El periódico El Norte de Extremadura publicó el 21 de septiembre de 1903 el artículo que transcribo en esta entrada, escrito por Rafael García Plata de Osma, tan conocido en Cáceres por la calle que lleva su nombre, aunque fue nacido en Guadalcanal, Sevilla, y vivió muchos años en Alcuéscar.
Nacido el 4 de marzo de 1870 en la localidad sevillana de Guadalcanal. Estudió en la localidad extremeña de Alcuéscar, en la que se instaló tras su boda y discurrió la mayor parte de su vida, habiendo llegado a ser descrito como “verdadero continuador de la tradición folclórica de Extremadura”. Entre sus obras se encuentran títulos como Geografía popular de Extremadura (1899) y Rimas infantiles (1903).
En su faceta de escritor y periodista colaboró con numerosos medios, como el Heraldo de Madrid, El Globo, La Semana Cómica, La Justicia o el Diario Universal, de Madrid. En Extremadura colaboró con periódicos como la Revista de Morón y Bético-Extremeña, El Noticiero, El Norte de Extremadura, el Diario de Cáceres,
Falleció a raíz de la epidemia de gripe de 1918, el 19 de noviembre de dicho año, en Cáceres.
Señores… ¿se puede?
Creo que sí; porque se discute constantemente sobre cosa filológica; porque yo no ando en eso de la regeneración de las Jurdes; y por lo tanto, no soy sospechoso para los señores Castillo y Sánchez Asensio; porque la prensa tiene un aspecto de extensión de que carecen el aula y la sección de un ateneo… Pero, vamos al grano.
El Sr. S. Asensio opina que debe escribirse Jurdes, y no Hurdes, y las razones en que se apoya, son, hoy por hoy, de gran valor.
Es muy cierto que nuestros Diccionarios de la Lengua castellana no son modelos perfectos en la arquitectura lingüística universal, quien leyere á Benot y á Valbuena puede convencerse de ello. Pero ¿quién se atreve á enmendar la plana sin esa competencia nacida de un estudio largo, detenido, difícil, del lenguaje? No basta que en la Preceptiva nos dijeran que cuatro son los modelos principales de formarse nuestras palabras: por traducción, por derivación, por composición y por imitación. No basta que en las aulas nos hablaran de sílabas tónicas y átonas, y que los cambios sufridos al castellanizar ciertos vocablos latinos: tales enseñanzas, buenas son para el aula; buenas son como ideas iniciales, pero nunca para traerlas á la tribuna de la prensa con el carácter de Quaestionem itinere modum solvere, pues con ello se hace grave daño á los escritores provincianos. Sí, señor, los periódicos de provincias, por razones del cambio, llegan a ciertas redacciones donde se hila más delgado, y cuando se observa que el periodista provinciano habla fuerte por falta de la necesaria cultura, se juzga a los demás como quizás no lo merezcan. Es una ceguedad lamentable la del que se atreve á discutir, en este sitio, con conocimientos superficiales, tenga ó no tenga títulos oficiales, que el escritor público no necesita otra cosa que demostrar su saber en el asunto objeto de discusión. La sugestión del toro de que nos habló Fígaro quédese para los alumnos de 1º de Latín y Castellano.
El vocablo Jurdes debe estudiarse bajo sus aspectos y fonéticos. Como geográfico, hacemos mal si lo sometemos á una regla fija, en lo que se refiere á las transformaciones que pudieran haber sufrido sus sílabas: hay variables que claramente presentan su procedencia latino-arábiga, wad-al-lupe (suprimiendo una l), wad-al-canal (por canalis), etc.; lo que nos demuestra que el pueblo árabe antepuso al nombre latino la equivalencia en su lengua. Pero en cambio si Alcuéscar se deriva de Alta cuesta… ¡el Diablo que se explique la transformación! Entonces ¿cuál es la razón en que me apoyo para creer que Jurdes se deriva de Jordán? ¡Un romance popular! Sí: estos poemas mediovales fueron siempre la hermosa fuente de noticias históricas. Hace un tiempo remití al académico Sr. Menéndez Pidal un romance intitulado La fiera de las Hurdes (escribí Hurdes por falta de fijeza en aquella ocasión), romance algo retocado por algún industrial en pliegos de cordel, pero que no hace al caso. Pues bien, en él se dice:
“En lag montañah de Jurdes
en aquella tierra santa, etc.”.
¿No significarán nada eso de tierra santa y de montañas de Jurdes, en un romance de asunto mitológico, y, por tanto antiguo”.
Hablamos del aspecto filológico.
Inglaterra comprendió que al filólogo y políglota le sería muy útil el estudio del saber popular; y en efecto, en 1878, nación la institución del Folk-Lore. En España hubo también un período de entusiamo por esa ciencia, algunos años después, siendo una verdadera lástima que dejaran de publicarse las revistas Folk-Lore Andaluz y Bético Extremeña. No obstante, se hizo mucho de provecho: en la actualidad trabaja el Sr. Menéndez Pidal para dar á luz un libro sobre Los dialectos españoles.
El proceso histórico de nuestro lenguaje no ha de estudiarse únicamente en las lenguas originarias, hay que analizar la fonética del pueblo vulgo, rica en detalles que nos llevan á pensar en los pueblos que vivieron en nuestro suelo. Por esta razón se hace dificilísima la interpretación del lenguaje popular mediante letras de nuestro abecedario; unas veces la H es una aspiración suave: otras se emplea para indicar que ocupa el sitio de un sonido que no podemos representar con nuestros signo de la escritura; ya cambia de sonido al encontrarse con las consonantes fuertes, ora las líquidas… Generalmente, la J, la S y la H hacen un esfuerzo por modificarse en un sonido, donde predomina el de una de ellas sin que desaparezcan por completo las de las demás. Supongamos que el número diez representa á la suma total de los sonidos mezclados de la J, la S y de la H, y tendremos que el vocablo Jurdes precedido del artículo las (según la pronunciación popular) quedará analizado cuantitativamente de este modo:
2 1 7
lah-surde; (2 h + 1j + 7s = 10). Mas si la palabra que precede al vocablo geográfico termina en vocal, la fórmula es esta:
1 1 8
dehs-jurdeh (1 h + 1s + 8j = 10). Ahora bien: al castellanizar esos sonidos de pronunciación difícil debemos despreciar esas cantidades pequeñas para simplificar la escritura; y como Jurdes procede, según nuestra opinión, de Jordán, debemos escribirlo con J: así cumpliremos con lo que nos ordena su etimología y su aspecto filológico.
Y no se enfaden aquellos maestros de percalina que aconsejan usar la H en las palabras que el vulgo pronuncia con J… Conocía yo á el un viejo que pronunciaba hardín, harro, hícara… Un día lo reprendí, diciéndole que esas palabras tenían J y no H. El me contestó: “Señorito, log probeh siempr’ habemoh el modo de jerrá… Dicen que sémoh mu brutoh porque decimos jacha, jigo, jiguera… ¡Y ahora tenemoh qu’ hay decí jarro, jardín…! Qué más. señorito que log probeh habemoh de jerrá…
¡ A mí, líbreme Dios de jerrar a mis propios errores!
Rafael García-Plata de Osma
Alcuéscar, Septiembre 1903