Una de las mejores jugadas defensivas en el baloncesto es la anticipación, como lo es también en el fútbol y otros deportes. Anticiparse a lo que vaya a hacer el contrario es reflejo de capacidad y energía. Lo es también, casi siempre, no siempre, en otros terrenos de la vida diaria.
En los negocios, anticiparse es jugar a triunfar… siempre que se tengan las cartas marcadas y se juegue con la apatía del contrario. Pero cuando el contrario demuestra estar atento al juego y, sobre todo, tener muy amarradas las jugadas, anticiparse puede resultar un error.
El funcionamiento coherente de una sociedad no se basa en un juego, no se sustenta en unas reglas, especialmente si la recurrencia es a las mal llamadas reglas del mercado, reglas que no existen, cuando todos sabemos que el mercado, cualquier mercado económico, se basa en relaciones de poder.
Es en estas relaciones de poder donde la anticipación es la que permite hacer triunfar a los más despiertos, a los que no necesitan disponer de avales sociales, sino económicos, para que sus jugadas triunfen. Es en estas relaciones de poder donde la mayoría de la sociedad pierde en beneficio de las élites económicas.
Para esta anticipación, los más despiertos no necesitan saber. La sabiduría no es necesaria. Solamente necesitan conocer, pero no ese conocimiento que asociamos las más de las veces con la propia sabiduría, sino al conocimiento estricto de la jugada que se va a desarrollar, al punto exacto en el que la pelota (económica siempre) se pondrá en juego, y lo hará a la vista de por donde sopla el viento.
Vale
… continuará…