Saturnino Martín Cerezo. Los últimos de Filipinas

cercadelasretamas —  octubre 24, 2019 — Deja un comentario

La nueva última versión cinematográfica de los hechos del Sitio de Baler, protagonizada por Luis Tosar, ha vuelto a poner de actualidad a uno de los héroes nacidos en la provincia de Cáceres: Saturnino Martín Cerezo. Porque héroes, en su más estricta acepción militar en España, son quienes se hacen acreedores a la Cruz Laureada de San Fernando. Y Martín Cerezo lo es.

Nació el 11 de Febrero de 1866 en Miajadas en el nº 23 de la calle de la Reina (nombre que posteriormente sería cambiado por el del Héroe). Desde pequeño sintió gran pasión por los libros, pero la mentalidad miajadeña de la época y la pobre situación económica de su familia le impidieron seguir carrera, obligándole desde pequeño a ejercitarse en las tareas del campo.

Ingresó como voluntario en el Ejército, con 17 y en 1897, fue ascendido al empleo de segundo Teniente. En Baler estuvo a las órdenes del Capitán Enrique de las Morenas, a quien sucedió en el mando y mantuvo la resistencia hasta que en junio de 1899 izó la bandera blanca.

Estos hechos, muy sucintamente relatados, y cuyo conocimiento, con mayor o menor fidelidad son conocidos, dieron paso a la repatriación del pelotón al mando de Martín Cerezo. En esta exposición queremos relatar cómo fue el retorno, tanto a España como, en el caso de Saturnino Martín Cerezo, a su tierra. Porque no es frecuente en nuestro país aquello de ser profeta en la tierra de uno, y muchas veces no son los propios paisanos los que mejor tratan a quienes se han hecho acreedores de grandes méritos.

En primer lugar, hay que recordar que la finalización del sitio de Baler fue saludada por la ya República de Filipinas con un Decreto, firmado por su Presidente, Emilio Aguinaldo, en el que tras ser reconocidos como valientes soldados y acreedores de reconocimiento por su valor y heroísmo, se dicta como único artículo que no serían reconocidos como prisioneros, sino como amigos a los que se debía de proveer de los pases necesarios para su retorno a España. En 1939, 40 años después de finalizado el Sitio de Baler, la república filipina honró su memoria colocando en la fachada de la iglesia en la que el pelotón al mando de Martín Cerezo resistió durante un año una placa, en inglés. Hoy, la Iglesia de Baler está declarada Monumento del Patrimonio Histórico filipino y es un atractivo turístico muy importante.

Los soldados, al mando de Martín Cerezo, y entre los que se encontraba el médico Vigil de Quiñones, regresaron a España por tanto con el reconocimiento de las autoridades filipinas. Con el paso de los años, Vigil de Quiñones dio nombre al Hospital Militar de Sevilla.

“La Ilustración Artística”, en su número 924, de 18 de septiembre de 1899, dedica un amplio reportaje a la Guerra de Filipinas, y en concreto, al Destacamento de Baler. En ese reportaje se recoge cómo desde los mandos militares españoles se trató de conseguir que el Teniente Martín Cerezo depusiera su resistencia y la de sus hombres, ya que la guerra había finalizado:

“Llamóle el Sr. Aguilar [al Teniente Martín Cerezo] sobre la presencia del Vapor Uranus. “No he visto el vapor, contestó el teniente. – ¿No ha oído las tres fuertes pitadas que dio al fondear? – No, señor, y aunque las hubiese oído no habría hecho caso, porque en varias ocasiones han tratado los filipinos de engañarme sir-viéndose de cañas que imitan el silbato de un vapor.”

Finalmente, el 2 de junio de 1899 concluyó el asedio, como se relata en “La Ilustración Artística”:

“El mismo día 2, el teniente Martín, agotados los víveres hacía cuatro días y convencido por la lectura de los periódicos que le dejara el Sr. Aguilar de que había cesado la soberanía española en Filipinas, expuso al destacamento la inutilidad de todo sacrificio: todos convinieron en ello y en su consecuencia pactóse la capitulación en las más honrosas condiciones”.

El día 1 de septiembre de 1899, a bordo del vapor Alicante, los supervivientes de Baler llegaron a Barcelona, donde fueron recibidos por el Capitán General, conde de Caspe, con estas palabras:

Bienvenidos seáis, y recordad sin jactancia, pero con orgullo, que habéis formado parte del destacamento de Baler”.

Banquete a los supervivientes. Barcelona. 1899.

«La Ilustración Artística»

Después del recibimiento, cada uno de los miembros del destacamento marchó hacia sus lugares de origen, y el teniente Martín Cerezo regresó a su tierra.

El Ayuntamiento de Miajadas, en sesión extraordinaria celebrada el 23 de octubre de 1899 adoptó los siguientes acuerdos, conforme a lo publicado en el Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres de 14 de noviembre de 1899:

Primero. Variar el nombre de la calle en que nació el valiente defensor de Baler, poniéndole el suyo, y que a la calle de Mesones se la conozca con el de la calle de la Reina en lo sucesivo, que es el nombre que actualmente lleva la que se ha de conocer desde hoy con el de Martín Cerezo.

Segundo. Que en el Salón de Sesiones de este Ayuntamiento se coloque una lápida de mármol con una inscripción conmemorativa de este acto, y otra de hierro fundido en la casa en que nació el sufrido y heroico hijo de este pueblo.

Tercero. Que por el Ayuntamiento se encabece una suscripción con cincuenta pesetas a la cual podrán adherirse cuantos lo deseen, debiendo hacerse pública y que tendrá por objeto regalar al Capitán don Saturnino Martín Cerezo un sable de honor como recuerdo de sus paisanos.

Tras la lectura de los acuerdos citados, tomaron la palabra las autoridades presentes, civiles y militares, así como los curas párrocos, y de leerse el Decreto del presidente de la república filipina de homenaje a los miembros del destacamento de Baler, tomó la palabra el homenajeado, bastante emocionado, para comenzar “a dar las más expresivas gracias, tanto al Sr. Gobernador Civil de la provincia, como a las demás autoridades de esta población y al vecindario en general por las inmerecidas atenciones y elogios de que es objeto, toda vez que los actos realizados por él en Filipinas, no tienen nada de particular, y cualquiera otro que vista el honroso uniforme militar y se llame español, hubiera en el mismo caso realizado idénticos hechos, como lo demuestra el de que con él y en el propio día se encerraron en el fuerte Iglesia de Baler, que por tanto tiempo les sirvió de defensa, el dignísimo capitán Sr. Las Morenas y el primer Teniente encargado de aquellas fuerzas, los cuales no enseñaron a defendernos dando el ejemplo y entregando sus vidas como buenos, dedicándoles frases de cariño; y que si alguna gloria le cabe por los actos realizados durante el asedio, dábala principalmente al arrojo, decisión y valor temerario de aquellos sufridos y humildes soldados que compartieron con él las vicisitudes y sufrimientos, alentándole a sostener la bandera española que durante doce meses ondeó sobre la torre de Baler. A todos por igual dice, alcanzará la gloria si existe, aunque él entiende que no hicieron otra cosa sino cumplir con su deber de militares, cual otros tantos lo hicieron sacrificando su vida por la Patria, a quien todo lo deben, sintiéndose orgulloso de poderse llamar hijo de este honrado y sufrido pueblo”.

Este reconocimiento de su pueblo, de su Miajadas natal, al nombrarle hijo predilecto fue seguido de otros honores. Y también con llamamientos desde diversos sectores para que los méritos y el sacrificio de los que defendieron en Baler fueran reconocidos.

El periódico “La Región Extremeña. Diario Republicano”, que se publicaba en Badajoz, incluyó el 3 de octubre de 1899, antes, por tanto, del homenaje de Miajadas a Saturnino Martín Cerezo, una crónica en la que J. Rincón y Jiménez, corresponsal en Madrid, da cuenta de su encuentro, por ser paisano, con el militar miajadeño.

“Pedí al sr. Cerezo que me relatara las penalidades que habían sufrido en Baler durante el año que duró el sitio y me respondió con modestia, que ya las había comunicado a los periódicos barceloneses y que no las quería contar de nuevo porque era dar a los hechos que habían realizado, más importancia de la que tienen.

Pues todos los españoles admiramos vuestro heroico comportamiento.

No esperábamos otra cosa de los nobles hijos de esta tierra, por la que gustosos hubiéramos dado nuestra vida.

Las provisiones serían escasas…

Sí, a los cuatro meses se nos acabaron los comestibles y entonces recurrimos a las hojas de calabazas cocidas con agua.

El bizarro militar cojea mucho de resultas de una caída que dio al intentar saltar una ventana y defenderse de los soldados insurrectos que le acompañaban a Manila, los cuales tramaron una conjuración para asesinarle.

Después del homenaje de su localidad natal, desde Cáceres, capital de la provincia, se establecieron contactos con el Auntamiento de Miajadas para que, de manera visible, quedara patente el reconocimiento que era preciso realizar al ya ascendido a Capitán Martín Cerezo. Ascendido por méritos de guerra.

Así, el Ayuntamiento de Cáceres debate y acuerda el 8 de noviembre de 1899 que se nombraría a D. Saturnino Martín Cerezo hijo adoptivo de la ciudad de Cáceres, así como dar su nombre a una de sus calles, a la espera de que desde Miajadas se informe de la fecha en la que el militar llegará a la ciudad.

En la reunión de 8 de enero de 1900, se dio cuenta a la corporación de que desde Miajadas, por telegrama, se informaba que Martín Cerezo llegaría en el tren correo de Mérida a la estación de Cáceres el miércoles 10 de enero de 1900.

En la misma sesión, el Ayuntamiento de Cáceres acuerda, por unanimidad:

Primero. Declarar hijo adoptivo de esta ciudad al Capitán D. Saturnino Martín Cerezo como prueba [sic] de la estimación que merece a este Municipio, por su heroicidad en el archipiélago Filipino.

Segundo. Que el Ayuntamiento le reciba en la Estación a su llegada, le felicite en nombre del pueblo de Cáceres y le haga entrega del acuerdo de la Corporación declarándole hijo adoptivo de esta Ciudad.

Tercero. Que se le ofrezca un almuerzo que tendrá lugar en el Salón de Sesiones el jueves próximo y al que se invitará previamente a los Señores Gobernador Civil y Militar satisfa-ciéndose su importe del peculio de los Señores Concejales, y

Cuarto y último. Que se le proporcione hospedaje en una Fonda, cuya cuenta será satisfecha de los fondos municipales, con cargo al Capítulo de Imprevistos y que se dé el nombre de Martín Cerezo a una de las calles de la Capital.”

Los homenajes y las muestras de reconocimiento continuaron, como señala Ortiz Armengol en el núm. 68, 1990, de la Revista de Historia Militar: “La defensa de la posición de Baler

“Escritores situados entonces en posiciones ideológicas muy radicales –y muy poco antes calificándose de anarquistas- vieron, y buscaron, con respeto la figura de Martín Cerezo, le entrevistaron y celebraron, según consta en escritos y memorias, y Azorín nos sorprenderá con este párrafo: ‘Años más tarde, Ramiro de Maeztu, Pío Baroja y yo tuvimos la idea de un monumento a los combatientes de Cuba y Filipinas. Combatientes son soldados, clases, oficiales y jefes. Redacté yo el mensaje a la opinión’”. El monumento estuvo levantado en el Parque del Oeste de Madrid.

El relato, muy documentado, de Ortiz Armengol es una referencia imprescindible, junto con el propio relato que escribió Saturnino Martín Cerezo, para conocer tanto los hechos de Baler, como las relaciones y la guerra de Filipinas y a los hombres que participaron en ella.

También el diplomático Ortiz Armengol traza un retrato de la personalidad de Martín Cerezo, en la que era un rasgo fundamental su procedencia de la dura tierra extremeña, y recuerda las sucesivas ediciones del libro que el héroe extremeño escribió sobre el Sitio de Baler, y, también, cómo dicho libro fue traducido al inglés, por la iniciativa del comandante del Ejército norteamericano F.L. Dodds, que había conocido el relato tras ser publicado, por entregas, en el periódico de Manila “El Mercantil”, que tras la pérdida de Filipinas se convirtió en el portavoz oficial de los intereses de los españoles que seguían viviendo en Filipinas.

Entre esos homenajes y reconocimientos a la figura de Martín Cerezo está la concesión, en Julio de 1901, de la Cruz Laureada de San Fernando, mediante cédula real y tras el correspondiente y preceptivo juicio contradictorio.

En 1939, Aurora Quezón, esposa del primer presidente de la Mancomunidad de Filipinas, Manuel Quezón, consiguió que se restaurase la Iglesia de Baler, y el Comité Histórico de Filipinas colocó en la fachada una placa, en inglés, recordando el “Sitio de Baler”.

La traducción de la placa dice:

“Una guarnición española de cuatro oficiales y cincuentas solda-dos fue sitiada por los insurgentes filipinos entre el 27 de junio de 1898 y el 2 de junio de 1899. Los ofrecimientos de paz y las peticiones de rendición fueron rechazados cinco veces. Los sitiados supieron por los periódicos dejados en el patio por un emisario del general Ríos que España había perdido Filipinas. Durante muchos meses la única bandera de España que ondeó en Luzón fue esta de la iglesia de Baler. Rotos por la desnutrición y las enfermedades tropicales, el mando español negoció una tregua con los rebeldes y los sitiados pudieron abandonar la iglesia para cruzar los montes. Dos oficiales y doce hombres murieron como consecuencia de las enfermedades, dos fueron ejecutados, dos oficiales y catorce soldados habían resultado heridos, seis desertaron. La valentía de la guarnición fue reconocida por el general Aguinaldo en documento oficial hecho público en Tarlac el 2 de junio de 1899. A su regreso a España los últimos de Filipinas fueron premiados por la Reina Regente, María Cristina, en nombre del Rey Alfonso XIII y la nación española.”

Desde 2002, se celebra en las Islas Filipinas el Día de la Amistad Hispano Filipina, en recuerdo de la gesta de Baler, instaurado por la Ley de la República nº 9187 de 22 de julio de 2002, que en su preámbulo dice:

“Un 30 de junio, el Presidente Emilio Aguinaldo ensalzó a los soldados españoles sitiados en la iglesia de Baler por su lealtad y su caballerosa valentía. Para honrar este memorable episodio, es de justicia que se declare dicho día como fiesta nacional, de manera que se recuerde el acto de benevolencia que asentó los cimientos de unas mejores relaciones entre Filipinas y España.

Día de la Amistad Hispano filipina. El treinta de junio de cada año queda pues declarado como Día de la Amistad Hispano-filipina, para conmemorar los vínculos culturales e históricos, la amistad y la cooperación entre Filipinas y España. Se declara por tanto fiesta especial de carácter laborable a nivel nacional, y fiesta especial no laborable en la provincia de Aurora.”

El retorno de los Últimos de Filipinas, al término de su gesta, se produjo a través del puerto de Barcelona, en 1899. Y en Barcelona, en la Casa Asia, se celebró 106 años después un merecido y demorado Homenaje a los Héroes de Baler.

El 9 de septiembre de 2005, la entidad Casa Asia y el Ministerio de Defensa rindieron homenaje a los últimos de Filipinas: 33 soldados españoles que, en el año 1898, sobrevivieron sitiados durante 337 días en la iglesia filipina de Baler. El acto contó con la participación del entonces ministro de Defensa, José Bono, el embajador de la República de Filipinas en España, Joseph D. Bernardo Medina, el Senador Edgardo J. Angara, descendientes de los soldados supervivientes, los alcaldes de los 33 pueblos de procedencia de los homenajeados, y el director general de Casa Asia, Ion de la Riva. El homenaje incluyó la proyección del documental “Los últimos de Filipinas”, con guión de Jesús Valbuena, la descubierta de una placa conmemorativa y la firma de un acuerdo de hermanamiento entre los alcaldes de los 33 municipios y el alcalde de Baler.

Entre esos 33 municipios que firmaron el Acuerdo de Hermanamiento con la localidad filipina de Baler se encontraba el de Miajadas, cuyo alcalde en esas fechas era D. Antonio Díaz Alías.

La gesta de aquellos 33 supervivientes que llegaron a España el 1 de septiembre de 1899, a bordo del vapor Alicante fue rememorada en la Casa Asia con un documental dirigido por Jesús Valbuena (bisnieto del cabo Jesús García Quijano), “Los últimos del Imperio”, realizado sobre un trabajo de campo realizado desde 1993, y la narración de Luis Eduardo Aute, en varias localizaciones de España y Filipinas.

La localidad de nacimiento de Saturnino Martín Cerezo ha realizado diversas acciones de recreación histórica, a través de la Sociedad Histórica “Villa de Miajadas”, y parece probable que a lo largo del tiempo se produzca una cierta normalización y la figura histórica del miajadeño sea recordada con mayor énfasis, y pase a formar parte de la memoria colectiva.

En Cáceres, ciudad que dedicó una Avenida a los Héroes de Baler y una calle a su hijo adoptivo, es difícil encontrar a vecinos de la ciudad que sepan dónde está la calle, y menos que sepan por qué esa calle se llama así, y quién era el personaje, que en enero de 1900, mereció los honores de la ciudad. De hecho, rastrear el paso por Cáceres en otras fechas posteriores de Martín Cerezo resulta muy complicado.

En el Archivo Histórico Municipal figuran tres documentos (dos fotografías y el Decreto del presidente de la República de Filipinas) con la firma, en Madrid, del propio Martín Cerezo en el año 1935, sin que exista otra referencia a cuál es el motivo de que esos documentos se conserven en el archivo.

Algún día, quizá, se le podrá rendir el homenaje que se merece un héroe cuyo conocimiento y recuerdo debiera ser permanente.

Vale.

P.S. Este texto se publicó por primera vez en el número 23 de la Revista Santa Ana, del Centro de Formación de Tropa nº 1. Enero-Marzo. 2017.

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