Archivos para November 30, 1999

Cuando apretamos el mando a distancia de la TV, cambiamos el dial de la radio, pinchamos una página en la red o abrimos un periódico, nos encontramos con secciones como “nacional”, “política” y similares denominaciones. Pero, visto lo visto, esas secciones deberían resumirse en una sola: “circo”.

El paradigma de la información, por poco tiempo, viene siendo la TV, y las referencias que se oyen en la calle a “lo ha dicho la tele” o “lo he visto en la tele”, que más allá de las funciones nobles del entretenimiento y la difusión de la cultura ha optado por convertir todo en un espectáculo. Y, claro, cuando los actores del espectáculo se desmadran, el espectáculo deriva en un circo.

Las tertulias políticas, en todas las cadenas, se fundamentaban en pretender que los espectadores consumieran “información” en un entorno espectacular, con actores muy metidos en sus papeles. La realidad, eso que la tele no enseña porque estropearía los mundos de yupi que la publicidad vende, ha terminado en convertir a los actores en payasos.

Los memes que circulan a cientos de miles por las redes sociales muestran una realidad muy similar a los espejos del Callejón del Gato. Los personajes (periodísticas, políticos…) han devenido en payasos, muy pocos de ellos augustos y la mayoría patéticos clowns que no se ganarían la vida ni en un pasillo del metro.

El circo no lo han creado ni las televisiones ni los periódicos ni las radios: el circo lo han creado unos personajes que, aspirando a ser grandilocuentes defensores de ideas ruines, han devenido en bufones de tres al cuarto.

Cuando un “periodista” (llámese Inda, Marhuenda, Rojo) hace alarde de defender a sus mentores políticos (y, sobre todo, económicos) se convierten en parodias de sí mismos.

Cuando un cargo público (por ejemplo, el Secretario de Estado de Comercio) desmiente cada dos por tres las “elucubraciones” del pequeño Nicolás, no lo hace convencido de que su desmentido será creíble, sino para hacernos ver que no tiene un pelo de tonto porque ni el pelo le crece.

Cuando el chico de los recados de FAES, Francisco Nicolás, se da cuenta que sus recados, si los guarda bien, le pueden dar pingües réditos económicos, el personaje pasea por el circo de los platós y “periodistas” serios y ya mayores (de Edad Media) le creen y se escandalizan o, peor, afirman no creerle y gritan a un muchacho con cara de pícaro que se está cachondeando de él… cuando eso pasa, la información no existe, solamente queda el circo del payaso tonto intentando dar patadas a una pelota que el augusto tiene atada con una cuerda y se la quita.

Cuando un cargo público, que lo ejerce con el colaboracionismo necesario de otros de ideología teóricamente opuesta, me refiero a Monago y a su pacto de amor o dinero con Izquierda Unida de Extremadura, se contradice a sí mismo, da una versión y la contraria, y al día siguiente la contraria de la primera y la diferente de la segunda, deja de tener la respetabilidad que otorga el cargo y se convierte en lo que realmente es: una marioneta cuyos hilos se sueltan de la tabla que sujeta su titiritero, Iván Redondo. Esa marioneta deshilachada va de plató en plató, de pista de circo en pista de circo, arrastrando sus contradicciones porque el titiritero ya no sabe cómo recomponer el muñeco y los hilos que compra son de las tiendas de chinos, tan baratos como tan mala es su calidad.

Cuando esa misma marioneta arrastrada lánguida y descuidadamente por su titiritero sin rumbo creía que dando saltos de adoquín en adoquín remontaría el vuelo, la causa de sus desvaríos ocupa la tercera pista del circo y le recrimina que no haya tenido para ella ni una palabra de apoyo cuando ha sido tildada de todo lo malo. Y esa marioneta choca, además de con las recriminaciones de su Olga del alma canaria, con su compañera (“al suelo, que vienen los nuestros”) Celia Villalobos, que cuenta una verdad que él mismo no quería contar porque hubiera sido aún peor que las mentiras encadenadas que ha ido soltando.

Así, este circo que tienen montado presidentes de gobierno que se aparecen en plasmas comprados con dinero negro, vicepresidentas de la OJE (cuando uno vale para algo, vale para todo), ministras señaladas por el juez por haberse aprovechado de los delitos de su marido, ministros de defensa que ocultan su pasado en los consejos de administración de fábricas de bombas… este circo ni siquiera entretiene y el espectáculo está fuera.

Fuera están el llanto del niño que no puede entrar al circo, la alegría de los pillos que recogen la realidad que los payasos ignoran, las pataletas de los viejos que ven que el circo que ellos creían tener montado cuando eran los amos, lo están desvencijando sus hijos…

Había una vez un circo de cientos de pistas. Y en cada una de ellas payasos de feria haciendo competencia desleal a los dignos herederos de Pompoff, Teddy y Zampabollos.

Vale.