Renfe, avería no prevista

cercadelasretamas —  abril 16, 2017 — Deja un comentario

El título de esta entrada es un agradecimiento al canal oficial en twitter de atención a los viajeros de Renfe, @inforenfe (el canal oficial de Renfe no puedo verlo porque me tienen bloqueado después de otra de sus fechorías).

El sábado, 15 de abril, teníamos mi esposa y yo que volver a Cáceres desde Sevilla y pregunté a @inforenfe que si estaba previsto que el tren circularía o si pasaría como el 11 de abril, cuando ni siquiera pudo salir de la estación de Cáceres.

La respuesta que dieron pertenecería a la antología del disparate si no fuera porque lo hace un canal oficial de una empresa pública y porque llueve sobre mojado: “hola, el tren que haces referencia, tiene previsto circular. La avería del día 11 de abril no estaba prevista. Un saludo”.

Uno, que aprendió a leer entre líneas en los últimos años de Franco (que no del franquismo, que continúa en plena forma) a periodistas que tenían, también, que escribir entre líneas, no puede menos que sorprenderse. Aparte de una mala redacción, el que desde la empresa responsable del servicio ferroviario en España se diga que “la avería del día 11 de abril no estaba prevista”, no hace sino llevar su redacción y su sentido a la realidad: que Renfe tiene previstas las averías.

El 11 de abril, tras subir los pasajeros al tren 18773, con destino a Sevilla, y salida a las 6:50 horas, tuvimos que ver (y no ver) cómo todo el sistema eléctrico del tren se apagaban, cómo dos o tres personas, se supone que de la empresa, recordaban a Luis Moya: “trata de arrancarlo, Carlos, por Dios, trata de arrancarlo”. Con la mitad del sistema de luces interiores del convoy apagadas, el tren, con retraso, emprendió la marcha, pero no llegó ni al puente que cruza las vías y da acceso a Aldea Moret. Marcha atrás, de nuevo a la estación y nuevos e infructuosos intentos de arrancarlos. A las 6 y cuarto de dice a los pasajeros que bajen y que irán viendo qué solución dan.

A alguna persona con necesidad de hacer transbordo en Mérida con destino a Alcázar de San Juan, se le dispone un taxi hasta la capital autonómica. A los demás, una de dos: o autobús o devolución del dinero. No hay más ni están a por ello.

Hacemos saber al interventor del tren (al revisor, término más acorde con la antigualla del servicio que prestan) que mi esposa no puede viajar en autobús, y nos dice que entonces la única solución es devolvernos el dinero. Cuando le decimos que tenemos hotel reservado en Sevilla, al revisor, capataz a la antigua usanza de los privilegios de sus amos, le da igual. Con él no va el asunto. Es más, llega a decirle a mi esposa que si no puede viajar en autobús, que no viaje. Un dechado de empatía el fulano. Más o menos dice que si no puede viajar que no tiene derecho a hacerlo. Estará orgulloso.

En taquillas lo mismo. Hacemos saber la imposibilidad de que mi esposa viaje en autobús, llaman (eso nos dijo otro empleado del mes de Renfe, custodio de los privilegios de estar detrás de una ventanilla blindada) a “Madrid” y no dan solución alguna. Lo de perder la reserva de hotel les trae sin cuidado. Si mi esposa no puede viajar, que no viaje. Malnacidos esclavos de una empresa que debería estar liquidada, y ellos en el paro, sin derecho a prestación.

Presentamos una reclamación en ventanilla. Una reclamación que seguramente termine en la oficina de Gestión del Servicio Público de Santa Justa donde lo que menos hacen es servicio público y cuyas contestaciones a reclamaciones no llevan nunca el nombre del fulano/a que cobra seguramente un buen sueldo. Seguramente porque les da vergüenza que se sepa quiénes son. Al menos, como los delincuentes, podrían poner sus iniciales.

Vemos el autobús, que conocemos al conductor, que anima a mi esposa a subir al autobús. Un pasajero nos cede un asiento en el que ella podría ir algo menos incómoda. Y comienza un viaje que hasta Mérida y Almendralejo se hace por la A-66. Pasado Villafranca hay que entrar en Zafra y desde ahí, hasta Sevilla, con paradas en Llerena y Pedroso, por carreteras secundarias, llenas de curvas, y la A-66 a pocos kilómetros. Además de tener que utilizar un autobús, medio de transporte infinitamente más incómodo que el tren, y más para personas con dificultades físicas, la tortura de no utilizar una Autovía por la que los movimientos del vehículo, las curvas, los zigzags son mucho menores.

Una tortura que se acrecienta para personas con problemas de movilidad, como mi esposa, a quien utilizar el reducido aseo del autobús, con una escalera imposible. A eso Renfe no tiene respuesta. Porque a los «bien pagaos» directivos de la empresa pública les da igual. Son sociópatas.

Llegamos a Sevilla a las 13 horas menos un minuto. Esto es, una hora y media después del horario previsto. Y claro, dan 24 horas para reclamar. Después de someternos a una tortura que seguramente Torquemada tendría entre sus preferidas, no está el cuerpo pasar otro rato en las ventanillas de Santa Justa para reclamar el retraso.

Y todo ello, porque la avería no estaba prevista. Aconsejo, previo pago de la idea, por supuesto, y espero que Renfe acepte llegar a un acuerdo económico, que con la venta de los billetes adjunten el papelito que diga si está previsto que el tren tenga avería. Más que nada para que la tortura no coja a los usuarios desprevenidos.

Desgraciadamente, las averías en los trenes son cada vez más frecuentes, debidas, sin duda a que los directivos de la empresa pública (¿hay transparencia para conocer sus sueldos?) aplican con saña las instrucciones recortadoras de Montoro, del gobierno de Rajoy. Si les piden que recorten 10, ellos, sabios siervos de quien los nombra, aplican 20, para demostrar que saben, “mejor que nadie”, de Gestión del Servicio Público.

Solamente en esta política austericida está la explicación de que, cuando se produce un accidente ferroviario con muertos, la primera pregunta sea si el maquinista ha muerto. Si el maquinista ha muerto, los directivos de Renfe respiran tranquilos. Todavía no he leído en ninguna información sobre accidentes ferroviarios con víctimas, si el tren estaba en condiciones, si se había sometido a reparaciones, y, mucho menos, si el libro de incidencias y de revisiones está disponible. No hay que olvidar, por ejemplo, que en el accidente del Metro de Valencia, el libro de revisiones del convoy siniestrado no aparecía.

Los usuarios de Renfe agradecemos, mucho, que nos informen, al vendernos los billetes, si están previstas o no averías. Saber que Renfe tiene averías previstas ayuda mucho. Ayuda mucho a saber qué clase de sociópatas dirigen la empresa.

La vuelta de Sevilla, el 15 de abril, no estuvo exente de anomalías. En nuestro caso, el billete estaba consignado al tren 18773. Cuando llegamos a Santa Justa, en los paneles aparecía que sería el MD 18779. Sin embargo, con la salida prevista a las 17:20 h, no fue hasta las 17:15 cuando pusieron la vía, la 10. Al llegar al andén, vimos que el tren no era el 79 que aparecía en los paneles, sino el 73, el averiado del 11 de abril. Mientras subíamos, ya en los vagones, buscando nuestros asientos… el tren se para y todo el sistema eléctrico también. ¿Volveríamos a las andadas? ¿Estaba prevista una nueva avería? Finamente, el tren arrancó. Me imagino que el jefe de estación de Santa Justa, que puso en los paneles el 18779, se vería obligado a cambiarlo porque no tiraba, por el 18773, que tiraba… pero poco.

El tren en marcha y busco agua en la máquina de a bordo. Pero no hay, “no disponible”. Se lo hago saber al interventor del tren, que nos dice que por lo menos hasta Mérida (a las 21 h) no sería posible bajar del tren a comprar agua. Al decirle que mi esposa necesita tomar algún medicamento, el interventor da muestras de su contrariedad. Llega el tren a la estación de Villanueva del Río y Minas, para, baja el revisor, y vuelve a escasos tres minutos con una botella de agua. Nos dice que es la que tenía el jefe de estación (no hay cantina) en su frigorífico. A él si le cabe perfectamente ser considerado interventor del tren, y debe sentirse orgulloso de su trabajo, facilitando, en lo que está en su mano, el viaje a los usuarios. Que conste. Y al jefe de estación que le facilitó el agua, también. Gestos como estos, son siempre de agradecer, pero que desgraciadamente no son ni habituales ni pueden tapar una desvergonzada gestión de un servicio público.

Que más adelante observáramos que el maquinista salía de su cabina y se dirigiera a la puerta del coche 1 para ajustarla, dándole un «golpecito» cariñoso con la pierna, no deja de ser un regalo humorístico sin duda obsequio de Renfe. Arreglar la puerta como se arreglaban los televisores en los años 60 no deja de ser un servicio público.

Vale.

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