Continuamos con los artículos que el profesor del Instituto El Brocense y Director de la Escuela de Magisterio Julián Rodríguez Polo publicó en el Diario Nuevo Día a finales de Diciembre de 1927, tres meses después de que la Comisión Permanente del Ayuntamiento conociera el Informe que se había encargado a los catedráticos de la Universidad Central, Lucas Fernández Navarro, jefe de la sección de Mineralogía del Museo Nacional de Ciencias Naturales, y a Eduardo Hernández Pacheco, jefe de la sección de Geología del mismo Museo.
Hoy, incluimos los artículos VII y VIII, publicados el 24 y 26 de diciembre de 1927.
VII 24 de diciembre de 1927
La existencia de tales aguas en el interior del Calerizo se hace bien patente en las perforaciones, “tales como las canteras junto a la ermita del Espíritu Santo, con nivel constante de líquido a los 425 metros de altitud, pozo del Horno del Sapillo, a los 428; pozos y galerías de la mina Labradora, a los 423; galería del arrastre de la mina Esmeralda, a los 420, etc.”
Ya dijimos que tienen su salida natural por cuatro desaguaderos del embalse subterráneo, todos al mismo nivel próximamente; “el del Marco, sin duda el más potente, a 425 metros de altitud; el Arropez que riega extensa ribera de huerta, a 413 metros; el de la Alberca, también caudaloso, a los 430 metros; y el de la ermita de Santa Ana, a 420 metros, reducido actualmente [1927] a pequeñas charcas por causa de los trabajos en las minas de fosforita, que le han captado las aguas (las que aprovecha la “Empresa de aguas potables” que surte a la ciudad).
La cuenca de recepción de aguas meteóricas que hemos reseñado, comprende una extensión aproximada de 38 kilómetros cuadrados y la cantidad media de lluvia anual la cifran los ilustres geólogos en 500 mililitros. Una capa de un milímetro de agua sobre una superficie de un metro cuadrado, es un litro de agua. Decir, pues, que en un país la cantidad de lluvia al año es de 500 milímetros significa que caen 500 litros de agua sobre cada metro cuadrado del terreno.
Los señores Hernández Pacheco y Fernández Navarro hacen un cálculo de valores mínimos: dan por supuesto que las dos terceras partes del agua meteórica que recibe la cuenca se evapora directamente o es devuelta a la atmósfera por la vegetación (aun cuando lo estiman exagerado por exceso), y deducen que tan solo una tercera parte se infiltra en el terreno y descienda hasta quedar almacenada en el interior del Calerizo –ya es sabido que en tal terreno no hay corrientes por la superficie.-
38 kilómetros cuadrados -38.000.000 de metros cuadrados.
Y como cada metro cuadrado recoge la tercera parte de 500 litros, los 38 millones de metros cuadrado recogerán 6 millones y 333.333 kilolitros de agua -6 millones y 333.333 metros cúbicos, que forzosamente han de rebosar por las despostilladuras de la cuenca caliza, o sea por los nacimientos del Marco, Arropez, Alberca y Santa Ana, “esto en el caso de que no exista alguna vía subterránea de salida de aguas por alguna fractura tectónica del terreno, caso improbable, pues el reconocimiento geológico practicado no lo hace sospechar”.
Suponiendo que la población de Cáceres se eleve a 25.000 habitantes dentro de plazo breve, y que pudiera aprovecharse anualmente toda el agua que almacena El Calerizo, le corresponderían anualmente 253 metros cúbico y tercio a cada uno (sin contar las aguas procedente de los manantiales que brotan en las cuarcitas silúricas y que surten hoy a la población, o sea, 694 litros diarios.

“Cantidad de agua diaria por habitante solo inferior a la del abastecimiento de Chicago y Roma, las ciudades mejor surtidas de agua del mundo; superior a la de Nueva York, Filadelfia y Montreal, que son también de las grandes poblaciones más dotada; más de cuatro veces la que reciben los vecinos de Londres o de Viena; casi cinco veces mejor que la de Lisboa; más de siete veces que en Varsovia y en Amsterdam; más de nueve que en Montevideo y más de diez veces que en La Haya”.
Y esto sin contar tampoco con otras captaciones que pudieran hacer en el valle de Valdeflores, “según las acertada ideas y nobles campañas del benemérito ciudadano don Joaquín Castell”, de que hablaremos el día próximo.
VIII 28 de diciembre de 1927
Los señores Hernández Pacheco y Fernández Navarro hacen notar en su informe, que “supone este caudal de agua almacenado, si saliera todo él por un sitio, un manantial superior a 200 litros por segundo”.
Y que “si la cantidad de aguas meteóricas almacenadas anualmente en los reservorios subterráneos del mismo calerizo y que sale al cabo del año por los manantiales, fuese la mitad de la caída de las nubes, o sea, 931 litros diarios, que representan un caudal de 296 litros por segundo”. Y añaden: creemos que estas últimas cifras son más aproximadas a la realidad.
Los aforos de los grandes manantiales citados, que dan salida material a las aguas del calerizo, podrán determinar, juntamente con el cálculo de la que se extrae por las minas y otros pozos abundantes, “tales como el del Horno del Sapillo, cuál es el cauce efectivo con que se cuenta –dicen los insignes geólogos-, el cual, en todo caso, será suficiente para el abastecimiento de las necesidades actuales y futuras de la población de Cáceres y para los regadíos que las huertas inmediatas a la capital necesitan”.
Reconocen los citados señores en su informe “que no es empresa fácil recolectar y conducir a la capital el agua total del Calerizo”, y agregan: “ni hay de ello necesidad, pero se comprende contando con tan abundante caudal es factible dentro de los actuales medios económicos del municipio cacereño recoger la que se crea necesario, quedando siempre un sobrante para necesidades del futuro”. Para dicha operación, estiman conveniente, si el Ayuntamiento de Cáceres se decida a aumentar el caudal aguas que actualmente recibe la ciudad de la cuenca devónica (terreno calizo), efectuar los aforos a que antes nos hemos referido, y realizar también una nivelación de precisión de los desagües naturales, pues hacen constar que los datos anotados en su informe, deducidos de observaciones barométrica en campaña, no pueden ser más que aproximados.
Terminábamos ayer diciendo que, según los señores Fernández Navarro y Hernández Pacheco, son posibles también otras captaciones en el valle de Valdeflores, “según las acertadas ideas y nobles campañas del benemérito ciudadano don Joaquín Castell, ya difunto”, y al que es tiempo –dicen también los ilustres informantes- se le haga la debida justicia y la exaltación que merece su memoria.”
No conozco yo –y deseo conocerlo- el folleto que, según me han dicho, publicó dicho señor Castell, cuyas prendas inmejorables de corazón y de talento son notorias. Pero, por los fundamentos científicos en se apoyan los autores del informe a que venimos refiriéndonos, supones que el señor Castell coincidía con las ideas que en dicho informe se sustentan, y que nosotros venimos a condensar.

Rodeando externamente a las sierras que forman los bordes de El Calerizo, se extiende la dilatada planicie de suelo pizarroso cámbrico hacia el Norte, Este y Sur, “en la que destaca como una isla el pequeño territorio montañoso de la capital”. Estos terreno, como las cuarcitas del silúrico, sufrieron al final de la era paleozoica empujes orogénicos que determinaron intensos fenómenos de plegamiento, dando los siguientes resultados: los estratos de cuarcitas, primitivamente horizontales, se dispusieron con fuertes inclinaciones cercanas a la vertical, de buzamiento hacia del NE (como en la Sierra de la Mosca, del Milano, del Risco, etc.), quedando las cuarcitas (material tan poco plástico) fragmentadas según planos (diaclasas) que corresponden a dos direcciones o sistemas principales; mientras que en las pizarras cámbricas, más plásticas, no se produjeron diaclasas o fisuras en dirección determinada y constante que fuesen camino de las aguas subterráneas, por lo cual las filtraciones de lasa cuarcitas, superpuestas a las pizarras cámbricas, se detendrá al llegar a éstas, que son impermeables, por su naturaleza arcillosa.
Y como de los sistemas de diaclasas en las cuarcitas del silúrico, el dirigido hacia el NE ofrece a las aguas el camino más fácil –la experiencia lo confirma- que los manantiales más potentes y numerosos de la Sierra de la Mosca brotan hacia el valle de Valdeflores, mientras que son escaños y menos potentes los que desaguan hacia El Calerizo, que se pierden en la masa esponjosa de caliza.
Cáceres puede contar, puede contar, pues, en sus cercanías, además de las fuentes que utiliza y que brotan de las cuarcitas silúricas; no solo con las aguas que el calerizo encierra, sino con las excelentes que pudieran reunirse de los actuales nacimientos y nuevas captaciones en el valle de Valdeflores, dicen los informantes.
Terminaremos, Dios mediante, mañana, dando noticia de las conclusiones del informe.