuando deben demostrar su capacidad de llegar a acuerdos o de su habilidad para que el adversario no consiga acuerdos, que también se produce.

El “arco parlamentario” que dibuja el Congreso de los Diputados debería, a los ciudadanos, animarnos a participar más activamente en política, y a los dirigentes de los partidos a demostrar si son o no líderes. Pero esa tarea es asumida, en exclusividad, por los medios de comunicación (convencionales o menos convencionales) que lanzan todo tipo de informaciones orientadas a hacer caer el acuerdo donde más les interese.

Así, mientras parece que el PP lo tiene prácticamente imposible (ojo, prácticamente), y que Mariano Rajoy ya tiene claro (casi claro) que no repetirá, el siguiente partido con alguna opción de formar gobierno, el PSOE, se ve asaetado por todos los flancos, tanto para que se abstenga y deje gobernar al PP, como para que llegue a acuerdos con todos a la vez, menos con el PP.

O eso o nuevas elecciones.

En este panorama, la capacidad de hacer política viene determinada por acuerdos previos (lo que le sucede a Podemos y sus confluencias) o por acuerdos posteriores (el mandato envenenado del Comité Federal del PSOE a Pedro Sánchez), y por cómo se resuelvan. En el caso del PSOE, la acción política que parece verse está muy pegada a la ortodoxia, a resolver relaciones con los grupos minoritarios que pueden apoyar la candidatura de Sánchez a la presidencia del gobierno. En el caso de Podemos, su grandilocuente adanismo parlamentario (“por llega gente decente al Congreso”, el gesto de Carolina Bescansa amamantando a su hijo…) tropieza con el reglamento, algo tan árido que no cabe en la poética del asalto a los cielos.

Hacer política no es lanzar un mitin, o facilitar a los medios el titular que tape la realidad, hacer política es saber, tener capacidad o habilidad de que esos mensajes y esa poética encajen en el articulado del reglamento. El caso de los 4 grupos que quieren tener Podemos y sus confluencias demostrará si Pablo Iglesias tiene madera de líder político o simplemente es un predicador al que la realidad le devuelve de la ensoñación.

Vale.

Después del espectáculo de trileros protagonizado por Artur Mas y los anticapitalistas de La CUP, que ha culminado hoy con un acuerdo que tiene toda la pinta de mantener el status de la burguesía catalana, las derivadas se abren en un abanico de interés.

Pero, sobre todo, en un interés que no traslade al panorama nacional la sordidez cuasi gangsteril de cómo se ha llegado al acuerdo por el que La CUP se compromete a cambiar su grupo parlamentario hasta que todos sus miembros sean partidarios del mismo. También, el acuerdo determina que dos diputados de La CUP se integrarán de facto en el grupo de Junts pel Si. Y también que La CUP nunca votará junto con los demás partidos contrarios al llamado procès.

Sin embargo, no es necesario ser un fino analista para intuir que “la continuidad del procès” será el único arma con la que el Partido Popular y Mariano Rajoy tratarán de obligar, por tierra, mar y aire, al PSOE y Pedro Sánchez a que acepte “la gran coalición”, que es la única opción que tienen. A ese empeño se pondrán con fruición los medios de comunicación convencionales.

Del mismo modo que la única opción que Artur Mas (aunque ahora dé un paso al lado, que no atrás) continuara en el poder era la de que La CUP (anticapitalista y muy de izquierdas, dicen ellos) se arrodillara, veremos en los próximos días cómo se trata de doblegar al PSOE.

La gran trampa que acorrala alPablo_Iglesias_photo Partido Socialista es su propia definición, su propio criterio asumido de que “es un partido de gobierno”. A ese dilema entre ser un partido de gobierno y asumir que no ha ganado las elecciones lanzarán cuñas para abrir grietas entre los dirigentes del partido. De la fortaleza ideológica y de la fortaleza de las propias convicciones dependerán que las cuñas terminen abriendo definitivamente en canal al PSOE y se decida por apoyar la gran coalición. Y, en ese caso, firmar su acta de defunción y dar por concluida la historia que nació con Pablo Iglesias Posse.

No es cierto que la única opción para frenar el secesionismo catalán sea una gran coalición porque tendrá el efecto contrario: en Catalunya se verá como una continuidad del nacionalismo españolista con el que Mariano Rajoy, haciendo de Don Tancredo, ha conseguido aumentar exponecialmente el número de independentistas. La respuesta desde el Estado al desafío nacionalista no puede ser, en ningún modo, enfrentarlo a otro nacionalismo.

Esta retroalimentación entre los nacionalismos puede aprisionar al PSOE, que dejará, en ese caso, que la derecha siga campando por sus respetos. Baste un ejemplo: si se llega a esa coalición, única, no se olvide, única opción del PP de seguir gobernando, los recortes seguirán asesinando el estado del bienestar, esclavizando a los trabajadores, expulsando al exilio económico a miles de españoles. En este caso, el PSOE se convertirá en cómplice de la derecha.

Por otro lado, si Podemos persiste en su actitud de negar el pan y la sal al PSOE estarán engordando las opciones de Mariano Rajoy de seguir en el gobierno. No se puede responder al secesionismo catalán con otro nacionalismo, pero tampoco se puede abandonar a la mayoría de los españoles (incluidos la mayoría de los catalanes) a unas políticas austericidas si ponemos delante los territorios y no las personas. Si Podemos persiste en su interés en favorecer el referéndum en Catalunya (necesita para ello cambiar la Constitución y no tiene los suficientes, ni de lejos, apoyos) estará condenando a los ciudadanos de todo el territorio a seguir siendo gobernados por los austericidas.

Está bien que las críticas al PSOE por su actuación en el pasado sean vertidas legítimamente, y que el PSOE haga la autocrítica consecuente, pero no debe  convertirse en un muro. Un ejemplo, si el partido de Pedro Sánchez acepta revertir el artículo 135 de la Constitución a como estaba antes de su reforma alevosa, debería ser suficiente para que todas las izquierdas se unan en favor de los ciudadanos, por encima, muy por encima de los territorios.

Vale.

Mientras los medios sobreactúan hablando de pactos de gobernabilidad, con la tendenciosidad mayoritaria de presionar al PSOE para que pacte con el PP, antes la realidad es otra. Antes hay que constituir el Congreso de los Diputado.

Hay que elegir la mesa (presidente, vicepresidentes, secretarios), hay que constituir las comisiones parlamentarias y elegir las mesas respectivas de las mismas. Hay que determinar la composición de las mismas, los niveles de participación de los grupos políticos… Y es preciso, incluso antes, constituir los grupos políticos.

De momento, ya se sabe que el Partido Popular no tendrá los 123 diputados que el escrutinio oficial les otorgó. Gómez de la Comisión, diputado electo por Segovia, irá al grupo mixto por su condición de comisionista. Y otros tres diputados de formaciones regionales que han decidido no engrosar el grupo parlamentario popular. Algo así le ocurre al PSOE, que tendrá 89 diputados y no 90, por la salida de un diputado canario elegido en sus listas.

Tanto PP como PSOE no deberían tener dificultades en conformar sus grupos parlamentarios y elegir su dirección. ¿O sí, en el caso, del PSOE con los diputados catalanes?

Ciudadanos formará su grupo a la espera de nuevas elecciones o de un milagroso pacto a la alemana que les procure un hueco a la sombra del poder al menos por esta legislatura.

Los partidos nacionalistas no deberían tener dificultades en la obtención de sus grupos parlamentarios.

La verbena la podemos tener en… Podemos. De momento, esos mismos medios que quieren la coyunda PP-PSOE-C’s, ya se han encargado de airear que si se constituyen en cuatro grupos (Podemos, Marea gallega, En Comú y Compromís), conseguirían tantas asignaciones económicas como el PP con algo más de la mitad de diputados. Y en esa “acusación”, la formación que dirige Pablo Iglesias se encuentra a gusto. Porque esa acusación no deja ver la realidad que puede producirse.

Si finalmente los 69 diputados elegidos con Podemos® forman un solo grupo parlamentario, habrá que conocer las normas de funcionamiento que se dota. Y si, por ejemplo, en esas normas se incluye la disciplina de voto y a qué diputado se encarga de hacer las señales del mus.

Y, si por el contrario, deciden constituirse en cuatro grupos, será preciso que los demás partidos, singularmente PP y PSOE hagan una lectura amable del Reglamento para ello. Y aquí comienza el baile verbenero.

Las noticias que llegan del Congreso hablan de que, efectivamente, Podemos®, tiene la intención de constituirse en cuatro grupos, por lo que a partir de ese momento las tertulias mamporreras, que las hay, de Pablo Iglesias y sus muchachos deben dejar de hablar de 69 diputados y hablar de 42 y darle a cada uno de los grupos parlamentarios su espacio. Claro, que está por ver si PP, PSOE y C’s “consienten” en permitir esos cuatro grupos.

Desde el punto de vista político, será muy interesante ver qué capacidad política tienen Pablo Iglesias y su Comité Central para en cada una de las votaciones del Congreso no suenen cuatro voces y suene solo una. Algo difícil, por cuanto parece ser que Compromís ha ofrecido su apoyo al PSOE para ganar la presidencia de la Cámara a cambio del apoyo socialista a que puedan tener grupo propio.

A todo esto, IU tiene solamente 2 diputados en la candidatura de Unidad Popular, pero tanto en la Marea, como en En Comú Podem y en la candidatura de Compromís iba algún militante de IU-UP, que podrían optar por tratar de formar en torno a Alberto Garzón su propio grupo.

Con esta situación, sin conformar los grupos parlamentarios, sin tener atisbos de cómo resultarán elegidos los órganos de gobierno del Congreso, de cómo se organizará (en cuántas comisiones), de cómo se organizarán y se elegirán las mesas de cada una de las Comisiones, hablar de pactos de gobernabilidad resulta extraño, por cuanto un eventual acuerdo entre varias fuerzas políticas para formar gobierno puede saltar en la sesión de investidura si algunos grupos minoritarios se unen y desequilibran la aritmética parlamentaria.

En todo caso, para cualquier ciudadano interesado por los asuntos que le conciernen, y no hay algo que sea más directamente aplicable al día a día que las decisiones de un gobierno, esta situación de arcoíris parlamentario le debería interesar, conocer, saber, cómo, quién y con qué condiciones acuerdan la formación de un gobierno. Un ejemplo: la Reforma Laboral, que nos afecta a todos, puede ser moneda de cambio en todas las combinaciones, incluso en una cada vez más lejana coalición a (lo que le gusta a) la alemana.

Vale.

 

Se han celebrado las elecciones, se ha celebrado el escrutinio, el Partido Popular ha vuelto a ganar las elecciones, el PSOE ha quedado segundo. Los dos han bajado en votos y escaños y se incorporan, aprovechando lo perdido por PP y PSOE, Podemos y aliados y Ciudadanos. Y dicen que el bipartidismo ha muerto. Mantra.

Está claro que los resultados dibujan un nuevo tablero en el que los dirigentes políticos han de jugar a recuperar el sentido helénico de la política y desprenderse del sentido económico del voto de los ciudadanos.

Para que muera el bipartidismo se tienen que dar muchas más circunstancias que estos resultados. Ahora, en vez de un bipartidismo hay un bloque de derechas (PP y Ciudadanos) y otro de izquierdas (PSOE y Podemos y aliados). El bipartidismo solamente desaparecerá cuando Ciudadanos pueda fagocitar al Partido Popular y cuando Podemos y aliados sean capaces de engullir al PSOE. Entonces, diremos: ¡el bipartidismo ha muerto, viva el bipartidismo!

Objetivamente, los dos partidos hegemónicos desde 1978 han perdido considerables cuotas de poder, y se han dejado jirones por el camino. El Partido Popular ha dejado por el camino el tópico de que son mejores gestores, cuando lo único que han sabido gestionar, y con notable éxito, han sido sus bolsillos robando a manos llenas, perdón, a sobres llenos. El PSOE se ha dejado por el camino gran parte de su credibilidad, de sus fundamentos ideológicos en favor de un pragmatismo que solamente le ha servido para ir perdiendo apoyos.

Sucede que, mientras el PP conserva el liderazgo, menguante, en votos y escaños, tiene más difícil recuperar credibilidad en la gestión, el PSOE, si recupera una cosa perdida que se llama sangre, sangre roja, puede recuperar credibilidad. Y para ello, el soplido de Podemos le puede ayudar. Si ante el empuje de los discípulos del mesías Iglesias siguen los socialistas tirando de pragmatismo, su derrota final será pronta y dolorosa.

Claro, que ahora quedan por ver maravillas. Maravillas con Podemos y sus satélites (o no tan satélites) y con Ciudadanos.

Si Rajoy consigue que Ciudadanos le apoye, en un pacto estable de legislatura, podríamos asistir a que Ciudadanos se convierta en flor de un día, y sus votantes terminen diciéndose que para qué votar a la filial pudiendo votar a la empresa madre. Si Rajoy, en vez de un pacto de legislatura plantea a Ciudadanos una coalición de gobierno, las cosas cambian. Los votantes de derechas podrían, entonces, visualizar si los de Ciudadanos están capacitados para gobernar. Si los ministros que incluyeran en la coalición resultaran eficaces, les haría ganar votos. Pero si Albert Rivera, por ejemplo, se limita a ser Ministro Secretario General del Movimiento, no llegan a final de legislatura.

En cuanto al bloque de izquierdas, está por ver si los soplidos de Pablo Iglesias mueven las hojas del PSOE, o si, por el contrario, la casa socialista es sólida y resiste bien el viento. Claro, que para que Pablo (a) El Mesías pueda soplar en condiciones necesita tomar decisiones claramente de casta, de partido de casta, porque, y esto es indudable, se tiene que acomodar a las normas existentes.

Podemos y socios tendrán cuatro grupos parlamentarios (cinco si prestan tres diputados “de confluencia” a Alberto Garzón, algo que a Pablo no le interesa: Garzón ha demostrado tener más capacidad política), y deberá conseguir que los cuatro grupos funcionen al unísono. De momento, en la marca Podemos, deberá optar por implantar la disciplina de voto o renunciar a ella como una cosa de la casta. Sería particularmente interesante ver que renuncia a la disciplina de voto y luego de la primera votación comprobar disidencias. Y también que consiga imponer criterios únicos cuando se debatan asuntos que, por ejemplo, afectan a Galicia. ¿Se atreverá Podemos a contrariar a la Marea? O contrariar a Ada Colau en asuntos que afecten al día a día de Catalunya (la pela es la pela, sea independentista o no), o poner en riesgo la permanencia de Compromís en el gobierno valenciano.

El tablero político que ha salido del 20D es como esos tableros de ajedrez que se pliegan en dos partes. Y todas las piezas negras caen de un lado y las blancas de otro cuando se guarda.

Ahora, todas las piezas blancas están en un lado del trablero y todas las negras en otro. Pero el fragor de la contienda política ha hecho que algunas hayan perdido algo de color. ¿Volverán a ser las negras negras y las blancas blancas? Porque lo que está claro es que el ajedrez sigue siendo el mismo.

Como el bipartidismo.

Vale.

 

general rodriguezJosé Julio RodríguezGeneral de Ejército del Aire ex JEMAD       

El sorpaso que ha supuesto el anuncio de Podemos de que el exJEMAD José Julio Rodríguez, ha levantado las bilis de la extrema derecha y sus voceros, y comentarios claramente mal dirigidos y en muchas ocasiones desconocedores de la realidad.

Los militares, ciudadanos de uniforme, tienen limitados derechos, entre ellos el de participar en política en tanto que estén en activo. En el caso del general Rodríguez, su situación actual es la de reserva, por lo que administrativamente sigue siendo militar, hasta su pase a retiro, que el interesado ya ha solicitado. Claro que, cuando esté retirado, seguirá siendo general del Ejército del Aire en su más alto nivel: el de 4 estrellas.

Algunos lamentan que un general de prestigio participe activamente en política, y más en un partido de perroflautas. Otra cosa sería que un general en la reserva o retirado formara parte de una candidatura de un partido de orden, esto es, del Partido Popular. Ahí nada que objetar. Por ejemplo, que un exJEME (Ejército de Tierra) fuera en las listas al Consell Insular de Menorca, como independiente, en las listas del Partido Popular no planteó en la anterior legislatura ningún inconveniente. Y que ocupara un cargo ejecutivo en ese Consell insular, el de la cartera de Transportes, tampoco. Y que al mismo tiempo siguiera impartiendo doctrina desde las páginas del panfleto de Marhuenda, o desde La Grapa, tampoco. Y no firmando como Consejero de Transportes del Consell Insular de Menorca, su cargo activo, sino como general de Ejército (R).

Sin embargo, tanto ayer como hoy, he escuchado algunas opiniones que inciden en la ignorancia unas y en el descaro y el cinismo otras.

Vayamos por la segunda. Que el todavía ministro de Defensa, conociendo que el general Rodríguez ya ha pedido su cese en destino (Orden de San Hermenegildo) y su pase a la situación de retiro, le afee su conducta. El ministro de Defensa que es quien reconoce contratos con empresas con las que estuvo relacionado hasta el día anterior a su toma de posesión (relacionado formalmente, porque en la práctica, amigos y compañeros de consejo de administración continúan) ligado a empresas que contratan con Defensa y se conozcan cosas como estas http://www.publico.es/politica/morenes-reconoce-haber-firmado-32.html.

El ministro de Defensa sí puede utilizar el argumento formal de que José Julio Rodríguez todavía está en la reserva, pero debería callarse porque su cargo ministerial caduca el 20D y las puertas de las empresas de armas las tiene entreabiertas. Como muchos generales y almirantes que se sientan en consejos de administración de empresas de armas y equipos y que pertenecen al poderoso lobby armamentístico, donde no necesitan hacer política de mítin y carnet de partido, pero sí hacen política económica… de la que le gusta al ministro de Defensa y a la caverna que tan bien le jalea.

zaida cantera

Zaida Cantera, Comandante del Ejército, retirada

Otro de los comentarios que he escuchado se refiere a que si gobernara Podemos, el general Rodríguez sería ministro de Defensa y sería el primer militar, desde Gutiérrez Mellado, que dirigiera al ministerio. Algo que es casi cierto y casi falso. Los militares “de casta” lo son desde la cuna y, cuando dejan de estar en activo, siguen considerándose militares de espíritu y vocación, aunque las “circunstancias poderosas de la vida” les haya llevado por otros derroteros.

El general Rodríguez, cuando pase a retiro, seguirá siendo general y seguirá, en su fuero personal, siendo militar, aunque ejerza funciones y acciones puramente e íntegramente civiles. Al igual que Zaida Cantera, candidata número 6 por el PSOE en la circunscripción de Madrid, seguirá siendo la comandante Cantera. Igual que Juli Busquets, que fue diputado por el PSOE y que fue uno de los fundadores de la UMD siguió siendo comandante (y peleó por ello, hasta que su empleo le fue reconocido en 1987, cuando se rehabilitó a los “úmedos”).

Del mismo modo, el comandante auditor de la Armada, Federico Trillo, militar “de casta” de militares, fue ministro de Defensa. Los militares, cuando fue nombrado, pusieron en él sus esperanzas. Por fin veían en el ministerio a un militar, a “un compañero de armas”. Su paso por el ministerio dejó en muchos militares ese regusto de que… mejor que no hubiera estado nunca ahí.

Que el general Rodríguez entre activamente en política, como lo ha hecho la comandante Cantera, o el guardia civil Delgado, y por partidos que no son “de los suyos” (la creencia de que todos los militares votan al PP es un lugar común que no es real), deberá mover a la derecha a mejorar, sustancialmente, el reconocimiento de muchos derechos que tienen limitados los “ciudadanos de uniforme”.

Vale.

 

Tal día como hoy, 8 de abril, parece que a Monago, y a su manejador de hilos, les ha dado una especie de sobredosis de chorradas y ocurrencias que… Bueno, que tienen que ver con que ayer se supo que el presidente de la Junta se subió el sueldo un 6% y que sigue siendo uno de los mejor pagados de todas las autonomías. Monago (a) El Austero, miente, y para contrarrestar las mentiras monta una orgía de ocurrencias. Bueno, se las monta Iván Redondo, que mueve los hilos de la marioneta de estado.

Así, aprovechando una muestra de 35 fotos de la Agencia EFE, la agencia oficial del gobierno, sobre rock, y, como por casualidad, para su inauguración se ha invitado por el señor Vera (presidente de EFE) a un rockero. En concreto a Sherpa, miembro del grupo Barón Rojo. ¿Van hilando? Monago, digo Ivancito, quiere recuperar la leyenda del barón rojo del PP, y ya verán las fotos (se tomarán a las 19,15 h, yo escribo antes de esa hora) en la que algún periodista de cámara, en un alarde de asociación libre de ideas, titulará algo parecido a aquello de dos barones rojos juntos.

Esta ocurrencia no es baladí, porque Monago, digo Iván, su manejador, quiere distanciar al Mencey de Las Vaguadas del PP, de las siglas, de la política de Mariano Rajoy. Como si no tuvieran nada que ver. Pero son indisolubles. Como diria un clásico, uña y carne. Como se diría en el barrio de la Teta Negra, uña y mugre.

Por mucho que lo intenten, Monago es responsable del desastre de los recortes. Y es responsable, sobre todo, de no tener palabra, de no tener cullons para cumplir su propia palabra: no se cortó un dedo y no presentó sus cuentas.

A esto de los barones rojos, hoy se ha sumado un rap, un tipo de música como todo el mundo ignora, propio de los barrios nobles de las ciudades, desde Neguri o el Barrio de Salamanca a Las Vaguadas. Por supuesto, un tipo de música con una estética que impide determinados colores, como los azules “gaviota”. Requiere colores oscuros, como la ideología de Monago, azules marengo, propios de quienes añoran los uniformes de ese color. Y sus correajes.

Como sigan a este ritmo Monago y su muñidor de hilos, habría que rezar, quien sepa y quiera, para que cada día no se conozca una nueva cagada del mejor de los mejores, porque por cada una tendrá que discurrir una nueva ocurrencia Iván, que cobra un buen sueldo de todos los extremeños, no tanto como los 148.000 euros que se calzó del PP (y también de todos) en 2011.

Lo mejor sería tener previsto algo que pueda asumir todas las malas noticias que generan Monago y sus consejeros (¿recuerdan, por ejemplo, el World Padel Tour en el Anfiteatro Romano de Mérida?). Se me ocurre, (te regalo la idea, Iván, para que veas que no eres tú solo el que tiene ocurrencias) la celebración del Festival del Tocino, en la línea del Festival del Uranio organización por el líder @norcoreano. Eso sí, dándole un toque cosmopolita, internacional. Por ejemplo, Tocino’s Festival. No bacon, no, Tocino. Ni siquiera panceta.

De momento, las primeras figuras para el cartel, ve contratándolas, Iván, que son muy solicitadas, deberían ser Leonardo Dantés, Malena Gracia, Tamara Seisdedos, Leticia Sabater. Y de presentadora, Sonia Monroy.

Un cartel Redondo, Iván.

Vale.

 

A media que se aproximan las citas electorales del año que viene, con las autonómicas y municipales en mayo y generales en noviembre (a salvo de adelanto electoral de las segundas, según evolucionen las pendencias judiciales del PP), las encuestas que las empresas de mercadotecnia y prospectiva vayan realizando, irán arrojando resultados, unas veces similares entre sí y otras distantes en los resultados.

Ahora estamos en un período en el que, tocada la línea de flotación de Izquierda Unidad y alojada en una horquilla muy asumible (siempre desde la perspectiva de los verdaderos dueños de los medios de comunicación que encargan las encuestas), toca ahora que los sondeos fijen el techo presumible de Podemos y así poder actuar como con Izquierda Unida: mantener al partido liderado por Pablo Iglesias en una horquilla que permita, ante todo, su integración. En gran medida, esto recuerda aquel ensayo breve de Agustín García Calvo, “De los modos de integración del pronunciamiento estudiantil”. O lo que es lo mismo, cómo el stablishement consigue en la práctica que la contestación termine siendo disuelta en los resortes del sistema. Las encuestas son un sistema claro de cómo hacer ver al disidente su papel de parte orgánica del corpus social.

No me refiero a que esa sea la deriva de Podemos y otros movimientos surgidos a su rebufo, sino que es la deriva que se pretende marcar.

A lo largo de 2014, con la eclosión de Podemos en las elecciones europeas, la cuña con la que se presiona es la de la rotura del bipartidismo PP-PSOE, como si ello fuera un fin en sí mismo o como si ello fuera el fin de un régimen. Lo raro es que esa es una aspiración claramente definida por los propios dirigentes de Podemos. Consideran que su irrupción y poderío (en las encuestas, de momento), por sí mismos, ya suponen esa rotura del bipartidismo y que solamente con ello ya se resuelven los problemas, acuciantes, de los españoles.

Pero, como en todo, no todo son, precisamente luces ni todo sombras. Mientras Podemos copa portadas y titulares en los medios de comunicación al servicio del poder establecido, y mientras copan titulares, editoriales y ensalzamientos en la prensa más off, vamos conociendo, por ejemplo, cómo son las estructuras nacionales (la dirección nacional del partido) y cómo van siendo y quiénes van ocupando las estructuras territoriales, pero desconocemos cuáles son sus medidas programáticas de realización inmediata que mejoren la vida de los ciudadanos. En materia económica, por ejemplo, han presentado un documento esencialmente teórico de dos magníficos economistas. Pero eso, teóricos.

Porque las medidas inmediatas a presentar no son solamente económicas y porque las orientadas a un modelo nuevo de relaciones (proceso constituyente) requieren un período de tiempo que para muchos ciudadanos se puede convertir en eterno, porque las medidas que permitan un nuevo modelo de relaciones económicas (cómo organizar jurídica y económicamente los distintos sectores productivos y de servivios) son de complicada gestión en el tiempo, y las necesidades de, por ejemplo, los parados de larga duración, no soportan aplazamientos… Todo ello necesita un tiempo, que sería más largo o corto en función de la potencia con la que Podemos consiguiera romper el bipartidismo.

Pero, además, en esta situación en la que las encuestas, a lo largo de 2014 han ido dando solvencia demoscópica a Podemos, la exposición pública de esta formación ha ido mostrando algunas lagunas de interés. Por ejemplo, no se conocen, al menos quien esto escribe, cuáles son las propuestas reales para los sectores primarios de la economía (agricultura, ganadería, pesca, minería…), ni propuestas para sectores concretos como el turismo, la construcción, los servicios. Ni propuestas sobre el dimensionamiento de las administraciones, ni si en el modelo de proyecto constituyente se mantendría el título VIII de la Constitución, con algún retoque, o iríamos a un modelo de Estado centralizado o, por el contrario, el modelo sería el Federal.

Quizás las carencias más clamorosas, a mi juicio, son las que se refieren a los sectores primarios y a cuestiones como el turismo o la construcción, los dos grandes contenedores de puestos de trabajo, junto con las Administraciones Públicas.

Estas cuestiones clamorosas vienen, a su vez, reflejadas en las personas que tanto a nivel nacional (¿central, estatal?) como a niveles ¿descentralizados, federales, autonómicos? vienen siendo los que asumen las distintas direcciones: me llama poderosamente la atención la ausencia de trabajadores manuales (agricultores, ganaderos, marineros, albañiles, mecánicos…) y de determinados niveles de las Administraciones. Esta carencia, además de llamativa, puede explicar por sí misma la característica fundamental de Podemos como concepto (ideológicamente indefinido a conciencia). Y el concepto es que se trata de un proyecto de laboratorio ideado para su expansión concéntrica que en cada nuevo anillo debe repetir la esencia del original. Un obrero, en el sentido marxista del término, no tiene cabida en esa formación.

Las encuestas se están diseñando y dirigiendo a presentar a Podemos como una estructura de élite del mismo modo que se pregunta por los demás partidos. Desde del punto de vista demoscópico, Podemos es una parte de la casta del sistema. Y aunque sus dirigentes lo nieguen, se comportan, social y, sobre todo, sociológicamente, como la élite creada para desplazar a las élites (convertidas en casta) que han gobernado desde 1978 y cuyas desviaciones se han convertido en su propia e imperiosa necesidad de regenerarse o perecer.

Las encuestas preguntan a los ciudadanos sobre productos (partidos políticos) en un mercado (el político) azotado por una crisis de calidad (la corrupción), entre los que los nuevos que llegan a las estanterías (las propias encuestas) brillan más a los ojos de los compradores (votantes).

Los votantes son, también, sometidos a una tiranía: la de consumidores. Y Podemos, demoscópicamente, es un producto de consumo.

Vale.

Ahora que el PSOE celebrar su Congreso Extraordinario para ratificar en la Secretaría General a Pedro Sánchez Castejón, que ganó las primarias, y que debe marcar de este Congreso una línea de actuación política de futuro, desde la distancia que da ser socialista y no ser militante socialista, me parece interesante hacer alguna reflexión.

En primer lugar, viendo cómo se desarrollaron las primarias y cuál fue el resultado, la primera es que las ganó el que más gustaba a la derecha. Y ello es así no sólo por el recibimiento cordial que Sánchez Castejón ha tenido en las manifestaciones de miembros del gobierno y del Partido Popular, sino, especialmente, entre los medios de comunicación.

Y en los medios de comunicación, un inciso: cada vez que me refiero a ellos englobo a todos los llamados convencionales, que en España son los grupos Prisa, Vocento, Planeta, Unión Editorial, Mediaset, Zeta… Todos.

En segundo lugar, en relación los medios de comunicación y el PSOE, hay una malsana dependencia de los dirigentes nacionales, autonómicos y locales hacia ellos. Viven y se manifiestan esperando el qué dirán de ellos esos medios, cuando la realidad informativa y de comunicación no tiene nada que ver con ellos. Y no se atreven a señalarlos.

Ahora que el PSOE dice que empieza un nuevo camino, sería bueno si ese camino, en relación con la derecha (económica, política y mediática) que manda, va a ser de colaboración, de cooperación o de oposición.

No creo en los prejuicios, pero sí creo en aquellas cosas que se han demostrado reales al cabo del tiempo: piensa mal y acertarás.

Los gestos, en su inmensa mayoría de cara a la galería mediática, de Sánchez Castejón no auguran nada bueno. Es más, cuando uno zapea por los distintos canales de televisión o ve las imágenes que sacan en los periódicos, no ve gestos políticos, ve poses solamente dirigidas a ver qué tal “dan” fotogénicamente.

Corresponde al PSOE, y, singularmente a su nuevo Secretario General definir cómo va a actuar en el futuro. Le corresponde definir si ese futuro va a ser de colaboración con el Partido Popular, si va a ser de cooperación con el Partido Popular o si va a ejercer la oposición.

Colaborar con el PP sería hacer seguidismo de un partido que ha demostrado estar dirigido por sociópatas y desalmados. Cooperar con el PP sería ser coartada de la derecha para seguir haciendo lo que la patronal manda, que para eso financia.

Ahora se espera del PSOE, esperamos los que somos socialistas, es que haga oposición. Oposición contra una derecha ladrona, corrupta, desalmada.

Ahora se espera del PSOE, esperamos, que rompa su dependencia enfermiza de los medios de comunicación y señale con claridad no que la derecha los haya comprado, sino que se han vendido por un plato de lentejas.

Ahora se espera del PSOE, esperamos, que Sánchez Castejón defienda, si tiene agallas, a los trabajadores, a las clases trabajadoras, que el PSOE recupere la lucha de clases como objetivo político y no nos venga con monsergas de que es un “partido de gobierno”.

Ahora se espera del PSOE, esperamos, que su nuevo Secretario General sea, sencillamente, socialista.

Pero, desgraciadamente, la realidad, los gestos, las poses, la dependencia que se constata del “qué dirán”, del “cómo me sacarán”, no hacen albergar ninguna esperanza.

Solo desearía estar equivocado.

Vale.

Casta.

(Der. Del gót. Kastan; cf. ingl.cast).

1.f. Ascendencia o linaje. Se usa también referido a los irracionales.

2. f.En la India, grupo social de una unidad étnica mayor que se diferencia por su rango, que impone la endogamia y donde la pertenencia es un derecho de nacimiento.

3. f. En otras sociedades, grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc.

4. f. Especie o calidad de algo.

5. f.Zool. En una sociedad animal, conjunto de individuos especializados por su estructura o función. Se usa en especial referido a los insectos sociales, como la obrera en una colmena.


Élite o elite.

(Del fr. élite).

1.f. Minoría selecta o rectora.

Las definiciones que preceden son las literales de la www.rae.es para dos conceptos, uno visible, permanente, sobre todo desde la última campaña electoral, donde Podemos y su máximo referente, Pablo Iglesias, han fijado el concepto de casta como elemento único del objetivo político.

Cuando escucho a Pablo Iglesias o a cualquiera de su círculo más próximo (Iñaki Errejón, Juan Carlos Monedero, especialmente), el concepto de casta es contrapuesto a “la gente”. La gente (no he transcrito el artículo de la RAE para este vocablo por su extensión) es el espectro demográfico al que Pablo y sus ¿discípulos? ¿correligionarios? ¿colegas? ¿compañeros? se dirigen. Los analistas que están publicando artículos sobre el “fenómeno Podemos” han ido decantándose (los contrarios, es evidente) por la descalificación global, la mayor parte de las veces con arquetipos repetitivos: bolivarianos, financiados por el régimen venezolano, y, con más finura, han acuñado un concepto que parece que ha calado (una vez que lo ha utilizado la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría): Pablo Iglesias y Podemos dicen a la gente lo que la gente quiere oír.

Sin embargo, en el discurso político de Pablo Iglesias, además de muy interesantes propuestas políticas, lo que me llama la atención es la construcción literaria.

Porque los dos conceptos sobre los que se asienta el lenguaje de Podemos, la casta y la gente pueden analizarse según su utilización. Así, cuando tratan asuntos políticos, la casta son las direcciones del PSOE y PP. Si los asuntos son económicos, la casta son las direcciones de los bancos o la patronal. Pero, por ejemplo, en asuntos culturales no he escuchado (al menos yo) que se refieran a la casta, porque para Podemos, los mayores representantes culturales forman parte de “la gente”. Claro, porque hablar de casta cultural incluyendo a Arturo Chatín Fernández, Purificación Martín Aguilera o Norberto Juan Ortiz Osborne parecería demasiado fuerte.

La casta es un concepto que puede servir para definir cualquier estructura de poder establecida, ya sea política, militar, eclesiástica, económica… que se oponga a los intereses de “la gente”.

En este discurso de Podemos, la utilización de “la gente” es simétrica a otro que, con la misma finalidad, la de fijar territorio demográfico, utiliza la derecha: “la mayoría silenciosa”. Así, mientras “la gente” ha de confrontarse con la casta, “la mayoría silenciosa” es el soporte de esa casta.

Ess curioso que mientras la izquierda, más o menos escorada, ha encontrado un referente demográfico simple (“la gente”), la derecha en el gobierno utiliza un concepto puramente franquista (y que tiene sus raíces en el III Reich), el de “la mayoría silenciosa”.

Sin embargo, en este discurso conformado por Pablo Iglesias, docente en Ciencias Políticas, no se olvide, existe una asimetría: la confrontación entre casta y “la gente” está cuantitativamente desequilibrada. La casta son unos pocos, mientras que la gente es la mayoría que no está de acuerdo con el proceder y comportamiento de aquella.

¿Cómo resolver esta asimetría? Pues incrustando en esa asimetría una bisagra para que, en nombre de “la gente”, sea la que se enfrente a la casta. Y ahí es donde aparece la élite. La élite formada por los Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Iñaki Errejón… y en cada uno de los círculos los que vayan surgiendo para construir “equipos” con los que tratar de ganar las elecciones.

Las élites dirigentes de Podemos van entrando cada vez más en los círculos mediáticos (al servicio de la casta, no se olvide, de la casta económica y política) y son siendo cada vez más conocidos. Esas élites deberán demostrar dos capacidades: la capacidad de resistir ideológicamente la presión mediática y, sobre todo, la capacidad de resistir psicológicamente esa presión. Ya se sabe que la fama es mala enemiga del equilibrio emocional.

Claro, que ni a Pablo Iglesias ni a sus ¿discípulos? ¿correligionarios? ¿colegas? ¿compañeros? se les ha planteado su papel de élite. Históricamente, y eso en Ciencias Políticas es un capítulo importante, son las élites, han sido las élites intelectuales las que han dirigido las revoluciones, los cambios, a “la gente” para la consecución de metas políticas. Y también ha habido élites en otros ámbitos, pero la situación planteada por la irrupción de Podemos nos lleva directamente al concepto de élites políticas, en este caso, trufadas de una sólida formación intelectual.

Así, mientras que se confrontan “la casta” con “la gente”, mientras “la casta” en el poder se defiende en el escudo de la “mayoría silenciosa”, aparece un territorio de nadie en el que ha quedado el PSOE, y un campo de trabajo sin roturar en el que las élites de Podemos van marcando surcos.

Vale.