Crónica negra. El Pincelero
Una manera de contar un suceso es hacer caso de las notas informativas de la policía. Otra, la que aparece en El Noticiero, Diario de Cáceres, el 14 de abril de 1903, es seguir los pasos del comisario de policía y uno de los detenidos en la reconstrucción de los hechos, hasta que convergen en un punto: la aparición del arma homicida. Muy curiosa y bien contada
El crimen del sábado.
En la pista.
Ayer el celoso inspector de policía Sr. Santamaría, que tantas pruebas tiene dadas de sus aptitudes, para el cargo que desempeña, se dirigió al lúgubre edificio de la calle de Nidos [la cárcel, calleja de San Benito], acompañado de dos agentes.
Nadie se fijó en este incidente de por sí tan natural, hasta que el inspector volvió á salir con la pareja á sus órdenes, conduciendo con las manos atadas a la espalda á uno de los supuestos autores del asesinato del Pincelero, llamado Porras.
Algunos desocupados, en su mayoría mujeres y chiquillos, que vieron la conducción, se apresurar á correr la voz por las calles inmediatas y ya á la entrada de la calle de Caleros, seguía á la policía multitud de personas ávidas de enterarse de todo cuanto pudiera ocurrir.
Hablando en el vecindario.
Apenas llegó á nosotros el relato del hecho, nos trasladamos á la calle de Caleros, donde algunos vecinos nos facilitaron pequeños datos.
Una de esas mujeres que preguntamos, nos comunicó que á eso de las diez y minutos de la mañana, el Sr. Santamaría con dos agentes habían pasado por dicha calle conduciendo á uno de los del crimen del sábado, que tenía una gran cicatriz en una mejilla y que iba hablando en voz alta y como declarando al inspector cuanto se refería con el asesinato cometido, llegando á oídos de las vecinas las frases “aquí nos paramos” y “aquí entramos”, que el detenido pronunció al pasar por la taberna.
En la taberna.
En busca de algún dato cierto entramos en este establecimiento.
Es una habitación poco espaciosa y humildemente amueblada. Consta de un pequeño mostrador, cuatro bancos de madera y algunas sillas de las llamadas del Casar. Su dueño Isidoro Barrio nos refirió lo que a continuación copiamos:
A las primeras horas de la noche –nos dijo- entraron aquí el Pincelero acompañado del Porra y el Pitorrecio y me pidieron dos cuartillos de vino que les serví. Estuvieron bebiendo y hablando amigablemente hasta que al levantarse y pedirles yo el importe de lo consumido dijo el Porra que él no pagaba; entonces el Pincelero le amenazó con una botella y para evitar escándalos en mi casa intervine yo y los separé.
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¿Y no ocurrió nada más? Le preguntamos.
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Sí señor, respondió; el Pincelero me amenazó con una copa, pero casualmente estaba aquí un hermano mío y consiguió aplacarle, luego enseguida se fueron, y yo, temiendo que volvieran cerré la puerta, pues ya he dicho que no me gustan los escándalos.
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Estas declaraciones del tabernero, según nos dijo, son las mismas que hizo al señor Juez de Instrucción.

Calle de Caleros. Cáceres.
¿Qué buscaba la policía?
Continuamos interrogando á los vecinos de la calle de San Roque (lugar del suceso) y de la Fuente Concejo, los que nos dijeron que habían visto á la policía y al Porras examinar las tapias de la calleja del Moral y patios del Gobierno, haciendo el detenido demostraciones de tirar alguna cosa, y poco después un albañil recorrer los tejados.
¿Qué buscaba la policía? No hay duda que lo que buscaba era el arma con que se cometió el crimen, pues de otra manera no se explica la salida de la cárcel de uno de los autores del triste hecho, que acaso sea el menos culpable.
El arma.
Las indagaciones de la policía en la maña de ayer fueron infructuosas, pues por más que trabajó, no pudo dar con el cuerpo del delito.
Sin embargo, este se encontró cuando menos se esperaba.
Ayer al anochecer un criado del conocido sastra D. Antonio Galán, con el objeto de cortar unas rosas, se dirigió al huerto que dicho señor tiene a la entrada de la calle de San Roque, un poco más arriba del sitio llamado las higueras que fue donde murió el Pincelero. Este criado iba provisto de un farol á cuya luz vio brillar en el suelo un objeto; la curiosidad le incitó y se bajó á cogerle, viendo con sorpresa que era un cuchillo de grandes dimensiones, cuya hoja estaba cubierta en sus dos terceras partes por un papel blanco manchado de sangre ya seca.
Horrorizado salió del huerto y corrió á contar al Sr. Galán cuanto había visto, ordenándole dicho señor que diera parte á cualquier individuo del cuerpo de policía, como en efecto lo hizo al agente de seguridad Sr. Zancada que se hizo cargo de la herramienta.
Esta es un cuchillo de los que usan los carniceros para cortar la carne, su hoja mide una cuarta de longitud y unos cinco centímetros de ancho, conserva el brillo de lo no usado, pesa bastante y se halla manchado de sangre por el lado destinado á empuñarla y la parte inferior de la hoja, lo que prueba que penetró en su totalidad en el cuerpo de la víctima. En la tarde del pasado domingo se practicó la autopsia al cadáver, confirmándose que las heridas recibidas por el Pincelero eran mortales de necesidad.
Es todo cuanto en el día de hoy en la tarde de ayer hemos podido averiguar respecto al triste suceso que nos ocupa; el sumario sigue su curso y por nuestra parte enteraremos á nuestros lectores de todo cuando llegue á nuestro conocimiento.
Vale.
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