En fechas recientes hemos visto a través de los medios de comunicación cómo un hotel de cuatro estrellas, el Ceres Golf, dejaba de prestar servicios, al cesar la cadena hotelera que lo venía gestionando. También, otro hotel de la misma categoría, el Palacio de Oquendo, ha sido noticia porque el grupo NH, que lo adquirió a la cadena Meliá, tiene planteado un ERE que afectaría a una parte importante de la plantilla, lo que, al menos, podría suponer la pérdida de una parte de las habitaciones de que dispone dicho establecimiento.
Paseando por la Plaza Mayor, cuando deja la lluvia, llegamos al final de los soportales, camino de la Plazuela de Las Cuatro Esquinas, y nos encontramos con el anuncio de la venta de un pequeño hotel, el Arabia Riad, una apuesta reciente de emprendimiento que, a lo que parece, no ha cuajado.
Cada uno de los tres establecimientos citados tiene un componente distinto. El Hotel Ceres Golf nació al socaire de una Ley (llamada de Oferta Turística Complementaria, pero conocida como Ley de las Pelotas) que pretendía potenciar la construcción de campos de golf como reclamo turístico. Hoy, los “alojamientos turísticos en régimen de propiedad” conforman una urbanización privada, con múltiples problemas, en suelo urbano, pero cuya recepción por la administración, por el Ayuntamiento, parece inviable. Y el hotel, como demuestra el cese en su explotación por la cadena que lo gestionaba, demuestra el fracaso del modelo.
El Hotel Palacio de Oquendo fue bautizado así por la cadena NH cuando lo adquirió al Grupo Meliá, que había iniciado con él una línea de negocio de “hoteles con encanto” en ciudades de interior que no era más que establecer una competencia comercial con los Paradores Nacionales. Hoy, inmerso en un ERE el grupo NH, el futuro laboral de buena parte de sus trabajadores está comprometido y la apuesta de un turismo de calidad (es decir, de buen poder adquisitivo) en la ciudad de Cáceres se tambalea.
Porque lo que en realidad deja ver esta pérdida de capacidad hotelera no es sino la ausencia de un modelo de desarrollo turístico de la ciudad. La inexistencia de un modelo de ciudad y de cómo incardinar en ese modelo el turismo como fuente de negocio. La mayoría absoluta de la que goza el Partido Popular es, también, la absoluta falta de ganas de trabajar por la ciudad. Mientras el gozo esté en disfrutar de esa mayoría y de convertir al Ayuntamiento en una sucursal de la BBC, la ciudad va muriendo, paulatinamente, por falta de uso.
Hasta ahora, esta serie de entradas sobre esa falta de uso se ha referido, básicamente, a inmuebles cerrados hace tiempo, en su mayoría edificios oficiales o privados, pero esta emulsión de noticias negativas sobre la inexistente industria turística local, nos lleva a plantearnos que más allá de los muros de la ciudad (no me refiero a la muralla, me refiero a esos muros imaginarios que nos separan del mundo) no hay nada. No ofrecemos nada atractivo. La gente que viene, viene, nos mira (creo que ni siquiera nos ve), algunos compran una chacina barata, o un queso de menos de 10 euros y se van.
El turismo de calidad no se consigue sólo con postales de la ciudad monumental, única idea que han tenido los concejales del PP desde junio de 2011, o con poner códigos QR que son una oferta de alguna empresa, o tener unas pantallas colocadas y sin uso durante dos años… El turismo de calidad se consigue añadiendo al valor que tienen la ciudad y nuestro entorno un valor añadido, el de la cultura. Convertir a Belén Esteban o a la Duquesa de Alba en iconos pop, no es suficiente, ni mucho menos. La cultura no es un día una ocurrencia y hasta el año que viene. No es aquello de tener la frente estrecha estrecha, como los paisanos de Gila, que les entraban las ideas a rastras, una cada año, los años bisiestos dos.
La cultura debe ser un trabajo de 365 días al año, debe ser un generador de empleos directos e indirectos. Pasear un día laborable por la ciudad antigua, y encontrarse todo cerrado, prácticamente, con la mayoría de los edificios sin nada que ofrecer a los visitantes, sin un modelo de ciudad en el que apoyar campañas publicitarias, demuestra tristeza, desazón. Y muestran a quienes nos visitan la indolencia de quienes nos gobiernan.
Esto, que históricamente ha sido así durante casi todas las legislaturas democráticas, ha llegado a un momento de inacción total. Las corporaciones anteriores han tenido, con más o menos acierto, la valentía de promover modelos en los que apoyar propuestas concretas. El Partido Popular que gobierna ahora, ni siquiera se ha planteado un modelo. Ni siquiera se digna en copiar cosas que se hacen en otros sitios. Simplemente, gozan de su mayoría absoluta, encantados de haberse conocido. En copiar, por ejemplo, el modelo (salvando las distancias) de Toledo, sin ir más lejos.
Vale.