Dice la Academia que la voz inglesa ranking es la “clasificación de mayor a menor útil para establecer criterios de valoración”. Y a eso se referían noticias la semana pasada informando de los resultados del Observatorio de la Cultura de 2019, conocido a principios de 2020.
Como el informe del Observatorio de la Cultura es público visitando la web de la Fundación Contemporánea (www.fundacioncontemporanea.com), y la percepción y la relevancia que Cáceres y Extremadura representan en el mismo, con un descenso en esa clasificación tanto para la ciudad de Cáceres (otrora “Capital Cultural de Extremadura”) como para la región, convendría tomar en cuenta alguna consideración. En esta entrada, a nivel local de la capital cacereña.
¿Cuál es la importancia que la CULTURA tiene para los cacereños? Si hacemos caso a los eventos culturales que se producen en la ciudad nos encontramos con una auténtica parálisis en general, y en alguna de las Bellas Artes en particular. Los eventos de mayor trascendencia (Womad, Festival de Teatro Clásico) constituyen fechas fijas y estancas, sin mayor porosidad social. El resto de eventos están secuestrados por las subvenciones que desde las administraciones públicas (especialmente, el Ayuntamiento) se conceden nominativamente, no dejando ni siquiera migajas para cualquier innovación.
Esta parálisis se observa en la programación ordinaria del Gran Teatro, que carece de prioridades más allá de asumir compromisos de algunos eventos y acoger, a taquilla, obras de teatro y conciertos sin cohesión cultural ni trascendencia.
Lo mismo sucede con las ¿programaciones? de espacios públicos (Palacio de la Isla, Sala Pintores 10, Sala de Arte El Brocense) en las que no existe ningún atisbo de programación, de criterios programáticos que pongan en valor la producción artística de la ciudad y provincia.
Mientras que los presupuestos públicos sigan ciñéndose a subvenciones nominativas, sin posibilidad de que puedan existir partidas presupuestarias para promover la innovación, la producción artística en cualquiera de sus facetas, seguiremos con eventos a fecha fija a mayor gloria, y única, de sus detentadores.
Que las tres salas públicas citadas (Palacio de la Isla, Pintores 10 y El Brocense) carezcan de cohesión en su uso, y no exista ningún espacio público para que se puedan presentar muestras de artistas emergentes, nos encontraremos con artistas emigrantes, con la marcha o la desilusión de mentes inquietas.
Ello, además, con un acendrado concepto de gasto para todo lo que signifique cultura, sin que se atisbe el concepto de inversión. Porque eso es, estrictamente, la cultura: inversión en el futuro y el pensamiento crítico.
Porque, al final, encontramos a artistas que exponen en espacios en los que lo último es el valor artístico de la obra, más allá de su valor decorativo.
Eso sí, cuando llegan el Irish Fleadh, o el Blues no sé qué, lo importante es salir en la foto, y que la foto salga en el periódico. Y a otra cosa.
Con este secuestro cultural, sin que exista ningún modelo de intervención, de cohesión, de coherencia, no es extraño que la ciudad siga cayendo en los rankings. Un secuestro que es la foto-fija de cuál era el valor que la derecha, que ha gobernado (¿o sigue gobernando?) durante dieciséis de los último veinte años. Y de cambio a mejor, ninguna perspectiva.