Archivos para November 30, 1999
Oscuridad eléctrica
En 1903 se publicaron varios números de un periódico república, de periodicidad semanal: LA ASAMBLEA. Este medio era afín a los postulados de Nicolás Salmerón, que había sido presidente del Gobierno durante la I República, en 1873, y que dimitió al mes y medio por no estar de acuerdo con unas penas de muerte. Salmerón, historiador y filósofo fue uno de los introductores en España del krausismo, y en La Asamblea se esforzaban por trasladar a lo ordinario local sus ideas. El 19 de diciembre de 1903 insertó un artículo sobre la situación del alumbrado público en Cáceres. Durante un tiempo, fue director de La Asamblea Manuel Sánchez del Pozo, que luego escribiría una historia sobre el periodismo en Cáceres. Nicolás Salmerón murió en 1906.
LUZ Y SOMBRA
Bueno, pues como todo tiene fin, parece que le toca ya á su término la paciencia del público en lo que se refiere a la oscuridad eléctrica. No hemos de incurrir en la vulgaridad de llamarla luz, porque no tiene visos de verdad.
No podrá quejarse la Sociedad [sociedad privada que gestionaba el alumbrado público y privado en Cáceres] de la pachorra pública, me parece que ya era tiempo. Nunca dio buena luz, pero siempre benévola la gente con el nuevo invento, soportaba las intermitencia creyendo que eran verdad las ofertas de mejoría, luego que se trasladara la fábrica, se trageran nuevas máquinas y, qué se yo cuantas más mentiras, todo eso sucedió y lejos de mejorar, ha ido empeorando, empeorando hasta dar gusto andar de noche, cuando hay luna, por esas calles.
Pero ya ante el clamor público, en lo referente á la luz pública también, que no á la privada ó de los particulares, ha tenido el Ayuntamiento que tomar cartas en el asunto y requerir á la tal Sociedad, amenazándola con rescindir el contrato.
Esto que parece como una amenaza grave, no es sino una broma como cuando se dice á los niños que se los va á meter un brazo por una manga, sólo que los niños asustados lloran y la Sociedad se ríe y sigue cobrando.
Tal como apañaron el contrato los señores que otorgaron la escritura, la rescisión por las malas costaría un pleito y á éste no va una Corporación de sentido común; más hacedero y fácil es un arreglito, por medio del cual, la Sociedad continúa dando mala luz (porque no puede darla buena aunque quiera ella, y ya sabemos por qué) y rebajar algo, no mucho el precio; de lo que resultará ineludiblemente que seguiremos á oscuras y no era esto lo estipulado, era tener luz de tanta intensidad, por tantas horas y por tantas pesetas. Rebajar el precio á costa de la intensidad, es seguir en una escandalosa lobreguez, que no existe ni en Navas del Madroño.
Y venimos á uno de estos términos: ¿puede consentir el Ayuntamiento aunque gaste menos de las 30.000 pesetas estipuladas que la población esté á oscuras una mitad y la otra mitad apenas esté alumbrada? ¿Puede irse en último término á la rescisión del contrato sin un pleito?
Estas y otras dificultades quedaban orilladas si el público consumidor, tuviera un poco más de energía y no se conformara con la protesta mansa á soto voce. Es muy extraño, es anómalo y habla bien poco a favor de la seriedad de un individuo que como particular sufre y paga la mala luz y pretende que el Ayuntamiento saque las castañas del fuego á costa de un pleito, antes que darse de baja. Si el comercio y los particulares desenganchan, dejando á la Sociedad sólo el importe del alumbrado público, ya ésta tomaría sus medidas y, ó dejaría el negocio si no le convenía, ó se gastaría el dinero en nueva red, nuevas máquinas, personal técnico y apto, y cuantos requisitos necesita una empresa para cumplir honradamente sus compromisos, cosa que hoy no sucede.
El subterfugio de rebajar precio para no dar luz, sería una inmoralidad que el Ayuntamiento seguramente no ha de cometer.
Vale.
Una pedrá a la jícara
Un artículo publicado en El Bloque, periódico democrático, publicado el 8 de febrero de 1910. Este periódico, que ya hemos visitado en algunas entradas de esta serie para (tratar de) entretener durante el confinamiento a causa de la pandemia del coronavirus, se instalaba a menudo en una situación política de izquierdas, un espacio en el ya por aquellos años el Partido Socialista comenzaba a ser referente en las luchas de los trabajadores. El posicionamiento de El Bloque tenía, por otra parte, en una contraposición a los conservadores.
Salvajadas
El Boletín Oficial de ayer publicó una real orden de Gobernación encareciendo á los gobernadores la vigilancia de las líneas telegráficas, ante la escandalosa repetición de las averías á mano airada.
Tales daños no se pueden producir sino por la falta de educación y de cultura, por hombre ó mozos cerriles, por domesticar, que viven en estado semisalvaje ó primitivo.
El respeto á las plantas, á los pájaros útiles á la agricultura, á las creencias de los demás, al ornato público, la higiene pública y privada, el amor á la patria y á la bandera y tantas otras cosas entre ellas la seguridad de las líneas férreas, telegráficas y todo lo que conviene al servicio público, son notas que fácilmente se inculcan por el maestro en la escuela, constituyendo modos de la educación, que no es lo mismo que la ilustración, aunque se dan la mano.
A nosotros nos duele que se registren con tanta frecuencia los hechos que denuncia la real orden citada y por eso hacemos estos comentarios, por si nuestra excitación, que quisiéremos ver recogía por toda la prensa, puede cambiar en algo la comisión de esos daños que tanto pueden perjudicar al servicio público y que acusan un verdadero estado de incultura en los bárbaros que los cometen solo por el placer de “dar una pedrá á las jícaras” y reír de gozo cuando hacen blanco en ellas haciéndolas mil añicos.
Ejerce tal influencia en el ánimo de los niños la palabra del maestro cuando en los primeros años se les hace ver el respeto que todas estas cosas merecen por el bien general que producen, que difícilmente se atrevería un mozuelo á perseguir ó castigar á los animales, ó arrancar flores de un jardín público y menos destruir el telégrafo, las estatuas, ni otra cosa de uso público, si escuchó en la escuela reprochar y afear la conducta de los que tales cosas hacen, cuando todos tenemos el deber de velar por ellos.
Vale.
Fútbol antiguo
A finales de octubre y primeros de noviembre de 1924 se celebraron en Cáceres dos encuentros ente el Deportivo Cacereño y el Nacional F. C., de Madrid. Ambos terminaron con victorias locales por 3 a1 en el primero y 1 a 0 en el segundo. Las crónicas de los dos encuentros se publicaron juntas en la edición del 3 de noviembre de 1924 en el diario LA MONTAÑA, y a continuación insertamos la crónica del primero de los dos encuentros. Aunque no se cita en las crónicas, los dos partidos debieron celebrarse en el único campo de fútbol existente en esas fechas, el de Cabezarrubia, al que muchos llamaban “el estadio”. La crónica tiene un cierto estilo naïf, un punto entre ingenuo y lo desconocido. Aquí va.
El encuentro del Sábado
Luz, alegría y un público bastante numeroso, ávido de presenciar un encuentro donde la emoción va a correr pareja con la valía de los dos equipos contendientes.
Notamos, eso sí, la falta de música, lo que imposibilita que todo se complete.
Y aunque solo sea con la discreción y el respeto que las resoluciones nacidas de la Directiva nos merecen, hemos de censurar un tanto el acuerdo tomada en sentido de que nuestra brillante banda “brille” por su ausencia en el campo, aunque en los programas de mano anuncie con su repertorio el espectáculo y hasta se nos prometa el extreno del pasodoble “Atenas”, obra de un compositor de la tierruca.
Pero en fin; tendremos que conformarnos con esa lugubridad que cita López de Haro en su última producción Fútbo y Jazz-baad.
Por lo menos en Cáceres hasta la fecha había pasado desapercibida.
Pero Rodríguez Semperez interrumpe nuestro filosofeo y observamos que las huestes contendientes comienzan el rudo “match” (cuatro menos diecisiete minutos).
Lo que fue el encuentro.
Comienza Jake a dar ruido enviando el esférico a Virel, pero el pase no es recogido.
Avanza el inter-izquierda madrileño, produciéndose un córner a favor de los nacionales que despeja muy bien Corrochano.
Turégano pasa a Virel el que se interna, despejando con gran acierto la defensa madrileña.
El encuentro se desarrolla a todo “tren” y con juego durísimo.
Una mano de los madrileños motiva un golpe franco que tira Martínez sin consecuencias en el “score”.
Calderón avanza con el balón, pasa a Turégano y despeja la defensa.
Herrero envía un centro a Turégano, desaprovechado por descolocación del citado delantero.
Hay que apuntar seguidamente una peligrosa colada de la línea delantera de los madrileños, sin consecuencias, porque en la rapidez arroja el inter-izquierda el balón fuera de campo.
Calderón asusta a Silvio ante un formidable chuts que este para con maestría.
Córner contra Cáceres que despeja Corrochano con acierto.
Entrada en el área de penal de este delantero con el esférico; Silvio para con serenidad el punterazo que Corrochano dá al balón.
Nuevamente avanzan los de la Villa y Corte salvando la situación Díaz; notamos descolocación en nuestros defensas.
Se pita un orsay y se tira un córner contra los nacionales que Virel envía demasiado abierto.
Turégano se hace con el esférico y pasa al medio ala y a los defensas y envía un chut a Silvio de los de marca la “casa” que significa tanto como decir de los imparables. El tanto por su preciosa ejecución es recibido con una clamorosa ovación.
El juego desde este momento aumenta en dureza y no es su característica la limpieza.
Esto dá lugar a que se castigue con un golpe franco una entrada ilegal que hace el defensa izquierda de los nacionales a Corrochano y que pasa alto.
Un chuts del extremo derecha de los visitantes vá fuera de campo.
Un pase recogido por Calderón motiva que lance un fuerte chuts que Silvio se vé en la precisión de dejar pasar y que apunta en el “score” el número dos a favor de los locales.
Dos córners centra Madrid y dos chuts de Jake que Silvio para con estilo de maestro.
Y con este tanteo termina el primer tiempo.
El segundo tiempo fue el reverso de la medalla; el juego decayó muy mucho y solo merece apuntarse un golpe franco que lanza Turégano y que perforó la red ante un desconcierto entre Silvio y la defensa izquierda, un avance madrileño que origina el tanto de honor a favor de los nacionales ante un exceso de confianza de Díaz y un fallo de Silvio que pudo convertirse en goal con un poco de codicia puesta en nuestra línea delantera.
Y dejamos para lo último un incidente de escasa importancia, pero el que vamos a dar a la publicidad para con ello evitar su repetición.
Un equipier de los visitantes, parecióle oportuno y adecuado al caso, el improvisar unas “lecciones” al árbitro; este en su perfectísimo derecho, ante tamaña insolencia, ordenó se retirara del campo; pero lejos de obedecer continuó con gran obstinación su empeño, teniendo que ser retirado a viva fuerza por el capitán de su equipo.
Hasta aquí solo elogios merece la actitud del árbitro y la del capitán Silvio, que dio un ejemplo de cordura digno de imitación.
Pero hete aquí que una exigua minoría de “intelectuales” censuran al árbitro y éste, acaso olvidando el libre derecho de crítica que al público le acompaña siempre que en ella no vaya el insulto, abandona el campo ante las ruidosas protestas del respetable, merecedor de más consideración.
Nos parece increíble que el Sr. Rodríguez Semperez ignore que un árbitro jamás puede abandonar su puesto, aun en el caso máximo de agresión por parte de los espectadores, agresión que la fuerza pública puesta a su servicio repelerá.
En su decisión del sábado hubo una falta de templanza que pudo traducirse en lamentable incidente si el público no se hubiera revestido de serenidad y de la cordura que a él le faltó; por lo demás su actuación merece plácemes por lo imparcial y acertada.
Vale.
Crónica negra. El Pincelero
Una manera de contar un suceso es hacer caso de las notas informativas de la policía. Otra, la que aparece en El Noticiero, Diario de Cáceres, el 14 de abril de 1903, es seguir los pasos del comisario de policía y uno de los detenidos en la reconstrucción de los hechos, hasta que convergen en un punto: la aparición del arma homicida. Muy curiosa y bien contada
El crimen del sábado.
En la pista.
Ayer el celoso inspector de policía Sr. Santamaría, que tantas pruebas tiene dadas de sus aptitudes, para el cargo que desempeña, se dirigió al lúgubre edificio de la calle de Nidos [la cárcel, calleja de San Benito], acompañado de dos agentes.
Nadie se fijó en este incidente de por sí tan natural, hasta que el inspector volvió á salir con la pareja á sus órdenes, conduciendo con las manos atadas a la espalda á uno de los supuestos autores del asesinato del Pincelero, llamado Porras.
Algunos desocupados, en su mayoría mujeres y chiquillos, que vieron la conducción, se apresurar á correr la voz por las calles inmediatas y ya á la entrada de la calle de Caleros, seguía á la policía multitud de personas ávidas de enterarse de todo cuanto pudiera ocurrir.
Hablando en el vecindario.
Apenas llegó á nosotros el relato del hecho, nos trasladamos á la calle de Caleros, donde algunos vecinos nos facilitaron pequeños datos.
Una de esas mujeres que preguntamos, nos comunicó que á eso de las diez y minutos de la mañana, el Sr. Santamaría con dos agentes habían pasado por dicha calle conduciendo á uno de los del crimen del sábado, que tenía una gran cicatriz en una mejilla y que iba hablando en voz alta y como declarando al inspector cuanto se refería con el asesinato cometido, llegando á oídos de las vecinas las frases “aquí nos paramos” y “aquí entramos”, que el detenido pronunció al pasar por la taberna.
En la taberna.
En busca de algún dato cierto entramos en este establecimiento.
Es una habitación poco espaciosa y humildemente amueblada. Consta de un pequeño mostrador, cuatro bancos de madera y algunas sillas de las llamadas del Casar. Su dueño Isidoro Barrio nos refirió lo que a continuación copiamos:
A las primeras horas de la noche –nos dijo- entraron aquí el Pincelero acompañado del Porra y el Pitorrecio y me pidieron dos cuartillos de vino que les serví. Estuvieron bebiendo y hablando amigablemente hasta que al levantarse y pedirles yo el importe de lo consumido dijo el Porra que él no pagaba; entonces el Pincelero le amenazó con una botella y para evitar escándalos en mi casa intervine yo y los separé.
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¿Y no ocurrió nada más? Le preguntamos.
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Sí señor, respondió; el Pincelero me amenazó con una copa, pero casualmente estaba aquí un hermano mío y consiguió aplacarle, luego enseguida se fueron, y yo, temiendo que volvieran cerré la puerta, pues ya he dicho que no me gustan los escándalos.
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Estas declaraciones del tabernero, según nos dijo, son las mismas que hizo al señor Juez de Instrucción.
















