Ahora se están realizando por la Diputación de Cáceres obras en el Palacio de Pereros para convertirlo, de nuevo, en colegio mayor. Por lo que parece, las obras solamente afectan a la llamada Casa de Pereros, pero no incluyen una propiedad de la propia diputación, medianera con Pereros: el antiguo Colegio de la Inmaculada.
No se trata esta entrada de abogar por la recuperación para el uso de construcciones existentes, sino que, en este caso, se refiere a la necesaria recuperación y puesta en uso de los espacios libres (jardines) situados en el entorno de la Torre Mochada, o Torremochada.
Cuando se pasea por la ciudad monumental, los itinerarios están muy fijados y llegando al Olivar de la Judería, a la derecha, arrancan los muros que, al otro lado esconden los jardines (o lo que sean ahora) del antiguo Colegio de la Inmaculada. Esos muros continúan por la calle Hernando Pizarro, hasta su intersección con la Calle de la Consolación, hasta la calle Torremochada. Una longitud de muros nada desdeñable, de los que sobresalen, sin ningún orden, alguna higuera, alguna acacia y otros árboles y arbustos que por lo que parece, crecen sin ningún cuidado ni orden.
Sin embargo, en el tramo de la calle Torremochada existe una verja de cerramiento, pintada de un color anodino, que termina en un candado. Al otro lado de la verja, sin que se pueda acceder al interior, se aprecian suciedad y abandono, sobre unas fábricas de ladrillo en solados y jardineras, algunas farolas que recuerdan que en los años 90 formaban una zona visitable y ajardinada en torno a la Torre Mochada.
Esas actuaciones de los años 90 se debieron a una intervención diseñada por el arquitecto Miguel Matas y que, a su vez, recogiendo bibliografía de María José Teixidó, se señalan otras, en 1962 y 1965, promovidas por la Dirección General de Bellas Artes, dirigidas por el arquitecto González Valcárcel. https://sig.caceres.es/PDMuralla/1_ESTUDIOS_PREVIOS/1_49/1_49_ESTUDIO_SISTEMAS_CONSTRUCTIVOS.pdf
La Torremocha es una de las torres albarranas de la muralla de Cáceres, y que, a pesar de las referencias que sobre ella se transmiten en la memoria colectiva, es, ahora mismo, un elemento prácticamente desconocido, y a su visita no comparecen los turistas que, unas veces aventurados a lo que vaya surgiendo a su paso, otras orientados por guías, pasan del Olivar de la Judería de nuevo a la propia judería, olvidándose de la Consolación, de la Ermita de las Candelas y de la calle Torremochada.
Pero mejor es así, mejor que los turistas que nos visitan y que fotografían la plaza de Santa Clara y su convento, no caminen los escasos 50 metros que los separan de esta torre y de su deteriorado entorno.
El espacio que los jardines encerrados tras unos muros recrecidos o detrás de una verja metálica que repele a la vista, deberían ser objeto de una recuperación necesaria, para añadir al patrimonio histórico, y a, sobre todo, poder establecer qué elementos de la muralla, entre la torre Mochada y la torre existente en la calle Hernando Pizarro, que da paso al acceso al olivar de la Judería, pueden recuperarse. Ah, y reparar la maltrecha torre de Hernando Pizarro.