Archivos para November 30, 1999

En estos días que llevamos de julio, no sé si por las olas sucesivas de calor o porque el exceso de información nos perturba en exceso el intelecto, he podido observar dos cuestiones que han tenido un día, o dos, como máximo de cierto estrellato en algunos medios de comunicación: la intención de Mariano Rajoy de modificar la ley electoral a su gusto y la multa de casi 20 millones de euros que la UE impone a España por el falseamiento de las cuentas de la Comunidad Valenciana.

En ambos casos, estamos ante situaciones que podemos denominar “democracia de baja intensidad”. Que Mariano Rajoy pretenda modificar la ley electoral para que gobierno “la lista más votada” es una previsión que ya tenían en mente sus asesores antes de las elecciones municipales y autonómicas pero que no se atrevieron a plantear abiertamente. Ahora, comprobados los resultados electorales del 24M, es cuando Rajoy cree que ha llegado el momento de plantear la cuestión para conseguir una ley electoral que permita al PP gobernar siempre y en todo lugar. Porque Rajoy y sus secuaces, digo asesores, saben que todo el voto de la derecha lo agrupan y saben que la izquierda está fragmentada y ninguna lista de ningún partido o plataforma podrá superar ni siquiera el suelo electoral del Partido fundado por unos cuantos ministros de Franco.

Rajoy pretende que antes de finalizar la presente legislatura en el ámbito estatal pueda presentar y sacar adelante la ley electoral que le permita en las elecciones locales y autonómicas futuras conseguir que su partido gane, sí o sí. Pretender un cambio electoral en las condiciones en las que la derecha, acuciada por la corrupción, con una mierda que alcanza a todos los despachos del partido, es demostrar que la democracia “de la que disfrutamos” es de baja intensidad. A esta pretensión, los medios de comunicación “convencionales” han dedicado poco o escaso interés o han utilizado su obligación de contrapoder de la política en el sentido de callar o silenciar las pretensiones de Rajoy. Los medios, en una democracia de baja intensidad, están al servicio del poder político y económico. Y su capacidad de ejercicio de la crítica política es nulo si ello contraviene los deseos de quien manda… o puede poner en riesgo la cuenta de resultados.

Otro caso de democracia de baja intensidad es la nula o escasísima respuesta a la decisión de la UE de multar a España con 20.000.000 €. También es cierto que los partidos políticos en la oposición no han hecho el menor esfuerzo en tratar el asunto.

Las cuentas de la Comunidad Valenciana, gobernada por el Partido Popular y sus corruptos, han sido falseadas, como ha demostrado Europa. Y la multa la paga “España”.

¿No debería la Fiscalía Anticorrupción actuar de oficio e iniciar diligencias penales por falsedad en documentos públicos? ¿No es un delito de prevaricación falsificar unas cuentas públicas a sabiendas?

¿Dónde está la Fiscalía? ¿Buscando tuits de hace cuatro años de un concejal en vez de buscar y determinar quiénes son los autores materiales de la falsificación de las cuentas públicas de la Comunidad Valenciana?

Que no se actúe contra quienes falsean cuentas, falsean documentos y perjudican, a sabiendas, y en beneficio (aunque sea electoral) propio, es otra muestra de baja intensidad democrática.

Que todavía el gobierno en coalición PSOE-Compromís en la Comunidad Valenciana, presidido por Ximo Puig no haya presentado una querella criminal contra los autores materiales e intelectuales del falseamiento de las cuentas valencianas, dice muy poco de la intensidad democrática del nuevo gobierno valenciano.

Que como consecuencia de esa “baja intensidad democrática” haya que dedicar 20.000.000 € por los desatinos de un gobierno corrupto, y que los demás partidos hagan declaraciones y no actúen, dice muy poco de los políticos y de nosotros, los ciudadanos (¿o súbditos?), que lo consentimos.

Vale.

El gobierno de la Comunidad Valenciana, del Partido Popular, presidido por Alberto Fabra ha tomado la decisión de cerrar la Radio Televisión Valenciana, tras la anulación del ERE presentado, que obligaba, por sentencia judicial, a la readmisión de los trabajadores despedidos.

La reacción del Partido Popular (Alberto Fabra no toma por sí mismo la decisión de cerrar sin consultarla con el partido, con su presidente y del gobierno Mariano Rajoy) a la sentencia del juzgado de lo social no es una pataleta. Ante una sentencia judicial firme, la decisión es la del cierre patronal.

En múltiples ocasiones, con motivo de huelgas de trabajadores, nos bombardean con lo de huelgas salvajes, sobre todo cuando los dirigentes políticos concernidos se encuentran desbordados, especialmente por su incapacidad y su incompetencia para resolver problemas seguramente creados por ellos mismos. Las huelgas salvajes existen.

Pero también existen los cierres patronales salvajes. Y eso es lo que ha hecho Alberto Fabra: ante un problema creado por su partido, un problema que él es incapaz de resolver, un problema que afecta directamente a sus decisiones políticas, lo que ha hecho es ir al cierre patronal salvaje. Y salvaje es quien, como Alberto Fabra, hace salvajadas.

Cuando un padre deja de pagar la pensión de los hijos y la mujer, fijadas en sentencia judicial, puede ser condenado a penas de cárcel. Cuando Alberto Fabra incumple la sentencia del juzgado y ordena el cierre patronal salvaje ¿no está cometiendo un delito?

En el ordenamiento jurídico español no creo que exista, en materia laboral, la posibilidad de la sentencia de imposible cumplimiento, que sería el caso al que podrían acogerse quienes, sencillamente, como hace Alberto Fabra, pasarse la decisión judicial por el arco del triunfo.

Estos dirigentes del Partido Popular, instalados, de sobra y a base de sobres, en la impunidad más absoluta, conocedores que el sistema judicial es el mismo que heredaron del franquismo (es decir, que los jueces, en su mayoría, “son de los nuestros”, y los que no lo son, no forman parte de los núcleos de decisión judicial o son expulsados), no dudan en no cumplir una sentencia y, además, provocar más daño con el incumplimiento. Así, mientras el ERE devuelto a los corrales por ilegal planteaba el despido de 2/3 de la plantilla, la decisión del cierre patronal salvaje provoca el despido de la totalidad de la plantilla (los más afectos al régimen serán recolocados de modo inmediato) y la liquidación de la sociedad.

El quebranto laboral provocado por la decisión de ir al cierre patronal salvaje, también provocará graves perjuicios económicos a la Comunidad Valenciana, por cuanto, hasta que legalmente la sociedad sea liquidada, habrán de seguir abonándose los sueldos de todos los trabajadores, además de ir al abono de los finiquitos, en directo y en contante y sonante, de todos ellos. A ello, también, hay que añadir que los bienes muebles (maquinaria y equipos) e inmuebles adscritos a la RTVV (los que no puedan recuperarse para uso de las administraciones públicas) sufrirán un notable deterioro por la falta de uso, y una más notable depreciación de su valor.

A la deuda acumulada por la gestión nefasta, propia de dirigentes incompetentes en lo político y ladrones en lo personal, hay que añadir los costes laborales del despido de toda la plantilla y la depreciación de los activos de la sociedad. Y todo ello lo pagarán los valencianos.

Un presidente de comunidad autónoma desbordado por la gestión delictiva de sus predecesores, acusado de cerrar la sociedad de la Tv para ocultar y destruir pruebas de la trama Gürtel, toma la decisión de ir al cierre salvaje patronal, mostrando el camino, a cualquier empresario, de que incumplir las sentencias judiciales no tiene castigo.

Y a todo esto, la mayoría de los valencianos volverán a votar al Partido Popular. Lógico, si tenemos en cuenta que, en esta tesitura, se puede afirmar que la mayoría de los valencianos son corruptos en potencia, o encubridores de delincuentes, de políticos corruptos.

Vale.