Archivos para November 30, 1999
Mientras los medios sobreactúan hablando de pactos de gobernabilidad, con la tendenciosidad mayoritaria de presionar al PSOE para que pacte con el PP, antes la realidad es otra. Antes hay que constituir el Congreso de los Diputado.
Hay que elegir la mesa (presidente, vicepresidentes, secretarios), hay que constituir las comisiones parlamentarias y elegir las mesas respectivas de las mismas. Hay que determinar la composición de las mismas, los niveles de participación de los grupos políticos… Y es preciso, incluso antes, constituir los grupos políticos.
De momento, ya se sabe que el Partido Popular no tendrá los 123 diputados que el escrutinio oficial les otorgó. Gómez de la Comisión, diputado electo por Segovia, irá al grupo mixto por su condición de comisionista. Y otros tres diputados de formaciones regionales que han decidido no engrosar el grupo parlamentario popular. Algo así le ocurre al PSOE, que tendrá 89 diputados y no 90, por la salida de un diputado canario elegido en sus listas.
Tanto PP como PSOE no deberían tener dificultades en conformar sus grupos parlamentarios y elegir su dirección. ¿O sí, en el caso, del PSOE con los diputados catalanes?
Ciudadanos formará su grupo a la espera de nuevas elecciones o de un milagroso pacto a la alemana que les procure un hueco a la sombra del poder al menos por esta legislatura.
Los partidos nacionalistas no deberían tener dificultades en la obtención de sus grupos parlamentarios.
La verbena la podemos tener en… Podemos. De momento, esos mismos medios que quieren la coyunda PP-PSOE-C’s, ya se han encargado de airear que si se constituyen en cuatro grupos (Podemos, Marea gallega, En Comú y Compromís), conseguirían tantas asignaciones económicas como el PP con algo más de la mitad de diputados. Y en esa “acusación”, la formación que dirige Pablo Iglesias se encuentra a gusto. Porque esa acusación no deja ver la realidad que puede producirse.
Si finalmente los 69 diputados elegidos con Podemos® forman un solo grupo parlamentario, habrá que conocer las normas de funcionamiento que se dota. Y si, por ejemplo, en esas normas se incluye la disciplina de voto y a qué diputado se encarga de hacer las señales del mus.
Y, si por el contrario, deciden constituirse en cuatro grupos, será preciso que los demás partidos, singularmente PP y PSOE hagan una lectura amable del Reglamento para ello. Y aquí comienza el baile verbenero.
Las noticias que llegan del Congreso hablan de que, efectivamente, Podemos®, tiene la intención de constituirse en cuatro grupos, por lo que a partir de ese momento las tertulias mamporreras, que las hay, de Pablo Iglesias y sus muchachos deben dejar de hablar de 69 diputados y hablar de 42 y darle a cada uno de los grupos parlamentarios su espacio. Claro, que está por ver si PP, PSOE y C’s “consienten” en permitir esos cuatro grupos.
Desde el punto de vista político, será muy interesante ver qué capacidad política tienen Pablo Iglesias y su Comité Central para en cada una de las votaciones del Congreso no suenen cuatro voces y suene solo una. Algo difícil, por cuanto parece ser que Compromís ha ofrecido su apoyo al PSOE para ganar la presidencia de la Cámara a cambio del apoyo socialista a que puedan tener grupo propio.
A todo esto, IU tiene solamente 2 diputados en la candidatura de Unidad Popular, pero tanto en la Marea, como en En Comú Podem y en la candidatura de Compromís iba algún militante de IU-UP, que podrían optar por tratar de formar en torno a Alberto Garzón su propio grupo.
Con esta situación, sin conformar los grupos parlamentarios, sin tener atisbos de cómo resultarán elegidos los órganos de gobierno del Congreso, de cómo se organizará (en cuántas comisiones), de cómo se organizarán y se elegirán las mesas de cada una de las Comisiones, hablar de pactos de gobernabilidad resulta extraño, por cuanto un eventual acuerdo entre varias fuerzas políticas para formar gobierno puede saltar en la sesión de investidura si algunos grupos minoritarios se unen y desequilibran la aritmética parlamentaria.
En todo caso, para cualquier ciudadano interesado por los asuntos que le conciernen, y no hay algo que sea más directamente aplicable al día a día que las decisiones de un gobierno, esta situación de arcoíris parlamentario le debería interesar, conocer, saber, cómo, quién y con qué condiciones acuerdan la formación de un gobierno. Un ejemplo: la Reforma Laboral, que nos afecta a todos, puede ser moneda de cambio en todas las combinaciones, incluso en una cada vez más lejana coalición a (lo que le gusta a) la alemana.
Vale.
La no convocatoria de Izquierda Unida al debate postelectoral de La Sexta, siendo la tercera fuerza política, aún con la excusa (siempre una excusa) de que, posteriormente, en el mismo programa se iba a entrevistar a Alberto Garzón, demuestra algo que viene siendo una realidad en los medios de comunicación convencionales de nuestro país: que sus propietarios (es decir, las empresas de comunicación entrampadas hasta las cejas con los bancos) manejan un aspecto esencial de la democracia: la política y su comunicación con los ciudadanos.
Para esos propietarios de los medios, Izquierda Unida, tercera fuerza a nivel nacional, ha alcanzado su techo. Pero no no porque puedan ser capaces de ganar más cuota electoral, no. Ha alcanzado el techo que a los propietarios de las empresas de comunicación les interesa. Con el nivel actual, se ha convertido en el contrapeso fundamental, en la cuña de la misma madera que necesitaban para terminar de domesticar, aún más, al PSOE como partido de gobierno. Ahora, esos propietarios saben que si los socialistas quieren volver a gobernar, necesitarán, irremediablemente, a Izquierda Unidad, y ya se encargarán ellos de entorpecer cualquier acuerdo.
En la noche del sábado, mientras en La Sexta se silenciaba a IU en el debate, se hacía un incensario, bruñido de improperios dignos del Callejón de los Gatos, a Podemos y a su líder carismático, Pablo Iglesias Turrión.
Esto es así porque interesa a las empresas de comunicación dos cosas: la primera, que Podemos se convierta en una nueva cuña en la izquierda política que dificulte, aún más, cualquier tipo de acuerdo que pudiera poner en peligro lo que consideran muchas legislaturas necesarias de gobierno del Partido Popular para conseguir un marco jurídico y fiscal que convenga a sus insaciables ansias de beneficios. La segunda, porque saben que el ensalzamiento abrumador, el triunfo mediático explosivo que generan las pantallas de televisión terminan generando rechazo.
Con Pablo Iglesias estamos asistiendo a su conversión en figura de masas, en una figura que a todas horas, con cualquier motivo, con cualquier excusa, aparezca… hasta convertirla en aborrecible. Lo poco agrada, lo mucho cansa.
Es de pensar que el líder de Podemos tenga un suficiente cuajo de personalidad que le permita, por un lado, no sucumbir al “precio de la fama”, y, por otro, a soportar esa fama.
A las empresas de comunicación les viene muy bien Podemos, les interesa que se convierta en la fuerza política que cuestione el puesto que ahora ocupa Izquierda Unidad. Cuanto más cerca estén unos de otros, más difícil será el acuerdo, como más difícil será el acuerdo con el PSOE, sobre todo si este partido no cierra bien su crisis organizativa y de liderazgo.
Que el voto mayoritario en las últimas elecciones europeas haya sido a las izquierdas, no puede repetirse en las próximas elecciones municipales y autonómicas, ni mucho menos en las generales de 2015. Es necesario hacer crecer, como sea, a Podemos, controlar a IU y mecer al PSOE en su crisis. Con ello, con el susto de un crecimiento “demasiado izquierdista”, se garantizará una movilización del voto de la derecha. Y una fragmentación mayor de la izquierda.
Quien paga en los medios de comunicación, manda. Y en estos tiempos, además, quien paga, manda y el gobierno del Partido Popular hace el resto. Por eso es necesario domesticar a la izquierda, a los grupos emergentes como Podemos, bailándoles del agua, y mandando el mensaje a IU de que saldrán en los medios cuando a sus dueños les venga bien.
Mucho me temo que si, como decía antes, Pablo Iglesias flaquea en su cuajo político, y, sobre todo, personal, se vea llevado a convertirse, por su abusiva presencia en cualquier programa, con cualquier excusa, en la Belén Esteban de la izquierda.
Vale.



