El 26 de enero de 1909, el semanario EL BLOQUE, periódico democrático, publicaba un artículo firmado por V. Cortés, en relación con lo que llamaba una “cuestión palpitante”. Se refería a la negativa de los liberales de Canalejas de a incluir la religión, cualquier religión, en las Escuelas públicas. Un debate de hace más de 100 años que continúa vigente en España.
CUESTIÓN PALPITANTE
Tranquilícense todos los espíritus, los liberales al proclamar como aspirabilidad suya “la enseñanza neutra”, no han de faltar á ninguna de las leyes de la Pedagogía y por tanto, hemos de transmitir íntegro el caudal legado por nuestros predecesores, y además lo hemos de mejorar y aumentar.
Nosotros no hemos de sentir que la obra pedagógica retroceda, sino que evoluciones en sentido progresivo y ascendente.
Los demócratas no hemos de abandonar al niño, al futuro hombre, á una ignorancia suprema, en lo que es tan fundamental como “el sentimiento religioso”; pero tampoco consentiremos en dejarle entregado á la acción exclusiva de una enseñanza dogmática.
Nosotros entendemos que toda enseñanza confesional por el sólo hecho de ser bandera de un partido y de una determinada clase de hombre, no es, no puede, ni debe ser dada en las Escuelas Públicas, porque creemos que tras sí odios y pasiones que deben evitarse, peligros ciertos para la libertad y para el Estado, divergencias y disputas que no hay que tenerlas en la Escuela.
Nosotros proclamamos que la Escuela debe ser y debe significar concordia, paz y serenidad, y hemos de ofrecer al niño y al joven, lo que esté exento de todo debate, por haber pasado por la prueba de casi todos los hombres cultos, y por la prueba de la experiencia madre y maestra en esta materia.
Con esto se evitará la formación de batallones de adictos, fervorosos y ciegos de un partido, que tiene mucho más de político que de religioso; de este modo se evitará la suplantación que, á ciencia y paciencia, cauteloso é insidiosamente se viene cometiendo en daño de la libertad, que de no atajarse, nos conducirá á que seamos la triste excepción que hablaba el gran Cánovas.
No. El hecho de que el Estado no consienta, -en un porvenir más ó menos próximo- la instrucción y la propaganda de una religión militante en la Escuela, por entender que “ese no es su lugar”, por entender, como entiende la mayoría del mundo culto, que a qué no es el sitio, ni para esas propagandas, ni para recibir esa especialísima educación, no es ni al dogma, ni al culto, ni á la doctrina, es sencillamente hacer que uso de sus derechos y decir: “yo entidad Gobierno, en representación del Estado, no permito esto porque entiendo que me perjudica, y como yo, por el hecho de ser El Estado tengo perfecto derecho á intervenir en las funciones que me son privativas, hago uso de ellas desde la Gaceta porque estoy decidido á no compartir mis funciones con nadie, porque es mi norma no consentir que nadie me suplante en lo que es exclusivamente mío, y porque no quiero consentir, que junto con el dogma y los misterios de una religión, se propaguen cierta clase de intereses políticos presentándolos, á los ojos de la inocencia, con si fueran verdades de origen divino.
La Escuela ha de preparar el futuro, ha de hacer y formar ciudadanos, pero jamás debe formar catecúmenos y sectario, porque de consentir esta intromisión, hay que sufrir las consecuencias de ella, y hay que renunciar á los derechos que el Estado tiene en esta materia. Los liberales y los demócratas quieren reivindicar, en este punto, los derechos del Estado, y al hacer cumplen con el más elemental de sus deberes.
En la Escuela neutra se inculcarán al niño aquellas ideas de admiración hacia el conjunto del Universo, los de respeto y reverencia ante su majestad, su orden y su harmonía; y estas ideas son verdaderos sentimientos religiosos, que unidos á otros son capaces de convertir la vida del hombre en una verdadera religión. En la Escuela neutra no se predicará al niño dogma de ninguna clase, porque la psicología y la fisiología dicen á la pedagogía, que el hacer esto es obrar conforme á las leyes de la naturaleza, la cual protesta cuando se pretende que la inteligencia del niño comprenda y asimile lo que sólo puede ser asimilado y comprendido por intelectos maduros y bien preparados. Los mismos partidarios de la enseñanza dogmática han declarado y reconocido en el Congreso de Chicago, que la catéquesis produce resultados casi nulos y que había necesidad de variar en absoluto de procedimientos, si había de obtenerse algún fruto en este punto.
Las diferentes Iglesias consignaron en dicho Congreso que la obra pedagógica se produce por grados, que la niñez es una fase de la vida del hombre, con caracteres propios, con señales evidentes y precisas y por tanto que los métodos pedagógicos habían de someterse á los dictados de la ciencia en lo que respecta á la evolución de la inteligencia del niño.