Hoy, el gobierno de coalición, de acuerdo con los sindicatos mayoritarios, ha anunciado la subida del Salario Mínimo Interprofesional a la cuantía de 1.000 €, lo que hace que el SMI haya subido casi 275 € en tres años, más que en cualquier período anterior. Igualmente, y con efectos de 1 de enero, entró en vigor una Reforma Laboral que, si bien no resuelve en su totalidad los elementos más lesivos para los trabajadores, supone un gran avance. Estos dos hitos, el SMI y la Reforma Laboral los ha hecho posible un gobierno de izquierdas, un gobierno de progreso.
Artículo publicado con la firma de José Acero en el nº 584 de El Bloque el 19 de enero de 1919.
El artículo que transcribo viene, por su contenido, a fijar cuál era la situación de la mano de obra en torno a 1920 y la desazón que cundía en la clase trabajadora, algo que nos ha perseguido a los extremeños desde siempre, desde la Mesta.
Lo que voy á decir, es lo mismo que tantas veces se ha dicho; lo que á diario estamos viendo, la eterna y amarga realidad de la vida.
No podemos vivir; esto ya lo sabemos; es muy antiguo, hace mucho tiempo que la vida para nosotros es imposible, pero cuanto más tiempo pase, más grave es nuestra situación y los datos exactos, los presupuestos de nuestras casas saben de una manera exorbitante y nuestros salarios no llegan ni siquiera á cubrir la mitad de nuestras necesidades.
Y para demostrarlo á aquellos que nos acusan cuando reclamamos ó cuando alzamos nuestra voz en señal de protesta, es preciso que se fijen en la forma de vida del obrero.
Supongamos una familia obrera, compuesta por tres individuos, y supongamos también que gastan en comer los siguientes artículos diariamente:
Dos panes que importan, 76 céntimos
Aceite 30 ídem
Cecina 50 ídem
Garbanzos 30 ídem
Judías 30 ídem
Patatas 25 ídem
Café 10 ídem
Azúcar 15 ídem
Carbón 25 ídem
Petróleo 15 ídem
Que todo junto arroja un total de 3 pesetas y 6 céntimos.
Si á esta suma de 3’06 pesetas le añadimos 25 céntimos diarios, por lo menos, de casa, resulta un total de 3 pesetas con 31 céntimos; esto, sin incluir otras muchas necesidades perentorias, ni vestir ni calzar.
Ahora, fijándonos en que por término medio el obrero de nuestra capital gana 2,50 pesetas el día que trabaja, (que no son todos á la semana), le faltan para cubrir las más perentorias necesidades de la vida, 81 céntimos diarios; suponiendo que no dejase un solo día de ganar el jornal.
¿Cómo podremos sobrellevar la existencia los que nos dedicamos al trabajo cotidiano, ni qué fuerzas podemos reponer á las existencias del taller, la fábrica o la mina?
Y si ahora nos fijamos en que en la mayoría de los pueblos de nuestra provincia están las subsistencias aún más caras que en nuestra capital, y que el bracero campesino no gana más que 6 ó 7 reales al día que puede trabajar, ¿qué camino le queda al proletariado?
¿Qué conducta vamos á seguir cuando vemos que mientras morimos de hambre lentamente, los eternos acaparadores consiguen juntar fortunas inmensas, y que los cosecheros tienen sus almacenes abarrotados de artículos de consumo sin que sean capaces de sacrificar algo su avaricia en favor de la clase trabajadora?
¿Qué esperanzas nos quedan á los que todo lo producimos y vemos que los que nada trabajan se enriquecen á nuestra costa y nos hacen la vida imposible, matándonos de hambre? ¿Qué castigo merecen? ¿Qué venganza tomará el esclavo, el día que el hambre le obligue?
No lo sabemos. Pero si seguimos por este camino y no se nos remedia en algo, las consecuencias serán muy funestas y lamentables para todos.
JOSÉ ACERO.