Archivos para Syriza

La publicidad y la propaganda son técnicas utilizadas en las empresas para fomentar las ventas de sus productos. Englobadas en un concepto anglosajón, marketing, que como todo el mundo con nivel medio de inglés sabe, deriva de market (mercado, “yo no soy tonto”). La importación de los modelos y técnicas electorales, han olvidado los conceptos primarios de publicidad y propaganda y los han envuelto con un concepto de aparente, pero falsa, nobleza y cualidad. El marketing es publicidad y propaganda, utilizando para la difusión de los mensajes todo tipo de soportes. Todos. Incluidos aquellos que, de modo “colateral” contribuyen a reforzarlos.

Hoy se está celebrando la primera jornada del Debate del Estado de la Nación, en el que en el discurso de Mariano Rajoy Brey ha presumido de ser altavoz de todas las predicciones de los organismos internacionales que hablan de crecimiento económico más allá de lo conocido (organismos como el FMI y la UE, los mismos que en 2007 ayudaban a Zapatero a no ver la crisis).

Hay que tener en cuenta que todas esas profecías de las que Rajoy presume están hechas por economistas, esos seres que analizan el futuro sin reconocer que en el pasado la cagaron y bien.

A esas predicciones o profecías (táchese lo que no proceda) se suman, en España, dos instituciones ejemplares: el BBVA y el Banco de Santander. Los mismos que se negaron a protagonizar ayudas a las cajas de ahorro mientras se financiaban a euros llenos en el BCE.

¿Por qué España protagoniza tan halagüeñas profecías? O predicciones. La razón es muy sencilla: la UE, el FMI, el BCE, el BBVA, el BS, todos, quieren evitar una crisis política a la griega. O lo que es lo mismo: si en 2015 estuvieran previstas elecciones en Italia o Francia y no en España, el crecimiento salvaje sería previsto para esos países. Sin duda.

Lo que ha pasado en Grecia, una descomposición política que ha fragmentado el panorama de manera que la victoria de Syriza es vista como un accidente que no puede volver a repetirse. No ya que un partido emergente, escorado a posiciones consideradas por esa sopa de siglas como radicales (en realidad, no lo son) puede alcanzar el poder, sino que esa fragmentación política se extienda, es la razón última.

No hay que olvidar que el “peso” de Grecia en la moneda única no es el mismo que el de España. La diferencia demográfica es considerable y el valor absoluto del PIB español dentro de la economía europea no puede ponerse en juego.

Toda esa sopa de siglas transmiten la misma consigna: crecimiento. Les da igual que ese crecimiento sea en la práctica el de la brecha económica, el del aumento de los niveles de pobreza, de la precariedad laboral rayana en el esclavismo. El crecimiento al que se refieren es el de sus intereses.

Porque la crisis económica, a escala global, no ha sido sino lo que ha resultado en España (otra vez, campo de pruebas): un ajuste de cuentas contra el estado del bienestar, de manera que en el futuro, ya nos los dicen los ejemplares dirigentes de esos organismos, nada volverá a ser lo que era.

Dirigentes mundiales de la calidad de los máximos responsables del FMI (no se olvide, Rato, Strauss Khan, la propia Lagarde, investiga por corrupción), del BCE (Draghi, dirigente en Europa de uno de los bancos que dieron lugar al bombazo de la crisis), de la UE (Juncker, ahora presidente de la Comisión Europea que cuando era primer ministro de Luxemburgo se dedicó a hacer trampas en los beneficios fiscales a favor de su país, el paraíso fiscal luxemburgués), el Banco de Santander (cuya familia cabecera disponía de miles de millones evadidos en Suiza), de esa calaña ahora no pueden consentir que en España pueda producirse el caso griego.

Por eso, las campañas publicitarias de las grandes corporaciones, los “estudios” que los economistas al servicio directo o indirecto de ellas, van en la misma dirección crecimiento.

El crecimiento no existe, es la ausencia de vergüenza del presidente del gobierno.

Vale.

Durante la campaña electoral griega, a medida que iban avanzando los días y se iban conociendo las encuestas que daban como ganadora a la coalición Syriza, y la derrota de Nueva Democracia, se fueron sucediendo análisis, predicciones y previsiones de todo tipo y todo tipo de comparaciones con la situación española. Mariano Rajoy hizo campaña junto a Samaras, y Cayo Lara y, especialmente, Pablo Iglesias, acompañaron a Tsipras.

Las opiniones eran de similitud de las situaciones griega y española según quién las contara. La más extendida era la corriente de opinión transmitida por las redes sociales, siguiendo la doctrina marcada por Pablo Iglesias, de que el cambio en Europa empezaría con la victoria de Syriza.

Celebrados los comicios, conocida la victoria casi por mayoría absoluta de la coalición de izquierdas, desde Izquierda Unida y, otra vez, sobre todo, desde Podemos, las campanas se lanzaron al vuelo: “han ganado los nuestros, hemos ganado nosotros” parecía el mensaje.

Sin embargo, al día siguiente, cuando Tsipras cerró el pacto de gobierno con ANEL (Griegos Independientes) eso de que hemos ganado los nuestros ha pasado a una frialdad absoluta. Ya no llegan a twitter los mensajes de complicidad de Pablo Iglesias, Íñigo Errejón o la cuenta oficial de Podemos. Ya no es lo mismo Syriza que Podemos, ni Tsipras que Iglesias, ni Grecia que España.

A la frialdad, al “distanciamiento” súbito se le ha añadido más distancia, más hielo cuando el nuevo primer ministro griego ha hecho público su nuevo gobierno. Ni una mujer. No es posible que en toda la coalición de partidos que conforman Syriza no haya una sola mujer con capacidad para desempeñar un ministerio.

Las primeras medidas anunciadas por el nuevo gobierno griego (aumento importante del SMI, energía eléctrica gratis para 300.000 hogares, reapertura de la televisión pública…) son medidas políticas anunciadas y que están en la línea de las ¿previsiones programáticas? de la formación de Pablo Iglesias y sus seguidores.

Sobre el pacto de gobierno de la coalición de izquierdas con un partido ultranacionalista y ultraconservador, los análisis periodísticos españoles han señalado que la coincidencia entre Syriza y ANEL en estar en contra de las imposiciones de la Troika. Pero es una coincidencia “sin piel”, como diría Luisma Floriano. Porque mientras la oposición a la Troika de Tsipras se fundamenta en el daño que hace a los ciudadanos, la de Kamennos se fundamenta en los territorios. Y no, no son lo mismo los ciudadanos que los territorios.

Con el nuevo gobierno formado, sin mujeres, con dos formaciones políticas ideológicamente en las antípodas una de otra, hay una cuestión que debiera preocupar. Si las primeras medidas anunciadas son de recorrido mediático rápido y amplio (SMI, energía eléctrica gratuita…), el nombramiento de Panos Kamennos, líder de ANEL y político de casta (lleva desde los 28 años sentado en el parlamento como diputado de Nueva Democracia hasta la anterior legislatura, y desde entonces con su nueva formación), como Ministro de Defensa debería suponer una preocupación.

He intentado en varias ocasiones, vía twitter y vía email, contactar con Podemos y Pablo Iglesias para conocer su posición con el nombramiento por su amigo Tsipras de un ultranacionalista como Kamennos para la cartera de Defensa. En vano. O no merezco una respuesta o se han quedado como tres con dos ojos, es decir, que no tienen ni puñetera idea.

Kamennos es un ultranacionalista que manejará un gasto en defensa del 2,5% del PIB griego (en España, el gasto en Defensa es del 0,9%, según datos del Banco Mundial para 2013), y cuyo partido plantea cuando menos distanciamientos con Turquía, se disputa el control del Mar Egeo, no reconoce la denominación de República de Macedonia, y es partidario de la Enosis. Además, al ser el único ministro del partido con el que ha pactado Syriza, el primer ministro Tsipras no podrá “atar en corto” las decisiones de Kamennos, al que deberá dar un margen de maniobra que puede, y ya lo veremos, plantear conflictos y tensiones territoriales propias de su definición política.

Que los dirigentes de Podemos, que el día de la victoria electoral de Tsipras salieran alborozados a “compartir” (en realidad, a transferir a España) esa victoria, no hayan dicho ni mú sobre el pacto con la ultraderecha, ni sobre un gobierno sin mujeres, y ni una mínima palabra sobre el nombramiento de un ultranacionalista para el Ministerio de Defensa dice bien a las claras que una cosa es meterse en el laboratorio de las ideas, dar vueltas en círculos teóricos y dogmáticos, y otra ver la realidad.

Y la realidad, por su silencio, es que no les ha gustado lo que ha hecho Tispras tras ganar, pero no tienen ni idea de cómo cocinar el plato de pacto que les ha servido su, hasta el lunes pasado, colega.

Ni siquiera les parece haber gustado el postre. Yogur griego, por supuesto.

Vale.