Archivos para November 30, 1999

Aunque existen muchas referencias sobre el Castillo de la localidad fronteriza de Valencia de Alcántara (en Cáceres), así como las referidas a sus características arquitectónicas, en este post voy a referirme a dos cuestiones muy sencillas.

La primera, a su fecha de construcción. Existen datos que remontan la fortaleza se remonta al siglo XII y diversas obras y reformas en siglos posteriores, lo cierto es que la datación a efectos legales señala su construcción en 1.768, con la asignación de un crédito extraordinario de guerra, con una superficie de 14.000 metros cuadrados, siendo sus linderos N y O la propia población de Valencia de Alcántara, y E y S con particulares.

Estos datos de construcción del Castillo figuran en un plano de la Comandancia de Ingenieros de Badajoz fechado en 1.915.

Estos datos eran prácticamente desconocidos para los negociados correspondientes de patrimonio del Estado, incluso de lo que se llamaba Ramo de Guerra. Y fueron los datos que durmieron en una especie de sueño de los justos, o más bien, en un limbo perdido.

Perdido… hasta que a principios de los años 90 del siglo pasado se produjo un incendio. Y claro, el juez de 1ª Instancia de Valencia de Alcántara, al documentar el siniestro preguntó por el dueño del inmueble. Y fue ahí cuando alguien dijo al magistrado que el castillo era propiedad del Ejército. Y ahí fue cuando el Juez escribió un atento oficio al Gobernador militar de la plaza y provincia de Cáceres informándole que días atrás se produjo un incendio en la fortaleza. En su fortaleza, señor Gobernador.

Plano del Castillo de Valencia de Alcántara. Comandancia de Ingenieros de Badajoz. 1915

Fue entonces cuando comenzó una búsqueda de documentación que resolviera lo primero. La propiedad. De entrada, ni un papel a la vista. Ni tampoco en la sede de la antigua Capitanía Militar de la 1ª Región. Al parecer, el castillo no era propiedad del Ejército. Pero ya que el sr. Juez había sido tan generoso al decirle al Gobernador militar que era del Ejército, no era plan de no aceptar el regalo y ordenó dar la vuelta a archivos, documentos, lo que fuera con tal de aceptar el presente.

Tirando de carpetas llenas de papeles y algún que otro ácaro, desatando cintas rojas que parecían selladas porque las lazadas habían desaparecido y los nudos eran nudos apretados a conciencia. Hasta que en una carpetilla dentro de una carpeta, se encontraban unas cuartillas (medio folio cada una) que contenían el secreto de la propiedad. Las cuartillas tenían membrete del Ayuntamiento valentino, y contenían un listado de propietarios de terrenos adosados a los muros del Castillo. Aquel escrito era de los primeros años del siglo XX, y un croquis casi a mano alzada con la numeración de cada propietario. Eran los linderos del inmueble, los vecinos colindantes. Por fin, una señal.

Pero, ¿de qué serviría aquella relación? Con la lista delante y con alguna referencia a la memoria y a lo estudiado, el Teniente, un joven oliventino cuyo primer destino era Cáceres, recordó que alguna vez había visto algo sobre el patrimonio del Ejército, y fue cuando me acerqué a la Plaza Mayor de Cáceres, a la Minerva, la librería papelería de referencia obligada para casi todos los organismos públicos y compré la Ley Hipotecaria. La lectura de dicha legislación, con la mira puesta en no dejar escapar el regalo del sr. Juez de Valencia de Alcántara, y tras lectura y relectura de los artículos en torno al 204, donde aparecía la palabra fortaleza, el teniente y yo llegamos a la conclusión de que teníamos que llamar a Capitanía y preguntar (ya habíamos concluido que así íbamos a actuar) si se podía utilizar ese artículo.

Iglesia de Rocamador rodeada por el Castillo. Valencia de Alcántara. Foto TurismoCaceres

Y así fue cómo un castillo iniciado en el siglo XIII, con diversas reformas en los siglos siguientes, llegó a 1.768, sin dueño conocido en el Registro de la Propiedad, pasó a serlo del Estado-Ramo de Guerra. Por todo título de propiedad y sin ni siquiera presencia de la representación legal de un organismo, un escrito con la relación de propietarios colindantes (los mismos que lo eran en 1902) de más o menos 1993, el Castillo fue inmatriculado siendo el Estado-Ramo de Guerra su titular. Y ni un duro de coste, nada.

Pero, claro, una cosa es la inmatriculación del Castillo y otra que el dueño, o su representante, al menos lo reconozca. Y así fue. Camino de la Raya, en una furgoneta 4L con matrícula ET, el teniente oliventino, como representante de la propiedad, otro teniente, como representación de la fuerza coercitiva militar, y un civil (con pase expreso para ser pasajero en un vehículo militar) fuimos a tomar posesión del castillo. Habíamos conseguido, dificultosamente, alguna información adicional sin confirmar, como la que nos decía que al parecer el castillo había sido casa cuartel de la Guardia Civil. La primera visita, y la única, fue al Ayuntamiento, donde el aparejador municipal nos confirmó el destino a casa cuartel de la Benemérita, pero ya hacía años que dejó de serlo cuando se construyó un moderno edificio a las afueras, junto a la carretera misma, dirección Portugal.

Al llegar al castillo, cuyos muros rodean exteriormente la iglesia de Rocamador, patrona del municipio, vimos los restos del incendio y unas construcciones de mala calidad que era lo que quedaba de la casa cuartel.

Lo mismo que los papeles estaban perdidos hasta el aviso del Juzgado, ningún documento atestiguaba el uso para la Guardia civil. Nada más entrar, y ver el mal estado de la fortaleza (menos los muros exteriores, que le daban un imponente consistencia) el aparejador municipal, que jugaba en campo propio, por alguna chapucilla que habría hecho el Ayuntamiento, recriminó a la fuerza militar presente (dos tenientes) la falta de cuidados y el mal estado del conjunto. Los militares, viendo que efectivamente aquello estaba en mal estado, asintieron y asumieron la recriminación del técnico municipal. Mientras los reproches hacían mella en la fuerza militar, a mí se me ocurrió asomarme a los muros y mirar hacia abajo, donde estaban las propiedades de los vecinos colindantes y un poco más allá el sinuoso río Sever. Los propiedades colindantes tenían una característica común: eran viviendas con un amplio patio posterior, que llegaba justo hasta el castillo, y los patios posteriores estaban separados entre sí por unas paredes en torno a un metro o un metro y medio de altura. Ah, y otra característica muy curiosa.

Llamé a la fuerza militar, un poco azorada por el reproche que el técnico municipal había hecho, se acercaron, junto al aparejador. Indiqué a los dos militares que miraran hacia abajo, hacia los patios de las casas vecinas, y que me dijeran qué veían raro. El aparejador también miró. Ninguno de los tres supo decir que era lo raro que podía haber. Y sí, les señalé que miraran los muros del castillo y luego las paredes que separaban los patios entre sí. Efectivamente, las piedras que formaban las paredes de los patios vecinos y las que faltaban en los muros del Castillo eran muy, muy parecidas. Y ahí fue donde saqué de su azoramiento a la fuerza militar presente y recriminé al aparejador, en representación del municipio, el poco cuidado de un inmueble que, aunque no fuera de su propiedad, había estado a su cuidado cuando era casa-cuartel de la Guardia civil.

El resto de la visita, con los reproches igualados, si acaso incluso en favor de la representación de la propiedad, continuó más calmada.

De todas formas, a los visitantes nos quedaba aún la vuelta a Cáceres en una furgoneta ET, mal cuidada, muy mal cuidada, por la carretera N-521, que por entonces era conocida por la Cenicienta. Noventa kilómetros de ida y otros noventa de vuelta fueron el regalo que recibimos.

En torno a 1995, cuando el Cuartel de Plasencia fue enajenado por el ministerio de Defensa para convertirse en Centro Universitario, dio lugar a dos operaciones más, una dotación de 15.000.000 Ptas para rehabilitación de la ermita de Santa Ana en Cáceres, y creo que el compromiso de la Junta de Extremadura para comprar por unos 25.000.000 Ptas el Castillo de Valencia de Alcántara.

Vale.

El lenguaje forense no es, aunque lo parezca, el que utilizan los especialistas en autopsias de las series yankis, sino que es lenguaje propio de cada profesión. Por ejemplo, cuando se leen documentos de la Hacienda Pública, el lenguaje que se utiliza solamente es entendido por aquellos expertos en esa rama del derecho. También sucede con los documentos circunscritos a la Defensa Nacional. No es ya el lenguaje militar en sí, sino el lenguaje del todo entorno de la Defensa, desde los documentos de geoestrategia hasta los digitales de los grupos de presión armamentística (repletos, por cierto, de militares de altísima graduación en la reserva, una puerta giratoria poco estudiada).

Así, cuando se entrevista a un militar por radio o teléfono, nunca contesta, por protocolo, sí o no. Sus respuestas son afirmativo o negativo. Y no por influencia de las series yankis, sino por algo más sencillo: el sí o el no son sonidos muy cortos, que pueden perderse.

Así, cuando hoy el ministro de Defensa ha hablado en Cáceres en el acto de entrega de la Medalla de la ciudad al Cefot 1, en un abarrotado Gran Teatro, con varios cientos de cacereños que no han podido accer, ha leído una frase. Porque Morenés no ha hablado, ha leído un discurso que traía escrito. Segurmente, al ver el desolado aforo, si no hubiera traído escrito el discurso, algún gesto, alguna inflexión se le habría escapado al señor del rostro imperturbable.

Su frase: tanto en el Centro de Formación de Tropa número 1, que continuará cumpliendo esta misión tan relevante; como en el número 2, los hermanos de San Fernando, cuya permanencia está en estos momentos en proceso de evaluación técnica”, ha desatado la euforia, especialmente en quienes confunden realidad y deseo y en su vida han visto un documento elaborado en Castellana, 109, Madrid. Porque esa frase, con unos cambios mínimos, del 0,01% , hubiera servido en el mismo discurso leído en San Fernando: “tanto en el Centro de Formación de Tropa número 2, que continuará cumpliendo esta misión tan relevante; como en el número 1, los hermanos de Cáceres, cuya permanencia está en estos momentos en proceso de evaluación técnica”.

De momento, eso sí, Cáceres va por delante, porque la frase se ha pronunciado aquí.

Claro que cuando hace unos días se decía que el Ministerio de Defensa tenía decidido cerrar uno de los dos Cefots, era una verdad incontrovertible. Ahora no está tan claro. Porque si a 24 de noviembre se sigue evaluando técnicamente una Unidad militar, es difícil que esa evaluación, con los criterios tan exigentes que se utilizan en esas evaluaciones, esté lista para que pueda entrar en vigor en 1 de enero. O lo que es lo mismo: lo más probable será, quién lo diría hace un mes, que continúen “cumpliendo esa misión tan relevante” los dos Centros.

Decía un filósofo, catalán, no recuerdo si Jaume Perich o Manolo Vázquez Montalbán, que un pesimista es un optimista bien informado. Las necesidades o falta de necesidades de personal, de tropa concretamente, son la base en la que se asienta el futuro de los Centros de Formación. Y ahí tropezamos con una evidencia: la absoluta falta de interés del ministro de Defensa por los asuntos que tienen que ver con el personal, algo que está absolutamente delegado (dejado, más bien) en manos de la Subsecretaria.

Y el horizonte no pinta bien. Ayer, la agencia Servimedia, nada sospechosa, publicaba un despacho firmado por May Mariño (@MAYANTOXO), en el que se dice: el Ejército recortará 11.727 puestos en 2016, http://www.teinteresa.es/politica/EJERCITO-RECORTARA-PUESTOS_0_1253874802.html. La noticia, ha sido contrastada con el propio Ejército, que la ha confirmado, según atestigua la propia redactora. Es decir, que mientras el ministro de Defensa hace elogios de un Centro de Formación de nuevos soldados (el Cefot 1, con pedrea para el Cefot 2), en el escalón inmediatamente inferior se confirma la reducción de casi 12.000 efectivos en el horizonte de dos años. Cuestión de horizontes.

Y, siguiendo con los juegos de palabras derivados de la correcta y forense utilización del lenguaje en el ámbito de la Defensa, si dentro de unos meses, incluso con el mismo ministro, leemos la siguiente frase: “como ya dijimos el 24 de noviembre, el Centro de Formación de Tropa número 1 seguirá cumpliendo con esta misión tan relevante, aquí en San Fernando”, nunca podríamos asegurar cuándo el ministro defendió la continuidad de un Cefot en Cáceres y la colocación en el alero de un Cefot en San Fernando.

Vale.