En estos días, de modo confuso (ahora sí, ahora no, ahora un territorio, ahora otro distinto…) se habla y escribe mucho sobre una alianza entre Podemos y los restos del naufragio, digo de IU. ¿A santo de qué?
En las investigaciones de delitos la ortodoxia francesa de la prefectura siempre avanzaba la duda: cherchez la femme. En este caso, no hay que buscar mucho, porque la femme ya había hecho de caballo de Troya con la federación más potente de Izquierda Unida. Curiosamente, ahora, la femme buscada podría volver a una lista con IU, lo que como dice Tito Wyo, no es más que una rotonda.
En la ortodoxia jurídica, las investigaciones de asuntos con turbios intereses, la pregunta que se busca responder es: qui prodest? ¿A quién beneficia?
Y no, no parece que la respuesta sea sumar los 900.000 votos de IU el 20D a las candidaturas de Podemos el 26J, aunque pueda parecer la explicación más simple (de simple, de sin jugo) y la que están esparciendo desde los satélites de Podemos.
La realidad subyacente es doble. Y tiene mucho que ver con la personalidad y con la ideología de Pablo Iglesias. Con las dos cuestiones.
De la ideología porque Pablo Iglesias se hace pasar por un izquierdista radical, cuando si al populismo le apagamos la luz sobre las alharacas, le quitamos los caireles, se queda en un discurso elaborado en un despacho, desconectado totalmente de la realidad. Y en los dos grandes procesos electorales que habido en 2015, el desgaste de los mensajes de Podemos ha sido brutal. Y lo ha sido precisamente porque el marketing, si por algo se caracteriza, es porque si no tiene un producto coherente y fuerte detrás, desaparece. Podemos ha demostrado ser el yeroooopa! o el ziritione de 2015.
Por eso, Pablo Iglesias necesita el discurso ideológico bien estructurado que Alberto Garzón transmite (con sus contradicciones, pero eso es normal), y no el viejo discurso de Cayo Lara (cómplice de, por ejemplo, el pacto de IU Extremadura con El Viajero). Pablo necesita tener a su lado a Garzón para vestir su marketing con algún discurso coherente. Y de izquierdas.
Por otro lado, Pablo necesita “ensalzar” el discurso coherente de Garzón, tenerlo a su lado… para intentar ocultar que entre ambos, gana políticamente la personalidad tranquila, segura, de Garzón. Y eso es lo que no soporta el Amado Líder.
Iglesias sabe perfectamente que Alberto Garzón suscita más credibilidad, mucha más credibilidad que él, y que, en política, es un valor que él no tiene, y que no tendrá nunca mientras no venza a la que es su mayor virtud: la soberbia intelectual.
En Podemos ya respondieron a la cuestión de cherchez la femme, con la traición de Tania Sánchez a IU. Ahora, con la fagotización de lo que queda de IU, pretenden vestir de ideología de izquierdas unos mensajes huecos y vacíos, llenos de agujeros y contradicciones que pierden por todos los agujeros del mundo, y pretende, y sobre todo es esto, pretende Pablo Iglesias anular y neutralizar a Alberto Garzón, un dirigente político más coherente, mucho más capacitado y, sobre todo, que no es un soberbio intelectual.
Qui prodest? No busca beneficiar a Podemos, busca, única y exclusivamente, beneficiar al Amado Líder.
Vale.
El martes, 12 de abril, el Pleno del Congreso de los Diputados tiene previsto debatir sobre la llamada Ley 25, presentada por Pablo Manuel y 57 más. Una Ley que debería llamarse La Inútil, o que el mismo lunes sus promotores deberían presentar un escrito retirándola. ¿Para qué?
Mientras no haya gobierno, las ¿decisiones? que apruebe el Parlamento no sirven para nada, porque no obligan ni al gobierno en funciones ni tienen efecto sobre un gobierno futuro si son necesarias nuevas elecciones.
La gente que promueve una ley de estas características sabe, porque al menos habrán estudiado 1º de Derecho, que lo único que produce un debate como el planteado es frustración. Deberían decir a sus votantes y seguidores que lo único que quieren son fuegos artificiales y que eso les permitirá salir en la tele y en os periódicos y que algún pijo de crestas y greñas se muestre “orgulloso mil”.
Las necesidades sociales no se combaten con fuegos artificiales, se combaten con aplicaciones presupuestarias, y estas solamente corresponden al poder ejecutivo.
Si finalmente Pablo Manuel (esto es, El Amado Líder) mantiene que su demagogia se debata, estará, una vez más, poniendo en primer plano su ego, su narcisismo, y olvidarse de los ciudadanos. Estará demostrando que su exhibicionismo está por encima de las necesidades de la gente, que para él la gente no son más que mercancías, más que una palabra en la que asir sus discursos pero que, cuando los termina, acude raudo y veloz a desinfectarse.
Si el 12 de abril se debate una cosa cuya aplicación es inútil, Pablo Manuel debería decir la verdad: la gente se la suda.
Vale.