Hoy, en vísperas del 28 de diciembre, el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha hecho su balance del año y sus profecías para el próximo año electoral de 2015. Después, fuese y no hubo nada.
Dice el señor Mariano que el año 2014 ha sido mejor que el 2013 y que hace 80 años no había tantos zapatos, y muchos españoles iban en zapatillas de esparto.
Váyase al carajo, señor Mariano.
Dice que las cifras de empleo han mejorado con respecto a 2013, ¡faltaría más!, pero no ha tenido ningún recuerdo efectivo para los más de 4.500.000 parados que figuran en las listas oficiales y más de 5.500.000 que dice la EPA del nido de rojos llamado INE.
Váyase al carajo, señor Mariano.
Dice que las cifras del paro han mejorado, pero no ha dicho nada de la disminución real y efectiva, en un año, en más de 500.000 habitantes de nuestro país, en su mayoría personas de edad fértil y edad laboral.
Váyase al carajo, señor Mariano.
Dice que estamos tan bien, tan bien, y que en 2015 vamos a estar tan bien tan bien que él, El Magnánimo, sube el salario mínimo interprofesional en 3,30 euros al mes, y que la pensión media subirá en la cuantía, auténticamente espectacular, de 2 euros al mes. Él, El Magnánimo, dice que son subidas modestas, y lo ha dicho sin reírse, pero con las babas escurriéndole por las comisuras de los labios.
Váyase al carajo, señor Mariano.
Dice que la economía va tan bien, tan bien, gracias a él, que la inflación ha caído tanto que eso mejora la capacidad de compra de los españoles, cuando la realidad es que la capacidad de compra de los españoles ha caído tanto que ni la bajada de los precios puede compensar una economía desastrosa… salvo para las empresas del IBEX 35.
Váyase al carajo, señor Mariano.
Dice que la economía crece sin menoscabar el estado del bienestar, eso dice el gallego, sin que su ojo izquierdo detecte la mentira: el tic desaparece cuando desde la primera palabra del discurso hasta la última, todo son mentiras, medias verdades o frases huecas llenas de hipocresía y de cinismo.
Váyase al carajo, señor Mariano.
Cuando El Magnánimo habla del estado del bienestar, no lo hace pensando en los enfermos de Hepatitis C, a los que tiene en el corredor de la muerte, ni lo hace pensando en enfermos de múltiples dolencias para cuya investigación ha cercenado todo tipo de recursos y nuestros investigadores ya no emigran, huyen, se exilian porque el presidente del Gobierno de su país los expulsa.
Váyase al carajo, señor Mariano.
Dice que el año 2015 será el de la consolidación de la recuperación, pero mantiene congelados los sueldos de los empleados públcios y, generoso él, va a pagar 44 días de la extra que le robó en diciembre de 2012, pero no dice que esa devolución está obligada por múltiples sentencias judiciales.
Váyase al carajo, señor Mariano.
Dice que vamos tan bien tan bien que va a mantener medidas de gran importancia social para la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, como la Ley de Tasas Judiciales, que ha terminado con la Justicia gratuita y solamente pueden acudir a los tribunales los que tengan dinero. Es decir, los dueños de las empresas para los que gobierna.
Váyase al carajo, señor Marian.
Dice que 2014 ha sido un buen año y que 2015 será la releche, pero no tiene agallas de decírselo a los jóvenes a los que tiene condenados, a los jóvenes cuya formación ha costado tanto dinero al Estado y ahora no pueden devolverlo produciendo porque no tienen los medios ni la iniciativa de un Gobierno que se comporta como un grupo de sociópatas.
Váyase al carajo, señor Mariano.
Dice que estamos tan bien en el año que termina y que en 2015 vamos a estar mejor, y la realidad es que, vulnerarndo los derechos humanos, priva de libertad a un militar, el Teniente Gonzalo Segura, por denunciar la corrupción en las FAS, o que obliga a una militar, la Comandante Cantera de Castro, a tener que pedir su salida porque la persecución de la que ha sido objeto por denunciar a un superior por acoso.
Váyase al carajo, señor Mariano.
Dice que va a luchar contra la corrupción, él, el presidente de un partido cuya sede se ha construido con dinero negro, un partido que tiene en sede judicial acreditada la existencia de una caja B, un partido con todos sus extesoreros imputados y el que él nombró está en la cárcel, él dice que va a luchar contra la corrupción. No ha dicho que va a luchar contra sí mismo, porque no estuvo el día que el Juez ordenó registrar la sede de su partido, que más que una sede es una fosa séptica colapsada.
Váyase al carajo, señor Mariano.
… Y así, ad infinitum, podría seguir mandando lejos a Mariano Rajoy Brey.
Vale.
Cuando apretamos el mando a distancia de la TV, cambiamos el dial de la radio, pinchamos una página en la red o abrimos un periódico, nos encontramos con secciones como “nacional”, “política” y similares denominaciones. Pero, visto lo visto, esas secciones deberían resumirse en una sola: “circo”.
El paradigma de la información, por poco tiempo, viene siendo la TV, y las referencias que se oyen en la calle a “lo ha dicho la tele” o “lo he visto en la tele”, que más allá de las funciones nobles del entretenimiento y la difusión de la cultura ha optado por convertir todo en un espectáculo. Y, claro, cuando los actores del espectáculo se desmadran, el espectáculo deriva en un circo.
Las tertulias políticas, en todas las cadenas, se fundamentaban en pretender que los espectadores consumieran “información” en un entorno espectacular, con actores muy metidos en sus papeles. La realidad, eso que la tele no enseña porque estropearía los mundos de yupi que la publicidad vende, ha terminado en convertir a los actores en payasos.
Los memes que circulan a cientos de miles por las redes sociales muestran una realidad muy similar a los espejos del Callejón del Gato. Los personajes (periodísticas, políticos…) han devenido en payasos, muy pocos de ellos augustos y la mayoría patéticos clowns que no se ganarían la vida ni en un pasillo del metro.
El circo no lo han creado ni las televisiones ni los periódicos ni las radios: el circo lo han creado unos personajes que, aspirando a ser grandilocuentes defensores de ideas ruines, han devenido en bufones de tres al cuarto.
Cuando un “periodista” (llámese Inda, Marhuenda, Rojo) hace alarde de defender a sus mentores políticos (y, sobre todo, económicos) se convierten en parodias de sí mismos.
Cuando un cargo público (por ejemplo, el Secretario de Estado de Comercio) desmiente cada dos por tres las “elucubraciones” del pequeño Nicolás, no lo hace convencido de que su desmentido será creíble, sino para hacernos ver que no tiene un pelo de tonto porque ni el pelo le crece.
Cuando el chico de los recados de FAES, Francisco Nicolás, se da cuenta que sus recados, si los guarda bien, le pueden dar pingües réditos económicos, el personaje pasea por el circo de los platós y “periodistas” serios y ya mayores (de Edad Media) le creen y se escandalizan o, peor, afirman no creerle y gritan a un muchacho con cara de pícaro que se está cachondeando de él… cuando eso pasa, la información no existe, solamente queda el circo del payaso tonto intentando dar patadas a una pelota que el augusto tiene atada con una cuerda y se la quita.
Cuando un cargo público, que lo ejerce con el colaboracionismo necesario de otros de ideología teóricamente opuesta, me refiero a Monago y a su pacto de amor o dinero con Izquierda Unida de Extremadura, se contradice a sí mismo, da una versión y la contraria, y al día siguiente la contraria de la primera y la diferente de la segunda, deja de tener la respetabilidad que otorga el cargo y se convierte en lo que realmente es: una marioneta cuyos hilos se sueltan de la tabla que sujeta su titiritero, Iván Redondo. Esa marioneta deshilachada va de plató en plató, de pista de circo en pista de circo, arrastrando sus contradicciones porque el titiritero ya no sabe cómo recomponer el muñeco y los hilos que compra son de las tiendas de chinos, tan baratos como tan mala es su calidad.
Cuando esa misma marioneta arrastrada lánguida y descuidadamente por su titiritero sin rumbo creía que dando saltos de adoquín en adoquín remontaría el vuelo, la causa de sus desvaríos ocupa la tercera pista del circo y le recrimina que no haya tenido para ella ni una palabra de apoyo cuando ha sido tildada de todo lo malo. Y esa marioneta choca, además de con las recriminaciones de su Olga del alma canaria, con su compañera (“al suelo, que vienen los nuestros”) Celia Villalobos, que cuenta una verdad que él mismo no quería contar porque hubiera sido aún peor que las mentiras encadenadas que ha ido soltando.
Así, este circo que tienen montado presidentes de gobierno que se aparecen en plasmas comprados con dinero negro, vicepresidentas de la OJE (cuando uno vale para algo, vale para todo), ministras señaladas por el juez por haberse aprovechado de los delitos de su marido, ministros de defensa que ocultan su pasado en los consejos de administración de fábricas de bombas… este circo ni siquiera entretiene y el espectáculo está fuera.
Fuera están el llanto del niño que no puede entrar al circo, la alegría de los pillos que recogen la realidad que los payasos ignoran, las pataletas de los viejos que ven que el circo que ellos creían tener montado cuando eran los amos, lo están desvencijando sus hijos…
Había una vez un circo de cientos de pistas. Y en cada una de ellas payasos de feria haciendo competencia desleal a los dignos herederos de Pompoff, Teddy y Zampabollos.
Vale.