Quinta sesión.
Continúa el Sr. Rosado
Continuando su informe el señor Rosado dice que el Pedro tiene obsesión con la familia del Agustín de quien no espera más que todo lo malo y ocupándose de la Guardia civil dice que cuando merezca plácemes bueno es que la aplauda, pero que cuando merezca censura debe censurársela. (El Fiscal y el acusador privado piden que conste en acta las palabras del Abogado).
Ocúpase luego el Sr. Rosado de lo que se refiere al adulterio de María Talavera y dice que nada tiene de extraño que el Deogracias no se defendiera ni cometiera del Hilario cuando el padre de este era Juez y Alcalde y todo en el pueblo de Casas del Castañar.
Habla luego de las declaraciones de la mujer del Deogracias que no debe tener ningún valor porque son falsas y reclama dirigiéndose a los jurados “¡arrojadlas por inútiles é impuras á donde se arroja lo impuro e inútil!”
A continuación, hace ver á los jurados que sel Salguero, uno de los que dijeron que oyó la conversación del Agustín con su madre á quince metros de distancia, es sordo (¡) y termina su discurso diciendo á los individuos que compone el tribunal popular que dicten un veredicto de inculpabilidad para su defendido sin el temor de cometer una injusticia, pues de otro modo lo que únicamente harán será quitar de en medio un estorbo que dificulta los planes de un burgués acomodado.
Transcurridos cinco minutos que el presenta dá de descanso, toma la palabra
El Sr. Herreros
El defensor del Deogracias con una calma admirable y en un tono frío y severo, empieza su discurso razonabilísimo diciendo que todos las pruebas conocidos llevan al conocidas llevan al conocimiento de que la María Talavera faltó á sus deberes de esposa entregándose en brazos de su amante Hilario de la Calle y excitando los delos y la venganza de su esposo Deogracias Martín.
Dice que los jueces recogen y acumulan los cargos que llevan á la averiguación del hecho sin preocuparse de disculpar al reo en nada, (el presidente anticipándose toca la campanilla y ruega al letrado que no siga por ese terreno). El Sr. Herreros sigue diciendo que los jueces estampan las declaraciones de los testigos sin preocuparse de si son ó no ciertas, y en este proceso algunas declaraciones se deben al Hilario, que fue el guió á la Guardia civil para que ésta practicara algunas pesquisas.
Insiste en el adulterio de la mujer de su defendido y recuerda la escena que tuvo lugar en el pajar y que ha referido un testigo.
Dice á a los jurados que se pongan en el lugar del Deogracias, y en un párrafo elocuentísimo afirma que en todo este proceso se ve la mano del Pedro de la Calle.
Refuta valientemente todas las agravantes que aprecian las acusaciones y termina pidiendo para su defendido un veredicto en que se aprecien las atenuantes de embriaguez, imprudencia temeraria, arrebato y obcecación y el no haber querido mal tan grave como el producido.
Al terminar el Sr. Herreros, el presidente levanta la sesión para reanudarla á las tres y media de la tarde.

Real Audiencia de Extremadura. En 1900, también sede de la Audiencia Provincial de Cáceres
Sexta sesión.
Con un público más numeroso que el que ha asistido á las anteriores, se abre la sesión á las cuatro de la tarde, haciendo uso de la palabra
El Sr. Cisneros.
Muy elogiado ha sido por la gente versada en las lides del foro, el resumen que ayer hizo de los debates, el presidente de la sala, y en el cual si bien no han abundado las frases retóricas y los párrafos elocuentes, ha brillado la imparcialidad más absoluta, pudiendo jurar que no hemos oído hasta hoy otro resumen que tan perfectamente se ajuste á las exigencias de la ley.
Aunque el Sr. Cisneros dijo al empezar su discurso que el presidente como hombre está sujeto á impresiones y su misión imparcialísima es muy difícil de cumplir, creemos que el mismo señor Cisneros habrá quedado altamente satisfecho por el acentuadísimo cumplimiento que ha dado á su misión.
Con frialdad y de una manera escueta y en síntesis expuso á los jurados las opiniones emitidas por las acusaciones y por las defensas, pasando como sobre ascuas por las declaraciones de los testigos de los que dijo que no quería hablar. Ocupándose en las confesiones de reos, manifestó á los jurados que por las confesiones no había que regirse, pues á veces resulta que el procesado miente al declararse autor del delito que se le imputa y paga una culpa de la que en realidad es inocente.
Tratando de los cargos hechos á la Guardia civil, dice que no quiere defenderla porque la Benemérita no necesita defensa.
El Presidente termina su informe, que ha sido cortísimo, leyendo un párrafo de Viada, en el que se expresan las obligaciones de los Jurados, y después de un intérvalo bastante largo en el que reina el silencio más absoluto, se da lectura de
El veredicto
Que consta de las preguntas siguientes:
1ª. ¿Deogracias Martín es culpable de haber causado la muerte por un disparo al maestro don Fernando Ramos? – Sí.
2ª. ¿Es culpable de las heridas hechas por ese mismo disparo al Hilario de la Calle? – Sí.
3ª. ¿El disparo fue hecho á las diez de la noche? – Sí
4ª. ¿Este disparo fue hecho mientras las víctimas se hallaban sentados tomando el fresco? – Sí
5ª. ¿El disparo lo hizo por las ofertas que le hizo Agustín de la Calle? – Sí.
6ª. ¿Deogracias pensó y reflexionó el hecho que realizó? – Sí.
7ª. ¿Deogracias Martín tuvo intención de hacer el mal que hizo? – Sí.
8ª. ¿El disparo fue hecho por descuido? – No.
9ª. ¿El disparo lo hizo por ventarse de los insultos y la deshonra que recibió de Hilario de la Calle? – No.
10ª. ¿Agustín de la Calle es culpable de haber inducido al Deogracias para cometer el crimen de autos? – Sí.
11!. ¿Se valió de ofrecimientos para hacérsele cometer? – Sí.
12ª. ¿Aprovechó para esto el convencimiento que tenía de los celos del Deogracias? – No.
13ª. ¿Compró Agustín la escopeta cuerpo del delito? – No.
14ª. ¿Se la entregó cargada al Deogracias? – Sí
14ª. ¿Concibió Agustín el hecho para vengarse de la negativa que recibió de ser nombrado él Secretario del Ayuntamiento y su padrastro médico titular del pueblo? – Sí.
16ª. ¿El Deogracias estaba embriagado cuando cometió el delito? – No.
Incidente
El Sr. Rosado, en vista de la contradicción que á causa de la redacción existe entre las preguntas 12 y 13, pide apoyándose en el art. 107 de la ley del Jurado, nuevo veredicto, lo que acuerda la Sala, retirándose el Jurado nuevamente a deliberar.
Nuevo veredicto.
Transcurrida media hora, el Jurado aparece de nuevo, leyendo su presidente el nuevo veredicto que es en un todo igual al anterior, salvo la variación de contestar Sí á la 12 pregunta en vez de No, como antes se contestaba.
Petición.
El Sr. Rosado solicita de la Sala la revisión de esta causa por nuevo Jurado á lo que aquélla no accede. Cuando el público paciente espera la petición de pena que va á pedir el Fiscal, el Presidente levanta la sesión hasta las diez de la mañana de hoy.
Los procesados.
Están muy tranquilos y su ánimo no decae un momento. El Deogracias firmó el acta de la sesión con pulso seguro. ¡Seguramente no sabe la pena que le espera! El Agustín se negó a firmar, diciendo que firmar el acta era declararse culpable y él es inocente.
A las nueve salimos del Palacio de Justicia y en las puertas aún quedaban curiosos que comentaban el veredicto con la tranquilidad más perfecta y sin que nada les apenara. ¡Cómo si la vida de dos hombres no tuviera derecho á interesar y conmover el corazón de los semejantes!
Última sesión.
Cuando llegamos esta mañana á la Sala de la Audiencia provincial ya se habían pronunciado los informes de derecho y el Tribunal se había retirado á deliberar para dictar la sentencia.
El público, que era muy numerosos, esperaba con ansiedad el resultado de esta causa y nosotros tomamos siente en el banco que se nos tiene designado el cual gracias á una orden del Sr. Presidente se hallaba desocupado desde que comenzó la sesión.
La sentencia.
Á la una y cinco minutos ocupó el estado el Tribunal de Derecho, y el Magistrado ponente Sr. Villarejo dio lectura en medio de un silencio absoluto de la sentencia dictada, por la que se condena á Deogracias Martín y á Agustín de la Calle á la pena de MUERTE; pago por mitad de las costas y una indemnización de 3.000 pesetas á la viuda del maestro D. Fernando Ramos y otra de 300 á Hilario de la Calle.
Final.
Los condenados se negaron á firmar su sentencia de muerte y desaparecieron abatidísimos por la puerta que los separa de los hombres libres.
Con ellos son ya nueve los reos que durante este año han sido condenados á muerte.
Los supersticiosos tal vez echen la culpa de esto al año (1903) cuyas cifras sumadas arrojan un número (el 13) que creen fatal.
EME
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