Archivos para November 30, 1999
El crimen de Casas del Castañar (II)
Cuarta sesión
Con público que llenaba la Sala comenzó ayer por la tarde la cuarta sesión de esta célebre causa cuyo desenlace es esperado con más interés.
Continuó la prueba testifical desfilando ante el Jurado veinte testigos, de los que únicamente merece citarse Manuel Calle, que afirma que oyó lamentos y golpes en una casa próxima á la suya y que dice que preguntando a un Guardia civil por qué castigaba de aquella manera, éste le dijo que por que “con esta gente hay que hacer eso y mucho más” y también la de José Hernández, que al hablar de la cárcel de Plasencia lanzó inculpaciones contra el Alcaide de dicha cárcel á cuyas órdenes estuvo como demandadero, siendo expulsado según parece por su mala conducta.
Terminada la prueba pericial a las cinco y cuarenta y cinco, el presidente suspende la sesión por quince minutos.
Reanudada ésta, dan principio los informes y por estar ocupados por el público los bancos que se destinan á los periodistas, tenemos que escucharlos y tomar las notas necesarias para hacer la crónica de pié, cuya incómoda posición hace que perdamos las primeras palabras con empieza su discurso el
Sr. Saval
En las frases que llegan á nosotros, el representante del ministerio público dice que él habla bajo los auspicios de la justicia y que cree que el jurado de Plasencia que tantas pruebas ha dado de rectitud, dictará el veredicto de culpabilidad que va á pedirle.
Ocupándose de la política, causa verdadera del crimen en que se ocupa. Dice que no es cierto que esta no tenga entrañas como se ha dicho, y para probarlo basta ver la preponderancia que han alcanzado otras naciones en que la política está encomendada á hombres de buena voluntad. Relata los hechos poniendo de manifiesto la ambición del Agustín, que deseaba para sí la Secretaría del Ayuntamiento de Casas del Castañar, y el nombramiento de médico titular para su padrastro D. Casto.
Dice que el Deogracias en sus declaraciones ha dicho que el Agustín fue el que le indujo a perpetrar el hecho de autos y que las manifestaciones que hizo ante la Sala, de haber ejecutado el crimen arrastrado por los celos que tenía de su mujer, con miserables novelerías y afirmaciones gratuitas que no ha dudado arrojar al honor de su esposa, cediendo á los consejos é instancias de su compañero de banquillo.
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No eran los celos, no- dice el Sr. Saval- los que le movieron á cometer el asesinato de que se le acusa, pues si á esto hubiera sido la causa, hubiera cometido el crimen en una de las veces en que el Hilario le dirige insultos tan graves y afrentosos como los que aquí él mismo nos ha contado.
El señor Fiscal dice que todo cuanto el procesado ha dicho respecto á la compra de la escopeta y de la pólvora y del hallazgo de las balas, es una farsa inventada para librar en algo al Agustín.
Al tratar de la Guardia civil, que según el Deogracias dice le castigó bárbaramente, el Sr. Saval elogia al benemérito y noble Cuerpo, único guarda de los intereses y personas de los ciudadanos. Niega que tengan fundamento las inculpaciones hechas al jefe de la cárcel de Plasencia.
Ocupándose de la inducción del Agustín, dice que está probado por los testigos que han declarado, relatando los ofrecimientos que éste hizo al Deogracias para el día en que triunfare su partido y añade que este hecho no es digno de un hombre de valor y de corazón, sino de un cobarde que no se atreve á practicar lo que aconseja á un infeliz. Para demostrar esta complicidad recuerda el señor Fiscal las declaraciones en que se dijo que al intentar salir el Agustín, recién hecho el disparo, se lo impidió su madre exclamando: “¡No salgas, que te van á culpar!”
Aprecia las agravantes de alevosía, premeditación y nocturnidad, y dice que los testigos traídos por las defensas no deben tenerse en cuenta; pues á más de no haber dicho nada de particular se pueden dividir en dos facciones, que son las de ser unos parientes y otros criados de los procesados.
A continuación refuta con valentía las atenuantes que aducen las defensas de embriaguez, falta de intención, arrebato y obcecación, etc., y termina su informe con un párrafo elocuente en que llama a la conciencia de los jurados para pedirles que conforme á justicia den un veredicto de culpabilidad.
El Sr. Ibarrola
Después de dedicar frases de elogio á su compañero de acusación y de decir que él en este juicio representa á la mujer sin esposo y al hijo sin padre, que piden justicia para su viudez y su orfandad, manifiesta que no es su intención formular cargos contra los acusados más graves que los formulados por el representante de la sociedad, sino representar fielmente á la ley, que como el sol á todos calienta y á todos ilumina por igual con el resplandor de sus rayos.
Hecha la división de su discurso en tres partes, que son: histórica, demostrativa y jurídica, empieza á ocuparse de la primera de modo que el crimen de que se trata no es un crimen vulgar, sino un crimen del que ha llegado á ocuparse la prensa madrileña, citando con otros periódicos á El Imparcial.
Dice que en este crimen no se ve la guapeza y valentía que se ve en otros cometidos á las puertas de la tabernas en que dos hombres se retan, pelean y matan noblemente y pecho á pecho, sino que aquí no hay más que vileza y cobardía rebosando por todas partes, no hay más que un criminal que compra y otro que se vende, mostrando canallescamente con un arma cargada de balas hasta la boca, y á todos apunta sin que le importe el número de víctimas. (Bien bravo).
A continuación hace una historia de la política en el pueblo de Casas del Castañar, y dice que el odio que las victorias de D. Pedro de la Calle habían almacenado en el corazón de la familia del procesado, salía envuelto en las palabras y ademanes de todos los miembros de esta familia; y antes de cometer el hecho, la maría Vicente, madre del Agustín, ya había ofrecido dinero en distintas ocasiones á diferentes vecinos del pueblo para que asesinaran á don Pedro de la Calle ó á su hijo Hilario. En 1894 se llegó a una alianza que en 1899 rompió el padrastro del procesado, y en 1901, habiendo perdido las elecciones municipales, la fracción capitaneada por Agustín de la Calle, éste encuentra el instrumento que para llevar á cabo su venganza no pudo encontrar su madre en el procesado Deogracias Martín.
Con gran lujo de detalles y con frases elocuentes y vigorosas hace mención del hecho de autos, poniendo de manifiesto la inducción del Agustín que no se sintió con el valor suficiente para lleva á cabo el crimen que cometió su cómplice.
Al trata de las declaraciones del Deogracias, dice que á lo que ha venido á la sala es á salvar al Agustín aun á costa de la honra de su mujer y para probar sus afirmaciones cita la declaración de la María Talavera, que dijo que al entrar en casa de su marido después de cometer el delito se echó en sus brazos diciendo que el Agustín la había perdido y había querido matarle cargando hasta la boca el arma cuyo disparo produjo la muerte del señor Ramos y las heridas del Hilario.
Aprecia con el Sr. Saval las agravantes de alevosía, premeditación, nocturnidad y precio y refuta con lógica las atenuantes que las defensas aprecian de imprudencia temeraria.
El Sr. Ibarrola concluye su informe diciendo á los jurados que confía en su conciencia y rectitud pidiéndoles un veredicto de culpabilidad para los procesados y añadiendo que de poderse condena á uno solo el condenado debe serlo siempre el inductor del Deogracias, ó sea el Agustín.
A las ocho y treinta el presidente suspende la sesión hasta la mañana de hoy.
El público abandona la Sala haciendo comentarios y deducciones del discurso del acusador privado que ha sido notabilísimo y en todas las conversaciones se refleja el interés con que se esperan los informes de los defensores Sres. Rosado y Herrero.
Quinta sesión.
A las once de la mañana á pesar de haber sido anunciada para las diez da comienzo la sesión quinta de esta célebre causa ante un público que llena la Sala.
Concedida la palabra á la defensa del Agustín, da principio a su informe
El Sr. Rosado.
En un párrafo florido con que encabeza su defensa dice que viene á refutar los cargos hechos por las acusaciones, porque la justicia brille para todos, y que viene á borrar los calificativos de canallas y viles lanzados sobre los procesados y que aún flotan en el ambiente que se respira en la Sala.
Dice que el Pedro de la Calle quería gozar de la impunidad que le proporcionaba su influencia y relata á la ligera los hechos deteniéndose al ocuparse del honor mancillado del Deogracias, y de los apetitos brutales de Hilario Calle, á quien califica de burgués acomodo y caprichoso.
El acusador particular –dice- al pedir que condenéis á los dos procesados y que de condenar á uno sea el Agustín, representa aquí al Pedro de la Calle en cuyo corazón mora ese deseo que ha expresado su representante en este sitio.
Afirma que el odio entre estas familias no existe, pues ningún testigo lo ha declarado; que lo único que hay son enemistades políticas y que el odio, caso de haberle, existiría entre el Pedro de la Calle y la María Vicente, pero no entre el Agustín y el Hilario.
A continuación muestra una carta de un sacerdote que impulsado por su conciencia le escribió diciendo: que el Agustín guardó siempre buenísima conducta y á veces le mandó á él mismo ir á casa del Pedro para procurar una reconciliación.
A fin de que alcance nuestra edición, cortamos aquí el elocuente informe del reputado abogado, que en número de mañana terminaremos de reseñar juntamente con el razona del Sr. Herreros, y el resúmen que esta tarde hace el Sr. Cisneros.
Para terminar consignaremos que al finalizar las defensas y preguntar el presidente á los procesados si tenían algo que añadir, el Agustín manifestó que deseaba se le pusiera en libertad porque es inocente, y el Deogracias que se siguiera causa á su mujer, por envenenamiento frustrado y adulterio.
Al salir de la Sala preguntamos á los procesados por el efecto que los informes de sus defensores les habían causado, y ambos nos contestaron que estaban satisfechísimos.
EME
Periodismo de tribunales
Ahora que las noticias de tribunales, según sean los inculpados, pueden ocupar grandes espacios en las televisiones y resto de medios de comunicación, conviene recordar que hace más de un siglo, había periodistas que seguían, con verdadero interés, los casos que llegaban a tribunales. Y lo hacían siguiendo, con paciencia y atención, el desarrollo de las jornadas del juicio, tratando de transmitir a sus lectores de la manera más fidedigna lo pasaba ante la sala correspondiente. Y, también, añadiendo un punto de vista lo más ajustado a la posición ideológica del medio.
Esta es la crónica, de varias jornadas, de la vista en la Sala de la Audiencia provincial de Cáceres, del juicio por el crimen de Casas del Castaña, publicada en el Diario de Cáceres a partir del 21 de octubre de 1903.
Pasen y lean.
El crimen de Casas del Castañar (I)
Ayer [20 de octubre de 1903] comenzó en la Audiencia provincial la causa del Juzgado de Plasencia que encabeza estas líneas y que tanto interés ha despertado por las opiniones tan divididas que acerca de su origen existen si bien es la creencia más general que el matador obró en un arrebato de celos.
El hecho
Según el ministerio fiscal en sus conclusiones provisionales expresa, parece tener su origen en los disgustos de índole política que mediaban entre la familia de Agustín de la Calle (uno de los procesados) y de Pedro de la Calle, Juez municipal de Casas del Castañar, disgustos que se avivaron porque la familia del Agustín no consiguió que el padrastro de éste fuera nombrado médico titular de dicho pueblo.
Agustín concertó con Deogracias Martín (el otro procesado) la muerte del Pedro ó de su hijo Hilario, prefiriendo á este último, para lo que tuvieron varias entrevistas mediando ofrecimientos que dieron por resultado entregar Agustín á Deogracias una escopeta cargada, advirtiéndole que tirara sobre seguro y no le descubriera.
Deogracias en la noche del 5 de Agosto de 1902 halló ocasión para cometer el hecho, pero con tan mala fortuna que la víctima del disparo lo fue el maestro don Fernando Ramos, quedando herido solamente el Hilario, que era á quien iba dirigida la agresión.
Leídas por el Sr. Carreras las pruebas documentales de ambas partes se procede al examen del procesado
Agustín de la Calle
que está afiliado al partido conservador y es enemigo político de Pedro de la Calle. Su declaración es muy larga y ayer no pudimos transcribir por falta de espacio, se reduce a negar su participación en el hecho ni directa ni indirectamente diciendo que él es una de las muchas víctimas del caciquismo del siglo XX [sic], y que si se vé envuelto en esta causa es porque se oponía á que en el pueblo se violaran los derechos de nadie y entre ellos los suyos.
Declara después
Deogracias Martín
Dice que él jamás se propuso matar al maestro sino al Hilario de quién estaba cansado de sufrir amenazas. Pide permiso para contar una historia que empieza desde su casamiento, y que puede creerse sea el verdadero motivo del crimen y una vez que le es concedido cuenta actos repugnantes que pasaron entre el Hilario y su mujer y que son el motivo sobrado para obcecar á un hombre cualquiera que fuera víctima de ellos. Su narración salpicada de frases groseras y de palabras malsonantes parece fatigarle mucho, como si los recuerdos que tiene le atormentaran, y el procesado pide agua tres veces, ordenándole el presidente que se siente, á lo que no accede.
Confiesa que suele embriagarse un poquito, y termina su declaración diciendo que la Guardia civil le maltrató y que si firmó ciertas cosas fue porque le amenazaron de muerte.
Prueba testifical
Terminado el exámen de los procesado comparece la testigo
María Talavera
Es la mujer de Deogracias, y según éste, la amante del Hilario; representa tener unos 27 años y su cara y su tipo nada tienen de particular pudiendo decirse que es fea.
Su declaración es una declaración en extremo cómica, mueve mucho los brazos y hace muchos gestos que producen risas en el público que llena la Sala.
Dice que en los años que lleva de casado no ha reñido nunca con su marido, negando que el Hilario la persiguiera. Afirma que el Deogracias mató por orden del Agustín y dice que su marido es incapaz de matar á nadie sino le instigan para ello.
Al llegar a este punto, declara con un tono patético que hace reír en vez de conmover.
Careo
El Sr. Ibarrola (acusador privado) pide que se caree al Agustín con la testigo sobre si aquél estuvo en casa de ésta la noche de autos. El careo no arroja luz ninguna sobre la causa, pues los dos mantienen sus afirmaciones con calor y habiendo llegado á un punto en que ambos empiezan á dirigirse insultos, entre ellos el de adúltera, que Agustín dirige á la María, el Sr. Presidente ordena se retire la testigo.
Segunda sesión
Cuando por la tarde entramos en la Sala en que se celebra este juicio, se estaba verificando un careo entre el procesado Deogracias y el amante de su mujer Hilario.
Se recuerdan dichos y hechos que hacen creer en la veracidad de lo sostenido por Deogracias y una vez que terminan declara
Pedro de la Calle
Es el Juez municipal de Casas del Castañar. Dice que el Agustín le amenazó varias veces si no hacía que su padrastro fuese médico titular; después relata la historia de las elecciones municipales de 1901 y termina diciendo que la madre del Agustín ofreció dinero para que le mataran.
La declaración de D. Andrés Abelino no tiene gran interés.
Patricio González
Que declara después, dice que la noche del hecho estaba en casa del Agustín y que al oír el disparo y disponerse á salir, entró una mujer diciendo: “¡no salir, no salir, que culpan aquí!”
María Palacio y Brígida Iglesias nada dicen de nuevo que merezca consignarse. A continuación comparece la madre del Agustín
María Vicente
Haciendo uso de las facultades que la ley le concede, manifiesta no querer declarar.
Incidente
El Fiscal Sr. Saval pide á la Sala le conceda preguntar á la testigo con referencia al Deogracias, pero el Sr. Rosado dice que siendo el Agustín el que aparece como instigador del crimen, cualquier pregunta que se haga tiene que estar relacionada con su defendido. El Sr. Saval insiste y empieza una serie de preguntas que son protestadas por el Sr. Rosado, retirándose la testigo.
Vicente Martín y Demetrio Golguero que declaran después dicen que el Alcalde les mandó ir á un lugar donde oyeron hablar á la María y á su hijo Agustín, pero no hicieron antes ninguna manifestación porque no querían compromisos.
María García, Pedro Chorro y Narciso Claro, no dicen en sus declaraciones nada nuevo, y el Cabo de la Guardia civil de puesto en Casas del Castañar que fue el que hizo la detención, añade á lo declarado por otros, que el Deogracias confesó su delito diciendo que compró el arma en Plasencia, así como también la pólvora y el pistón, encontrándose las balas en un cancho, pero más tarde dijo que el Agustín fué el que le dio la escopeta. El presidente suspende la sesión por diez minutos y nosotros abandonamos la Sala en vista de lo avanzado de la hora, oyendo al par que el Sr. Cisneros se propone terminar en la noche la prueba testifical.
Tercera sesión
Continúa la prueba testifical
Abierta la sesión á la diez y minutos, desfilan ante el tribunal unos treinta testigos, cuyas declaraciones en su mayor parte, confirman todo cuanto dijo el procesado Deogracias, en lo que se refiere á las relaciones de su mujer con el Hilario de la Calle, si bien existen algunas variaciones en los detalles.
¡Qué vergüenza!
Entre los testigos ha llamado nuestra atención, casi sacándonos hondo pesar, un mocetón de veinte años que ¡no sabía hacer la señal de la cruz! porque, según dijo, no le habían enseñado.
Otro caso peor ocurrió con un niño de doce años, que preguntado por el presidente Sr. Cisneros respecto de quien era Dios, contestó que él no sabía que lo hubiera, porque tampoco se lo habían enseñado.
Un incidente
Ante el tribunal compareció también otro testigo, el cual se hallaba presente cuando el Hilario bromeó con la mujer del Deogracias. Dice que él fue á la tienda para comprar una soga cuando el Hilario cogió á la mujer del Deogracias por el cruce del pañuelo que llevaba puesto y la empezó a tocar.
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“¿Y a Ud no le dieron ganas de hacer lo mismo?”- le preguntó el Sr. Saval.
El testigo se quedó callado y el público ríe. Nosotros fieles cronistas de lo que en la sala sucede, narramos el hecho huyendo de los comentarios.
Antes de casarse
Una testigo dice que la mujer del Deogracias sostenía relaciones ilícitas con el Hilario de la Calle antes de casarse. Confirmando este dicho cuenta que un día entró la María en su casa diciendo que se sentía enferma y después de mucho quejarse de que le dolía el vientre, abortó una criaturita metida en un saco.
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“¿Y eso fue antes de casarse?”- preguntó el Sr. Preisdente.
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“Sí señor, fue de moza”- dijo la testigo.
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– “Vamos, no estaba mala moza”- replicó el Sr. Cisneros.





