Archivos para Aldea Moret

Hace ya tiempo inicié en este modesto blog una serie de artículos sobre edificios de diverso tipo cerrados, sin uso, abandonados, en la ciudad de Cáceres. Es tal la cantidad, el volumen de edificios que, poco a poco, va creciendo el número de entradas que van desgranando esa sensación que da el ver inmuebles de gran porte, o menos porte, cerrados, abandonados. Y, lo que es peor, que la mayoría lo están por la incapacidad de la propia ciudad de generar usos y de producir alternativas de uso. No hablamos ya de generar recursos, que en tiempos de crisis es muy complicado, pero ni siquiera ideas para que, en su proyección y desarrollo permitan ponerlas en práctica cuando los recursos económicos se consigan.
¿Ideas? ¿Proyectos? ¿Iniciativas? Interrogantes que tienen una respuesta sencilla en una ciudad gobernada, en derecho, en lo práctico y en lo fáctico, por mayordomos, cofrades y peñistas del garbanzo. Y con una opinión pública que carece de medios para expresarse, y que, si acaso, son esos medios los que tapan con medias verdades y opiniones de folclore la existencia de tanto patrimonio público malversado. Y el BOPP de hoy es una muestra digital.

Pero si es sangrante que haya edificios de cierta enjundia o valor en el centro de la ciudad o en espacios muy próximos, más grave es la situación de edificios como el conocido Bloque C de la Calle Ródano. Un inmueble que albergó en su día unas 36 viviendas sociales, y que la mala utilización por los adjudicatarios y la nula gestión de la propiedad (Administración pública: ayuntamiento y Junta de Extremadura) llevaron a que la determinación fuera el desalojo de todos los adjudicatarios (los legales y los ocupas) y el tapiado y clausura del edificio.
Ahora, sus más de 5.400 m2 construidos sobre una supferfice de suelo de 1.500 m2 son un monumento a la mala convivencia vecinal y a la nula capacidad de gestión. Esa nula capacidad de gestión fue la coadyuvante para que los continuos altercados vecinales fueran a más, y terminaran haciendo inhabitable el inmueble.

Si la clausura mediante el tapiado de puertas y ventanas fue la solución práctica y drástica adoptada en su momento, con un importante coste político para quien tomó la decisión, ver el edificio tapiado debería ser un baldón de vergüenza para su dueño, incapaz de darle una solución. Claro, que su dueño es un organismo público, y su gestión corresponde a un partido político que tenía soluciones para todo pero que todas las soluciones pasan por poner velas a los santos.
El Partido Popular, que gobierna el Ayuntamiento y la Junta de Extremadura (el pomposo Gobierno del Marketing de Extremadura), es el responsable de lo que se pueda hacer con el inmueble. Y también de que si se produce algún accidente por la gente que entra al inmueble tapiado (y entran, claro que entran). Por si no lo saben las autoridades locales, aquí queda escrito.
Y también queda escrito que, aunque se trate de un edificio situado “más allá del fin del mundo”, forma parte de esta ciudad. Un edificio de 5.400 m2 abandonado, tapiado, con pintadas imitadoras de la mala vida (esa banda de lating kings tan famosas en según qué reportajes de la televisión), es una vergüenza para la ciudad y para los ciudadanos.
Ponerlo en funcionamiento, darle uso, limpiarlo, recuperarlo… requiere tener ideas, obtener recursos quitándolos de lo superfluo (que es mucho), preparar proyectos… Escuchar a los vecinos que ofrecen sus ideas, desde su capacidad individual, para que, por lo menos lo arreglen, como dice alguna señora mayor, cepillo de barrer en mano, justo enfrente del Bloque C. O que se haga una residencia de mayores, que dice un joven que espera el autobús urbano. O que se vuelvan a tener viviendas y se destinen a familias que son desahuciadas por los bancos…

Claro, es más fácil comentar que un cine está cerrado en el centro, pero cuyo cierre ya forma parte del paisaje y a ningún visitante llama la atención. O que en un vídeo se pregunte por el uso que podría tener la Cárcel Vieja, sin ir más allá que en una pregunta que no admite, en el tono en que se formula, respuesta alguna.
El Bloque C de Aldea Moret, que tantos problemas dio en el pasado a las distintas corporaciones locales que no pudieron, no supieron o no quisieron (que de todo hubo) dar solución a atajar la mala convivencia vecinal, volverá, en poco tiempo, a ser un quebradero de cabeza. Porque pasear por la calle Ródano y decir a los vecinos, especialmente a los más jóvenes, que es una pena que esté cerrado, y que el cierre, por lo menos, impide que se entre y pueda haber accidentes, y que la respuesta sea que no se debe entrar, pero que se puede, y, sobre todo, que se entra cuando se quiere… Algo que no hace falta que lo afirmen. Pasear por la calle Ródano, camino de las viviendas del Cerro de los Pinos, y mirar hacia el edificio, con el cemento del tapiado en ventanas y puertas de planta baja, es ver también que es fácil acceder cuando y cómo se quiera.

Pasear por la calle Ródano, hablar con los vecinos de la pena y la vergüenza que da ver el edificio y que te reconozcan, ellos mismos, que también les da vergüenza, y, que además, te digan que el campo de fútbol del complejo deportivo medianero con el Bloque C, arreglado y preparado con el último Plan E de Zapatero está destrozado y también abandonado, es doblemente entristecedor.
Una ciudad cerrada por falta de uso es, mirando el Bloque C de la calle Ródano, es también una ciudad que no tiene capacidad ni de sentir vergüenza de sus injusticias.
Vale.

Las ciudades no son solamente edificios y calles o plazas, son, sobre todo, las personas y sus actividades, sus relaciones personales y comerciales, su trabajo, cuando lo tienen. Y si una ciudad camina hacia su inanidad, la desaparición de relaciones comerciales, de trabajo, son un síntoma claro.
Recientemente, en #Cáceres se ha producido el traslado del mercadillo de venta ambulante dese Ronda de la Pizarra hasta la urbanización Vegas del Mocho. Desde una vía urbana consolidada hasta un conjunto de calles de un sector de suelo urbanización pero sin desarrollar, víctima de la crisis inmobiliaria. Cuando hace ya años se produjo un traslado desde Camino Llano a la Ronda de la Pizarra, los vendedores ambulantes, un buen número de puestos de trabajo, pensaban que el llamado “mercado franco” tenía los días contados. Sin embargo, enseguida se afianzó en su nueva ubicación. Con el tiempo, un grupo de vecinos, ha ido planteando sucesivas quejas por las molestias, un día a la semana, que causa la llegada de los vehículos de los vendedores, la descarga de mercancías, la colocación de los puestos… sin éxito. Hasta que dieron con la excusa perfecta: la seguridad. Y con esa excusa consiguieron que se produjera un nuevo traslado.

Las informaciones que se vienen produciendo acerca de un declive progresivo y acelerado del mercado franco en Vegas del Mocho se unieron, al poco, con la puesta en marcha de un mercado de venta ambulante privado en un polígono industrial.
La realidad, por otra parte, parecer que va siendo otra: las ventas del mercado franco, del mercadillo de los miércoles disminuyen a marchas forzadas, al igual que la ausencia de vendedores. Para algunos, el mercadillo va teniendo los miércoles contados.
La realidad, también, es que el mercado ambulante privado de los sábados no termina de producir los efectos deseados: los vendedores no obtienen los beneficios necesarios y los precios por asentamiento se comen esos beneficios. La rentabilidad para los vendedores, para la mayoría de ellos, es inexistente y rehúyen acudir.
Los sábados, desde hace muchos años, se ha venido celebrando un mercadillo en Aldea Moret, en la calle Río Tíber, que, en sus buenos años, llegó a alcanzar los 50 ó 60 puestos. De ese mercadillo hoy son escasamente entre 10 y 12 los vendedores que instalan sus tenderetes. La mitad de frutas y verduras, el resto, calzado, textil, un puesto de bisutería y uno de alimentación. Son vendedores que tienen clientela fija en el entorno de esa calle.
La venta ambulante, en una región tan dispersa como Extremadura, ha sido siempre un buen nicho de puestos de trabajo. Que la segunda ciudad de la región termine por no acoger el mercadillo de los miércoles supondrá un durro golpe, ya lo está siendo, para un buen número de autónomos.
El traslado del mercadillo desde la Ronda de la Pizarra hasta las Vegas del Mocho se ha demostrado un fracaso. Los responsables de ese traslado deberían analizar alternativas para que la venta ambulante, que ofrece a los consumidores precios muy asequibles (de ahí su éxito cuando no es yugulado) no desaparezca de la ciudad. Y para que los puestos de trabajo que genera no se terminen, como otros muchos, perdiendo cuando la inoperancia de las decisiones políticos los cercena.
Visitando el mercadillo de Aldea Moret, mejor dicho, los 12 puestos que había, colocados como setas dispersas donde antes había 50 o más, el análisis de la geografía urbana permite adoptar muchas soluciones. Las quejas, los lamentos de los escasos vendedores que hoy habían acudido a la calle Río Tíber, requieren una escucha activa y proactiva por parte de un Ayuntamiento ausente de la búsqueda de soluciones para el desarrollo de la ciudad.
Claro que hay soluciones y variadas. La primera, buscar una ubicación mejor para el mercadillo, para ayudar a un buen número de trabajadores, los vendedores ambulantes, y, la segunda, para ayudar a que los precios de productos básicos, frutas, hortalizas, y otros muchos que se ofrecen en este tipo de mercados sean asequibles para muchos ciudadanos.
Y caben alternativas, muchas y variadas, pero estas alternativas, al menos ahora, deben ser ofrecidas por los responsables políticos, escuchando a vendedores ambulantes, vecinos y consumidores en general. Pero una de esas alternativas puede concluir con un mercadillo semanal, los sábados, de antigüedades, arte, libros… en la Plaza Mayor.
Una ciudad también termina muriendo, cerrándose, cuando cierra las puertas a la relaciones sociales y comerciales más arraigadas. Y pocas, en el imaginario colectivo, como las que producen los vendedores ambulantes. Acabar con esta práctica comercial es, una más de las puertas que se cierran para que la falta de uso de sus calles y plazas sea la puerta que se abre para el abandono.

Los escasos vendedores que hoy han acudido al mercadillo de la calle Río Tíber se merecen respeto y apoyo. Se merecen algo mejor que ver sus puestos desangelados, fríos.
Vale.

Ayer, sábado, un medio local publicaba una información sobre las exigencias de cumplimento que el barrio de Aldea Moret estaba llevando a cabo a la alcaldesa electa de Cáceres. Exigencias que tienen que ver con una situación que se viene arrastrando desde hace muchos años y que tiene su punto definitorio en una sensación atávica de no pertenencia.
Es cierto que muchos vecinos de la barriada, cuando han de desplazarse a realizar cualquier tipo de gestión o compra al centro de la ciudad, dicen que “van a Cáceres”, como si Aldea Moret no lo fuera. Aunque de hecho no lo fue. Durante mucho tiempo, lo que ahora es barriada, era una población, una entidad local distinta, que contaba con su propio Ayuntamiento, estación de ferrocarril…Por eso, la sensación atávica de no pertenencia se suma a la percepción de abandono que muchas veces sienten. Y a la sensación de haberse convertido, por mor de decisiones políticas, en una especie de gueto al que han ido a parar la inmensa mayor parte de miembros de la etnia gitana que vive en la ciudad. Claro, que también los propios miembros de la comunidad gitana se sienten apartados, excluidos. De ahí el éxito, por ejemplo, que tiene entre ellos la presencia de la iglesia evangélica.
Los vecinos de Aldea Moret reclaman acciones concretas, pero también reclaman atención y cuidado. Se resolvió el problema del bloque C con su total desalojo, pero quedan otros bloques donde los mismos problemas de convivencia se han ido acumulando. Y al bloque C hay que darle una solución. Los vecinos de Aldea Moret reclaman, sobre todo, atención para superar los problemas de convivencia, de paz social, algo muy difícil de conseguir y que desde la filosofía política y económica que viene propugnando la derecha tanto a nivel nacional como local, no tiene visos de que pueda lograrse. El hecho de que por primera vez la derecha haya ganado las elecciones en esa barriada añade un plus de expectativas que, de no cumplirse, pueden derivar en situaciones de conflicto social de muy difícil reparación.
Hoy, domingo, el mismo medio local se refiere a lo que piden los comerciantes a la nueva corporación, aún sin tomar posesión. Piden parkings y vigilancia. O lo que es lo mismo: espacios para que sus clientes puedan dejar tranquilamente sus vehículos cuando compran en las tiendas y vigilancia para que esos clientes estén seguros.
En realidad, exigen lo mismo que los vecinos de Aldea Moret. En la barriada, los vecinos ¿normales? se quejan de los gitanos que les incomodan, según ellos, en su convivencia social. En el centro, los comerciantes (vecinos ¿normales?) se quejan de “otros” incomodan a sus clientes y eso repercute en menores ventas.
Son cuestiones, las dos, las planteadas por los vecinos de Aldea Moret y por los comerciantes del centro, que se corresponden con promesas políticas del tipo de las “soluciones inmediatas”. Tú vótame que lo tuyo te lo arreglo enseguida. Y, desgraciadamente para quienes han confiado su voto a la derecha, no es así. Atenderán, como es obvio, a las directrices que desde la dirección nacional les marquen.
Y así, mientras que las soluciones que pudieran plantearse para las exigencias de Aldea Moret (y que se venían llevando a cabo en la anterior legislatura que acaba con bastante éxito) tienen mucho que ver con el denominado Estado del Bienestar, las pocas cosas que el medio mudo jefe del Partido Popular suelta, hacen temerse lo peor, aquello de “podremos tener el estado del bienestar que nos podamos permitir”, las soluciones que demandan los comerciantes tienen mucho en común con lo que de verdad importa a la derecha: los negocios. Y si son los negocios tradicionales, para ellos soluciones las que pidan: parkings? vigilancia? Pues más parkings y más vigilancia, que es cuestión de dinero agradecido.
Como sigamos así, cada día con un colectivo, con un grupo de ciudadanos reclamando #quehaydelomio, cuando todavía faltan 6 días para la toma de posesión de la nueva corporación, no va a hacer falta nada para más que empezar el lunes a cumplir. O lo que es lo mismo: el lunes, 13 de junio, pasarán los taxis por la plaza, el martes, 14 de junio, las máquinas comenzarán la excavación de un parking en Cánovas, el miércoles, 15 de junio, se firmará la paz social definitiva en Aldea Moret, el jueves, 16 de junio, los autobuseros cobrarán lo que les dejó a deber don Gerardo, el viernes, 17 de junio, se reanudarán las ventas masivas de pisos son vender y el sábado, 16 de junio, en agradecimiento a que hemos solucionado todos los problemas, incluso los creados por la propia derecha (todos, of course), sacaremos a algún santo o santa en procesión. Por ejemplo, a santa Rita, abogada de los imposibles.
Vale.