La fibromialgia es una enfermedad reumatológica que se caracteriza por el dolor crónico generalizado durante más de tres meses. Normalmente el paciente localiza este dolor en el aparato locomotor.
Según el estudio Episer realizado por la Sociedad Española de Reumatología (SER) en el año 2000, se estima que en la población española la prevalencia de la fibromialgia es del 2,73 por ciento, siendo más frecuente en las mujeres que en los hombres.
Esta patología puede manifestarse a cualquier edad, no obstante, es mucho más prevalente en las edades medias de la vida y se considera la causa más frecuente de dolor musculoesquelético.
Ahora que estamos todavía en precampaña para las elecciones generales del 20 de diciembre, los programas electorales no dejan de ser más que declaraciones de intenciones muy genéricas, que habitualmente tropiezan con dos realidades: las disponibilidades económicas y los juegos de mayorías. También sucede que esas declaraciones de intenciones decaen al día siguiente de conocerse los resultados y el programa que se aplica es el que siempre hubieran deseado.
Hay cuestiones, no obstante, que ni entran en las declaraciones ni tampoco en los programas que aplican realmente.
Vayamos a un caso: la fibromialgia, cuya definición, muy básica, extraída de www.dmedicina.com, encabeza este post.
Los programas electorales, especialmente los de los partidos que se declaran más sociales, no “bajan” al terreno de la realidad, no aceptan que la realidad les imponga unos compromisos que no saben si van a cumplir o no. Porque la sanidad, como derecho universal, no solamente debe ser un pronunciamiento político, debe ser también un catálogo de compromisos reales, que de modo claro obliguen a ponerlos en marcha.
Del Partido Popular nada puede esperarse en esta materia, porque sus cuatro años de gobierno que culminan esta legislatura han sido un dechado de recortes, de decisiones políticas en contra de los más débiles. En realidad, el Partido Popular se ha dedica a realizar un ajuste brutal, una venganza en toda regla en contra del estado del bienestar. Para los enfermos de fibromialgia ni siquiera se había llega a unas opciones de bienestar que tuvieran una definición de lo que pudiera ser “calidad de vida”. Recortar en sanidad, vengarse de los más débiles, a los enfermos de fibromialgia ya ni siquiera llegaban las miasmas.
De los partidos emergentes (Podemos y Ciudadanos) poco puede esperarse porque sus programas no aciertan a dejar entrever soluciones para quienes el estado de bienestar no ha llegado por ninguna vía.
Del PSOE cabría esperar algún compromiso mayor. Bien es cierto que en su programa se habla de enfermedades raras, de ELA, de autismo… pero no tiene en cuenta, para nada, una enfermedad que tenía en el año 2000 (no parece que haya un estudio posterior) un índice de prevalencia del 2,73%, pero que sigue siendo una enfermedad invisible, tan incapacitante o más que otras que tienen, aunque incipientes, algunas líneas de investigación, alguna esperanza futura.
En el caso de la fibromialgia, se hacen necesarias líneas de investigación, que no existen, y, sobre todo, de modo cada vez más inmediato, unidades médicas multidisciplinares que sirvan, al menos, para paliar los devastadores del dolor que soportan quienes la padecen, del síndrome de fatiga crónica, sensibilidad química múltriple y otros síndromes asociados.
Correspondería, en el caso de la fibromialgia, que en el programa electoral del PSOE se incluyera un compromiso claro de creación de Unidades Multidisciplinares en, al menos, un hospital de referencia dentro del Sistema Nacional de Salud, facilitando desde el gobierno central los recursos necesarios a las Comunidades Autónomas para su puesta en funcionamiento en menos de un año desde las elecciones generales.
Un compromiso claro con una enfermedad, con quienes la padecen, debe superar la voluntariedad de un equipo médico de un hospital concreto, debe ser un compromiso real de que se pondrán en marcha los mecanismos necesarios para que en un año esté formados los equipos de referencia, y para que estén protocolizadas las relaciones con los centros de salud, con los médicos de familia. Un diagnóstico adecuado, posible, desde un centro de salud, permitirá mejorar de inmediato la calidad de vida de los pacientes.
Pero, claro, se trataría de un compromiso real, medible. Y eso tiene riesgos.