Ya cuando el Ayuntamiento de Cáceres proyectó la salvajada de mutilar el Puente de San Francisco pensé, y en algunos muy reducidos foros (entonces las redes sociales no funcionan como ahora), que la ampliación de la ronda de Miralrío además de no resolver la cuestión de un tráfico intenso que era el leit motiv de la mutilación del puente y la ampliación, mínima por la orografia y la existencia de muchas viviendas, de la calle, podría acarrear encontrarse con elementos arqueológicos que se verían afectados.
En la memoria personal y en las noticias que me habían llegado por conocidos y familiares, sin soporte académico, parecía bastante evidente que la Vía de la Plata bordeaba la colina que ahora es el núcleo de la ciudad amurallada y que el único espacio posible para ello resultaba en el punto más bajo de esa colina y el borde de la Ribera del Marco.
Igualmente, saber que en esa zona hubo una ermita dedicada a San Marcos, y que había sido sustituida en el culto por la de San Marquino, en el cerro de subida a la Montaña, señalaba ese punto concreto conflictivo en cuanto a hallazgos arqueológicos.
Por otra parte, la existencia de una muralla romana (v. gr. Arco del Cristo) previa a la almohade, daba a los asentamientos romano y árabe un carácter defensivo.
La conformación de la muralla con los elementos más defensivos adelantados sobre los paños de muralla, algo que en el Baluarte de los Pozos se aprecia claramente, de manera que los elementos que forman el baluarte tienen una clara vocación de seguridad y defensa.
La aparición de una cisterna que se ha recuperado, no ha sido suficientemente estudiada ni se han seguido las notas más previsibles, tanto de esa llamada cisterna (prefiero considerada una poterna) como de su situación tan cerca de la Ribera.
Una fortaleza defensiva resultaba ineficaz si no disponía de agua, y solamente basta con ver, por ejemplo, la Alcazaba pacense que vierte en pendiente sobre el Guadiana, y Cáceres no contaba con más río que la Ribera desde la que surtirse de agua.
Hasta casi la segunda mitad del siglo existieron los restos de la ermita de San Marcos, que estaba construida sobre un sacelo romano, como señala Sanguino Michel en sus notas referentes a Cáceres, un sacelo circular, distinto de otros que se conservan, como los del Puente de Alcántara.
El sacelo romano que sirvió de cobijo a la ermita de San Marcos no fue el único del que se tiene noticia en Cáceres. La ermita del Humilladero, junto al puente de San Francisco tenía su origen en otro sacelo romano.

La línea que podría unir la cisterna (o poterna) con el sacelo, tendría como continuación la Ribera y ser el elemento de la muralla que permitiría a los habitantes de la villa amurallada disponer de agua, tan cerca, agua de buena calidad y en suficiente abundancia como para aguantar largos asedios. Las construcciones romanas de potente fábrica, podrían ser suficientes. La fábrica que se conoce de la poterna (o cisterna) resulta responder a ese sentido. Además, lo que se conoce por algunas fotografías de principios del siglo XX, de la descripción que hace Vicente Paredes en su creencia de que la calzada romana pasaba precisamente por ese punto, el sacelo /luego ermita/ se asentaba sobre una roca, que le daría fortaleza y capacidad defensiva para permitir la elevación de agua de la ribera hacia la cisterna y desde ahí, disponer de ella en la ciudadela.
Hubiera sido deseable, en su momento, ampliar con una excavación o sondeo, saber si, como parecería plausible, que San Marcos habría sido antes de la llegada del cristianismo a Cáceres, el punto de entrada del agua a la ciudadela romana.
Vale.