Archivos para Maltravieso

Entregada la entrada de “Las cábilas de la Labradora” al albur de su vuelo por la red, puse en marcha mis recuerdos, mis notas mentales sobre las parte de Cáceres en la que se asentaban aquellas viviendas, y así fue como asocié dos topónimos que casi siembre escuchaba unidos: la Labradora y las cuevas de la Becerra (así, en plural) ya que a ellas se llegaba por el mismo camino, pasando bajo la vía del tren hasta coger el camino de Cabeza Rubia, pegado al muro de bloques de cemento del recinto de la Estación.

Una conversación con Eloy Vaquero, padre de mi prima María “Todolibros”, y a quien conozco desde siempre (su suegro era primo de mi padre), aumentó mis referencias sobre la zona y asentó otras cuestiones que ya conocía. Con lo recordado y con la buena memoria de Eloy fui componiendo un pequeño mapa, de momento solamente escrito, en el que aparecían las cuevas de la Becerra, o cueva de la Becerra con la mina de la Labradora.

Situadas más al sur de la mina, la cueva que figura en el imaginario local, pero cuya ubicación exacta puede perderse, fue también un abrigo en el que obreros, gente humilde, encontró refugio. Y sufrió en ese refugio.

En julio de 1927, se produjo un incendio que acabó con un buen número de chozos habitados por gentes de Aldea Moret. Así contaba la noticia del incendio el periódico conservador “Nuevo Día”:

Diario NUEVO DÍA. 4 de Julio de 1927. Cáceres

A la hora de recoger en esta entrada la única noticia del incendio que he podido encontrar, he tenido dudas de eliminar los nombres de los damnificados, o de mantenerlos. Ha ganado la segunda opción, más que nada con la esperanza de que algún descendiente de aquellos, algún familiar, pueda aportar información que nos ayude a una mejor visión de cómo era la vida tanto de los habitantes de aquellos chozos como de las cábilas, dándose la circunstancia de que en ambos tipos de “viviendas” se hizo uso de paredes de adobe, terminándose con tejas de los hornos del Junquillo (“casas de Tejares”) las cábilas, y con taramas o retamas los de los hornos.

Después del incendio, el 4 de julio de 1927, solamente he podido encontrar dos noticias más: una en el mismo periódico “Nuevo Día”, dando cuenta del reparto de una suscripción para ayudar a las familia, y otra noticia, sobre el mismo reparto en el periódico católico “Extremadura”, que no había dado cuenta anteriormente del incendio.

Pero buscando esas posibles noticias posteriores y recordando lo que me contó Eloy Vaquero sobre la cueva, encontré alguna sorpresa. Eloy me refirió que a esa cueva se arrojaban animales muertos (mulos, burros, etc.). Claro, cuando los vientos cambiaban, los malos olores se esparcían sobre el Junquillo (¿quién no recuerda, hace menos años, los malos olores provenientes de la cantera de Baltasar cuando ya se estaba utilizando para arrojar vertidos de materiales inertes, de escombros, de tierras de excavaciones de obras?). La cantera creo haber visto que ha tapado (lo tengo que comprobar) los terrenos de la mina de la Labradora y de la cueva de la Becerra, de la que hoy muy poca o nula información gráfica o fotográfica, si acaso una fotografía que realizó Carlos Callejo y que llegó al Hoy a través de su hijo, Alfonso.

A finales de los años 30, y, consiguientemente, de la Guerra Civil, se acrecentó el uso de la cueva para arrojar animales, hasta el punto de que el Ayuntamiento de Cáceres, sin haber realizado siquiera una prospección de la cueva, seguramente por su mal estado, comenzó a utilizarla como Horno Crematorio, y así figura en varios documentos que obran en el Archivo Histórico Municipal.

Conociendo el destino de esta cueva, situada, como otras, en el propio Calerizo (Santa Ana, El Conejar, Maltravieso, las descubiertas junto a la carretera de Miajadas con las obras de la Ronda Sureste, que no están en El Carrucho, como sin conocimiento de la zona se informa) es de “agradecer” que las cuevas citadas no hayan corrido la misma suerte, aunque es cierto que en El Conejar si apareció algún animal muerto.

Vale.

Históricamente, la Ribera del Marco, o el Río de la Madre, tiene su nacimiento en el rebosadero de El Marco, rebosadero o pozo del Calerizo más próximo a la ciudad de Cáceres. Una Ribera y un potente “mar” subterráneo que aglutina en su origen, sobre sus terrenos de superficie y subsuelo, la historia de la ciudad, de sus primeros pobladores ya en épocas del Paleolítico y Neolítico, como lo evidencian los todavía insuficientemente estudiados de El Conejar, Maltravieso o Santa Ana.

Esa Ribera, que conoció la romanización y conquista de los Romanos que llegaban a Norba Caesarina o Castra Caecilia por la Vía de la Plata, o los pueblos islámicos que cultivaron sus tierras ribereñas con acequias de riego, hasta el establecimiento de la comunidad de regantes de la Concordia, atraviesa en estos años una encrucijada: seguir siendo solamente la Ribera o constituirse, como le corresponde por derecho propio, en el manantial de agua que dé riego a la ciudad, que entronque su pasado con su futuro.

Así, a través del vigente Plan General Municipal, nos encontramos con las Área de Planeamiento Incorporado (API) 28-01, cuyo desarrollo y ejecución está llegando a su término, y con la 32-01, aún sin desarrollar, con el Programa de Ejecución aprobado en 2006 (no sé si sería ahora necesario actualizarlo). Estas dos APIs incluyen unos espacios como Equipamiento Genérico, que sumados y dados continuidad abarcan la Ribera, en una longitud de algo más de 3 kilómetros.

El desarrollo urbanístico pone a disposición del Ayuntamiento, a través de las Agrupaciones de Interés Urbanístico (antiguas Juntas de Compensación), los terrenos destinados a Equipamiento Genérico y, como es este caso, a zonas verdes. Unas zonas verdes que ya lo son, que necesitarán no mucha intervención de obra, sino de jardinería y cuidados de cultivos, plantas, arbustos y árboles frutales, todo ello con el murmullo del agua que corre curvándose entre las huertas.

En el Ensanche que el Arquitecto Pedro García Faría pretendía y propuso para la ciudad en 1922, estos terrenos, con más anchura que en la actualidad, se constituiría en Parque, que él denominó de Hernán Cortés, aunque cualquier nombre que quisiera poner será siempre la Ribera.

La delimitación por el Este de esta Ribera está marcada por el Camino Alto de Fuente Fría, que discurre desde la primera curva de la Carretera de la Montaña hasta el molino de aceite del Marco, ahora Espacio para la Creación Joven. Este camino, jalonado en algunas partes por cerramientos de parcelas, muchos de ellos mediante somieres, colchones y otros tipos nada estéticos, ha comenzado a variar, cuando los titulares de las AIUs de las APIs 28-01 y 32-01 han ido llegando a acuerdos con los hortelanos, y sustituyendo tan horrendos cerramientos por unas alambradas homogeneizadas, tras las que los hortelanos, al tiempo que siguen cultivando sus tierras, ya dicen que están en ellas de prestado, provisionales.

A medida que esta incorporación de los terrenos de EG se produce a las AIUs, a las que también pertenece el Ayuntamiento como administración actuante, sería muy interesante ir conociendo los espacios que más pronto pasen al Ayuntamiento e ir trabajando sobre ellos, sino físicamente, sí produciendo ideas, modelos, usos… que puedan incorporarse en un futuro próximo.

El desarrollo urbanístico derivado de los PGMs, y en especial del vigente de 2010, dotará a la ciudad de un espacio único, un espacio verde único, formado por higueras, zarzamoras, membrillos, olivos… en el que el correr del agua de la Ribera será, sin duda, una recuperación, por siempre, para la ciudad, para los cacereños.

Vale.

Cáceres alcanzó en 1950 los 45.500 habitantes. Dos años antes, para paliar las deficiencias y escasez del suministro de aguas a la ciudad, se aprobó el proyecto para la obtención de aguas desde los pozos del Calerizo, en la zona de El Marco.

Plano de Emplazamiento (fuente SigPac-Ayto. Cáceres)

Las infraestructuras necesarias se establecieron en la denominada Cerca de Don Jorge, entre la Cerca de las Retamas y el Molino de Aceite del Marco, con una tubería de impulsión hasta el depósito que se situó en la carretera al Santuario de la Montaña, en el llano pasada la Ermita del Calvario.

Actualmente, aquel proyecto que dio servicio a la ciudad hasta la inauguración de la presa del Guadiloba, se encuentra sin uso.

Sin embargo, en su momento, tuvo gran importancia. Y como en múltiples hitos de la ciudad, la barriada del Espíritu Santo fue un punto de indudable interés.

Alzados y Sección. Distancia entre pozos (fuente SiPac – Ayto. Cáceres)

La captación de aguas se hacía desde cuatro pozos, conectados entre sí por una galería de 1 metro de anchura y una altura hasta el centro de la curva superior de 1,70 metros. Esa galería conectaba los pozos del uno al cuatro. Los dos primeros situados fuera de la Cerca de Don Jorge o cerca de los pozos, como la conocíamos los muchachos del barrio.

Detalles. En cuadrante inferior izquierdo, alzado de la galería (fuente SigPac – Ayto. Cáceres)

El pozo número 1 estaba situado en la margen izquierda del camino que desde la Ronda de San Francisco llegaba hasta la carretera de Medellín. Un camino de tierra que es hoy la calle de La Roche Sur Yon. Su ubicación coincidiría actualmente con la intersección de la calle que delimita el colegio DOWN, desde La Roche Sur Yon hasta el grupo de viviendas construidas por el Ayuntamiento a finales de los años 50, y que a continuación tenía el llamado campo de fútbol del Espiri, anterior en su origen al de Cabezarrubia.

Ubicación pozos. Ortofo 1966. (Repetida leyenda Pozo 2)

En la cobertura de dicho pozo estaban un transformador de energía eléctrica (es nos parecía) y una fuente de agua potable de 5 grifos, que fue cayendo en desuso a medida que las viviendas del entorno (actuales calles Turia, Darro, Miño) fueron dotándose de conexiones a la red.

El segundo pozo estaba, y sigue estando, en la curva que forma la calle de La Roche Sur Yon con la Ronda de San Francisco. A comienzos de los años 60 del pasado siglo, el pozo estaba cercado con un poyete circular de mampostería, de más o menos 1 metro de altura y el resto, hasta casi los 2 m, con bloques de hormigón que iban cayendo por días. Casi derruido el cerramiento el pozo aparecía tapado con maderas, separadas entre sí, por donde tirábamos piedras para escuchar su ruido al caer. Así permaneció el pozo hasta que finalmente se cubrió con una losa de forjado de hormigón, dejando ver una pequeña parte del murete de mampostería, casi a ras del suelo.

Los pozos uno y dos estaban separados entre sí unos 70 metros, y a las mismas distancias los números 3 y cuatro, dentro ya de la Cerca. El número 3, antes del cauce del Arroyo de la Plata, y el 4, al comienzo de la pendiente hacia el lugar donde se construyeron los edificios para alojamiento de maquinaria.

Ubicación pozos sobre ortofoto 2012.

En la barriada del Espíritu Santo, además de una ermita inexistente para el turismo, se encuentra la charca del Marco, nacimiento de la Ribera que bordea la ciudad, y también se encontraban muchos hornos caleros, porque muchos de los primeros habitantes de la zona eran de oficio caleros. Hasta llegar a los desprotegidos Hornos del Sapillo, donde se encontraba uno de los naturales efluentes de aguas del Calerizo (actualmente tapado por la nave de UDACO), o la Charca Musia, que en la cartografía antigua recibía el topónimo del Espíritu Santo, o la cueva de Maltravieso, sin olvidar que su descubridor fue el picapedrero Telesforo Pérez, conocido como El Francés, que vivía en una casa de la calle Miño.

Pozo nº 2. Restos del cerramiento de mampostería en la actualidad

Gran parte de la historia de Cáceres, incluida la romana Vía de la Plata sobre la que discurre la Ronda de San Francisco, tiene su origen en esta barriada que, por otra parte, no tiene el merecido reconocimiento de la ciudad.

Vale.

Canteras

cercadelasretamas —  enero 11, 2020 — Deja un comentario

Cáceres, y su entorno más inmediato fue una potente ubicación de la industria calera, que estuvo activa hasta bien entrados los años 60. Los hornos caleros se surtían de canteras normalmente de pequeño tamaño, pero cercanas unas de otras. Algunas de esas canteras ya desapareció, “asumida” por el desarrollo de la ciudad, como la que existía en el espacio que ahora ocupa el Pabellón multiusos, o en la primera mitad de los años 70, la cantera sobre la que asienta la Residencia de Mayores «Cervantes».

Sin embargo, a medida que las industrias calera iban desvaneciéndose, comenzaron a tener importancia las canteras destinadas a la extracción de piedra para las obras de infraestructura, ya fueran zahorras de carreteras, hormigonados, etc.

Ahora, con el proyecto de la Mina de Litio al sitio de Valdeflores, parece que hemos retrocedido en el tiempo. La empresa de la mina “ofrece” en su plan de recuperación la construcción de un auditorio sobre el hueco que dejaría el litio.

Y eso me suena.

Pero antes, un breve repaso descriptivo sobre las canteras. Ya he citado la existente en el actual Pabellón Multiusos. También está recuperada la llamada cantera de Tapia, sobre el Cerro de Cabezarrubia o Cerro de los Pinos. Actualmente, en uso, están las canteras de Cipriano Gallego o los Núñez, sobre la vertiente sur del Cerro del Arropez. Existe otra, no visible ni conocida, en la finca Alcor del Roble, que está lentamente recuperándose con vertidos del CEFOT 1, ya que es en sus terrenos donde se encuentra. Y la más conocida de todas (eso debería ser) la Cantera de Maltravieso.

Y vamos a lo que me suena. Recuperada la del Cerro de Los Pinos y también, aunque sin prácticamente uso, la de Maltravieso, está pendiente de recuperar el cráter de la Cantera de Olleta.

Sí, esa cantera sobre la que se “proyectó” en torno a 2005-2007 un magnífico auditorio con capacidad para 37.000 espectadores, diseñado por el reciente Premio Nacional de Arquitectura 2019, Alvaro Siza, en unión de J.M. Hernández León.

De aquel proyecto inmenso nada más se supo. Seguramente sucumbió por la crisis económica que se desató en esos mismos años, o también por el efecto gaseosa tan querido a algún cargo público.

Estos días nos encontramos otra vez con un auditorio magnífico… a construir cuando el período de ¿18-20 años? de explotación de la mina de litio hubiera concluido.

Si para la única cantera (exceptuadas la del Multiusos y la de la Residencia de Mayores Cervantes) que se ha recuperado con una finalidad más o menos similar a la de un auditorio al aire libre, la de Maltravieso, no tenemos ni idea de cómo usarla, y eso que como mucho podría albergar unos 300 o poco más espectadores sentados, unos cuantos, no muchos, más de pie, cómo vamos ser capaces de gestionar ni en la modalidad de gestión pública o eso que se lleva ahora de “gestión público-privada” un auditorio como el desaparecido de la cantera de Olleta (37.000 espectadores) ni el futuro muy futuro hipotético de la mina de litio de Valdeflores.

Pero eso sí, como ocurrió con el auditorio de Siza & Hernández León sobre la cantera de Olleta, la oferta de la empresa minera dará para rellenar algunas páginas de los periódicos. Pero, eso sí, sin ninguna capacidad de análisis crítico por parte de los medios. ¿Para qué?

Vale.

Ayer tuve ocasión de entrar en la Cueva de Maltravieso, de conocerla, de la voz y los conocimientos de Elena y Carlos, que fueron más que guías, que compartieron sus conocimientos y contestaron a todo tipo de preguntas.

Para quien no conozca Maltravieso, dos cuestiones. Una, principal, que están tardando en contactar con la web del Museo de Cáceres y solicitar la visita. Dos, que vean y lean lo mucho que se ha escrito sobre este enclave.

No voy a plantear aquí cuáles son los valores históricos y prehistóricos de un enclave que, hoy por hoy, es referente mundial de la evolución humana. Me voy a referir a algo más concreto: a cómo fue y es la relación de Maltravieso con su inmediato entorno físico y humano. De ser una cantera de la que se extraía piedra para varios usos: construcción, carreteras, a ser un centro del conocimiento humano desconocido para sus inmediatos vecinos.

Vuelo americano 1945-1946. Fuente: SITEX http://www.juntaex.es.

Cuando una voladura (¡barreeeeeno va!) dejó al aire la entrada de la cueva y demolió alguna cavidad previa a lo que ahora es la primera sala, no existían casi ni casas con vecinos en el entorno. En el “vuelo americano” de 1945-1946 solamente se atisban algunas viviendas aisladas en la zona del Espíritu Santo, su ermita, y poco más. Del actual barrio de Llopis Iborra (antes El Carneril) casi ninguna referencia gráfica. Terreno natural y alguna zona que recuerda que por allí estuvo un vertedero de basuras posteriormente trasladado a El Carrucho. Ah, sí se ve un rectángulo que si uno no es conocedor de la zona no sabría ubicar: la piscina de Falange.

De Maltravieso, solamente se ven los caminos de la cantera. Y eso, sabiendo ubicar dónde está.

En el mismo “vuelo americano” de 1956, ya se aprecia algo mejor lo que posteriormente fue la entrada de la cueva dentro de la cantera, que siguió funcionando hasta años después, si bien por uno de los laterales. Y también en ese vuelo se ven las viviendas que el Ayuntamiento de Cáceres construyó mayoritariamente para empleados suyos, algunas viviendas en lo que hoy son las calle Turia y Miño, y aparece un grupo de viviendas en construcción en lo que actualmente es la calle La Roche sur Yon. En una de esas viviendas, autoconstruidas durante muchos fines de semana por albañiles, viví yo. Mi padre fue uno de ellos.

Vuelo americano 1956. Fuente SITEX http://www.juntaex.es

También aparecen ya las “viviendas bajas” del Barrio del Carneril. En conjunto, ya iba incrementándose la población en las proximidades de Maltravieso. Y mientras, la cueva se sometía al albur de intrusiones, especialmente de adolescentes y jóvenes, por más que el señor Telesforo, el guarda que había trabajado en la cantera, se esforzara en impedirlo. Al señor Telesforo Pérez le conocíamos como “El Francés” y vivió en lo que ahora es la calle Miño, en la vivienda contigua a la de Juan Escribano (Juanito “el del Carrillo” o Juanito “El Chochero”), el padre de Maruchi.

La cueva, durante muchos años estuvo desamparada, por más que se repusiera el candado de una puerta metálica, candado que saltaba por los aires. Entonces, salvo cuando algunos estudiosos del Museo, con Carlos Callejo al frente visitaban la cueva, los vecinos del Carneril y del Espiri conocían su existencia, y, como mucho, decían que era importante. Pero no sabían por qué.

En 2019, existe un Centro de Interpretación, a cargo del Museo de Cáceres, y un parque que da cierta presencia al espacio, aunque también haya sido maltratado y la pérgola que tan bien lucía cuando se inauguró ya no existe.

Si en los años 50, sobre todo los 60 y parte de los 70 del siglo pasado Maltravieso era un lugar de juegos de aventura de muchos adolescentes y jóvenes, cuando solamente en su alrededor había piedras y barro de tierra colorá, hoy no se ve a prácticamente nadie allí, salvo algunos visitantes del Centro de Interpretación. El Parque existe en los planos del callejero, pero no existe ni para niños ni jóvenes, ni para vecinos más o menos próximos.

Una forma de entender los hitos históricos vinculados, anclados en un espacio físico concreto, es conocer como el entorno interacciona. La Cueva del Conejar, que forma parte del mismo espacio geológico que Maltravieso (El Calerizo), ha sido circunscrita a un parque dentro de una urbanización en la que todavía se construyen viviendas, pero que no han arrojado en los estudios arqueológicos obligatorios ningún hallazgo, ni siquiera casual, cuando a menos de 100 metros han aparecido dos cavidades espectaculares modeladas por la erosión del Calerizo.

La interrelación de aquellos años de la segunda mitad del siglo XX con “la cueva” se debía en gran medida a lo desconocido, a lo aventurero, al peligro.

Hoy, Maltravieso puede ocupar portadas de revistas científicas, amplios estudios que demuestran su enorme importancia. Pero los vecinos del entorno no son conscientes de que ellos deben ser, realmente, la mejor manera de que Maltravieso esté vivo, de que entiendan que la cueva que da sentido a sus espacios vitales es uno de los orígenes de la Humanidad, de que las manos plasmadas en las piedras de sus cavidades son las manos de quienes fueron origen del hombre.

Y eso sí, si no has visto Maltravieso, estás tardando…

Vale.

No me he equivocado al titular esta entrada con el mismo nombre que se denomina este modesto sitio web. La aparición de unas nuevas grutas en el entorno de Maltravieso y El Conejar, al realizarse obras para la Ronda Sureste de la ciudad de Cáceres, han traído al primer plano los cercados, los campos, las huertas, los riachuelos por los que discurrieron mis primeros años.

Y también me han traído a primer plano la reciente lectura de la edición que el Profesor Cerrillo Martín de Cáceres ha hecho del manuscrito “Abreviatura histórica de la ciudad de Cáceres”, compuesto por el Licenciado Juan Rodríguez de Molina. Si a través de la lectura del libro del profesor Cerrillo se va descubriendo la ciudad que fue Cáceres hasta el siglo XVIII y los rastros, muchos, que de ella quedan, las nuevas grutas descubiertas me completan una visión en el tiempo que se focaliza en la Cerca de Las Retamas.

Recorte de la foto del Vuelo Americano de 1856

Una Cerca situada junto a la de los Pozos del Calerizo de los que tantos años consumimos su agua potable. Una Cerca atravesada por un riachuelo seco las más veces, aunque algunos veranos nos sorprendía con agua abundante, que aprovechábamos para bañarnos.

La fachada principal de la Cerca de las Retamas daba al Camino Viejo de Montánchez, ahora denominado Ribera del Marco, con olmos a ambos lados, que ya en 1956 comenzaban a tener huecos sus troncos, algunos de un metro de diámetro, y que fueron cayendo año a año para alimentar las hogueras de San Jorge, que los más mayores del barrio preparaban.

Terminaba, por esa fachada oeste en una puerta con cancela (casi siempre cerrada, pero que no necesitábamos que estuviera abierta para campar a nuestras anchas entre las retamas) y dos fábricas de piedra enfoscada, y con un escudo nobiliario colocado sobre la parte izquierda.

Los lados norte (cerca de los pozos, hoy denominada Cerca de San Jorge) y este (un olivar al que cuando podíamos, íbamos a rebusco). El lado sur daba a un camino pedregoso, en cuyo margen derecho una pared de piedra limitaba con otra cerca, que con el tiempo fue la Cerca de Los Salas.

Por ese camino pedregoso, siguiendo las veredas que entre los duros salientes del terreno se habían configurado, caminábamos hasta llegar a la Cueva del Oso, hoy Cueva del Conejar.

Ya conocíamos la de Maltravieso, a cuyo interior entrábamos cuando el guarda, El Francés, no estaba. El Francés vivía en lo que hoy es la calle Miño, en la casa medianera con la de Juanito El Chochero y su mujer, que tenían un comercio, en el que aprendió el oficio de despachar Maruchi. Y su hermano Jesús. El señor Francés, como decíamos los muchachos era picapedrero y fue quien descubrió, casualmente, al hacer estallar un barreno, la entrada de la Cueva. Una de las entradas, que había dos, una más grande, de frente, y una más pequeña, a la derecha del arco a modo de portal que tenía, y tiene.

A la Cueva del Oso, ahora del Conejar, también nos acercábamos: allí no había guarda, solo basura y a veces algún perro o algún gato muerto. La entrada era más difícil que la de Maltravieso: había que acceder casi cuerpo a tierra, pero una vez dentro, se podía caminar un poco. Nunca muy adentro, porque el atrevimiento no nos daba para tanto.

También teníamos que tener cuidado cuando aparecían, de la noche a la mañana, los llamados soplaos. Eran unos socavones que aparecían al hundirse la tierra colorá entre peñascos. Unas veces, estos soplaos no eran más que un pozo natural que parecían no tener fin, como uno que apareció en la cerca donde hoy está el supermercado DIA, y en el que estuvieron vertiendo camiones de tierra sin que pareciera que nunca llegaban al fondo.

Otro apareció en la Cerca de las Retamas, en un tiempo en que sus pastos estaban destinados a una punta de vacas. Era grande, y tenía como un pilar de piedra que pareciera la entrada de una cueva, pero que el dueño de las vacas, con buen criterio, consiguió primero cerrar su perímetro y poco a poco rellenarlo: no quería que las vacas se fueran al fondo.

También sucedió, creo que fue en la segunda mitad de los años 60 que una mañana la Charca Musia amaneció seca: toda el agua se había ido por una poza que surgió en el fondo, cerca del muro de cerramiento. En la Charca hubo algún que otro ahogado, precisamente succionado por una de sus pozas.

Cuando surgió la noticia de las nuevas grutas, me acordé de aquellos años y de cosas como las que he comentado (y otras que prefiero no hacer). Porque resulta extraño que siendo el terreno entre la Cerca de los Pozos (o de San Jorge) y la Carretera de Medellín, formando un arco, en lo que hoy es el Residencial Vistahermosa, no hayan aparecido más.

Ha sucedido este hallazgo con una obra pública, y rápidamente se ha puesto en conocimiento de la Consejería de Infraestructuras de la Junta, y de la Consejería de Cultura, entiendo que como parte del necesario seguimiento arqueológico de las obras de la Ronda Sureste.

La Cueva de El Conejar está dentro del Polígono Vistahermosa, desarrollo urbanístico del SUNP-8 del Plan General de Ordenación Urbana de Cáceres, del año 1999. No conozco, aunque espero que sí se haya hecho, tanto un plan de seguimiento arqueológico como parte del Programa de Ejecución y del Proyecto de Urbanización, y de la construcción de cada una de las parcelas resultantes.

Las Consejerías de Infraestructura y de Cultura de la Junta de Extremadura han informado que se realizarán estudios geotécnicos de las grutas encontradas, aunque sería deseable que se ampliaran estos estudios a un área mayor de las mismas, y que se analice el seguimiento arqueológico que se haya debido realizar con motivo de la urbanización del Sector SUNP-8, Vistahermosa.

Vale.