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Archivos/- November 30, 1999
Archivos para November 30, 1999
El fuerte debate interno del PSOE sobre la posición a adoptar en la nueva tentativa de Mariano Rajoy por conseguir la investidura en el Congreso de los Diputados se ha polarizado en torno a dos posiciones: o aceptar la investidura o mantener el No.
Parece, al día de hoy, que la Comisión Gestora encabezada por Javier Fernández se decanta por plantear en el Comité Federal la conveniencia de abstenerse en la investidura. Al mismo tiempo, muchas agrupaciones locales, alguna provincial y alguna regional siguen siendo partidarias de mantener el No.
En esta disyuntiva, en la que quienes ostentan cargos de gobierno en las autonomías (los llamados barones: Vara, Page, Puig, Diaz, Lambán) y una parte de los actuales diputados aparecen totalmente distanciados de sus bases, y con la decisión de la Gestora prácticamente tomada (la abstención), solamente quedan los flecos de cómo vestir al santo: abstención en bloque, abstención técnica (11 diputados) o alguna fórmula imaginativa que puede recordar a la ingeniería fiscal que practican los defraudadores.
En toda esta cuestión, y desde los partidarios fervientes de la abstención, como Eduardo Madina, se ha venido percutiendo con un argumento que en modo alguno puede asumirse desde un mínimo conocimiento del modo de actuar de la derecha: que como el PP gobernaría en minoría, la mayoría del Congreso puede hacerle muy difícil el ejercicio del gobierno.
Quienes así se manifiestan son los mismos que se han negado a admitir que hubiera un “gobierno Frankestein” y que para evitarlo no dudaron en dar un golpe de estado preventivo. Esos mismos son los que creen, ingenuamente, que todos los grupos que podrían haber formado ese gobierno abortado, se pondrán permanentemente de acuerdo. Eso no será así, y lo veremos.
Quienes pretenden hacer creer a militantes y votantes socialistas que rindiéndose (rendición, y no otra cosa, es la abstención) ante el Partido Popular estará el PSOE en condiciones de hacer oposición y de encabezarla, ignoran una seña fija en el ADN de la derecha española: que ni paga traidores (los que dieron el golpe de estado preventivo) ni hace prisioneros.
Si el PSOE, junto con los demás grupos de la oposición “torturan” al PP en el ejercicio del gobierno, Mariano Rajoy no dudará, y lo hará cuanto antes, en mayo de 2017, en convocar nuevas elecciones. El escenario se lo han puesto a huevo.
Con un PSOE rendido, Podemos en luchas internas que pueden terminar como el rosario de la aurora, Izquierda Unida liquidada por el nieto de Anguita, unas elecciones en julio de 2017 le darían una mayoría absoluta por muchos años al PP y terminarán por hundir al PSOE hasta la irrelevancia.
Desgraciadamente, la dignidad que muchos votantes y militantes socialistas manifiestan no es compartida por los dirigentes de la Gestora y quienes la han puesto. En mor de un falso pragmatismo, prefieren arrodillar al partido ante la derecha antes que vivir de pie, erguidos y defendiendo la dignidad.
Quienes dieron el golpe de estado preventivo, traicionando al Secretario General elegido por la militancia, son los mismos que quieren echar de los puestos de la dirección nacional al PSC, que con su primer secretario, Miquel Iceta se mantiene en el voto negativo.
Abstenerse no es el falaz argumento de decir que no es apoyar. Eso es una falacia. Abstenerse es rendirse.
Ya puestos, la Comisión Gestora del PSOE debería someter al Comité Federal poner como condición al PP que Rajoy no sea el candidato a la investidura. Que si quieren la abstención, el candidato sea Francisco Correa.
Vale.
En estos días en los que la presión política de cara a la investidura de nuevo presidente del gobierno recae no sobre el encargado de conseguirla sino sobre el segundo partido más votado, conviene recordar algunos conceptos.
Uno de ellos parece que es la necesidad de que el PSOE se mantenga neutral en la investidura, esto es, que se abstenga en el procedimiento del artículo 99 de la Constitución para no entorpecer la investidura de Mariano Rajoy. Esta cuestión de neutralidad es la que subyace en todas las presiones mediáticas y políticas. La abstención que se exige al líder del PSOE no es una cuestión política. No es eso lo que quieren los que la demandan.
Exigen que el segundo partido más votado renuncie a su derecho de votar en la sesión de investidura en contra de un candidato propuesto por el jefe del Estado. Exigen, en el valor supremo de la gobernabilidad, que el PSOE se abstenga. Pero en un concepto que no es político, que no es el del ejercicio de una opción política, sino que tiene más que ver con el concepto de neutralidad en un conflicto armado.
Al término de ir leyendo editoriales que parecen todos cortados por el mismo patrón (o patrona), lo que exige al PSOE es que se aparte, que deje que los demás (en este caso, los demás es solo uno, Mariano Rajoy) pueda ser investido presidente del gobierno. Quienes exigen esta opción hablan de abstención o abstención técnica (la ausencia, imprevista, de un determinado número de diputados socialistas en el momento de la votación de la investidura).
Es evidente, o así debería serlo, que un partido político que ha concurrido a las elecciones, no puede ser neutral. La abstención, en las votaciones políticas, nunca es neutral, siempre favorece al poder. En cambio, la neutralidad (mirar para otro lado) no solamente favorece al poder sino que lo refuerza.
Si el PSOE, como exigen los editoriales cargados de metralla, se convierte en neutral, no solo favorece a Rajoy, sino que invalida a los socialistas para hacer oposición. La abstención, que es el no voto en la sesión de investidura, es una opción que tiene un punto de escape (abstención crítica, por ejemplo). Pero no es el caso.
La abstención que Rajoy necesita (dada su incapacidad genética para conseguir apoyos) es una rendición sin condiciones que en la magnanimidad de los editoriales de El País (y en las traicioneras propuestas de Felipe González et al.) sería bien vista, sabiendo que esa rendición llevaría aparejada, primero, la exclusión de los socialistas de los ámbitos de decisión, y, segundo, una perpetuación del Partido Popular en el poder.
Abstenerse (en el sentido de neutralidad que necesita El Incapaz) es rendirse. Y de momento, es la opción que no contempla el PSOE, aunque algunos, abducidos por el síndrome “partido de gobierno”, enredan para torcer la voluntad de su secretario general, algo que no habrían consentido cuando ellos lo fueron.
En estos tiempos tan complicados, no vale ser neutrales.
Parafraseando a Gabriel Celaya, “maldigo la política concebida como un lujo trivial por la derecha”. Alguien decía, respecto de las elecciones, que la abstención siempre favorece a la derecha. La neutralidad (el silencio) es el arma que la derecha utiliza contra los trabajadores.
Vale.